Crisólogo Larralde

Crisólogo Larralde
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Crisólogo Larralde circa 1946.jpg
NombreCrisólogo Larralde
Nacimiento29 de enero de 1902
ciudad de Quilmes, Gran Buenos Aires, provincia de Buenos Aires, Bandera de Argentina Argentina Argentina
FallecimientoBerisso, Gran Buenos Aires, provincia de Buenos Aires, Bandera de Argentina Argentina
Causa de la muerteinfarto agudo de miocardio
Residenciaciudad de Buenos Aires
NacionalidadArgentina

Crisólogo Larralde (Quilmes, 29 de enero de 1902 - Berisso, 23 de febrero de 1962), político argentino, perteneciente a la Unión Cívica Radical. Nació en 1902 en Quilmes, cuando era un tranquilo pueblo de veraneo, con aire manso y humilde. Aunque la desigualdad gritaba frente a la exhibición de residencias y quintas señoriales y un caserío pobre que le servía de marco. Crisólogo Larralde nació en un hogar obrero de Quilmes, provincia de Buenos Aires. Fue parte de una familia de seis hermanos que vivían con sus padres en una habitación de conventillo, como la mayoría de los obreros argentinos. En 1916, cuando tenía 14 años, se afilió a la Unión Cívica Radical, movilizado por el impacto histórico del triunfo de Hipólito Yrigoyen.

Síntesis biográfica

Crisólogo Larralde, hijo de obreros, tuvo en su juventud participación en el anarquismo hasta que se acerca al radicalismo liderado por Hipólito Yrigoyen. La infancia y la adolescencia de Larralde no fueron fáciles. La subsistencia de los suyos le exigía trabajar de sol a sol. Pero a la noche leía. Hombre austero como los viejos radicales, a los 13 años trabaja en una imprenta y entonces su contacto con la palabra impresa se hace cotidiano, herramienta que no abandonaría jamás.

En la revista La Libertad de Avellaneda escribió sus primeras reflexiones políticas. Cuando Hipólito Yrigoyen llegó al gobierno, él tenía 14 años. Le faltaban cuatro para votar, pero asumió su civismo afiliándose a la Unión Cívica Radical de Avellaneda. Toda su vida política estuvo signada por la defensa del pueblo trabajador, al cual pertenecía. Fue concejal en Avellaneda y este fue su único cargo público, puesto que en la Década Infame (1932-1943), marcada por el fraude, al resultar electo senador provincial en Buenos Aires, renunció por que creía que se había violado la voluntad popular. Fue candidato muchas veces, en esas candidaturas que eran más bien una instancia para la lucha y para denunciar públicamente las injusticias y los desmanes del poder. Nada más lejos de la comodidad podían andar estos radicales.

Durante la llamada Década Infame fue elegido y asumió como concejal en Avellaneda. En 1940 fue electo senador provincial en Buenos Aires junto con Balbín, pero presentará renuncia indeclinable debido al fraude sistemático y generalizado que imponían los gobiernos de la Concordancia.

En 1943 fue uno de los fundadores de la corriente interna Revisionismo Bonaerense, presidida por Ricardo Balbín, e integrada por Oscar Alende y Moisés Lebensohn, entre otros, que constituyó uno de los primeros intentos en desalojar de la conducción de la UCR a la corriente conservadora unionista alvearista. En abril de 1945 fue uno de los firmantes de la Declaración de Avellaneda, que diera origen poco después al Movimiento de Intransigencia y Renovación (MIR). Ante las movilizaciones obreras del 17 de octubre de 1945, Larralde se opuso a la lectura despectiva de los hechos que caracterizó al unionismo radical y los sectores conservadores sosteniendo:

Allá por 1954 el régimen peronista decide hacer elecciones para elegir vicepresidente de la Nación. Con toda la radio a favor del oficialismo. Con toda la prensa y el único canal de televisión, Canal 7. Con la policía, la burocracia sindical, los buchones y los matones a sueldo, Larralde es el candidato del radicalismo para enfrentar al régimen peronista. Y he aquí a continuación un discurso que nos pinta que pasaba en aquellas épocas, donde hombres como Luis Dellepiane, Enrique Mihura, Ricardo Balbín, Sabattini, Santiago Del Castillo, Arturo Illia o Moisés Lebensohn,

que tenían ideas avanzadas en cuanto a la distribución de la riqueza y la participación de los trabajadores y empleados en la renta nacional, cuestionaban con firmeza a un régimen autoritario al cual, sin embargo, no se le puede negar haber significado una real mejora en los ingresos del pueblo trabajador.

Régimen autoritario, porque hasta metían sus manos en las escuelitas primarias con los niños, que son lo más sagrado y que son mucho más importantes que tal o cual partido.

Calificaba al capitalismo como una «bestia implacable» y pretendía una revisión de su ordenamiento. Era un socialista utópico que pregonaba la supresión del salario y sus substitución por un régimen en el que los obreros y empleados fuesen los propietarios y administradores de las empresas.

Los radicales no le vamos a hacer al presidente una carrera demagógica. Nosotros no estamos contra el capital. Porque el capital como acumulación de dinero no es más que acumulación de trabajo. El dinero no es más que la traducción económica del valor del trabajo. El capital es necesario para financiar la producción y desarrollarla, tanto en los países de economía estatal como Rusia, como en los países de economía privada como Inglaterra, Francia, Estados Unidos, Argentina, etc. Pero estamos contra los excesos del capital. Es como si reconociéramos que siendo bueno el alcohol es funesto el alcoholismo. Nosotros sabemos que el capital, obediente a su ley constitutiva, no busca otra cosa que la ganancia, que coloca la obtención de la utilidad por encima de la moral, que cuando puede engrosarse honestamente lo hace y cuando no, lo hace lo mismo. El capital coloca la obtención de la utilidad y del beneficio por encima de la libertad, porque si puede acumular en libertad lo hace y si no, lo hace acomodándose con las dictaduras. Lo coloca por encima de la justicia y por encima del derecho, porque cuando puede realizar sus fines de crecimiento hipertrófico dentro del derecho y al amparo de la justicia, lo hace allí, pero cuando no, lo hace a pesar de la justicia y violando las leyes del derecho.
Nosotros conocemos la entraña dura de la bestia implacable que tiene el capitalismo y sabemos que los titulares del capitalismo, que son hombres como nosotros, conocen la tragedia de su propio destino. Ellos saben que no hay lugar más frío, ni más duro ni mas inhóspito que vivir durmiendo en vigilias angustiosas sobre montañas de oro, pero ellos saben que si cada uno de ellos se desposee de lo que tiene, no lograrían por ese medio la riqueza instantánea de las clases desheredadas.
Queremos entonces una revisión del ordenamiento capitalista. Queremos sacar el oro de la posición de símbolo augusto que le da esta civilización y poner en su lugar al hombre y trabajar todos por ese hombre que no pertenece a ningún partido, a ningún país, que el ser trabajador de todas las épocas., para hacerlo más suyo, para darle más salud, para hacerlo más soberano, para hacerlo más libre.
Queremos los radicales servir en esta lucha una causa de carácter extra partidario; de carácter humano. Nadie piense que estamos recorriendo el país para hacer prosperar candidatos; nadie sea tan crédulo y tan ingenuo de pensar que estamos luchando por el éxito electoral de un partido, por las posiciones, por los cargos políticos, por lo que hay de personal en esta contienda.
Queremos que las palabras "revolución social" de que ha hablado el presidente de la República, se conviertan mediante nosotros en un hecho generoso y positivo para bien de todos. Queremos hacerlo sin sangre y sin rencores, como aquí se dijo, no a favor de un partido, si a favor de un pueblo; queremos anteponer a los privilegios económicos, el derecho del individuo, pero nada vamos a poder realizar, absolutamente nada, si primero no conseguimos el arma más importante, que es el arma que todas las dictaduras niegan.
El marxismo dice: «La libertad es un prejuicio burgués». El fascismo afirma: «La libertad es un cadáver putrefacto en el Estado». El peronismo dice: «La libertad no sirve para comer». Nosotros decimos que la libertad es lo único que sirve, que ha derecho de comer por el hecho de haber nacido; que hay derecho de comer para conservar la vida; para ennoblecerla con los actos de cada mañana y de cada tarde, pero no vivimos para comer, si no a la inversa. No pensamos en la libertad como el marxismo ni como el fascismo ni como el peronismo. Pensamos de la libertad acaso como podría pensar Dios.
Dadme al hombre en el corazón y en el cerebro, en los hijos que la vida le pone al lado; en la mujer que la vida y el amor le pone al flanco; en la madre que le ha puesto antes, en los nietos que van a venir después; una tremenda responsabilidad por aquella que se fue, por éstos que crecen y se multiplican; por aquellos que van a venir. Necesitamos para ser útiles, para ser hombres, para ser un valor, ser ante todo libres. Aquellos amigos que votaron bien al votar contra nosotros el 24 de febrero de 1946 parece una paradoja votaron bien porque creyeron que votaban su liberación económica y nadie puede condenar una aspiración tal; que se acerquen a nosotros para que con nosotros sientan la alegría de liquidar un sistema dictatorial para el bien de la República.
Crisólogo Larralde

Crisólogo Larralde también era poeta:

Andar sin trabas, ser libre
combatir para los otros.
La vida, la hermosa vida
solo se realiza
cuando la vamos dando
paulatina, totalmente
por la vida del hombre ignorado
por el hermano que nos desconoce
y acaso nos golpea.
Y entonces, por creer, por querer
impenitentes, incurables utopistas
obstinados
ya ni somos viejos
ni nos envuelve el polvo
ni el corazón afloja.
Simplemente nos gastamos
como las piedras que ruedan mucho
y siguen siendo piedras
con vetas de luz
y dureza de juventud.

Actividades terroristas contra el pueblo

En 1954 se realizaron elecciones para elegir vicepresidente de la Nación. Larralde fue el candidato del radicalismo. A pesar de que el gobierno de Juan Domingo Perón estaba cumpliendo todos los puntos programáticos del radicalismo y del socialismo, Larralde en pocos años se había convertido en opositor acérrimo.

El 15 de abril de 1953 participó en el atentado terrorista en la Plaza de Mayo, durante un discurso multitudinario de Perón, junto con otros jóvenes «radicales» como Mariano Grondona, Roque Carranza, Arturo Mathov Carlos Alberto González Dogliotti, y los hermanos Alberto y Ernesto Lanusse, apoyados por el capitán Eduardo Thölke, quien les proveyó los explosivos.[1]

Mientras se realizaba un acto organizado por la Confederación General del Trabajo (CGT) en la Plaza de Mayo, primero detonó una bomba de treinta cartuchos de gelignita. [2] que arrancó de cuajo las cortinas metálicas de la confitería del Hotel Mayo, ubicado en Hipólito Yrigoyen y Defensa, destrozando sus ventanas y vidrieras. Instantes después, mientras desde el balcón de la Casa Rosada el general Perón intentaba calmar a la multitud, desde la boca del subterráneo de la línea A ubicada a un costado de la Plaza de Mayo, emergió una espesa columna de humo provocada por el estallido de otro artefacto, este de cien cartuchos de gelignita, que había sido colocado en el andén, debajo de un tablero eléctrico y que provocó severos daños.

Un tercer artefacto, armado con cincuenta cartuchos de gelignita, fue colocado en el octavo piso del Nuevo Banco Italiano, pero por defectos del mecanismo de relojería, no alcanzó a estallar.[3]

División de la Unión Cívica Radical

Crisólogo Larralde es el hombre que trata de evitar a toda costa la división de la UCR en 1956, llamando a la reflexión y apelando a la racionalidad de los correligionarios de los distintos sectores. No obstante, consumada la división, se pone a la cabeza de la reorganización partidaria, siendo elegido presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical del Pueblo. Es también el impulsor del artículo 14 bis de la Constitución Nacional, que fue la única reforma que estableció la convención de 1957, hecha con la proscripción del peronismo. En el artículo 14 bis se consagran los derechos sociales en el medio de una constitución liberal, para que la derogación de la constitución del ‘49 no significara un retroceso en lo social, sino un avance: a los derechos civiles de la constitución de 1853 se le incorporan los derechos sociales en un artículo que dice muchas cosas, que se resumen en una República Democrática con contenido Social. En el 14 bis se consagra el derecho de huelga de los trabajadores, que no estaba contemplado en la constitución derogada de 1949, porque algunos peronistas gorilas no querían que el pueblo trabajador (el mismo pueblo trabajador que en su mayoría votaba y se identificaba con los aspectos igualitarios del peronismo) pudiera hacerle huelga a su gobierno.

Para las elecciones de marzo de 1962, Arturo Frondizi era presidente y levanta la proscripción al peronismo. Crisólogo Larralde fue candidato a gobernador de Buenos Aires por la UCRP. Este viejo luchador, en un acto partidario en el distrito industrial de Berisso (en el Gran Buenos Aires), muere en la tribuna, pronunciando un discurso.

Referencias

Fuentes