Gerónimo Borao y Clemente

Gerónimo Borao y Clemente
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Nacimiento1821
Zaragoza, Bandera de España España
Fallecimiento1878
Zaragoza, Bandera de España España

Gerónimo Borao y Clemente. Fue un catedrático, escritor y político español, la figura más importante del romanticismo aragonés.

Síntesis biográfica

(Zaragoza, 1821 - id., 1878). Catedrático, escritor y político. La figura más importante del romanticismo aragonés quedó huérfano de padre a los quince años y se educó en el colegio de Escolapios, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País y en la Universidad de Zaragoza, por la que en 1843 fue licenciado en Derecho. En 1847 obtuvo en ella la cátedra de Literatura General y Española y, dos años después, su importante discurso inaugural del curso académico sobre las relaciones de literatura y política, vistas desde los principios del romanticismo liberal le supuso una suspensión de empleo y sueldo (ya en 1848 las conspiraciones de aquel año le llevaron a unos meses de prisión que pasó en la de Valencia). Políticamente, Borao estuvo siempre vinculado al progresismo y a la persona del general Espartero. En su nombre, actuó en la revolución de julio de 1854 y dejó los recuerdos de aquellas decisivas jornadas aragonesas en la Historia del alzamiento de Zaragoza en 1854 (1855). Tras el triunfo, fue diputado por su ciudad a las Constituyentes y, en lo sucesivo, presencia obligada en las actividades y pronunciamientos del progresismo zaragozano: rector de la Universidad por tres veces, vicepresidente de la Exposición Regional de 1868, miembro de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza y correspondiente de las Reales de la Historia y de la Lengua, etc.

Borao fue un entusiasta romántico hasta el final de sus días y pese a lo tardío de su nacimiento (cierto que compensado con una asombrosa precocidad como escritor). En 1840 colaboró en la fundación del Liceo Artístico y Literario y en la redacción de su Revista La Aurora, tras cuya desaparición aún dirigió El Suspiro, publicación de parecidas características. Incluso, ya al final de su vida, estuvo entre los redactores más activos de la primera Revista de Aragón. No muy dotado para la poesía lírica, escribió, sin embargo, muchos versos que recogieron las Poesías impresas por Calixto Ariño en 1869, de entre ellos, interesan más los histórico-políticos «Lanuza» (1840), «Zaragoza en su 5 de marzo» (1842), «A Azara» (1850), o los que reflejan su entusiasmo bélico por la guerra de 1859 contra Marruecos y aun los poemas de ocasión como los dedicados a los ferrocarriles que enlazan Zaragoza con Barcelona y Madrid, que las composiciones amorosas de álbum o abanico femenino, o los epigramas satíricos y las traducciones de sonetos italianos famosos. Curioso es, no obstante, el «dance» a Nuestra Señora de Magallón, en Leciñena, compuesto en 1837, a la usanza de ese tipo de representaciones populares. Con no mejor fortuna, cultivó el drama histórico: Las hijas del Cid (1842), Los condes de Portugal, Los fueros de la Unión (1862) y, sobre todo, Alfonso el Batallador (1868; representado en su memoria en 1878 con gran éxito), son, junto a las obras de José María Huici, lo más importante del drama romántico aragonés y, por lo que hace a los dos últimos títulos, una pieza excepcional en la creación de la conciencia regionalista del XIX. La actividad académica de Borao fue muy variada y también muy típica de las limitaciones de las universidades provincianas del siglo pasado, coloreadas en su caso por un fervoroso aragonesismo. Además del Diccionario de voces aragonesas (1850), publicó una monografía con Noticias de Don Jerónimo Ximénez de Urrea y de su novela inédita «Don Clarisel de las Flores» (1866), un curioso Tratado de ajedrez y aun otro Tratado de aritmética. Más importantes son sus trabajos sobre La imprenta en Zaragoza (1860) y su memoria sobre Historia de la Universidad de Zaragoza.

Borao tuvo una cierta proyección nacional y colaboró en destacadas revistas de su tiempo: para La América escribió las biografías de Félix de Latassa y Ortín y Faustino Casamayor y Ceballos; para El Museo Universal, la de Pignatelli; para La Ilustración Española y Americana, bastantes trabajos de preceptiva literaria (tan interesantes como los que vieron la luz en La Aurora) y un poema dedicado a Manuel Bretón de los Herreros.

Linguística

Dentro de la fecunda y copiosa obra de don Jerónimo Borao ocupa un lugar importante la dedicada al aspecto lingüístico aragonés, que estudió con entusiasmo y profundidad, desde que en 1856 publicara, en una revista de temas educativos, un estudio sobre los diminutivos, dedicando especial atención a los terminados en -ico.

En 1859 publicaba la primera edición de su Diccionario de voces aragonesas, precedido de una introducción filológico-histórica. Recoge en él 2.959 voces, las cuales no todas son aragonesas, sino que aparecen también algunas castellanas usadas en Aragón. Es, sin embargo, un excelente vocabulario de voces aragonesas, del que se han nutrido autores posteriores, y ha sido insustituible hasta la aparición de modernos diccionarios. Recoge gran cantidad de términos técnicos, forales, de riego, agricultura, pesas y medidas, y de otros muchos aspectos de la vida aragonesa, en ocasiones con comentarios y citas históricas. En su Introducción analiza la evolución histórica del aragonés y formula su teoría sobre el mismo, atribuyéndole un origen común al castellano y considerando que fue absorbido por éste. No tiene, pues, conciencia de que se halla recogiendo el vocabulario de una lengua distinta a la castellana, y estima que las palabras de su vocabulario son asimilables por el castellano y susceptibles de ser incluidas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua.

Muerte

Murió cuando estaba preparando la segunda edición, con un total de 4.000 voces. En 1908 se dio a la estampa esta segunda edición, con un prólogo redactado por don Faustino Sancho y Gil en 1884, en el que se glosa ampliamente la figura y la obra de Borao, en un estilo pleno de barroquismo decadente, con una profusión de citas históricas y literarias dotadas de una exuberancia delirante. Se añadía también unas Colecciones de voces usadas en la comarca de la Litera, de don Benito Coll y Altabás, y las de uso en Aragón, por don Luis V. López Puyoles y don José Valenzuela La Rosa.

Fuentes