Basílica de San Isidro

Basílica de San Isidro
Información sobre la plantilla
Obra Arquitectónica  |  (edificio)
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Descripción
Tipo:edificio
Estilo:Románico
Localización:Plaza de San Isidoro, 4, 24003 León, España
Uso inicial:Basílica
Uso actual:Basílica
Datos de su construcción
Inicio:siglo XI
Término:siglo XII


Basílica de San Isidro o, simplemente, San Isidoro de León, es un templo cristiano ubicado en la ciudad de León, en España. Es uno de los conjuntos arquitectónicos de estilo románico más destacados de España, por su historia, arquitectura, escultura, y por los objetos suntuarios románicos que se han podido conservar. Presenta la particularidad de tener un Panteón Real ubicado a los pies de la iglesia, con pintura mural románica y capiteles excepcionales, todo lo cual hace que sea pieza única del mundo románico de la época. El conjunto fue construido y engrandecido durante los siglos XI y XII.

Ubicación

Basílica de San Isidro es un templo cristiano ubicado en la ciudad de León, en España

Historia

El edificio de la iglesia conserva algunos vestigios románicos de la primera construcción de Fernando I y Sancha. El Panteón y las dos puertas de su fachada sur, llamadas Puerta del Cordero y Puerta del Perdón, más la Puerta Norte o Capitular, son las primeras manifestaciones del arte románico en los territorios leoneses. Con el transcurso del tiempo se hicieron modificaciones y añadidos góticos, renacentistas y barrocos. A comienzos del siglo XI, en el Reino de León y Condado de Castilla se seguían conservando los edificios con tradición y cultura hispanas, sin modificar, mientras que en el Condado de Barcelona y algunas partes de Europa había entrado ya con fuerza el arte románico, acompañado de las nuevas teorías y tendencias hacia la liturgia romana, aconsejada desde Roma por el papa. En las regiones leonesa y castellana la Iglesia católica practicaba una liturgia que se había gestado y definido en los Concilios de Toledo.

Historia y evolución del edificio

La iglesia y monasterio de lo que hoy se conoce como Basílica de San Isidoro tuvo sus orígenes hacia el año 956, en el mismo solar donde se puede ver en la actualidad, solar aledaño a la muralla romana de la Legio VII Gemina, por la parte del noroeste. Toda la parte occidental del edificio está adosada y superpuesta a ella. Se conservan en buen estado por este ángulo del noroeste bastantes metros de dicha fortaleza. También se han podido detectar bajo los edificios de la Colegiata, y tras las obras de restauración, importantes vestigios romanos: gruesos muros de ladrillo, alcantarillas, cerámica, tégulas, atarjeas de letrinas (conducto por donde las aguas de la casa van al sumidero), con el sello de la Legio VII. Del periodo visigodo no queda ni un resto (si es que lo hubo) y del periodo árabe, tampoco, ni de los primeros tiempos de la Reconquista. Las primeras referencias en crónicas y documentos aparecen a mediados del siglo X, dando noticia de las iglesias de San Juan y San Pelayo, que por estas fechas empiezan a desarrollarse. El rey Sancho I de León (Sancho el Craso) quiso que se edificara esta iglesia. A lo largo de los siglos y hasta llegar al siglo XXI fue transformándose física y espiritualmente sufriendo épocas de gran esplendor y épocas de auténtica decadencia. He aquí las distintas fases por las que pasó; son fases con mucha carga histórica en las que se hizo notar en gran medida la influencia de los sucesivos reyes y su entorno familiar.

La iglesia de Sancho I el Craso

Fue construida esta iglesia con materiales pobres (según dice el cronista obispo Lucas de Tuy, ex luto et latere es decir, de tapial y ladrillo), con planta tradicional, un testero tripartito, recto, y con dos cementerios para la gente de alto rango: uno a la cabecera para obispos y algunos reyes que yacían en León, sobre el que construyó un altar a Martín de Tours; otro a los pies (in occidentali parte), como un atrio sin cubrir, dedicado a enterramiento regio, donde puso los cuerpos de sus padresBermudo II y Elvira García, y donde él mismo fue enterrado. Sobre su tumba hay un epitafio que dice que edificó la iglesia de San Juan de barro y ladrillos. Esta es la iglesia que se conoce como iglesia antigua y que debió ser de proporciones muy pequeñas.Fizo también la iglesia de Sant Juan Baptista en esa çibdad de cal y ladrillo, y cogió todos los huesos de todos los reyes y obispos que eran en essa çibdad y enterroles en esa iglesia. Se reorganizó de nuevo la comunidad de monjas y la comunidad de canónigos, todos bajo el mandato de la nueva abadesa Teresa, hermana de Alfonso V. En 1028 viajó hasta Oviedo para vivir definitivamente en el monasterio de San Pelayo de esta ciudad asturiana y estar cerca de las reliquias del mártir. Allí murió y fue enterrada. Sancha de León, hija de Alfonso V, fue abadesa del monasterio de San Pelayo desde muy joven. Junto con su esposo Fernando fueron reyes de León desde 1037. Sancha influyó notablemente en el rey Fernando para llevar a cabo una edificación en piedra de la iglesia de San Juan Bautista, convenciéndole además para que su enterramiento tuviera lugar en este templo y no en el Monasterio de Arlanza, ni en el Monasterio de Oña, dos posibilidades que el rey barajaba. El proyecto se llevó a cabo mandando derribar la humilde iglesia anterior de Alfonso V y construyendo en su lugar un templo con buena piedra labrada, según se hace saber en las crónicas. No fue un templo grande y abierto a los fieles sino una pequeña iglesia palatina para uso de sus mecenas Fernando y Sancha, que vivían en su palacio ubicado junto al monasterio dúplice (con una comunidad de monjas y otra de canónigos como ya se ha explicado). Reconstruyeron también el espacio dedicado a Panteón de Reyes. Así consta en la lápida de consagración y así lo atestigua el cronista de la época conocido con el nombre de Silense que fue además clérigo de San Isidoro. En el cementerio de los pies de la iglesia (el actual Panteón de Reyes) fueron enterrados estos reyes fundadores: Fernando, Sancha y tres de sus hijos: Urraca, Elvira y García. Está también el cenotafio del último conde de Castilla, don García. El epitafio de Fernando I muerto en 1065 dice así: Para engrandecer la iglesia y según costumbre de la época era necesario contar con importantes reliquias, por lo que hicieron traer en 1062 desde Sevilla el cuerpo de San Isidoro y desde el monasterio de Arlanza las reliquias de San Vicente de Ávila que se guardaban allí a raíz de las razias de Almanzor. Contaban también desde antiguo con la mandíbula que se decía era de San Juan Bautista. El 21 de diciembre de 1063 se consagró esta nueva iglesia bajo la advocación de San Isidoro, ofreciendo una solemne ceremonia, y los monarcas dotaron al lugar de un importante ajuar sacro, que desde el punto de vista del arte constituye una verdadera joya del románico de aquellos tiempos. Desde esta consagración la dedicación del templo fue en exclusiva a San Isidoro. Mantuvieron los reyes una absoluta protección al templo, acudiendo a él en todas las ocasiones propicias. Los cronistas escriben incluso sobre las emocionantes escenas de Fernando I acudiendo al templo en los momentos finales de su vida. La dotaron de reliquias insignes y de objetos de orfebrería, la enriquecieron con tesoros, así como enriquecieron al monasterio con un vasto patrimonio.

El edificio románico

Esta fue la primera iglesia románica que se levantó en el Reino de León siguiendo las modernas corrientes de este estilo. El edificio románico de Fernando I y Sancha era de dimensiones reducidas: 16 metros de largo, con tres naves, la central de tres metros de ancho y cerca de 2 metros las laterales. De gran altura: 12 metros la central, 7 las laterales. La cabecera era tripartita con testeros rectos y escalonados cubiertos con bóveda de medio cañón. No tenía crucero. Puerta de entrada desde el templo al espacio del Panteón que fue cegada a comienzos del siglo XII con motivo de las nuevas obras de ampliación. Edificaron el panteón regio a los pies, al que se accedía desde el interior de la iglesia a través de una puerta que todavía existe y que está condenada. Sus muros según consta por las excavaciones estaban alineados con los de las naves de la iglesia. Fue un espacio cerrado, con dos alturas, la de abajo para enterramiento y la de arriba dedicada a tribuna real. De esta fase de construcción pervive en la actualidad: el Panteón, una portada o puerta con capiteles esculpidos que está en la planta superior del Panteón, entre los actuales Archivo y Tesoro, la Tribuna real, los dos pórticos adosados y los dos primeros cuerpos de la torre. También los muros norte y occidental, que fueron incorporados a la siguiente edificación de Urraca la Zamorana. En 1908 el conservador y arquitecto Juan Nepomuceno Torbado, al hacer unas restauraciones, puso al descubierto la planta antigua y los cimientos de esta iglesia; años más tarde, en los trabajos de solado de 1971 pudo contemplarse de nuevo el trazado de dicha planta y su estudio corrió a cargo del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid, cuyas excavaciones fueron dirigidas por el profesor Williams.

Restauración

A partir de estas reformas empezó a conocerse el templo como iglesia nueva. La infanta Urraca mandó hacer la decoración pictórica del Panteón y donó muchos más tesoros entre los que se conserva el célebre Cáliz. Planta de la colegiata. Actualmente ha perdido la cabecera, sustituida por una gótica. A los pies de la iglesia puede verse el espacio que sirvió de Panteón de los Reyes del reino de León. No logró ver terminadas las obras que por el contrario concluyeron Alfonso VII y la hermana de este, Sancha, también dómina del Infantado. Se desconoce el nombre del arquitecto que realizó estas obras. La ampliación fue hecha sobre todo por la parte meridional y oriental, doblando las dimensiones y añadiendo el brazo del crucero. Se inició con la construcción de una nueva cabecera unos metros más hacia el este sin destruir la obra de Fernando y Sancha, avanzando hacia los pies donde se encontraban con el límite del panteón y las galerías al oeste y al norte. Al llegar a la cabecera de la iglesia antigua y al proyectar su destrucción, respetaron los muros norte y occidente, lo que condicionó la anchura de las naves laterales que tuvieron que ser más estrechas que la extensión de los nuevos ábsides. Se pararon las obras durante unos años a la altura de las ventanas de la nave mayor, sin que se conozcan muy bien las razones. Entrado el siglo XII se reanudaron las obras dirigidas esta vez por el arquitecto Pedro Deustamben que también había trabajado antes de la muerte de la Infanta Urraca. Es de suponer que las naves se iban a cubrir con techumbre de madera, pero este nuevo arquitecto optó por rematar la nave central, elevada a gran altura, con una bóveda de cañón y le proporcionó luz directa con ventanales.15 En general las obras realizadas por este arquitecto fueron de una gran audacia sin resultados demasiados satisfactorios, cuyas consecuencias fueron: deformación de todo lo construido, hendidura a lo largo de la bóveda alta, inclinación de los muros hacia fuera y amenaza de ruina. Todos estos defectos no se manifestaron desde el principio sino que fueron acentuándose y corrigiéndose a través de los siglos, hasta llegar a las obras del siglo XXI en que tuvo lugar una importante y definitiva restauración. [[Alfonso VII y su hermana Sancha Raimúndez, dómina del Infantado de San Pelayo, ambos hijos de Urraca y Raimundo de Borgoña, concluyeron las obras iniciadas por su tía abuela Urraca y consagraron la iglesia solemnemente el seis de marzo de 1149. La infanta Sancha restauró la vida monástica y ella misma profesó en el monasterio. En 1147 mandó que este monasterio dependiera de los canónigos regulares de san Agustín trasladando la comunidad de monjas fuera de León. La infanta se encargó de que se edificasen los edificios destinados a los canónigos. Poco después el monasterio fue elevado al rango de abadía. Fernando II, rey desde 1157 a 1188, segundo hijo de Alfonso VII, fundador de las órdenes militares de Santiago y Alcántara, consiguió del papa Alejandro III que se nombrase al monasterio y su iglesia como dignidad de abadía, con una serie de privilegios entre los que se encontraba la exención de toda jurisdicción episcopal bajo el título de Hija predilecta de la Iglesia Romana. En esta nueva categoría tuvo como primer abad a Menendo que la dirigió desde 1156 a 1167. En total pasaron por la abadía 66 abades, hasta su final en marzo de 2003.

Reformas de los siglos XV y XVI

Además de las grandes reformas hechas durante el periodo románico, el complejo arquitectónico de San Isidoro sufrió obras parciales, modificaciones mandadas hacer por diversos personajes para su propia gloria y conveniencia en unos casos o para la mejora general en otros. En él siglo XV el abad Simón Álvarez mandó empotrar la tribuna gótica entre las tres primeras arcadas de la nave. El padre Juan de Cusanza (alias Juan de León) mandó construir la capilla gótica de San Martín y mandó derribar la capilla mayor románica para construir la actual, cuyos trabajos comenzaron en 1513 a cargo del arquitecto Juan de Badajoz el Viejo. Pedro Suárez de Quiñones, comendador de San Isidoro y gobernador de la provincia transformó la sala capitular para construir su propia capilla fúnebre. En 1534 el propio Capítulo de la colegiata transformó la tribuna real adornándola con pinturas murales para convertirla en nueva sala capitular. Ese mismo año Juan de Badajoz el Mozo demolió los palacios reales románicos y en su lugar construyó la biblioteca con la primera bóveda elíptica del Renacimiento español, para cuyo acceso diseñó una puerta renacentista que comunicó con la antigua tribuna románica transformada en sala capitular. El arzobispo Fonseca, Juan Rodríguez, que fue abad de San Isidoro desde 1519 a 1524, mandó construir el claustro gótico que fue llamado claustro de Fonseca, emparedando tras un muro la antigua galería románica del siglo XI. En 1574 el arquitecto Juan del Rivero hizo la escalera principal del claustro. El siglo XIX fue el peor en la historia de este edificio. En los primeros años sufrió la ocupación de las tropas francesas con la subsiguiente expoliación. Las estancias y capillas se convirtieron en cuartel, pajar y cuadras. Cuando llegó la hora de la retirada, las tropas incendiaron la iglesia. Años después llegó la desamortización de Mendizábal 1835 y como consecuencia hubo nuevos expolios y saqueos. Se suprimió la comunidad, que fue restablecida el 25 de mayo de 1851 por el concordato y la bula Inter Plurima del papa Pío IX. Pero la restauración y la puesta en marcha no tuvieron lugar hasta 1894, con los arquitectos Lazar y Torbado, cuyo trabajo duró hasta 1920. En 1936 el complejo volvió a albergar tropas militares. Pasada la Guerra Civil Española, obtuvo en 1942 el título de Basílica menor concedido por Pío XII. En 1956 no solo había un serio deterioro físico sino también en lo que respecta a la comunidad religiosa. La decadencia del Cabildo Regular a mediados del siglo XX fue tal que la institución estuvo a punto de desaparecer. Solo quedaban el abad y tres canónigos ancianos, en estado de pobreza total y sin esperanza de renovación con nuevas vocaciones. El obispo de León, Luis Almarcha se hizo cargo de la situación enviando una delegación a Roma ante el papa Pío XII, para explicar los hechos y recibir alguna solución. Tras un concienzudo estudio de las condiciones expuestas surgió la propuesta de secularizar el Cabildo Regular de San Isidoro, transformándolo en Instituto Secular y así se hizo el 6 de marzo de 1956, separando además los cargos de abad y prior. El cargo de abad se quedaría como presidente del Cabildo secularizado y el cargo de prior como superior trienal de la Comunidad. Al mismo tiempo, el obispo de la diócesis asumió cargos especiales siendo nombrado Superior Mayor del Cabildo Regular. Otros canónigos serían los encargados de restaurar y mantener el culto en la Basílica de San Isidoro, interrumpido desde hacía años. El edificio actual tiene tres naves y planta de cruz latina. El ábside central es del siglo XVI, hispano-flamenco; sustituyó al románico, cuya planta puede verse porque, a raíz de las excavaciones, se dejó una marca trazada en el suelo de la capilla mayor. Los ábsides laterales son románicos con bóveda de horno. A pesar de las ampliaciones y reconstrucciones de la época de la infanta Urraca y el arquitecto Deustamben, el resultado final es armonioso. Las modificaciones tuvieron que adaptarse al anterior edificio de Fernando y Sancha, por lo que sus ábsides no tienen la misma anchura ni el mismo eje que las naves. La nave central es de gran altura y está cubierta con bóveda de cañón (como el tramo recto del ábside y el crucero) mientras que las laterales tienen bóveda de arista. Los arcos de separación de las naves tienen un peralte muy acusado; los del crucero son polilobulados, detalle de supervivencia de la época mozárabe.

Fuentes