Casa en Real del Jigüe esquina Boca

Casa en Real del Jigüe esquina Boca
Información sobre la plantilla
Obra Arquitectónica  |  (Casona)
Descripción
Tipo:Casona
Localización:Trinidad, Sancti Spíritus, Cuba
Uso inicial:Casona familiar


Casa en Real del Jigüe esquina Boca. Es una casona ubicada en Trinidad, Sancti Spiritus, Cuba, que posee una alto valor arquitectónico y declarada monumento local debido a ser la sede del Cabildo de Trinidad en los primeros años de fundada la villa. Actualmente en ella se encuentra el Taller de Carpintería de la Brigada de Restauración de Monumentos.

Historia

Después de la iglesia Parroquial, el edificio más importante en las villas fundadas por los españoles en América, fue el ocupado por el Cabildo que ellos ubicaban en la plaza fundacional al unísono con el templo Mayor.

En 1724, el inmueble que hacía las veces de Cabildo o Casa del Consejo estaba también destinado a cárcel y carnicería. Un incendio lo destruyó en 1725. Pero no parece que entonces estuviera situado en la esquina de Boca y Real del Jigue, aunque sí en las proximidades, pues para llamar a las reuniones del Cabildo se utilizaba la campana de la iglesia de la Consolación de Utrera, dispuesta en el solar donde hoy se encuentra el convento de San Francisco, en Boca esquina a San Francisco o Convento.

Al desaparecer su sede, los capitulares se reunieron en casas particulares y la carnicería estuvo en diferentes sitios hasta que fue ubicada en la esquina de Boca y Real del jigue.

En 1749, siendo teniente gobernador Francisco Gutiérrez de Rivera (1747 - 1759) se asume la reconstrucción del Cabildo en el sitio donde estaba la carnicería. para tener el espacio suficiente fueron necesarias 99 varas planas del solar de las hermanas Melchora y Rosa Fernández de Lara que, según padrón de 1776, vivían en la casa número 1 de la calle del Jigue, así denominada entonces la sección de la calle de la Boca, entre Real de Jigue y Amargura.

Las hermanas Fernández de lara heredaron la vivienda de guano, madera y embarrados, de su tía María Rodríguez de Pinto, viuda de Cristóbal de Herrera.

En documentos sueltos de 1725 se lee que la carnicería fue destruida ¨con pretexto de nueva fábrica¨, por lo que ha quedado la ciudad ¨sin cárcel que allí se incluye y sin carnicería, obras públicas que no pueden faltar en las poblaciones¨. En 1730 ya estaba construida la cárcel, aunque aún era preciso perfeccionarla. Pero en 1741 la carnicería no estaba en la esquina de Real y Boca, pues Gerónimo de Sosa - dueño de la casa de enfrente -, al imponer sobre su solar no alude a la misma ni tampoco al Cabildo o a la cárcel sino expone que aquel se encontraba frente a la plaza del Jigue y del solar de María Pinto. Por lo contrario, en 1745 la viuda de Sosa, Mónica Pacheco, expresa que el suyo está ¨en la calle del Jigue frente a la carnicería¨.

En 1750, estaban adelantados los cuarteles, las casas consistoriales y la cárcel. La carnicería no se integró al nuevo edificio. A pesar de su importancia, son inexistentes las referencias a aquella hasta 1772 cuando se alude al deterioro de la casa de guano sobre horcones y embarro ¨que sirve de carnicería en la calle de Gutierrez¨, vía abierta precisamente por el gobernador Gutiérrez de Rivera. Al año siguiente, el regidor Fernando Muñoz presenta a la consideración de los capitulares el presupuesto para la reconstrucción del establecimiento. En 1789, aún estaban enfrascados en este asunto, pues le encargan el diseño de la carnicería al maestro de obras Juan Jiménez.

En cuanto a la casa consistorial, en 1756 se afirma ¨está ya en los fines de su construcción¨, pero resultó de muy mala factura. Por eso al año siguiente los alarifes Pedro pereira y José Rafael Pita estimaron no poder asegurar que ¨luego que se pusiese la techumbre no dejase de rendirse por hallarse ya rajadas sus paredes amenazando ruina¨, Pita añadió que la obra debe derribarse ¨por no hallarse suficiente a soportar peso alguno¨. Se decidió construir un nuevo edificio en otro solar o comprar alguna casa adecuada, similar a la que fuera del gobernador Gutiérrez de Rivera en la calle Real del Jigue, entonces la vivienda m{as sobresaliente de la población. La construcción del Cabildo estuvo paralizada por mucho tiempo, tal vez, porque los materiales y fondos destinados se desviaron hacia otros fines. En la sesión del 31 de mayo de 1771, el teniente gobernador Juan Miguel de Arozena expresó que algunos materiales de las casas consistoriales fueron empleados en la fábrica de ¨Don Francisco Gutiérrez que está en la calle del Jigue¨. En 1789 se le encarga al alarife ¨artífice de la Arquitectura¨, Manuel Vicente García - natural de la Habana y residente en Trinidad -, hacer ¨el mapa o diseño de la casa cabildo cuartel y carcelería¨. En aquel año el edificio estaba terminado y para su mayor lucimiento - y en honor a la jura del rey Carlos IV -. se dispuso la construcción de un dosel y que se pintasen ¨los Reales Bustos¨. Sin embargo, tampoco fue una buena fábrica ya que hacia 1812 se encontraba en ruinas y en 1829 inutilizable.

Se ordena la construcción en el mismo lugar de un nuevo edificio, cuyos planos y presupuesto son encargados al alarife público Juan Cadalso Piedra, quien presentó el proyecto el 19 de abril de 1830. Otra propuesta también es que el maestro norteamericano de albañilería Guillermo Hagner se ocupe de su reconstrucción. Pero nada se hizo. Comenzó la búsqueda de solución para la casa capitular: la construcción de un edificio nuevo en otro lugar, o la compra de alguna vivienda que tuviera las condiciones adecuadas. El viejo inmueble de la calle Real del Jigue esquina a Boca quedó abandonado. El 29 de junio de 1839 se anuncia en El Correo de Trinidad la venta del solar y de segmentos de la antigua casa particular. El destruido edificio pasó a manos privadas.

Las Actas de las reuniones de los capitulares constituyen una de las fuentes más preciadas para el conocimiento de la historia local. El libro conservado de mayor antiguedad data de 1728, ya que los anteriores se perdieron en 1725, durante un incendio, desastre posiblemente provocado para hacer desaparecer la información concerniente a las patentes de corso entregadas por el Ayuntamiento a sus mismos representantes, una vez que les fueron negadas por la Corona española. Es de sospechar que, del mismo modo que en el siglo XVI los Cabildos se abrogaron el derecho de mercedar las tierras - lo que les fue reconocido con posterioridad -, intentaron algo similar con las ¨patentes de corso¨, lo que era en verdad iposible, pues hubiera significado la liberación de las trabas comerciales impuestas por España. Algunas fueron concebidas, pero con suma restricción.

Por Real Orden de 16 de enero de 1817 se dispensó el uso de uniforme a los miembros del Cabildo. Como complemento, el traje tenía una medalla con una reproducción del escudo de San Fernando y las armas reales de Castilla.

Los vitalicios cargos municipales tuvieron bajo su responsabilidad a la policía, además del aseo y ornato de la ciudad, la sanidad y la instrucción, así como el gobierno político y administrativo. Los miembros del Cabildo eran individuos más prominentes de la comunidad y, aunque no percibían sueldos o pagos, fueron enormes los privilegios personales derivados de sus funciones, lo que no desamerita la atención que concebieron a las principales necesidades comunales: pavimentación de calles y aceras, higiene, salud pública, mercados, escuelas, construcción de los más importantes edificios civiles, plazas, parques de recreo, de vías de comunicación y de ferrocarriles, el establecimiento del alumbrado y además actividades en pro del desarrollo social, educacional y cultural. Su acción de gobierno se ejercía a través de bandos y de las ordenanzas municipales, un cuerpo de disposiciones que reguló la vida de las ciudades cubanas durante el período colonial.

Fuente