Abipones

Abipones
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Los abipones fueron una etnia amerindia del conjunto pámpido y de la familia lingüística de los guaicurúes, estrechamente emparentados con tobas, mocovíes, pilagás, payaguaes y mbayaes. También fueron conocidos como los frentones debido a la manera de rasurarse el cabello hasta la mitad de la cabeza.
Localización
País(es)Bandera de Argentina Argentina
Datos generales
IdiomaLenguas mataco-guaicurú
ReligiónAnimismo, luego cristianismo

Los abipones fueron una etnia amerindia del conjunto pámpido y de la familia lingüística de los guaicurúes, estrechamente emparentados con tobas, mocovíes, pilagás, payaguaes y mbayaes. También fueron conocidos como los frentones debido a la manera de rasurarse el cabello hasta la mitad de la cabeza.

Los Jaaukanigás, se originaron con la integración de los mepenes del litoral, que fueran dispersados por los españoles. A pesar de su separación geográfica, los tres grupos componían una cultura, con una lengua y comportamientos sociales comunes, según Dobrizhoffer: "... tendrían el mismo tipo de vida y de costumbres y la misma lengua. Llama la atención la concordia que existía entre ellos, la estable alianza cada vez que se presentaban algún problema contra el español al que consideraba enemigo innato.

Breve reseña histórica

Resistieron la conquista española bravamente. En 1641 los abipones ya habían adoptado los caballos que llevaban los colonizadores y se transformaron en los indómitos centauros del Gran Chaco.

En todo el curso del siglo XVII fueron incasables hostigadores de los españoles y en parte del XVIII -ya desgastados- no se dieron por vencidos y continuaron en su lucha. Los ataques abipones eran temidos en las ciudades de Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, Santa Fe, Corrientes y Asunción.

Las fuerzas españolas -reforzados con bandas guaraníes- los fueron acorralando. Hacia fines de la primera mitad del siglo XVIII, grupos de abipones fueron reducidos en misiones jesuitas (ver abajo). Tras la expulsión de los jesuitas, las reducciones abiponas se fueron despoblando hasta ser abandonadas en 1768. Durante el siglo XIX la cultura abipona fue desapareciendo, diezmados en enfrentamientos y absorbidos paulatinamente. Fueron indios dignos de mejor suerte.


Hábitat

Habitaban la ribera norte del Bermejo inferior. A comienzos del siglo XVII adoptaron el caballo traído por los españoles, extendiendo sus correrías desde el Bermejo hasta Santa Fe, y desde Santiago del Estero hasta el río Paraná.

Organización social y política

Religión: Animismo, luego cristianismo Ubicación: Argentina Idioma: Lenguas mataco-guaicurú Etnias relacionadas: Tobas, mocovíes, pilagás, otros guaicurúes

Rara vez se casaban antes de los 20 años. El adulterio, la fornicación promiscua y el incesto no existía. Cuando alguno pretendía una muchacha para mujer, debía tratar con los padres y convenir el pago de la dote (tejidos, puntas de lanza, collares, etc.).

La costumbre criar a los niños dándoles en pecho durante tres años, período en el cual no se juntaban con los maridos, era causa de divorcios e infanticidios.

La mujer abipona era muy trabajadora: cuidaba los hijos, cocinaba, buscaba la leña, acarreaba el agua y preparaba la chicha. Confeccionaba las prendas y los productos de alfarería. También eran las encargadas de organizar los ceremoniales.

Los hombres, fuera de los tiempos de guerra, eran haraganes, se entretenían por las tardes en hacer alardes, los muchachos se ejercitaban desde el amanecer corriendo. Eran muy afectos a la embriaguez, en cambio las mujeres eran abstemias y les escondían las armas para que no se maten.

El poder político no estaba unificado, cada banda tenía un jefe -hombre o mujer-: Nelar'eyr'at (cabeza). Este cargo era hereditario, aunque podía ser removido por sus súbditos.

El candidato era sometido a una serie de pruebas de valor físico. Un día antes de la ceremonia de los honores militares, las mujeres de la comunidad se concentraban frente a la choza del elegido en horas de la tarde. Allí iniciaban una larga danza con cánticos y sonidos musicales. Al día siguiente, vestido en forma solemne sube a su caballo que se encuentra totalmente cubierto de plumas, campanitas y placas brillantes. Con la lanza en la mano, emprende una veloz carrera hacia el norte, seguido de todos sus soldados. Luego por el mismo camino regresa a su lugar de partida, allí una sacerdotisa lo espera. Baja del caballo y recibe la consagración que consiste en una oración que la misma recita solemnemente. Monta de nuevo y seguido por sus hombres emprende veloz carrera hacia el sur, hacia el este y hacia el oeste.

Terminando este recorrido simbólico, que cubre los cuatro rumbos del universo, el jefe baja de su caballo, la sacerdotisa le afeita el cabello desde la frente hasta la nuca, dejándole un surco de unos tres dedos de ancho. Al finalizar el corte, la misma mujer, a viva voz explica a los demás sus virtudes y fundamentalmente sus hazañas militares. Finalmente le adjudica un nuevo nombre. Todo termina con un brindis que se encuentra preparado en un lugar cubierto de pieles en donde se colocaban vasijas con bebidas de miel.

Su mando era precario. No siempre lo obedecían; si no cumplían con lo que se les solicitaba, renegaban de su autoridad. En sus borracheras hasta los solían matar.

Guerra

Los abipones eran famosos por su espíritu guerrero. Desde pequeños los preparaban para el combate, acostumbrándolos a punzarse y lastimarse el cuerpo para no sentir dolor. Los jóvenes corrían desde el amanecer para mantenerse ágiles.

Antes del combate afeaban sus rostros para infundir espanto a los enemigos y celebraban un gran festín, las promesas que hacían borrachos, las cumplían cuando estaban sobrios.

Lozano, nos cuenta: "Cuando salen a la guerra se punzan muy bien la lengua, y con aquella sangre se untan todo el cuerpo, y sobre este matiz hacen mil labores con carbón, y de esta suerte, dicen ellos con el dolor que llevan, que cuanto topan lo destruyen sin distinción de edad o sexo, y su mayor alabanza es matar a cuantos más pudieren, y según el número de los que hubieren muerto, se les permite poner otras tantas plumas en el dardo."


Fuentes