Cañones Boca Abajo

Cañones Boca Abajo
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Cañones Boca Abajo. A los pesados cañones fatigados por los disparos contra los Ataques de corsarios y piratas que infestaban nuestros mares durante no pocos días de asedio en los alrededores de Trinidad, o contra las incontables cargas al machete que les propiciaban nuestros Mambises a las tropas españolas fuertemente acantonadas en este pedazo de tierra, tempranamente rebelde; se les destinó una nueva función de defensa que, con el tiempo, se ha convertido en un singular atractivo para cuantos visitan la ciudad.

Historia

Decenas de cañones de diferentes tamaños se convirtieron en guardianes seguros contra los golpes de volantas y pesadas carretas repletas de mercancía que llegaban a la ciudad del cercano y fértil Valle de los Ingenios.

Cuentan viejas historias, transmitidas de generación en generación, que cuando sus mortíferas y pesadas cargas de hierro no pudieron ser disparadas porque tanto uso los inutilizó, fueron a parar desahuciados, como Guardacantones, a su actual ubicación.

Hechos

Ahora encontramos desdibujadas muchas de sus férreas decoraciones que fueron fundidas y cinceladas exquisitamente, desgastados o rotos algunos de sus soportes debido al secular roce de muchas generaciones de trinitarios que los han manipulado en las largas esperas de una ansiada cita en la esquina tranquila, discreta, segura, cómplice de romances a escondidas – como, según algunas historias, los amores de una soberana que fue la más famosa por aquellos tiempos en los reinos de España y Francia, La Duquesa de la Torre; o por los cruciales aunque imposibles combates, librados por nuestros niños con los viejos cañones como principales protagonistas.

Las abrumadoras clasificaciones arqueológicas les han ubicado en el tiempo y nos han brindado información sobre sus dimensiones, procedencia, calibre, alcance y otros no menos interesantes detalles técnicos e históricos; pero estos cañones derrotados, castigados según la tradición, burlan el saber erudito y se mezclan entre las más controvertidas especulaciones del saber popular, asegurándonos su pertenencia a los más connotados salteadores de Bergantines (interceptados en sus largas travesías hacia el viejo continente cargados de abundante oro, con destino a las siempre insatisfechas arcas de la realeza); y su no menos imprescindible participación en encarnizados combates terrestres o navales que puedan desbordar, con creces, toda realidad y fantasía puesta a volar en los juegos infantiles.

Su presencia en las esquinas, desafiando el tiempo, les convierte en testigos excepcionales de nuevas historias que ya no transitan por nuestras calles, como en los siglos XVIII y XIX – en volantas, quitrines o carretas -, sino en nuevos, rápidos y pesados medios de transporte que circulan todos los días, a cualquier hora, pese a las regulaciones del tránsito que rigen actualmente la zona más protegida del Centro Histórico.

Su importante función se hace cada vez más necesaria pero, por otra parte, el peligro de ser dañados por los impactos ha aumentado sensiblemente. Dentro de esta disyuntiva se encuentran actualmente dichas piezas de nuestra historia militar. De su protección depende que podamos seguir disfrutando su presencia y puedan continuar ejerciendo la noble labor de preservar muchos de los más pintorescos e importantes rincones de la arquitectura trinitaria.

Fuentes