Evocando a Mendive

Evocando a Mendive
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Ensayo histórico que narra la vida y obra del pensamiento de las grandes personalidades de la patria cubana
Título originalEvocando a Mendive
Autor(a)(es)(as)Armando Hart Dávalos
Editorial:Editorial Bohemia
ColecciónHonda martiana
GéneroEnsayo
PaísBandera de Cuba Cuba

Evocando a Mendive. Ensayo histórico y social realizado por el investigador, escritor, destacado intelectual y político cubano Armando Hart Dávalos sobre la vida y obra de grandes pensadores, pedagogos e intelectuales como lo fueron José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero y Rafael María de Mendive forman parte del hilo histórico que conduce a las ideas, que desde temprana edad, conformaron la personalidad y la cultura de José Martí. Esa sucesión en el tiempo y la transmisión directa maestro alumno aportan un caudal de valores esenciales que están presentes desde los albores de la nación cubana y al propio tiempo un enriquecimiento de una generación a otra con lo más avanzado del pensamiento pedagógico, filosófico y científico de la época que le tocó vivir a cada uno de ellos.

Sinopsis

Para comprender el contenido y alcance de la educación cubana y sus principales representantes en la actualidad, es necesario recorrer la larga evolución del pensamiento filosófico, político y pedagógico de más de dos siglos de historia que, desde José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, Rafael María de Mendive y José Martí, entre muchos otros, han conducido a las ideas que hicieron síntesis de modo ejemplar en el carácter singular del proceso revolucionario cubano y su vocación profundamente latinoamericana y universal.

A mediados del siglo XX, esas ideas tuvieron a sus más dignos continuadores en la Generación del Centenario. Armando Hart es una de las leyendas vivas de esa generación que, junto a Fidel, ha protagonizado la Revolución cubana.

Él ha dedicado cada instante de su existencia no solo a luchar con lealtad y consagración por la causa de la libertad junto a nuestro pueblo y Fidel, sino que, además, ha contribuido al rescate de la memoria histórica, recreándola teóricamente, porque ha sido siempre un soldado de la intelectualidad cubana dedicado a la búsqueda y el enriquecimiento constructivo del pensamiento teórico. Toda su creación surge de la práctica política y es "una significativa fuente, no solo testimonial, por la que transita la historia ideológica y teórica de la Revolución".

Vida y Obra

Cuando se inicia el siglo XIX, ya el sacerdote José Agustín Caballero contaba con 28 años y había ejercido como titular de la cátedra de Filosofía de la Real y Pontificia Universidad de La Habana y también impartido clases en el Seminario de San Carlos donde ocupó, desde 1804 hasta su muerte en 1835, la cátedra de Escritura y Teología Moral. En su dilatada vida como profesor contó entre sus discípulos a Félix Varela, José Antonio Saco y José de la Luz y Caballero. En su labor docente se manifestó contrario al escolasticismo y a favor del examen crítico y la física experimental e introdujo las doctrinas de Locke, Condillac, Bacon y Newton.

Félix Varela fue discípulo de José Agustín Caballero y sintió por él una profunda admiración, respeto y afecto. Se ordenó como sacerdote con 24 años, en 1811, y ese propio año obtuvo por oposición la cátedra de Filosofía del Seminario de San Carlos, una de las mejores instituciones de su tipo en América Latina, desde la que renovó los métodos de enseñanza empleando el español en sus clases y libros e introduciendo la experimentación en el estudio de las ciencias. Fue un hombre de excepción, esencialmente cristiano. Tenía un arraigado espíritu de justicia y una actitud crítica ante las ideas y problemas de su tiempo. Orador, educador y brillante pensador, poseía una profunda sensibilidad, humanismo, ternura y respeto a la dignidad del hombre.

Varela fue preceptor de latinidad en el Seminario, y, con posterioridad, maestro de Filosofía, nombrado por el obispo Espada. En ella organizó las tertulias literarias, donde compartía con sus alumnos los temas de cultura, filosofía, ciencia, y patria, sus materias preferidas. Por oposición obtuvo la cátedra de Constitución. Por las mañanas impartía las clases de Filosofía, y por las tardes, las de Constitución, en cuya cátedra encaminó su pensar político, considerándola como «la cátedra de la libertad, de los derechos del hombre, de las garantías nacionales».

Aquí ganó las simpatías de los reformistas constitucionalistas, que lo nombraron diputado a las cortes españolas. Al publicar un texto de despedida, dijo ser “un hijo de la libertad, un alma americana”, frase que encerraba ya su proyección política de defensa de la cubanía, en el contexto emancipador americano, ante el parlamento español.

Los dos grandes planos del pensar cubano: la filosofía y la política, surgieron de aquella academia con sus sueños de gloria y sus empeños de trascendencia histórica. El 24 de enero de 1817, es admitido, por unanimidad, como socio de número, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, de la que, con posterioridad, fue nombrado Socio de Mérito. En ella se incorporó a la sección de Educación, donde expuso sus novedosas ideas pedagógicas. Su discurso de ingreso se tituló Influencia de la ideología en la sociedad y medios de rectificar este ramo.

Logros

Llegó a comprender cómo los cambios políticos y económicos del país no eran alcanzables con las decisiones de la metrópoli, y se plantea, desde entonces, la extinción de la esclavitud y la independencia nacional por las vías más radicales.

Al año siguiente es electo nuevamente y presta juramento el 3 de octubre en el Parlamento español. Presenta los proyectos sobre la independencia de América y el gobierno autonómico, que después supera con la idea de “ver a Cuba tan isla en lo político como es en la naturaleza”. Elabora un Proyecto de decreto sobre la abolición de la esclavitud de la isla de Cuba, pero no llega a presentarlo.

En 1823, ante la caída del régimen constitucional, motivada por la traición de Fernando VII y la restauración del absolutismo, se refugia en Gibraltar. Después, parte a su obligado destierro en los Estados Unidos. En diciembre llega a Nueva York. Tenía 35 años de edad. No volverá a ver su tierra natal. En este país se reúne con sus discípulos liberales y antiabsolutistas, entre ellos José Antonio Saco.

José de la Luz y Caballero, nacido en La Habana en 1800, se formó con el magisterio del Padre Varela. Fue su más aventajado y excepcional discípulo y continuador, con estilo propio y acendrado. Obtuvo en 1817, por la Universidad, el grado de Bachiller, después de examinar Filosofía, Lógica, Física, Metafísica y Ética, y en 1820 ingresó en el Seminario de San Carlos, donde se graduará de Bachiller en Derecho. Aquí recibiría también, como discípulo, la influencia de su tío José Agustín Caballero y llegaría a ocupar, en 1824, la Cátedra de Filosofía, que tanta altura y prestigio alcanzara con Félix Varela y José Antonio Saco.

No es posible olvidar que José Martí, con inefable fervor, llamó a José de la Luz y Caballero el padre amoroso del alma cubana y que, tras el primer recorrido por la Florida, al retornar a Nueva York, dijo a los patriotas que lo esperaban: yo no vi casa ni tribuna, en el Cayo ni en Tampa, sin el retrato de José de la Luz y Caballero.

En plena organización de la batalla necesaria, el 17 de noviembre de 1894, nuestro Apóstol, a propósito del maestro del El Salvador, escribió en el periódico Patria:

Él, el padre; él, el silencioso fundador; él, que a solas ardía y centelleaba [...]; él, que antepuso la obra real a la ostentosa [...]; él, que se resignó —para que Cuba fuese [...]; no podía “sentarse a hacer libros, que son cosa fácil, porque la inquietud intranquiliza y devora, y falta tiempo para lo más difícil, que es hacer hombres

El pensamiento pedagógico y moral de Luz y Caballero contribuyó de manera decisiva al diseño de la nación cubana. Ella alcanzó, desde su propio alumbramiento, una cultura política y social situada en la avanzada de la modernidad.

Profundamente sensible y justo, Luz y Caballero representó el pensamiento más avanzado de su época. Sus concepciones tenían alcances universales, al asumir la cultura como defensa y sustento de la conciencia política, como una llama ética batida por las contradicciones de la Colonia, de ahí que estuviera espiritual y moralmente entre los hombres que sembraron las semillas de la unión lograda en la Demajagua y en Guáimaro y junto a quienes acudieron al combate con la esperanza de poner fin a la tragedia de la esclavitud y la miseria.

Ideas

En las ideas de Varela y Luz conviven, en su expresión cubana, la reflexión científica más rigurosa con una espiritualidad de hondas raíces éticas en las que están presentes los valores cristianos que en ambos fundadores alimentaron sus conceptos de patria y libertad.

La figura de Rafael María de Mendive, sin alcanzar las cumbres intelectuales de Varela y Luz, sobresale, hacia mediados del siglo XIX, en el panorama cultural de la Isla como poeta, periodista y por su labor como maestro y director de colegios desde donde desarrolló una labor patriótica en favor de la independencia y de promoción de la cultura cubana. Había nacido el 24 de octubre de 1821 y tras una niñez azarosa logró ingresar en 1834, mediante una beca, en el Seminario de San Carlos graduándose de bachiller en 1838. Ingresa en la Universidad y después de seis años de estudios no llega a realizar los ejercicios de grado para dedicarse a las letras. Ya habían comenzado a aparecer sus poemas en varias publicaciones y, en 1847, publica su poemario Pasionarias. Se dedicó también al periodismo dando vida a algunas revistas que alcanzaron renombre como El Artista y, en 1853, a la más importante de las publicaciones literarias de la época, la Revista de La Habana. Entre 1848 y 1851 viajó a Europa, pasando por Nueva York, donde conoció al padre Félix Varela. En Francia intimó con José Antonio Saco y en Madrid, con Domingo del Monte que se había instalado en esa ciudad. También recorrió varias ciudades italianas. A partir de su conocimiento del italiano y sobre todo del inglés y del francés hizo traducciones de Víctor Hugo, Byron, Lamartine y Moore. Ingresó en 1856 en la Sociedad Económica de Amigos del País.

Hazañas

En 1865 asume la dirección de la Escuela Superior de Varones creada por el Ayuntamiento de La Habana para la instrucción gratuita de “niños de las clases humildes”. En sus palabras en el acto de inauguración de dicha Escuela, Mendive expuso una idea medular que entronca con la tradición pedagógica de Varela y de Luz: “Convencido como estoy de que el espíritu de la época, por más que otra cosa se diga, es eminentemente práctico, habré de procurar, en cuanto a mis fuerzas esté, imprimir en la enseñanza que haya de darse a los niños que vengan a recibirla un carácter diametralmente opuesto al que por desgracia se observa en otras partes”.

Después de subrayar la formación religiosa como base de todo progreso moral señaló que “a la indiferencia opondré siempre el convencimiento, y al fanatismo el libre uso de la razón, únicos medios de llegar a la verdad sin violentar de modo lamentable la inteligencia del niño en su natural desarrollo”.

El propio Martí señala que Mendive sentía un amor de hijo hacia Luz y Caballero y que había nombrado San Pablo a su colegio porque Luz había llamado al suyo El Salvador. El mérito esencial de Mendive radica en haber permanecido fiel al legado pedagógico, ético y patriótico recibido y en haberlo trasmitido con la altura necesaria a las nuevas generaciones que le tocó educar. Puso su inmensa cultura y su sensibilidad poética al servicio de la enseñanza de los niños más necesitados lo cual consideró un deber y no una concesión.

A esta escuela ingresó Martí en 1866, a los 13 años después de obtener, no sin dificultades, la autorización de su padre. Mendive, además de ser su maestro asume para Martí, como para muchos otros, el papel de padre espiritual. Cuando Martí parte para el destierro a punto de cumplir 18 años llevaba ya muy arraigados principios y sentimientos inculcados por su maestro. En su carta a Mendive, de fecha 15 de enero de 1871, para despedirse antes de embarcar para España le confiesa: “Mucho he sufrido, pero tengo la convicción de que he sabido sufrir. Y si he tenido fuerzas para tanto y si me siento con fuerzas para ser verdaderamente hombre, sólo a Ud. lo debo y de Ud. y sólo de Ud. es cuanto de bueno y cariñoso tengo”.

Implicado en los sucesos del Teatro Villanueva en 1869 es detenido y deportado a España desde donde logra viajar a Estados Unidos. Regresa después del Zanjón ejerciendo la profesión de abogado y en 1886 le fue ofrecida la dirección del Colegio San Luis Gonzaga que acababa de fundarse en la ciudad de Cárdenas la que ejerció por pocos meses ya que sintiéndose enfermo fue trasladado a La Habana y murió aquí ese propio año.

El valor de los maestros se determina no sólo por el saber, la cultura y la conducta de ellos en la vida, sino también por la influencia que ejercen sus enseñanzas en sus discípulos y continuadores y aunque Martí no mantuvo después contacto estrecho con su maestro, su influencia ética y poética —como ha señalado Cintio Vitier— está presente en la obra martiana.

En la tradición intelectual cubana se presenta como un hecho singular que fueron precisamente hombres de pensamiento dedicados al magisterio quienes sentaron las bases conceptuales de las ideas filosóficas en nuestro país. Ellos les dieron una continuidad de más de un siglo. Varela, Luz, Martí y Varona, es decir, sus más altos exponentes, brillaron como pedagogos y sus ideas filosóficas nacieron de las necesidades del quehacer educacional, lo cual dio a sus textos un contenido didáctico y una capacidad de exposición clara como reclama el oficio de enseñar. Mendive está inserto en esa tradición pues se nutrió de ella y supo irradiarla a sus discípulos.

En Varela y en Luz hay un acento que parte de sus concepciones religiosas y se inspira en sus principios éticos cristianos. En Martí, la sensibilidad ética y la vocación hacia la acción revolucionaria concreta lo lleva a un sentido latinoamericano y universal de amplias perspectivas y a la búsqueda de lo que él llamó el equilibrio entre naciones e incluso entre las facultades emocionales y las intelectuales de cada hombre. En Varona, el énfasis se pone en la formación científica sobre el cimiento ético heredado.

En los cuatro está presente un pensamiento humanista radical de valer universal. En él se articulan corrientes diversas tributarias de una identidad que sirve de sustento a las ideas filosóficas cubanas. Todo esto, como señalamos, alumbra el quehacer pedagógico concreto y las posibilidades de transformación ética del hombre a partir del desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura.

Entre los principales exponentes de la tradición pedagógica y filosófica cubana —Varela, Luz, Martí y Varona— no se produjeron choques irreconciliables, como tuvo lugar en la historia intelectual de Europa, muy por el contrario, se revela una continuidad y enriquecimiento entre las ideas de todos ellos. Es cierto que existen pensadores cubanos que no compartían esas ideas, como es el caso de los reformistas y autonomistas, que para algunos análisis específicos hicieron aportes a tomar en cuenta, pero la línea central de la historia intelectual de Cuba superó radicalmente estas corrientes.

Características

Otra característica singular de estos forjadores está en que tienen una marcada tendencia hacia la acción social y específicamente política, es decir, no se desconoce sino, por el contrario, se tienen muy presentes orientaciones hacia la práctica. Ellos persiguen orientarla hacia el propósito de la justicia y a partir de una política culta. Varela, diputado a Cortes, emigrado por razones políticas, fue un combatiente a favor de las ideas separatistas; Luz y Caballero realizan análisis sociológicos, incluso de carácter jurídico, y formula propuestas al respecto, pero se proyecta especialmente en la práctica de enseñar.

Mendive desde su sensibilidad poética asume la tarea formadora en una escuela para niños pobres y toma partido a favor de su patria. En estas figuras, el ideal de la cultura tiene que ver con la integralidad y la aplicación real de las ideas éticas y patrióticas.

Los rasgos fundamentales de esta herencia pedagógica que se halla en el corazón de la educación cubana se resumen en lo siguiente:

  • Destaca el papel de la ciencia y de los métodos de este carácter para estudiar el contenido de la naturaleza y sus potencialidades creativas a favor del hombre y del entorno ecológico.
  • Fortalece la ética alentando el amor a la familia, a la patria, a la humanidad y promueve junto a la idea martiana “Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas” el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.
  • Exalta la aspiración utópica a la justicia en su alcance genuinamente universal como sol del mundo moral.

Méritos

El mérito esencial de Mendive radica en haber permanecido fiel al legado pedagógico, ético y patriótico recibido y en haberlo trasmitido con la altura necesaria a las nuevas generaciones que le tocó educar. Puso su inmensa cultura y su sensibilidad poética al servicio de la enseñanza de los niños más necesitados lo cual consideró un deber y no una concesión.

Datos del autor

Armando Hart Dávalos. Destacado intelectual y político cubano. Nació en La Habana el 13 de junio de 1930. Siendo estudiante de la Universidad de La Habana se incorporó a la Juventud Ortodoxa. Cuando ocurrió el golpe de Estado el 10 de marzo de 1952 suscribió, como miembro de la Federación de Estudiantes Universitarios, una denuncia pública y participó activamente en la agitación estudiantil a favor de los principios democráticos. En ese mismo año se graduó de abogado. Integró el Movimiento Nacional Revolucionario de proyecciones democráticas, patrióticas y antiimperialistas. Integró la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio y tras el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista fue designado como ministro de Educación del gobierno revolucionario cubano, cargo que ocupó hasta 1965.

Formó parte de la dirección nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC). Al crearse el Partido Comunista de Cuba en 1965 fue elegido miembro del Comité Central y del Buró Político del Partido Comunista de Cuba. Fue designado ministro de Cultura desde la creación de dicho ministerio hasta 1997 en que pasó a dirigir la Oficina del Programa Martiano, adscripta al Consejo de Estado.

Véase también

Fuente