Enfermedad rectoanal benigna

Enfermedad rectoanal benigna
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Enfermedad rectoanal benigna. La patología benigna de la región rectoanal engloba a una serie de enfermedades de muy diversa índole y que por definición excluye la patología tumoral; este grupo heterogéneo de enfermedades, en conjunto, presenta una elevada prevalencia entre la población general y su sintomatología está, generalmente, circunscrita a la región rectoanal creando, en ocasiones, verdaderos problemas diagnósticos y terapéuticos con repercusión psicológica importante. Dado lo heterogéneo de esta patología no puede ofrecerse una clasificación general etiológica ni patogénica, por lo que para su estudio se ha dividido en los siguientes apartados: hemorroides, fisura anal, prurito anal, abcesos ano-rectales, fístulas anorrectales, enfermedades de transmisión sexual y trastornos del suelo pélvico.

Tratamiento

La mayoría de los síntomas hemorroidales mejoran o desaparecen consiguiendo una defecación sin esfuerzo y observando unas medidas higiénicas elementales. La reducción de la consistencia de las heces debe conseguirse estimulando la ingesta de agua, alimentos ricos en fibra (verduras, legumbres, frutas), productos alimentarios enriquecidos con fibra. Si es necesario se añaden laxantes suaves, como la lactulosa. Se debe evitar el esfuerzo defecatorio prolongado y fomentar la máxima higiene, limpiando el ano delicadamente con agua y secándolo posteriormente con toallitas suaves. Existen multitud de pomadas que mejoran los síntomas del paciente, aunque no modifican el sangrado ni la evolución de la enfermedad. La mayoría de ellas continen corticosteroides, anestésicos y antisépticos. Los anestésicos tópicos no deben ser usados demasiado tiempo, porque producen hipersensibilidad y dermatitis de contacto, del mismo modo el uso prolongado de corticosteroides puede provocar atrofia cutánea y sobreinfección. La administracion de diosmina oral en pleno brote y a dosis elevadas parece mejorar los síntomas.

Etiología

Las hemorroides internas son “almohadillas” vasculares que se engloban en el interior de una estroma fibroelástica que está sostenida por un ligamento suspensorio formado, parcialmente, por haces de músculo liso. En reposo, los plexos hemorroidales junto con el tejido subepitelial forman una esponja que sella perfectamente el canal anal y contribuye, junto con la presión anular de los esfínteres anales, a mantener la continencia, especialmente de gases y líquidos. La estroma fibroelástica permite la ingurgitación y la dilatación del plexo durante la defecación, cuando los esfínteres anales se relajan; posteriormente, la contracción esfinteriana las comprime y las mantiene en un estado relativamente vacío.

Concepto y clasificación

La fisura anal es un desgarro longitudinal o úlcera de la piel del canal anal situada justo por debajo de la línea dentada. Se clasifican, según el tiempo de evolución, en agudas y crónicas, y en función de su etilogía en idiopáticas o secundarias. La “fisura anal aguda” se caracteriza por ser un desgarro superficial de bordes limpios, mientras que la “fisura anal crónica” es la evolución de la aguda, que se transforma en un desgarro profundo con una úlcera de bordes indurados en cuyo lecho pueden apreciarse las fibras blanquecinas del esfínter anal interno (EAI) y, generalmente, se acompañan de un pliegue cutáneo indurado en el extremo distal y una papila hipertrófica en el borde proximal. La mayoría de las fisuras anales son idiopáticas y se localizan en la línea media posterior.

Características clínicas de sospecha

El “dolor anal” agudo e intenso, de unos minutos de duración, que se produce durante y tras la defecación, es la manifestación clínica principal de las fisuras aguda y crónica idiopática. El “sangrado” mínimo que impregna el papel al limpiarse y no se mezcla con las heces es el signo acompañante más frecuente junto con el “prurito” y la “secreción” anal que suele aparecer en la fase crónica de la lesión.

Tratamiento Fisura aguda

Se debe corregir el estreñimiento, facilitar la apertura del canal anal durante la defecación y disminuir el dolor. Para ello se pauta una dieta rica en fibra, suplementos de fibra dietética, Plantago ovata y/o lactulosa y analgésicos orales y/o anestésico tópico en forma de gel unos minutos antes de defecar. Es importante que la aplicación tópica no sea traumática; para ello es recomendable que el paciente impregne digitalmente el ano mientras realiza maniobras suaves de defecación. Los baños de asiento con agua tibia pueden ayudar a relajar el EAI. Con estas medidas la mayoría de las fisuras agudas cicatrizan y quedan asintomaticas. En el caso de que esto no ocurra, se pueden utilizar dos veces al día ungüentos de nitroglicerina (0,2%) o de dinitrato de isosorbida cinco veces al día (1%). Estas sustancias disminuyen la hipertonía del EAI, alivian el dolor y promueven la curación de la fisura. El efecto secundario más frecuentemente observado es la cefalea, que en ocasiones obliga a suspender el tratamiento. No existen estudios a largo plazo que analicen la recurrencia de las fisuras después de este tratamiento.

Fuentes


19 de julio