Grabado Colonial

Arte
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Grabado Colonial. El arte colonial español fue forjado en los territorios más remotos del imperio español, siendo producido por artistas semiletrados que jamás pusieron pie en Europa. Por otro lado, el arte colonial, sin dejar de ser sui generis, revela una innegable impronta europea, tanto en su forma como en su contenido.

Los grabados sobre Cuba

Recién sucedido el encuentro entre Europa y América, los primeros grabados en los que aparece la Isla tendrán un carácter descriptivo y utilitario, y su finalidad será facilitar la navegación en el área, representada en mapas y cartas náuticas, que ofrecerán los primeros contornos de las tierras descubiertas.

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Estas representaciones, incisas en Europa, aportan las primeras imágenes de la topografía insular cuando narran hechos bélicos (como el apresamiento de la Flota de La Plata, en 1628, por el corsario holandés Piet Heyn, en la Bahía de Matanzas) u ofrecen recreaciones de la Villa de San Cristóbal de La Habana, siempre codiciada por su posición estratégica en el tráfico del tesoro americano hacia España, que se muestra coronada de cúpulas con forma de linterna turca en los grabados holandeses del siglo XVII. Cada vez más precisa en sus detalles arquitectónicos y defensivos, La Habana será también tema de atención para los grabadores ingleses. En la segunda mitad del siglo XVIII, Pierre Charles Cannot apresa en el metal los aspectos significativos del Castillo del Morro y la bahía. Estos grabados serán el antecedente directo de las series desarrolladas con el tema de la toma y ocupación de La Habana por los ingleses, basados en los dibujos de la plaza por Dominique Serres y Elías Dunford, realizados entre 1762 y 1763. Este último daría a la iconografía insular las primeras vistas de las plazas coloniales de la ciudad principal.

El grabado hecho en Cuba

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Los pasos iniciales del grabado en Cuba van paralelamente con la introducción de la imprenta. El primer impresor conocido es el flamenco Juan Carlos Habré, asentado en La Habana alrededor de 1723 y a quien se atribuye la primera xilografía conocida: un escudo español que acompaña la Tarifa General de precios de las medicinas (1723). Con la propagación de la letra impresa, se acrecienta en la Isla la necesidad de viñetas e ilustraciones, cuyo encargo e importación desde el extranjero dificultaba la rapidez en los servicios de los impresores. En este mundo tipográfico, se desarrolla el primer grabador nacido en Cuba, Francisco Javier Báez (1746-1818). Estuvo vinculado durante algunos años a la imprenta que Francisco José Boloña estableció en La Habana en 1776 y su obra desarrolla, además de la ilustración y algunos retratos esporádicos, la estampa religiosa. Aunque la literatura recoge los nombres de otros grabadores del país como Pedro Bázquez, M. de la Cruz y Francisco Navarro (quien había realizado una lámina sobre el sitio de La Habana por los ingleses), el segundo grabador importante, durante el siglo XVIII, será Manuel Antonio Parra, quien realiza las ilustraciones calcográficas que acompañan la obra de su padre –el naturalista Antonio Parra, natural de Portugal- Peces y crustáceos de la Isla de Cuba (1787), publicada en la Imprenta del Gobierno.

La estampa litográfica

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El grabado en Cuba, entre los siglos XVIII y XIX, transita sobre soportes de madera y metal. Durante estos años, la antigua colonia de servicio se transforma, gracias al auge azucarero, en una colonia de plantación, mientras la oligarquía criolla hace confluir sus intereses en un órgano que la representa, la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP), fundada en La Habana, en 1793. Interesados sus miembros en promover obras de carácter científico, sobre adelantos tecnológicos y aplicaciones médicas, no dudaron en asociarse para la publicación de sus Memorias en la primera imprenta litográfica establecida en el país (hecho que ha quedado fijado por la Dra. Zoila Lapique como ocurrido en el año 1822, en La Habana, por iniciativa del francés Santiago Lessieur). La Litografía de La Habana se especializó en la edición de partituras musicales del Periódico Musical y tuvo como asociado al pintor francés Hippolyte Garneray.
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La segunda ciudad en sumarse a la actividad litográfica fue Santiago de Cuba, donde Juan de Mata Tejada (1786-1835), interesado en las posibilidades artísticas del invento de Senefelder, importó una máquina litográfica y aprendió de forma empírica su manejo. Entre 1834 y 1835, cuando muere, Tejada imparte clases gratuitas a jóvenes santiagueros en su taller privado, a solicitud de la Sociedad Económica de esa ciudad. Luego de estos ensayos primigenios –de corta duración- y hasta mediados de siglo, se suceden en el país nuevas empresas litográficas, en las que convergen dibujantes y grabadores, cubanos y extranjeros. Con la Litografía de la Sociedad Patriótica de la Habana, establecida en 1839, bajo la dirección de los franceses Francisco Cosnier y Alejandro Moreau, llega el influjo de los libros de viajes, puestos de moda por el Romanticismo en Europa. Entre las imágenes de la Isla que se publican en forma de álbum –editadas por entregas–, se destacan las que realiza el dibujante y grabador Federico Mialhe, quien será el primero en auxiliarse del daguerrotipo para aumentar la fidelidad de sus estampas: Isla de Cuba pintoresca (1839-1842) contiene paisajes urbanos y rurales de La Habana, Matanzas y Vuelta Abajo. En las últimas estampas del álbum, se añaden algunos temas costumbristas, que Mialhe desarrollará en un álbum posterior realizado para la Litografía de Louis Marquier. En Viaje pintoresco alrededor de la Isla de Cuba (1848), se hallan Día de Reyes, El panadero o El zapateado, que anuncian ya el interés en los aspectos que van conformando la nacionalidad cubana. Luego de la aparición de varias series –editadas por la Litografía del Gobierno, la Casa Bernardo May y Cía., y otros– aparecen como innovación las vistas panorámicas, recogidas en Isla de Cuba pintoresca (1858), dibujado y grabado por Eduardo Laplante y Leonardo Barañano, donde los paisajes de gran profundidad y mayor tamaño invitan a enmarcar y colgar las estampas. La tradición xilográfica cubana tendrá continuidad durante el siglo XIX, en artistas como Santiago Veza y José Robles, quien llevó a la madera los primeros trabajos de Víctor Patricio Landaluze y Uriarte en Cuba. José Baturone, entre otros, incursiona en la litografía –que se enseñaba en la Escuela para Litógrafos de la Sociedad Económica–, y su trabajo más relevante es Álbum Californiano (1848), realizado junto al español Augusto Ferrán. En la ciudad de Matanzas, el cubano José López Martínez ilustra la serie Matanzas (ca.1850-54), impresa en la Litografía Matancera, propiedad del catalán Pablo Fonoll. Desde mediados de siglo, la crisis económica y política de la Colonia dejará en manos del ramo del tabaco, mantener el ritmo de las prensas. En 1848, la Litografía del Gobierno, propiedad de los hermanos Costa, imprimía reproducciones litográficas para 412 marcas de tabacos y cigarros, firmadas algunas por los jóvenes cubanos Santiago Martín y Manuel Méndez. La belleza de la marquilla que decoraba las cajas de tabaco –costumbre introducida por Ramón Allones en la tabaquería La Eminencia- alcanzó su clímax cuando la firma de Luis Susini e Hijo importa la primera máquina de cromolitografiar para reproducir en colores las cajetillas de cigarrillos de La Honradez. Para la presentación atractiva y lujosa del tabaco, se desarrolla en las habilitaciones una amplia iconografía de vegas tabacaleras, personajes célebres y escenas típicas de la época, ejecutados con un magnífico dibujo que convierte estos diseños industriales en verdaderas joyas del arte del grabado. No exentas de humor, series como Vida y muerte de la mulata, desarrolladas por varias marcas de cigarros, indican la prevalencia del tema costumbrista, que tendrá su mejor expresión en el álbum Tipos y Costumbres de la Isla de Cuba (1881), ilustrado por Víctor Patricio Landaluze. Para cerrar el siglo XIX, el amplio desarrollo de la litografía se enriqueció con la tecnificación y el auge de la fotografía. La fototipia (introducida por Taveira), el grabador eléctrico, la fotolitografía y el fotograbado, serán el legado colonial a las artes aplicadas cubanas, y sobre él se asienta el diseño gráfico del Cambio de Siglo.

Fuentes