Dorsal mesoatlántica

Dorsal mesoatlántica
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Concepto:La Dorsal Meso atlántica es un límite de placa tectónica divergente situada a lo largo del fondo del Océano Atlántico.

La Dorsal mesoatlántica o dorsal Media del Atlántico, es una cordillera volcánica que divide el Océano Atlántico de Norte a Sur. Tiene una longitud de unos 15.000 kilómetros que cubren tanto el Atlántico Norte, desde el norte de Islandia, como el Atlántico Sur (en un punto al Este del Sur de Sudamérica que está situado a 7.200 kilómetros de dicho subcontinente). Forma parte de la dorsal oceánica. La cordillera volcánica se encuentra sumergida en el agua, por lo que la dorsal hace que la superficie del Océano Atlántico se rompa en varias islas que pueden hallarse agrupadas en medio del mar.

De todas las islas que se ubican del Norte al Sur, sólo las de San Pedro y San Pablo tienen un origen volcánico, a diferencia de Islandia, Ascensión, Tristán sa Cunha, Santa Elena y Bouvet, que no lo son.

Extensión de la dorsal Atlántica

Se debe acotar que la extensión de la parte más grande de la dorsal Atlántica ocupa a lo largo de unos 3.000 a unos 5.000 metros por debajo de su superficie. Desde su lecho marino hay una larga cadena montañosa cuyas cumbres, hundidas en el agua, se elevan a diversos metros de altura que oscilan entre los 1.000 y los 3.000 metros. Por otro lado, la dorsal Atlántica tiene una extensión que puede ir a lo ancho, es decir que ocupa aproximadamente los 1.500 kilómetros medidos de Este a Oeste.

Es bien sabido que la dorsal Atlántica posee una gran hendidura, es decir un valle profundo que va por toda la longitud de su cresta. Su anchura estimada ronda los 10 kilómetros y sus paredes son unas auténticas murallas que llegan a una altura de hasta 3 kilómetros. En suma, dicho valle forma una frontera natural que en el fondo del Océano Atlántico divide las dos placas tectónicas que se encuentran en la Tierra. Su ensanchamiento se produce constantemente, a un ritmo de 3 centímetros al año.

Debido a la alta actividad volcánica que tiene dentro, la zona en la que se produce la apertura del lecho marino tiende a nutrirse de su rápido ascenso. Es decir, que el magma, cuando sube, se enfría luego, y posteriormente se convierte en una nueva capa que se une al suelo del océano. La dorsal Atlántica tiene zonas de fractura. La más conocida es la fractura de Romanche, que va en sentido de Este a Oeste. También tiene discontinuidades cuya extensión superan los 100 kilómetros de longitud.

Características

Características geológicas

Tras los estudios realizados durante más de un siglo, se ha podido constatar que la dorsal Atlántica consiste básicamente en un valle muy profundo cuya forma es sinusoidal.

Es decir, una larga línea serpenteante que, como se señaló arriba, es interrumpida en varios de sus tramos debido a la intervención de los volcanes y los terremotos subacuáticos tan frecuentes en esa parte de la Tierra. Esta línea deja una separación clara en las capas tectónicas que se ubican en los continentes que atraviesa.

Asimismo, vale la pena recordar que el terreno de la dorsal Atlántica se forma gracias al magma candente que trata de subir a la superficie, pero que se topa con las aguas oceánicas. Esto hace que acabe enfriándose y haciendo que de la erupción volcánica subacuática surja una pared de lava endurecida que pasa a ser la nueva capa de suelo en el lecho marino. Cada año se añaden centímetros nuevos de placas geológicas cuyo grosor se incrementa constantemente. Por añadidura, la dorsal Atlántica se subdivide en dos ramos; un ramo septentrional, que es la dorsal Atlántica Norte, y un ramo meridional, que es la dorsal Atlántica Sur.

En esta última se ubica una especie de trinchera marítima, o mejor dicho una rotura, una fractura que se conoce como la de Romanche y que se hunde hasta los 7.758 metros. Es, por ello, uno de los sitios submarinos con mayor profundidad del Océano Atlántico.

Características geográficas

La dorsal Atlántica empieza su recorrido en Islandia y termina en el Sur del Océano Atlántico. Hace un enlace con el Sur de África por el Cabo de Buena Esperanza hasta pasar por la dorsal del Océano Índico.

De ahí pasa al Sur de Australia mediante la dorsal del Océano Pacífico, la cual se halla extendida por toda su zona meridional y oriental hasta llegar al territorio de México, donde toca la costa occidental de los Estados Unidos, en California.

Hay dorsales secundarias a la Atlántica, que a su vez pueden ser transversales o paralelas. Entre ellas, están la dorsal de Hawaii, la dorsal del Pacífico y las de Kerguelen.

Hoy en día, las dorsales que mantienen su actividad tectónica ocupan superficies que son directamente proporcionales a los continentes con los que limitan. Además, a lo largo del trayecto de la dorsal Atlántica se encuentran muchas islas y archipiélagos de origen volcánico.En total hay nueve islas que se encuentran en medio de la dorsal Atlántica. En la dorsal Atlántica Norte están Islandia, San Pedro, las Azores y Jan Mayen.

Por su parte, la dorsal Atlántica Sur está conformada por las islas de Bouvet, Tristán da Cunha, Gough, Santa Elena y Ascensión. En el caso particular de Islandia, la dorsal Atlántica pasa justamente en todo el medio, de modo que literalmente la divide a la mitad.

Cabe destacar una particularidad de la dorsal Atlántica que sirve de prueba para la deriva continental y por consiguiente de la tectónica de placas. El hecho es simple pero trascendental: la fractura de Romanche, mencionada arriba, dibuja una línea imaginaria horizontal por el Ecuador. Pero lo sorprendente no es eso, sino que los bordes del golfo de Guinea y de la costa nororiental de Brasil encajan entre sí e indican que África y América fueron continentes que una vez estuvieron unidos.

Descubrimiento e investigación

Dorsal mesoatlántica

La existencia de la dorsal Atlántica ya se intuía en el siglo XIX, mas no pudo ser confirmada sino en el transcurso del siglo XX. El primer indicio claro de ello fue un hallazgo que fue catalogado de espectacular.

Se estipula que todo ocurrió cerca del año 1853 durante unas labores para la instalación de un cable a través del Océano Atlántico que ampliara las comunicaciones internacionales. Ésta fue inferida tres años antes por el oceanógrafo estadounidense Matthew Fontaine Maury.

Como se ha dicho, el cable transatlántico fue el paso de inicio para este descubrimiento. A fin de hacer que ese cable fuera instalado correctamente, fue preciso medir la profundidad del océano.

Para ello, fue necesaria la realización de sondeos exhaustivos. En éstos, se notó que en las señales había claras pruebas de una meseta submarina debajo del agua, en mitad del Océano Atlántico. Sin embargo, no se le prestó demasiada atención a esta particularidad, por lo que cayó rápidamente en el olvido.

Pasaron casi 20 años hasta que una expedición naval británica, abanderada por la corbeta HMS Challenger, dio nuevas luces en 1872. La misión oceanográfica de los ingleses fue comprobando lo que se había encontrado en 1853 y halló, desde luego, que los costados del Océano Atlántico eran menos profundos que su zona central.

Los hallazgos decimonónicos, continuados por hombres como el naturalista escocés Charles Wyville Thomson (1830-1882), se vieron complementados en 1922 por la expedición naval alemana a cargo del buque Meteor.

En esta ocasión, el sondeo del Océano Atlántico fue mucho más metódico. No fue nada más a tantear el terreno para instalar cables de telégrafos, sino que hizo un estudio minucioso de la zona marítima a través de instrumentos de ultrasonido.

Después, un equipo de científicos consiguió dar con el objetivo: una enorme cordillera por debajo del mar que atravesaba por todo el Océano Atlántico, con una forma serpenteante.

Lo más peculiar fue que mientras los picos más bajos permanecían imperceptiblemente sumergidos en el agua, los más altos los tenían frente a sus ojos: eran las islas del Atlántico, tales como Tristán da Cunha, Ascensión y las Azores. Pero eso no era ni la mitad de lo que estaba por descubrir.

Sondeos más profundos se realizaron en otras zonas del Océano Atlántico por esos años. En efecto, se descubrió que la cadena montañosa recién encontrada pasaba por Nueva Zelanda y por África. Esto quiere decir que la dorsal Atlántica no se conformaba con atravesar el Océano Atlántico, sino que se extendía mucho más allá, al Océano Pacífico.

Además, los científicos se dieron cuenta que la dorsal Transoceánica era lo que ellos habían tomado por error como la dorsal del Atlántico Central. De este modo, los expertos, además de realizar nuevos descubrimientos, corregían los anteriores. Desde la década de 1920 hasta pasada la década de 1940, los exploradores escudriñaron el Atlántico con métodos que ya se utilizaban para encontrar a los submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.

Ese método les era bastante familiar y les permitía interpretar correctamente los resultados de sus investigaciones, en las que arrojaban signos inequívocos de una novedad. Los científicos supieron además que había una serie de diferencias radicales entre las cadenas montañosas submarinas y las que estaban en el continente. Las primeras eran una composición de basalto prensado que abarcaba toda su estructura de pies a cabeza, muy a diferencia de las segundas, que tenían en su composición rocas sedimentarias.

Fue en la década de 1950, y más específicamente en 1953, cuando se hicieron descubrimientos que pueden ser catalogados como revolucionarios. El equipo de científicos norteamericanos, encabezado por el geólogo Bruce Charles Heezen, notó que había más accidentes geográficos en el fondo del Océano Atlántico de los que en un principio se había creído. Para su sorpresa, el grupo de Heezen encontró que en el centro de la dorsal Atlántica había un barranco muy profundo.

Dicho hallazgo fue clave para corroborar lo que habían detectado los trabajos previos de Maury, el equipo del HMS Challenger y Thomson en el siglo XIX. Ese barranco era el fondo del océano y sus lados no eran sino sus paredes, las que supuestamente eran las laderas de una meseta submarina gigante. Tal rasgo, de hecho, se extendía por toda la dorsal Atlántica y no sólo una porción de ésta. Por este motivo fue que algunos científicos bautizaron esta zona como la Gran Hendidura del Globo.

En suma, se encontró que la dorsal Atlántica era más larga de lo que se hubieran imaginado, pues también pasaba por el Mar Rojo, daba un rodeo en la región costera del Océano Pacífico y pasaba a través de California (particularmente en su golfo, en la costa Oeste de los Estados Unidos).

Los científicos no dudaron, por supuesto, que la Gran Hendidura tuviera unos 60.000 kilómetros de largo, pero notaron que ésta era discontinua, con secciones desconectadas por la acción sísmica y volcánica.

Fuentes