En las montañas de la locura

En las montañas de la locura
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Portada del libro
Título originalAt the Mountains of Madness
Autor(a)(es)(as)H. P. Lovecraft
Editorial:Cátedra, 2012
ColecciónLetras Populares
GéneroNovela
EdiciónJuan Antonio Molina Foix
Primera edición1936 En la Revista Astounding Stories
ISBNISBN 9788477026181
PaísBandera de España España

En las montañas de la locura (en inglés, At the Mountains of Madness) es una novela del escritor estadounidense H. P. Lovecraft, escrita en 1931 y publicada por primera vez en 1936 en tres números de la revista Astounding Stories. Es el octavo relato de los mitos de Cthulhu y el quinto de los grandes textos. Para muchos, su mejor relato largo o noveleta. Es también un claro homenaje a su, probablemente, más grande influencia Edgar Allan Poe. Las montañas de la locura sería un homenaje a la novela inconclusa La narración de Arthur Gordon Pym. Fue el título elegido para inaugurar la colección llamada Letras Populares de la editorial Cátedra en 2012, que incluye libros clásicos de aventuras, ciencia ficción, fantasía, terror, género negro y cuentos de hadas.

Argumento

En las montañas de la locura es la memoria en primera persona de un geólogo de la Universidad de Miskatonic, el cual realiza una expedición al continente antártico dirigida por él junto a un equipo de especialistas la cual termina en un trágico final. Narra el superviviente cómo se inició el proyecto, con aeroplanos y trineos tirados por perros, y en principio todo lo indispensable para que el proyecto llegara a buen puerto; y cómo en uno de los vuelos de reconocimiento se toparon con una impresionante cordillera, oscura llena de maldad, tal vez más elevada que el Himalaya.

El primer grupo que decide explorarla llega por tierra a sus estribaciones y acampa al pie de los montes. Luego desaparece en extrañas circunstancias y después de varios intentos de localización, la expedición al completo decide desplazarse al lugar e investigar qué ha ocurrido en ese tétrico lugar...

Las exploraciones de la zona llevan al primer grupo a descubrir una cueva en cuyo interior encuentran los restos de una misteriosa civilización, catorce fósiles de una estatura superior a la humana pertenecientes a unos seres totalmente desconocidos para la ciencia: el cuerpo principal del organismo tiene forma de barril, sostenido por una serie de patas, de su extremo superior surge un ramillete de tentáculos y dispone de unas alas membranosas replegadas a ambos costados. Los científicos deciden no decir nada, pero cuando se enteran de una nueva expedición, uno de ellos rompe el silencio y les advierte lo que encontrarán: terroríficas y extrañas criaturas, procedentes de otras dimensiones, que amenazan con despertar y volver a poblar la Tierra.

El segundo grupo, con el que viaja el narrador, pierde, tras estas intrigantes informaciones, el contacto por radio con el primero, y se dirigen al lugar en aeroplano. El espectáculo que les espera al llegar es dantesco... Poco después, en una inspección aérea sobre la cordillera harán un descubrimiento histórico y fascinante...

Personajes

  • Frank H. Pabodi: creador de la barrena que se usó en la expedición y miembro de la expedición.
  • Lake: profesor de la Facultad de Biología. Es el más osado del grupo y descubridor de los extraños seres.
  • Atwood: profesor de la Facultad de Física y también metereólogo.
  • Narrador: geólogo y de jefe nominal de la expedición.
  • compañero de lake: webel geólogo.

Citas

  • «El lugar lógico para encontrar una voz de otros tiempos es un cementerio de otros tiempos».
  • «Todos los incidentes de aquel vuelo de cuatro horas y media están profundamente grabados en mi memoria a causa de la posición crucial que ocupan en mi vida. Este viaje señala la pérdida de la paz y el equilibrio con que una mente normal considera la naturaleza y sus leyes. Todos nosotros –pero principalmente el estudiante Danforth y yo– íbamos a enfrentarnos a un mundo inmenso de acechantes horrores que nada podría ya borrar de nuestras mentes, y que nunca osaríamos compartir con la humanidad».

Fragmento

Me veo obligado a hablar porque los hombres de ciencia se han negado a seguir mi consejo sin saber por qué. Va completamente en contra de mi voluntad exponer las razones que me llevan a oponerme a la proyectada invasión de la Antártica, con su vasta búsqueda de fósiles y la perforación y fusión de antiquísimas capas glaciales. Y me siento tanto menos inclinado a hacerlo porque puede que mis advertencias sean en vano.

Es inevitable que se dude de los verdaderos hechos tal como he de revelarlos; no obstante, si suprimiera lo que se tendrá por extravagante e increíble, no quedaría nada. Las fotografías retenidas hasta ahora en mi poder, tanto las normales como las aéreas, contarán en mi favor por ser espantosamente vívidas y gráficas. Pero aun así se dudará de ellas porque la habilidad del falsificador puede conseguir maravillas. Naturalmente, se burlarán de los dibujos a tinta calificándolos de evidentes imposturas, a pesar de que la rareza de su técnica debiera causar a los entendidos sorpresa y perplejidad.

A fin de cuentas, he de confiar en el juicio y la autoridad de los escasos científicos destacados que tienen, por una parte, suficiente independencia de criterio como para juzgar mis datos según su propio valor horriblemente convincente o a la luz de ciertos ciclos míticos primordiales en extremo desconcertantes, y, por la otra, la influencia necesaria para disuadir al mundo explorador en general de llevar a cabo cualquier proyecto imprudente y demasiado ambicioso en la región de esas montañas de la locura. Es un triste hecho que hombres relativamente anónimos como yo y mis colegas, relacionados solamente con una pequeña universidad, tenemos escasas probabilidades de influir en cuestiones enormemente extrañas o de naturaleza muy controvertida.

También obra en contra nuestra el hecho de no ser, en sentido riguroso, especialistas en los campos en cuestión. Como geólogo, mi propósito al encabezar la expedición de la Universidad de Miskatonic era exclusivamente la de conseguir muestras de rocas y tierra de niveles muy profundos y de diversos lugares del continente antártico, con la ayuda de la notable perforadora ideada por el profesor Frank H. Pabodie de nuestra facultad de ingeniería. No tenía deseo alguno de ser un precursor en ningún otro campo que no fuera ése, pero sí abrigaba la esperanza de que el empleo de esa nueva máquina en distintos puntos de rutas anteriormente exploradas, sacara a relucir material de una especie no conseguida hasta entonces por los métodos normales de extracción.

Fuentes