Acaxees

Etnia Acaxee (México)
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Localización
País(es)Bandera de los Estados Unidos Mexicanos México
Datos generales
IdiomaAcaxee
Religiónautóctona
Etnias relacionadasXiximes, tarahumaras, guasaves, achires, tepehuanes

Los acaxees son una cultura extinta que habitó la Sierra Madre Occidental que los españoles llamaron Sierra de Topia, enmarcada entre los actuales estados mexicanos de Sinaloa (este) y Durango (noroeste). En la misma Sierra y hacia el sur se localizaban los Xiximes de similares costumbres, fueron enemigos irreconciliables y estuvieron luchando siempre entre sí.

Hablaban un dialecto emparentado con el Cahita clasificado dentro de la lenguas uto-aztecas.

Con una organización social de poco desarrollo, constantemente estaban dedicados a la guerra. Por su carácter indómito, su sometimiento al dominio español no fue empresa fácil, razón por la que estuvieron expuestos constantemente al exterminio de sus poblaciones y a la continua persecución. En 1601 y bajo las ordenes del líder Perico, los acaxees se levantaron contra la dominación española en lo que se ha denominado la Rebelión Acaxee. Fue un enfrentamiento heroico que acabó con su exterminio.

Relación sobre los indios acaxées de las Sierras de Topia y San Andrés.

Hernando de Santarém (España, 1566 - 1616) misionero jesuita desde 1594 hasta su muerte entre los indios Sinaloa, Acaxees y Xiximes, dejó este importante documento del que reproducimos algunos capítulos:

Las guerrillas

En esta tierra templada, que son las laderas de las sierras, estaban poblados los indios junto [a] algunos ojos de agua o arroyos pequeños que bajan de los altos, y no estaban muy juntos sino cada uno con sus hijos, nietos y parientes en unas rancherías fundadas en unos mogotes o picachos difíciles de subir a ellos. Y la causa era por tener continuas guerras entre sí, aunque eran de una mesma nación y lengua, hasta venirse a comer unos a otros. La causa destas guerras era no tener principal ni persona a quien reconociesen y que les hiciese deshacer sus agravios. Y así, cuando uno era agraviado de su vecino, aunque fuese en poca cosa, recogía sus parientes e iba a la casa del que le agravió y por su propria mano en su persona y hacienda tomaba venganza. Y el que recibía aquel agravio tornaba a recoger sus parientes y iba a desagraviarse.

Y así andaban en continuas guerras, a las cuales iban con toda la riqueza que tenían en sus cargas de tilmas, chalchihuites, orejeras y plumerías, arcos y flechas en carcajes de pellejos de leones, de que hay mucha abundancia en esta tierra, lanzas de Brasil colorado, de que hay mucha abundancia en los bajos, una cola hecha de gamusas teñidas negras y sacadas unas tiras largas que salen de un espejo redondo puesto en una rodaja de palo tan grande como un plato pequeño, y ésta, asentada en el fin del espinazo, baja la cola hasta las corbas en un cordel con que van ceñidos.

Llevan atravesada como daga una macana. Las tilmas llevan cruzadas por el pecho, y las caras, piernas y brazos embijados con metales amarillos y tescatetes deshechos con ojite que pegan como trementina y no se quita en muchos días. Otros de negro del ollín del comale y ceniza, y sus chimales guarnecidos de plumerías, los cuales son como las vaseras de vidrios y cálices, con los cuales se revuelven y adard[e]an, metiendo todo el cuerpo debajo dellos.

En la mano izquierda está el arco y lanza, y con la derecha flechan hasta el punto que ha caído alguno de los enemigos; que entonces con una hachuela, que llevan también para esto, al momento le cortan la cabeza con grande presteza, que traen por triunfo cuando no pueden traer lo demás del cuerpo, con la cual en las manos hacen grandes mitotes en volviendo a sus tierras. Si traen algún cuerpo, media legua antes de llegar al pueblo, -para que las mujeres que ayunaban mientras iban a la guerra, y las demás que están en el pueblo le salgan a recebir-, ellos esperan en un puesto que para esto tienen señalado, donde hay muchas piedras hechas a manera de canal, larga de más de 40 pies y cubierta como albañar, por las cuales van metiendo los cuerpos que traen, y dan a las mujeres las manos para que las lleven colgadas al cuello como nóminas.

Antropofagia ritual

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Llegados al pueblo donde están las casas fuertes, que son de terrado muy bien techadas, con una puerta pequeña aun no de una vara en alto, redonda, en el patio de la casa tiene un árbol de zapote al pie del cual dejaron alguna flecha u algún hueso de muerto colgado en ofrenda, para que su ídolo les diese victoria. Hay allí junto una piedra llana a donde dejan la carne mientras se adereza donde se ha de cocer. Luego, sin quebralle hueso sino por las coyunturas despedazan el cuerpo y échanlo en dos ollas. Y dos viejos que para esto están señalados, toda la noche les dan fuego, mientras el resto del pueblo y los circunvecinos, que para eso se han juntado, están bailando y cantando las victorias de sus enemigos con la cabeza del difunto en las manos.

A la mañana revuelven las ollas y sacan los huesos mondos, dejando solamente la carne como atole, y estos huesos guardan en las casas fuertes colgados, parte con la cabeza. Otras veces encajan las calaveras en las paredes cercanas a las puertas de las casas fuertes. Guardan estos huesos en memoria de sus triunfos, y así cuando han de ir otra vez a la guerra, los viejos animan a los mozos diciendo que miren aquellas victorias que ellos alcanzaron y que se acuerden de algún pariente suyo que le mataron sus enemigos, y que entiendan que así tienen allá sus huesos, que procuren vengallo y volver por su sangre y parientes.

A la carne que queda en la olla suelen echar frijoles y maíz cocido, y luego se van repartiendo por todos los que se han hallado en el baile, echando a cada uno su parte en un cajete. Al primero a quien dan desta olla y del vino que tienen hecho es al dios que ellos adoran de las batallas, y al que mató [a] aquel enemigo, que quiere comer; al cual en el mismo mitote le hacen un agujero en el labio de abajo, en medio de la barba, que le pasa todo el labio y llega hasta las encías, por donde le meten un hueso que tiene un botón adentro y sale como tres dedos del labio. Y este trae toda la vida en señal de valiente. Y si ha muerto dos, le hacen dos agujeros; y si tres, tres. Y yo he visto indios que tenían tres. Luego dan a las personas que ayunaron para esta victoria.

Los ayunos

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Los ayunos destos son muy rigurosos pues todo el tiempo que dura el ir a la guerra o que dura la necesidad porque ayunan, no pueden comer cosa que tenga sal, ni tocarse una persona a otra, ni hacer nada. Y guardan esto con tanta puntualidad que no ha un mes que, teniendo noticia un padre de los que andan en esta sierra que una india estaba enferma, fue a su casa para ver si tenía necesidad de confesarse. Hallóla entre unos zacates, apartada un tiro de arcabuz de su casa, y habiéndola embiado a llamar con tres o cuatro indios, y viendo que no se bullía de un lugar, preguntó qué hacía, y respondiéronle que estaba ayunando y que estaba allí apartada por no tener ocasión de ver ni comunicar a nadie mientras duraba el ayuno. Fuese el padre para ella, y cuando la india le vió venir se levantó como un gamo y levantando los gritos, que los ponía en el cielo, comenzó a huir por entre aquellos matorrales con tanta ligereza como lo pudiera hacer un hombre, por no quebrantar el ayuno con hablar al padre. Sólo pueden comer un poco de maíz tostado o pinole, que beben con una como calabacilla que traen colgada de la cinta, en señal de que ayunan.

Estos ayunos no solamente los hacen por las guerras, sino si acaso han visto algún jijime, que son sus enemigos con quien tienen la guerra ya trabada y publicada —y donde quiera que se topan, se matan—, sino también cuando han de sembrar y cuando han de coger, y cuando hay borrachera, y cuando hay pesquería.


Que a todas estas cosas ayunan porque así se lo tenía mandado el demonio con quien tenían grande comunicación. Y así, se les aparecía de noche muy ordinariamente en los campos, a quien ellos tenían diversos modos de adorar, y así tenían diferentes ídolos, a quien llamaban Tesaba, y el demonio les había dicho que se llamaba Neyúncame, que quiere decir "el que todo lo hace". Y teníales de tal manera engañados, que si habían de sembrar tenían un dios que les guardase las sementeras, y éste en figura de conejo o venado, rogándole que los conejos y venados no les echasen a perder las sementeras y sembrados. En una parte tenían dos cuernos de venado, que algunos dicen que era de venado marino que hay allí, otros que de unos venados que hay en el Nuevo México, o síbolos, por ser tan grandes que por acá nunca se han visto; porque son tan gordos como el brazo, y de alto vara y media, y tenían seis ganchos; de estos el uno se quemó y el otro está guardado en el real de Topia.

A estos pedían que les guardasen en la casa. Cuando se habían de coger las sementeras, primero iban a cazar y cogían quince o veinte venados, y dellos hacian muchos tamales, y hasta entonces no comían del maíz nuevo. Para las guerras tenían un navajón grande de pedernal, para que los pedernales de sus flechas no les faltasen. Para las casas tenían en alguna parte alguna águila muerta de muchos años, porque en estas sierras altas hay algunas reales y esta adoraban. Para las pescas tenían otros de diferentes figuras. Para las borracheras y comidas tenían una figura de hombre, con su cara, boca, narices y ojos, y algunos hombres sentados, y de otros sólo las cabezas.


Y esto en tanta abundancia, que plantando entre ellos la fee católica, hemos quemado más de quinientos ídolos, las guardias de los cuales son grandísimos hechiceros, a quienes temen los demás indios por que no los hechicen. Estos tales, agora porque tienen pacto con el demonio o porque lo fingen ellos, con la boca curan chupando y soplando, y dicen que sacan la enfermedad, para lo cual llevan en la boca alguna cinta, hueso o palo pequeño. Y cuando chupan al enfermo dicen que le sacaron aquello que sacan de la boca.

Uno destos, habiéndome entregado el ídolo y quemádole, gastó después toda la noche tocando un atambor. Y preguntándole a la mañana por qué lo había hecho, me respondió que se había aparecido aquella noche el ídolo, el cual llorando le había dicho que por qué le había entregado al padre; que qué le había hecho, y que mirase y se acordase cuántos años había que le tenía y que nunca le había faltado maíz y comida. Y que, pues le había entregado al padre para que le quemase, empero que su corazón no le podía quemar; y así se iba donde está su padre a Guapijuje, y que para consolar a este ídolo le había tocado toda aquella noche al atambor.

La figura del ídolo era la cabeza de un hombre, bien hecha, con un cucurucho como de capilla de fraile capuchino. Y preguntándole a este hechicero quien le había dado aquel ídolo, respondió que estando una noche solo en el monte, le oyó llorar; y que yendo hacia donde le había oído no vió nada, y luego le llamó por su nombre. Y llegándose más cerca había topado [con] aquella cabeza, y que la había guardado muchos años había.

Estos hechiceros fingen que dan el agua, y así los demás les son tributarios, principalmente cuando por falta de agua se van secando las sementeras, y entonces llevan el ídolo que tienen para pedir agua, y le ponen en el río de pies. Y si dentro de 24 horas no les da agua, le sacan y arrojan y toman otros. Estos ídolos son algunas piedras que naturalmente tienen algunas faiciones o particular figura.


Tenían estos ídolos unos altares muy fijos, hechos de figura circular, comenzando con un círculo muy pequeño de compás de dos palmos, y sube una vara en alto, hecho de piedras llanas con barro, y luego otro mayor que cerca aquel de la misma altura, y luego otro y otro hasta que viene a hacer un compás de dos varas. En este altar tenían los ídolos y ofrecían las ofrendas, y cuando no había otra cosa ofrecían y ofrecen todavía una hoja de árbol, puesta una piedrecita encima. Otras veces un manojo de zacate y encima la piedra para que no se vaya. En las juntas de los caminos suelen tener un montón de piedra, en el cual ponen un manojito de zacate y una piedra encima para no cansarse en el camino.

Indumentaria.

Comunmente andan todos desnudos. Traen unos cordeles delgados con que andan ceñidos por [la] cintura, del cual cuelgan algunas borlillas o cordones como de flecos, de un jeme de largo y 4 o 6 de ancho, con que se cubren por delante. Todo lo demás anda desnudo. Algunos se cubren con una tilma de algodón o pita, de que tienen gran abundancia, la cual sacan las indias de las pencas de maguey, después de hecho el vino; y mascando con la boca cada penca por sí, las dejan tan blandas casi como de algodón. Después las hilan y hacen las tilmas que entre ellos son de poca estima, porque por 4 panes de sal dan una, la cual por estar apartada de la mar, es muy estimada. Y así en ningún manjar echan sal, sino muerden un poquito de la sal, y con la boca salada van comiendo los quelites, frisoles y cualabazas [sic], que es su ordinaria comida.

Para [des]cansar les sirve de silla la planta del pie derecho, sobre la cual se sientan volviendo el empeine al suelo; y así comunmente tienen los empeines llenos de callos. Las cabelleras crían y guardan con gran estima. Tráenlas trensadas con fajas y cintas blancas, hechas de algodón. También traen tilmas azules teñidas con añil de que hay mucho por acá. Y después que entraron los españoles, de los pellejos de los carneros que se matan hacen tilmas blancas y pintadas, deshaciendo para ello las medias de punto azules, coloradas y amarillas que compran de las tiendas. Traen al cuello grandes sartales de caracoles blancos y de cozcates de algunos marinos, y los mismos en las muñecas de los brazos.

Agujéranse desde niños las ternillas de las narices y de allí cuelgan con un cordoncito una piedra verde o azul que acá llaman chalchiuihte . Traen en las orejas muchos sarcillos negros, y dentro de cada sarcillo una cuenta blanca. Otros traen unos arillos de plata y otros de cobre, tan grandes como manillas. Y es grandísima afrenta entre ellos, cuando alguna vez estando borracho le desgarran la oreja [a] alguno. En las piernas traen unas ligas de las garras de los venados que han muerto, y lo mismo en las gargantas de los pies, los cuales ordinariamente traen ceñidos principalmente porque dicen que para subir estas cuestas les ayudan mucho. Y cuando se cansan en semejantes cuestas, con un arco pequeño y una flecha muy aguda se pican las piernas, saliendo de cada picadura tanta sangre que corre hasta el suelo. Lo mismo hacen junto a las sienes y frente, para sangrarse de la cabeza cuando les duele.


Siempre que caminan llevan las mujeres la carga en un cacaxtle de hechura de un guacal, sino que es angosto de abajo y ancho de arriba, tan ancho que cabe una hanega de maíz desgranado; y la lleva una india con gran facilidad cuestas abajo y cuestas arriba con un mecapale en la cabeza. En estos cacaxtles llevan las mujer[es] la comida, que es maíz gordo y blando, que una mazorca entera se asa en un palillo como quien asa una gallina, y está tan tierna que se come muy bien. Llevan encima de la comida los tecomates, que son los platos y escudillas, cucharas y jarros con que comen y beben. Y si tienen algún niño, con una tilmilla revuelto va allí durmiendo, y muchas veces van dos.

A los bordos del cacastle van los papagayos y guacamayas, porque son muy curiosos en criallos, y pélanlos a menudo para adornarse con las plumas. Deste cacastle van colgadas la[s] patillas de los venados que ha muerto su marido, ensartados en unos canutos de caña los huesesillos de los pies de los venados, que van haciendo un ruido como de cascabeles. Y de esta manera marido y mujer van de una parte a otra llevando todo el hato a cuestas. Y si tienen algún hijo de dos o tres años, ese carga el marido, puesto en una tilma a las espaldas, cruzada por el pecho y vuelta [a] atar a las espaldas.

La comida en los caminos y en las guerras es ordinariamente un poco de maíz tostado. Y así, cuando venían a pelear con los españoles, como traíyan mucho y cuando la sacaban para comer en los caminos la derramaban, venían grandes bandadas de cuervos tras ellos; y así los españoles, en viendo de lejos los cuervos, se preparaban para la guerra, porque sabían que allí venían los indios.

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Es una gente mediana de cuerpo, bien agestada y los que han estado en tierra más fría son tan blancos que parecen mestizos. Es gente bien proporcionada, de miembros muy ligeros. No se rayan los rostros si no son los de la provincia de Baimoa. Son pantorrilludos y de buena espalda. Son muy fáciles, alegres, risueños y que conversan con los padres y españoles con mucha afabilidad y risa. No son huraños ni esquivos, ni melancólicos ni retirados, ni temerosos ni encogidos, sino largos y atrevidos. Y de lo que tienen son liberales, y reparten largamente no solo con los suyos y parientes, sino con los extraños y de otras tierras, partiendo con ellos de sus cosas sin ningún interés. Y así, a la mañana, las mujeres hacen una olla de pinole, que es una bebida de que ellos usan mucho, y está ésta a la puerta de la casa y beben della todos los yentes y vinientes sin que nadie los convide a ello, sino en llegando, aunque sea de otro pueblo extraño, se sienta junto a la olla y beben della.

Y cuando los padres van de un pueblo a otro, y ellos tienen comida, acuden con muchos tamales y ollas de pinole y frijoles y calabazas cocidas, para la gente que del otro pueblo vino con el padre. Y algunas veces es en tanta abundancia que después el padre se lo reparte a ellos mismos. Y nunca jamás que el padre llega al pueblo dejan de ofrecelle alguna cosa: o que tecomates de miel, o que frijoles o pepitas de calabazas, de que hay muchas así de verano como de invierno de extraña grandeza, y con ser tan grandes son de más estima por ser muy dulces.

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Lo primero que en sus poblaciones hacen es el batéi, que es una plazuela muy llana y con unas paredes a los dos lados, de una vara en alto, a modo de poyo, el cual sirve para jugar a la pelota, la cual es de ule como ajonje de Castilla, que pesa dos o tres libras, porque es tan grande como la cabeza y hácese de la leche que distilan unos árboles. Esta se juega de cinco en cinco y más por banda, como se conciertan, y juéganla con tanta destreza que no la tocan con pie ni mano ni parte alguna del cuerpo si no es con el hombro derecho y con el cuadril de los cojines naturales, para lo cual es menester muchas veces saltar muy alto, y otras arrojarse por el suelo dando grandísimas caídas. Y en tocando la pelota con cualquiera otra parte del cuerpo es pérdida. Y lo que pierden es grandísimas apuestas que hacen de los vesti[d]os, calzones, jaquetas, tilmas, arcos, flechas, plata. Y algunas veces se suelen desafiar unos pueblos contra otros, escogiendo los mejores jugadores y poniendo más de quinientos pesos de apuesta.

Suelen en estos desafíos generales ser muy de ver, porque el pueblo que desafía escoge 6 o 7 jugadores, y previénenlos para el desafío. Luego recogen las cosas que se han de jugar y envían sus legados y mensajeros, cargados con ellas, a tres o cuatro pueblos desafiándolos y señalando el día del juego. Los pueblos tien[en] obligación de admitir el desafío y entregan a los mensajeros las prendas que de su parte ponen, las cuales las vuelven a su pueblo y avisan cómo queda el desafío hecho y señalado el día.

Luego los del pueblo que desafió aderezan el batéi de manera que no le dejan una china." Esto hecho, tres noches antes del desafío salían todos los hombres y mujeres del pueblo en el batéi desta manera: la primera noche salen dos indios dispuestos y aderezados a modo de guerra, cada uno encima de las paredes del batéi. Desde allí dan unas grandes voces y luego salen solos los viejos y mozos que estaban escondidos en una ramada, y vanse con gran silencio hasta el medio del batéi, y puestos allí comienzan a cantar a grandes voces. Y éstas oídas, salen las mujeres de la misma manera. Y estando juntos todos, están bailando tres horas juntos cantando todos los títulos y valores que tienen para alegrarse.

La noche siguiente hacen lo mismo, y las letras que cantan son en alabanza de sus jugadores, celebrándolos y engrandeciendo su ánimo y ligereza, y de esta manera gastan otras tres horas del día. El día siguiente se ocupan las mujeres en hacer una gran comida para el día siguiente, que es el desafío, por si los pueblos que vienen desafiados pierden, y hácenles el banquete y danles de comer. Pero si ganan, no les dan bocado y hacen a los suyos que han perdido consolándose con eso. La noche última y víspera del día señalado, salen a bailar, como las dos pasadas, y están obligados los que han de jugar el día siguiente [a] hallarse allí desde que anochece hasta que amanece sin cesar de bailar y cantar. Esta noche cantan la fortaleza de los enemigos y sus ardides y gracia en jugar, animando a los suyos y exhortándolos para el desafío.

Llegado el día, si el padre está en el pueblo, tienen respecto que se acabe la misa para hacer la entrada. Pero si no, comienzan luego por la mañana, y la entrada es desta manera. Salen los dos soldados como las noches pasadas, desnudos y empijados y con lanza y adarga, y puestos sobre las paredes entran como antes los hombres a bailar, y luego las mujeres. Y estando todos juntos, entran por un lado de la plaza los pueblos desafiados, todos aderezados como se aderezan para pelear. Estos comienzan a flechar con flechas despuntadas a dos que están en las paredes, tirándoles bolas de hortigas, cardones y espinas, de que han de procurar defenderse. Porque, como están desnudos, podían pasarlo mal si no se arrodelasen bien. Pero como los enemigos son muchos, vanles desamparando la plaza y retirándose ellos. Y los que estaban danzando, salidos de la plaza y ganada por los enemigos, entran de nuevo en favor de los que se van retirando. Los que están en el pueblo para jugar, estos entran con gran algazara y ruido y van retirando a los enemigos hasta echarlos fuera de la plaza.

Salidos estos, entran en su favor los que ellos traen señalados para jugar, los cuales en entrando echan la pelota en la plaza y cada uno se pone en su puesto sin reparar en la ventaja del número de personas, porque los seis o siete del pueblo están obligados a jugar contra todos los que salieren desotra parte, aunque sean tres y cuatro doblado el número.

Cuando no tienen algunos que jugar, juegan las pestañas de los ojos de tres en tres y de cuatro en cuatro los pelos, y se los arrancan hasta dejar a uno sin ninguno. Otra veces juegan a pasar por dentro de los ojos abiertos un chile (que es pimiento de las Indias) sin cerrar los ojos, con ser el corazón del chile acajée tan bravo que en toda la Nueva España no hay otro que le llegue. Pásanle tres o cuatro veces, conforme a la apuesta, y el paciente queda por gran rato llorando hasta volver a vengarse si puede.


También tienen entre las mujeres otro propio entretenimiento, que es el juego del patoli, que son cuatro cañas abiertas, y según caen dando con ellas en una piedra, así van contando las rayas en unas piedras que tienen puestas en ringlera con dos puertas que han de salvar con el número que salen, sin caer en ellas, que llaman ellos quemaderos. Porque si caen en ellas, comienzan a contar de nuevo. Pongo por ejemplo: fáltanme dos para llegar a la puerta; si caen tres, salvo la puerta, y si caen dos caigo en ella y así vuelvo al principio.

Enterramientos.

Hanse quitado gran parte de las borracheras, ídolos e idolatrías, y arrancado de raíz los altares a que ellos tenían mucho temor por haberles el demonio persuadido que se habían de morir si los deshacían. También se les ha quitado el modo de enterrar sus muertos," a los cuales encogían luego en muriendo, antes que se helasen, las rodillas con la boca, y así los tenían hasta que se helaban y quedaban hechos una bola. Y así los metían en alguna covezuela, sin echarles tierra encima, y tapaban la boca de la cueva o metíanle debajo de alguna peña y dej ábanle, allí un poco de pinole para el camino, que este es el viático y matalotaje con que caminan de ordinario. También le dejaban el arco y flechas por si las hubiese menester para su viaje.

Fuentes