Esclavitud en el ingenio Nuestra Señora de la Merced (Guanajay)

Esclavitud en el ingenio Nuestra Señora de la Merced
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Ingenio Angosta, similar a los demás ubicados en la zona.
Fecha:21 de julio de 1623
Lugar:Guanajay
Descripción:
Una forma de Esclavitud en el ingenio Nuestra Señora de la Merced.
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba


Esclavitud en el ingenio Nuestra Señora de la Merced. Guanajay fue fundado en 1650, constituyendo una de las primeras poblaciones del occidente cubano y considerado entre las villas más prósperas de la región de Vuelta Abajo. Familias habaneras, poseedoras de fortunas, títulos nobiliarios y grandes influencias fueron las responsables del fomento plantacionista de la región. Entre ellos el Conde de Jibacoa, quien llegó a ser dueño del corral de Guanajay, y los hermanos Joaquín y José Ignacio Orta, dueños, entre otras propiedades, del próspero e importante ingenio Nuestra Señora de la Merced; cuya mano de obra estaba constituida por esclavos. La dotación del ingenio Nuestra Señora de la Merced, ubicado a unas 14 leguas (58.8 Km.) al oeste del puerto de La Habana, llegó a convertirse en una de las mayores plantaciones de azúcar de la feligresía guanajayense.

Antecedentes

A través de obras como “La esclavitud desde la esclavitud”, “La otra familia. Parientes, redes y descendientes de los esclavos en Cuba” y “Esclavitud, familia y parroquia en Cuba: otra mirada desde la microhistoria”, se nos mostró entonces a los esclavos como seres humanos participativos, puestos en función de crear familia, lograr cierto status social, fomentar redes de relaciones que les permitieran dar sentido a su existencia y convertirse en agentes actuantes del entorno social de su época.

En la mayoría de las vertientes historiográficas, Cuba accedió con demora, primero, al propio tema de la historia de familia y luego, al método y a lograr una diversidad de estudios, pues ya países como Estados Unidos [1] y Brasil poseen, hace más de treinta años, estudios y análisis sobre la historia de la familia esclava que cambiaron las perspectivas de las miradas más tradicionales. En tal sentido, resultan interesantes las investigaciones brasileñas que abordan, desde la historia de familia, el compadrazgo y su manifestación entre la población esclava tanto en regiones caracterizadas por el sistema de plantaciones, con abundancia de esclavos, como en pequeñas haciendas de producción para la subsistencia y el mercado interno, con dotaciones menores; afirmando, como precisa la historiadora Silvia Brugger:

“…o casamento e o compadrio eram atos sociais estratégicos…” .[2]

Desde esta perspectiva, un grupo de autores –dentro de los cuales resulta ya un clásico Robert Slenes con su estudio Na senzala, Uma flor: esperançãs e recordações na formação da família escrava, Brasil sudeste, século XIX – demuestran cómo el análisis del compadrazgo posibilita observar estrategias sociales y económicas reveladoras de las opciones de los esclavos, que veían en dicha forma de parentesco por afinidad, la posibilidad de ampliar sus redes y cohesionar su grupo, insertando a sus hijos en circuitos de solidaridad y ayuda mutua. Evaluando, a la vez, las relaciones de compadrazgo –entendido en tanto parentesco espiritual/ritual muy importante como una estrategia de resistencia y puntualizando, por tanto, al decir de Casilda Machado, que:

“O compadrio foi, sem sombra de dúvidas, um importante elemento de constituição e/ou consolidação de laços de sociabilidade, na sociedade escravista brasileira”.[3]

En Cuba, fueron las historiadoras Perera y Meriño las pioneras en proponer un método que considera el bautismo y no el matrimonio, como punto de partida para el estudio de la familia negra. En tal sentido, las investigadoras, reduciendo la escala de observación a una pequeña parroquia, y utilizando, como punto de partida, los bautizos de pardos y morenos, logran una base informativa para la reconstrucción de las familias esclavas y libres de la localidad que las ocupa; a la vez que en una breve monografía publicada en el 2007, Matrimonio y familia en el ingenio: Una utopía posible, La Habana (1825-1886)[4], aun cuando el padrinazgo no es el centro de su estudio, adelantan algunas observaciones e hipótesis muy útiles sobre el mismo que llevó a interesarse en cómo las redes de compadrazgo que establecieron los esclavos en la feligresía de Guanajay, en el que también floreció el cultivo del café y donde el sistema de plantación, desarrollado a gran escala, significó la convivencia de miles de esclavos de diversa procedencia étnico-lingüística resultan muestra y evidencia de un tipo de sociabilidad que tiene en la familia su punto de partida, constituyéndose, además, en campos de autonomía donde se mezclaron seres humanos de diferente condición y calidad, pero con estrategias comunes para hacer frente a los desafíos de la dominación.

Así, el levantamiento de las 6 215 partidas bautismales analizadas hasta el momento, que se ubican entre 1773 y 1806, examinadas, a su vez, desde el cruzamiento con fuentes judiciales, permiten realizar una breve caracterización de la sociedad esclavista del período y mostrar las primeras consideraciones que revisten interés sobre las relaciones familiares y de compadrazgo en la feligresía.

Feligresía de San Hilarión de Guanajay

Ubicación de Guanajay

La referencia documental más antigua que se ha encontrado en la que se menciona a Guanajay corresponde a una merced otorgada por el Cabildo de Ciudad de La Habana el 21 de julio de 1623. Sin embargo, trata de una referencia más bien indirecta, ya que para ubicar los linderos de los sitios Tahajaguas, Las Virtudes, San Andrés y San Marcos, otorgados a Gaspar Pérez Borroto, se indica que estos se encontraban junto a los corrales Guanajay y Javaco, sin más noticias sobre sus propietarios o destino productivo [5]

Del pueblo [6], que devino centro administrativo del territorio, no existe acta de fundación, constituyéndose como un acto espontáneo el nacimiento del primer caserío, junto al camino real de Vuelta Abajo, como lugar de parada y descanso para los viajeros que se dirigían a La Habana o iban de esta hacia las haciendas más occidentales de la isla. Por lo que en 1688, tras una visita pastoral, el Obispo Diego Avelino de Compostela disponía la construcción en Guanajay de una iglesia bajo la advocación de San Hilarión pues, según sus palabras, las numerosas familias establecidas en el territorio carecían de auxilio espiritual y los restos de los que morían tenían que ser llevados anualmente a La Habana para enterrarlos en sagrado.[7]

Parroquia de San Hilarión Abad

Se encontraba la feligresía en un territorio llano, con predominio de suelos ferralíticos rojos y húmico-carbonatados, todos fértiles, lo que facilitó una concentración de plantaciones cafetaleras y azucareras y altas densidades de población libre y esclava pocas veces logradas en el llamado país de La Habana [8]

Proporción entre habitantes libres y esclavos del partido de Guanajay.[9]

AÑOS LIBRES % ESCLAVOS %
1778 42,6 57,4
1790 49,6 50,1
1800 39,2 0,8

Las fuentes consultadas muestran que fueron familias habaneras, poseedoras de fortunas, títulos nobiliarios e influencias, las responsables del fomento plantacionista de la región. La relación va desde el Conde de Jibacoa, quien llegó a ser dueño del corral de Guanajay, el Conde Barreto, el Marqués del Real Socorro, el de la Real Proclamación, José Miguel de Herrera y Zayas, sexto Marqués de Villalta, Juan de Zayas, Pedro Borgier hasta los hermanos Joaquín y José Ignacio Orta, dueños, entre otras propiedades, del ingenio “Nuestra Señora de la Merced”.

Un análisis del padrón realizado para el cobro de los diezmos a los ingenios, haciendas y pequeñas explotaciones agrícolas y pecuarias del partido correspondientes a los años 1784 y 1792, permite observar el acelerado proceso de desarrollo del sistema plantacionista del café, en detrimento del cultivo del tabaco, que se alejó definitivamente hacia la zona más occidental del país, donde existían terrenos más favorables para su cultivo. Sin embargo, el crecimiento de la industria azucarera no resulta tan evidente; así en el padrón de 1792 se consignan 14 sitios de ingenios, es decir, solo los más pequeños. No aparecen relacionados el ingenio Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, ubicado en tierras del demolido corral de Guanajay, propiedad de Juan Nepomuceno Noroña, el San Dimas de Pedro Núñez de Villavicencio, ni el San Gabriel, perteneciente al Marqués de Villalta, por solo citar tres de los que se tienen referencias a través de fuentes protocolares [10]

Comenzaba entre los grandes propietarios de fábricas de azúcar y la iglesia la llamada guerra de los diezmos, cuando aquellos quisieron evadir, por todos los medios posibles, el pago exigido por la iglesia católica [11]

Ingenios, potreros y sitios de labor existentes en el curato de Guanajay 1784-1792.[12]

TIPO DE HACIENDA CANTIDAD 1784 - 1792 ESCLAVOS 1784 - 1792 LABRADORES 1784 - 1792
Ingenios 26 - 14 960 - 266 0 - 0
Sitios de café 0 - 245 0 - 630 0 - 0
Sitios de Yuca, maíz 23 - 39 0 - 0 91 - 174
Sitios de tabaco y otros comestibles 183 - 0 0 - 0 360 - 0
Potreros 32 - 33 0 - 0 103 - 88
Haciendas de ganado y cerdos 16 - 61 0 - 0 0 -191
Totales 280 - 392 960 - 896 554 - 453


Se trata de sitios cafetales, que eran fincas instaladas en 2 ½ caballerías con más de dos mil matas pero sin llegar a las cuarenta mil, indicando que se estaba en el estadio inicial de la implantación de este cultivo y llama la atención que hayan resultado empadronadas cuando sabemos que su producción estaba exenta de impuestos.

Fue la producción de azúcar el sector más dinámico de la estructura productiva de la feligresía con un crecimiento del número de fábricas a partir de las últimas dos décadas del siglo XVIII.

Evolución del número de ingenios en el partido de Guanajay.[13]

PARTIDO 1757 1784 1796 1800 1817
Guanajay 1 26 43 55 122

Características de la población estudiada:

Resultados del trabajo con los libros de bautizos de pardos y morenos entre 1773 y 1806. Lo primero es que del total de población negra bautizada en la feligresía en dicho período, el 94% era esclava y un 6% era libre. Dicha desproporción se relaciona con la entrada masiva de africanos a la zona, en concordancia con la expansión del régimen plantacionista.

Al observar el comportamiento en el tiempo de los bautismos, se señala que el crecimiento se produjo, de manera acentuada, en las tres últimas décadas del siglo XVIII y el primer lustro del XIX. La jurisdicción de Guanajay abarcaba un territorio que contaba, con los puertos de Mariel, Cabañas y Bahía Honda, por los que entraban esclavos bozales, desde el puerto habanero, ya que su habilitación no se produciría hasta mucho tiempo después. Muchos hacendados solían remitir por mar las partidas de bozales que adquirían en los barracones de la capital.

Estructura por sexo, edad y condición de los bautizados en Guanajay en el periodo 1777-1806:

a) Hombres:

  • Adultos esclavos: 3279
  • Párvulos esclavos: 604
  • Párvulos libres: 163

b) Mujeres:

  • Adultas esclavas: 725
  • Párvulas esclavas: 608
  • Párvulas libres: 147

El perfil de la población estaba condicionado por el tipo de actividad económica que se desarrollaba en la región; así los hombres adultos son la mayoría dado que en el trabajo compulsivo en que se basa la producción de los bienes que se exportaban. La agricultura comercial demandaba brazos jóvenes y masculinos, de ahí que la preferencia de los hacendados llevara a la conformación de dotaciones con pocas mujeres, cuestión que ya ha sido analizada en estudios precedentes. [14]


Procedencia étnico-lingüística de los esclavos africanos bautizados en Guanajay 1777-1806:

  • Congos 34%.
  • Carabalíes 25%
  • Mandingas 16%
  • Lucumíes 7%
  • Gangás 6%
  • Minas 6%
  • Otras denominaciones 4%

Se hizo evidente la presencia de los denominados congos y carabalíes, en correspondencia con el dominio que los comerciantes ingleses, principales suministradores de esclavos al mercado cubano por entonces, tenían en los embarcaderos ubicados en las regiones central africana –en la feligresía estudiada el 28.8% provenían de la misma – y en la ensenada de Biafra -28.2% respectivamente [15] ,desde las cuales provenían los hombres y mujeres identificados, de forma genérica, con dichas denominaciones.

Compadrazgo en el Ingenio Nuestra Señora de la Merced

Se incluyen las relaciones de compadrazgo, que ya han sido abordadas por las citadas historiadoras Gloria García, María del Carmen Barcia, Aisnara Perera y María de los Ángeles Meriño, en sus estudios sobre familias esclavas en Cuba, vistas como manifestación del parentesco espiritual y del entramado de relaciones que se crearon y fueron tomando significación entre las familias de los padrinos y la persona bautizada. Así lo refiere, en su testamento, la liberta lucumí María Bernarda Pozo, vecina de Guanajay, cuando al declarar sus bienes en 1825, además de enumerar:

“…una casa de paja y embarrados sobre horcones de quiebra hacha situada en un solar de los de este pueblo con cien pesos de gravamen a favor del señor Conde de Jibacoa, tres bestias que son una yegua y dos potros…”, hace mención de “tres cochinos en el Ingenio San Gabriel –ubicado en la feligresía que se estudia– en poder de mi ahijado Antonio, mi pariente” [16]

La familiaridad del compadrazgo une estos dos mundos, pudiendo constatarse, además, que la reconstrucción de familia ha sido especialmente efectiva entre las dotaciones de las haciendas más grandes, porque es en ellas donde se agrupan un por ciento de los cautivos de la feligresía.

En muchas de estas familias esclavas las relaciones por afinidad se fundamentaban en los oficios ejercidos por aquellas. Un ejemplo es la dotación del ingenio Nuestra Señora de la Merced, ubicado a unas 14 leguas (58.8 Km.) al oeste del puerto de La Habana y propiedad de D. Joaquín de Orta Bello. La hacienda realizó su primera zafra, como sitio ingenio, hacia 1784, llegando a convertirse –luego de establecer una sociedad con su hermano Josef Ignacio y de comprar en marzo de 1788 a Doña Jerónima Marques del Toro treinta caballerías de tierra pertenecientes al corral Mosquitos [17], así como otras diez colindantes en diciembre de 1796 al Capitán D José Elías Estrada [18], a la vez que una mayor cantidad de fuerza de trabajo esclava en una de las mayores plantaciones de azúcar de la feligresía guanajayense.

Los Orta Bello estuvieron entre los hacendados que financiaron la construcción de un muelle de tablas junto al mar para embarcar sus frutos hacia La Habana, dando origen a lo que más tarde se convertiría en el puerto del Mariel. No contentos con el servicio que allí recibían, edificaron luego un muelle para su uso exclusivo e hicieron abrir un camino desde el ingenio hasta el embarcadero, rectificando a la vez el camino que comunicaba a Guanajay con Mariel, abriendo un nuevo sendero para llegar de Mariel a la desembocadura del cercano río Guajaibón que también utilizaron como puerto de embarque y sitio de almacenaje por algunos años [19]

El 24 de septiembre de 1806, los hermanos intentando, tras el fallecimiento de su madre, liquidar la sociedad, solicitaron la tasación de las tierras, esclavos, fábricas, frutos, animales y todo lo que componía el fundo [20], comprometiéndose Joaquín a adquirirlo por el precio de su tasación: 284 mil catorce pesos y siete y medio reales. Así, unos quince años después de haber sido fomentada, podemos conocer la composición de la dotación de la hacienda, según sexo y naturalidad:

Estructura por sexo y procedencia de la dotación del ingenio Nuestra Señora de la Merced.

SEXO HOMBRES MUJERES
AFRICANOS 79 65
CRIOLLOS 29 21
TOTAL 108 86

El tasador dejó constancia, a su vez y como era usual, de la procedencia étnica-lingüística de los 196 esclavos poseídos.

Procedencia de los esclavos del ingenio Nuestra Señora de la Merced 1806:

  • Criollos 29%
  • Congos 13%.
  • Carabalíes 20%
  • Mandingas 16%
  • Lucumíes 6%
  • Macuás 4%
  • Gangás 6%
  • Ingleses 1%
  • Minas 5%

Oficios desempeñados por los esclavos del ingenio Nuestra Señora de la Merced.[21]

Oficios HOMBRES MUJERES
Albañiles 3 0
Boyeros 5 0
Candeleros 7 0
Carpinteros 3 0
Cocineros 2 1
Cortadores de caña 10 18
Domésticos 1 0
Enfermeras 0 2
Generales de campo 18 6
Lavador de hormas 1 0
Moledoras 0 21
Paileros 5 0
Purgadores 2 0
Tacheros 8 0
Tejeros 1 0
Totales 66 48


División social del trabajo diseñada por los dueños para su ingenio

Entre los hombres, los cinco paileros eran mandingas. De tres carpinteros, dos también corresponden a dicha procedencia. Con siete candeleros contaba el ingenio y de ellos, cuatro eran carabalíes. Los tacheros, esclavos a cargo de las calderas en que se daba a la moledura el punto de azúcar eran ocho, y tres de ellos eran congos. Aquellos dedicados a las labores generales del campo mostraron mayor diversidad de procedencia étnico-lingüística: cuatro congos, tres macuás, dos minas y tres mandingas se agruparon entre los diecinueve que realizaban disímiles trabajos en el cultivo de la caña.

Entre los oficios desempeñados por las mujeres ocurría un agrupamiento étnico similar, pues de las veintiuna moledoras (encargadas de introducir la caña en el trapiche), doce eran carabalíes. Seis esclavas eran empleadas en las faenas generales del campo, cuatro de ellas congas, las dos restantes carabalíes. La procedencia étnica-lingüística más representada entre las cortadoras de caña era la carabalí con un grupo de seis, seguida por las mandingas y las lucumíes que mostraban cuatro cortadoras cada una.

Relación entre los oficios y la edad de los esclavos.

OFICIOS 20-29 | 30-39 | 40-49 | 50-59 TOTALES
Boyeros 0 - 1 - 2 - 0 3
Candeleros 2 - 2 - 0 - 1 5
Carpinteros 2 - 3 - 2 - 0 7
Cocineros 2 - 1 - 0 - 0 3
Cortadores 1 - 1 - 1 0 3
Domésticas 15 - 5 - 3 - 5 28
Enfermeras 1 - 0 - 0 - 0 1
Generales de campo 0 - 1 - 0 - 1 2
Lavador de hormas 7 - 13 - 3 - 1 24
Moledoras 0 - 0 - 0 - 1 1
Paileros 6 - 8 - 6 - 1 21
Ejemplo 0 - 3 - 2 - 0 5
Purgadores 1 - 1 - 0 - 0 2
Tacheros 4 - 3 - 1 - 0 8
Tejero 0 - 1 - 0 - 0 1
TOTALES 41 - 43 - 20 - 10 114


El ingenio poseía una dotación mayoritariamente joven (73.6%) cuya mayor cantidad de brazos, como usualmente ocurría en una plantación azucarera, era asignada a las labores del campo, pero donde, a la vez, se priorizaban las tareas especializadas que determinarían la calidad del azúcar.

Al analizar el inventario y observar los precios atribuidos a la dotación, se encuentra que aún cuando el trabajador más valorado resultó ser un carpintero de 22 años tasado en 700 pesos, señal de que eran necesarios en la construcción y ampliación de nuevas instalaciones, en la reparación del trapiche o en el mantenimiento de las carretas, fueron los paileros, valorados en 600 pesos cada uno, los que en su conjunto y seguidos por los tacheros, purgadores – los oficios especializados eran valorados altamente por quienes se encargaban de determinar el precio de los esclavos que los desempeñaban [22] recibieron los precios más altos [23]

Colocados entonces y en virtud de su condición de esclavos, en labores que ellos no habían seleccionado por vocación, puede inferirse que sus amos pudieron concebir una división interna del trabajo en el ingenio e irlos agrupando según su origen étnico, en busca de afinidades y cercanías que incluían el idioma, las prácticas religiosas y otras costumbres traídas de sus regiones y que facilitaran el trabajo y la comprensión cotidianas. Menos enfrentamientos violentos y mayor armonía eran sinónimos de productividad y ganancias. Lo que no podían prever, de ninguna forma, los dueños era que a esta relación impuesta a personas con un mismo origen étnica-lingüístico que quizás no se habían visto nunca en sus tierras, le seguiría otra más íntima: la relación por afinidad que traía consigo el compadrazgo.

En una dotación de casi doscientos esclavos se ha establecido la existencia de treinta y seis familias –cinco de las cuales han sido escogidas como las más representativas hasta este instante– que se constituyeron entre 1791 y 1806. El cruzamiento de la relación detallada de los cautivos inventariados con la trayectoria de las familias mencionadas deparó un interesante hallazgo: el vínculo entre los oficios de una parte y la existencia de lazos de compadrazgo entre dichas familias, de la otra.

Al tomar como primer ejemplo la relación de compadrazgo entre las familias de Fermín y Magdalena y José Esteban y Tomasa, todos descritos como brícamos. A los hombres se ubican en el lote de 12 bozales que hacia 1786 se unieron a la pequeña dotación del ingenio fomentado por Joaquín de Orta, mientras que sus esposas ingresarían a la hacienda en los primeros años de la década del noventa cuando esta ya era un ingenio. Al momento de realizarse el inventario ambas familias habían contribuido con nueve hijos al crecimiento de la hacienda, sin embargo, este suceso no fue únicamente una simple ganancia material para los amos sino ocasión bien aprovechada por los africanos para estrechar sus lazos de amistad ya que desde 1793 Magdalena y Fermín apoyaron desde el compadrazgo a sus parientes José Esteban y Tomasa.

Los datos que brinda el inventario permiten una comprensión más profunda de estos lazos, allí se informa que Fermín es un “buen pailero y general de campo”, y que José Esteban es suplente en el oficio que desempeña su compadre, lo que significaba que el primero tenía más destreza en la manipulación de las pailas donde se cocinaba el jugo de la caña, siendo probable, incluso, que hubiera instruido al segundo en dicha tarea. De cualquier manera, Fermín estaba, por así decirlo, un escalón por encima en la jerarquía de los que trabajan en la fase industrial del proceso azucarero y, seguramente, por ello, nunca requirió a José Esteban ni a su esposa para que apadrinaran a sus hijos. Esto muestra las sutilezas que se esconden tras el aparentemente monótono acto de apadrinar, pues aún en el ambiente de la plantación se ponen de manifiesto las pequeñas diferencias que separaban a quienes estaban unidos por la condición servil, de modo tal que aunque fueran parientes, la posesión de un atributo –en este caso un oficio– que podía marcar una diferencia, era valorado a la hora de establecer relaciones.

A quiénes eligieron Fermín y su esposa para apadrinar a sus hijos. En primer lugar, a una mujer carabalí llamada María Candelaria, la cual debió ganarse la confianza de la pareja por ser de las primeras africanas introducidas en la hacienda, luego, otra carabalí ocupada en la misma faena que Magdalena, moledora, al igual que la tercera de las madrinas María de Regla, cuyo esposo Agustín fue el último de los padrinos de la familia. Así, entre los trabajos y oficios compartidos y la afinidad étnico-lingüística estaban las ventajas o desventajas que podía acarrear la elección de un padrino.

La esclava Isabel fue bautizada el martes 7 de diciembre de 1790, como madrina fungió la joven Tomasa Bricam, meses más tarde pasaba por igual ceremonia y formando parte de un grupo de adultos mandinga, Bernardo, su futuro esposo. Ya en 1806 Bernardo, con 40 años, edad calculada por el perito tasador del ingenio, aparece como oficial de albañil, pero también estaba apto para trabajar en el campo, cortar y acarrear la caña, o desyerbar, sin embargo, es posible que el dominar la albañilería hubiera llevado al tasador a asignarle un valor de 600 pesos, el segundo más alto entre los precios señalados a los hombres adultos de la dotación. Mientras que su esposa, igualmente de 40 años, es trabajadora del campo y cocinera de los criollos, por estar enferma de los pies se le tasa por un valor de 400 pesos. Ambos han formado una familia compuesta en esos momentos por tres de los cuatro hijos, dos varones y dos hembras, que habían procreado entre diciembre de 1797 y septiembre de 1803.

Como madrina de las dos hijas, llamadas María de la O y María Elena, fue seleccionada María Belén, mandinga, esclava que realizaba trabajos domésticos por estar enferma, y valorada en 250 pesos. En este caso la madrina compartía origen étnico con el padre y destino laboral con la madre de sus ahijados, pero incluso se puede inferir que la relación con Bernardo haya sido más estrecha, pues cabe la posibilidad de que ambos hubieran arribado a la isla en la misma armazón y adquiridos por Josef Ignacio en un mismo lote, habida cuenta que el bautismo de ambos se realizó en el segundo semestre de 1791, conjuntamente con un grupo de hombres y mujeres de igual denominación étnica.

Para apadrinar a sus hijos varones la pareja seleccionó a Valentín, gangá, de 32 años, valorado en 600 pesos, boyero y trabajador de campo. En esta elección influyó con toda seguridad el hecho de que el gangá, uno de los esclavos con más antigüedad en el ingenio, era desde 1795 esposo de María Belén, por ello cuando en 1797 tuvieron su primer hijo, fue Bernardo el padrino, a partir de ese momento se muestra entre ambas parejas una reciprocidad absoluta ya que Valentín y María Belén eligieron como padrinos de sus hijos a sus compadres.

Compartir la vida como integrantes de una misma dotación, como trabajadores de campo en el oficio del cañaveral, convirtió a estas dos familias esclavas en sólidos eslabones de una red de parentesco por afinidad donde el compadrazgo jugó un papel aglutinador.

Referencias

Fuentes

  • Archivo Nacional de Cuba. Escribanía de Hacienda. Legajo 181 No 4067.
  • Aisnara Perera Díaz y María de los Ángeles Meriño Fuentes: Esclavitud, familia y parroquia en Cuba: otra mirada desde la microhistoria. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2006.
  • Aisnara Perera Díaz y María de los Ángeles Meriño Fuentes: Esclavitud, familia y parroquia en Cuba: otra mirada desde la microhistoria. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2006.
  • Archivo de Parroquia de San Hilarión de Guanajay. Libros de bautizos de pardos y morenos (1773 – 1806)
  • Delegación Provincial del CITMA. Artemisa. Base de datos. 2011.
  • Francisco Pérez de la Riva. El café. Historia de su cultivo y explotación en Cuba. Jesús Montero Editor, La Habana, 1944.
  • Gloria García: La esclavitud desde la esclavitud: la visión de los siervos, Centro de Investigación Científica Ingeniero Jorge L. Tamayo, A.C, México, D.F, 1996.
  • María del carmen Barcia Zequeira: La otra familia. Parientes, redes y descendencia de los esclavos en Cuba. Casa de las Américas, 2003.
  • Pablo Tornero: Crecimiento económico y transformaciones sociales. Esclavos, hacendados y comerciantes en la cuba colonial (1760-1840). Madrid: Centro de Publicaciones Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1996, p. 118.
  • Robert Slenes. W. Na senzala, Uma flor: esperançãs e recordações na formação da família escrava, Brasil sudeste, século XIX. Cuarta impressão. Editoa Nova Fronteira. Rio de Janeiro. 1999.