Francisco Matosas

Francisco Matosas
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NombreFrancisco Antonio Matosas i Amat
Nacimiento1886
Badalona, Cataluña, España.
Fallecimiento1947
OcupaciónConstructor catalán mercedista

Francisco Antonio Matosas i Amat. Constructor catalán residente en la Ciudad de Mercedes, en Soriano, Uruguay; que sin títulos que lo acreditaran, solo con su gran experiencia y su notable capacidad de trabajo y de observación, incomprendido para muchos, debió limitarse a ornamentar construcciones de su propiedad. Para sus contemporáneos y vecinos no era otra cosa que “un panadero al que le daba por hacer casas raras”.

Síntesis biográfica

Nació en 1886 en Badalona, Cataluña, España.

Inicios como constructor

Como tantos, debió emigrar a América en los albores del siglo XX, presumiblemente por sus vínculos con el anarquismo. Tras un pasaje por Santiago del Estero, donde es posible atribuirle varias muestras de arquitectura funeraria, hacia 1916 se estableció definitivamente en Mercedes, la capital de Soriano. De 1920, cuando se ganaba la vida en una jardinera vendiendo pan y galletas a domicilio, data la construcción de su primera casa, hoy demolida.

Evolución profesional

A partir de allí, desplegaría en no menos de veinte sitios sus técnicas y su imaginería dejando para la posteridad una obra original, de notoria influencia gaudiana y por lo tanto emparentada al modernismo catalán.

La destreza en el manejo de herramientas específicas de un escultor y la cercanía de los recursos empleados permiten suponer que en algún momento, seguramente en su región natal, Matosas debió de conocer en profundidad al menos parte de la genial y removedora obra de Antoni Gaudí. Los Jardines Artigas, en la Pobla de Lillet, con sus barandas de troncos, sus serpientes enroscadas y sus fuentes grutescas, motivos que tanto se repetirían en Matosas, así parecen demostrarlo. Su estadía de seis años en Argentina abriga también una posible relación con otro español, el escultor Rafael Delgado Castro.

No obstante, más allá de las influencias, lo sustancial de su obra fue producto de su tesón y disciplina. Aunque trabajaba sin modelos a la vista, a veces haciendo dibujos en el suelo o reelaborando mentalmente lo que veía en diarios y revistas que atraía su inspiración, existió en él una voluntad estética consciente y definida que, tomando como base una libre reinterpretación de lo gaudiano y/o de otros creadores del modernismo catalán, desembocó en un eclecticismo creativo, capaz de fagocitar nuevos ingredientes incorporados a lo largo de su vida.

En la década de los cuarentas Matosas sumó otros dos trabajos que amplían la dimensión de su obra: la llamada “casa del aviador”, con su homenaje a Luis Tuya, piloto mercedario que muriera en defensa de la República Española, y la casa de la calle Cassinoni 320, que recuerda un templo coronado por una vendedora de rosas.

Muerte

La muerte le llegó repentinamente en 1947 sin darle tiempo a revelar sus secretos a su ayudante preferido, Humberto Nazabay.

Su legado

"Casa del aviador" una de las Casas de Matosas

Quedaron sus casas, fieles testimonios a la espera de alguien que supiera apreciarlas. Aunque algunas continúan habitadas por sus descendientes, otras, a lo largo del tiempo, han sido parcialmente modificadas o destruidas. Su legado arquitectónico es considerado como patrimonio cultural de Iberoamérica. Sus casas tienen una marcada impronta del Modernismo catalán. Su obra tiene perfiles esotéricos: una de sus figuras que mas llama la atención es la de un busto de mujer que parece emrger de las aguas en el frente de su carnicería, la que está todavía en actividad, así como la panadería.

Un libro de investigación

Matosas, el constructor

Portada del Libro de Luis Morales Carrea.

Es un libro que trae una copiosa información y ricos testimonios de familiares y personas que conocieron íntimamente o trataron con habitualidad a Don Francisco Antonio Matosas Amat.

Luis Morales Carrea, Licenciado en Letras por la Universidad de La Habana, fotógrafo y profesor, dedicó más de cuatro años a recoger información y registrar y comprender la vida y la obra de Francisco Matosas, tuvo la capacidad de rastrear en profundidad los antecedentes disponibles, amalgamándolos con fotografías de fachadas, así como con las de esculturas, frisos, bajo relieves, detalles particulares, etc., de donde surge el perfil de una producción que insumiera decenas de años y las aristas de la personalidad del creador.

La masa de datos acumulados es muy valiosa y constituye una herramienta preciosa para proseguir indagaciones sobre una visión filogaudiana y muy personal del brillante ejecutor catalán.

Importante al estudio es también la contribución de Alejandro Michelena. El conocido autor de Montevideo la ciudad secreta, veterano cronista de paisajes urbanos, a pedido de Morales explora con erudición una veta no menos atrayente de las figuraciones matosianas: la muy probable presencia de un mensaje esotérico expresado a través de reiterados simbolismos masónicos, alquímicos y rosacruces. Los nexos entre los “ácratas” de principios de siglo y la francmasonería, la imagen del dios Mercurio presidiendo más de un edificio, las cabezas de leones alados con argollas en sus fauces, la estampa de un Cristo y triángulos, estrellas, rosas, cruces, columnas y pisos en damero blanco y negro conducen a adjuntar a la imaginería ornamental matosiana una iniciación en los secretos de la masonería y de otras corrientes esotéricas. Distintos caminos, el artístico y el espiritual, aquilatan la dimensión de una obra a la que ahora corresponde proteger y prestarle merecida atención.

Puede afirmarse que, a partir de esta invalorable contribución, será posible acceder, con nuevos trabajos, a una caracterización técnica más exacta de la disponible hoy, para ubicar al maestro en el cuadro de los pioneros de la estética constructiva de la primera mitad del siglo XX en el Uruguay.

Testimonios

  • Es por el testimonio del Sr. Humberto Nazabay -presente en el acto de referencia con su esposa, la Sra. Coti Acosta-, que Matosas recordaba sus labores de picapedrero en canteras españolas, lo que le permitiera el contacto con arquitectos, escultores y especialistas de la escuela barcelonesa.

En su época, los trabajos de Matosas despertaban, de primera intención, asombro por lo que no se acababa de entender bien. Un ser mitológico, una escena religiosa, unos símbolos esotéricos y figuraciones menos comunes, sorprendían. Interpretar aquellos ámbitos, resaltados por colores no habituales, con un fuerte acento en los rojos y los ocres, no estaba al alcance de todos hacerlo.

  • Su ex alumno, válido de su saber académico, pone ahora, bajo un haz de luz, la labor de aquel forjador severo que fue Don Francisco Matosas.

Como uno más, puedo dar fe de la labor de este auténtico trabajador. Viví muy cerca de su domicilio y nuestras familias se trataron muy amistosamente. Conocí a sus descendientes. Vi cruzar a Matosas por las calles mercedarias, con la antigua indumentaria blanca, característica del gremio de los albañiles más calificados; casi siempre acompañado por su fiel oficial y amigo, el Sr. Vallejo.

Matosas vivió horas duras en su España natal. Época de ásperas represiones antiobreras. Asistió al parto de la nueva arquitectura y al sueño político del mundo trabajador de los años 17 del siglo XX. Como emigrante conoció las inestabilidades económicas del sistema de dependencia de la América Nueva.

Fue un individuo indoblegable, un esteta y un pensador que levantó su tribuna sobre los andamios. Estuvo identificado con los anhelos de libertad. Muy seguramente, fue embuido de este sentimiento, que dedicó la escultura al aviador Luis Tuya Martínez, en la ochava de la calle Florida (hoy Castro Careaga) y Rivera. Se trataba de un homenaje al mercedario que quebró sus alas en defensa de la República Española, formando parte de las Brigadas Internacionales. De Matosas se ha de seguir hablando.

Fuentes