La Lorenzada

La Lorenzada
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Fecha:1836
Lugar:Bandera de Cuba Cuba
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba CubaBandera de España España
Líderes:
General Manuel Lorenzo
Ejecutores o responsables del hecho:
General Manuel Lorenzo

La Lorenzada. Pronunciamiento constitucionalista protagonizado por el gobernador de Santiago de Cuba, General Manuel Lorenzo y aplastado por el capitán general y gobernador de la Isla Miguel Tacón Rosique, que demostró a los criollos cómo las libertades constitucionales promulgadas en la Península no atravesaban el Atlántico.

Historia

El General Manuel Lorenzo, de antecedentes y convicciones liberales, se había destacado en España luchando contra los carlistas y gobernaba en Santiago de Cuba desde el 19 de julio de 1835; pero su filiación política preocupaba a Tacón, quien intentó restarle fuerzas ordenándole trasladar la mayor parte de sus tropas a Puerto Príncipe, a lo que el gobernador santiaguero se negó hasta recibir órdenes expresas desde Madrid de hacerlo y de subordinarse totalmente al capitán general. Mientras, en la capital española, el Motín de la Granja obligó a la regente María Cristina a proclamar la Constitución de 1812 y dio el poder al Partido Liberal burgués español.

El 29 de septiembre de 1836, llegó a Santiago de Cuba, procedente de Cádiz, el bergantín Guadalupe con la noticia y el real decreto firmado el 13 de agosto, que mandaba a jurar la Constitución en todas las provincias del reino. El gobernador santiaguero, apoyado por los terratenientes orientales y por algunos fieles seguidores, como su cuñado Manuel María Arcana, segundo jefe del Bon. Cataluña, el Coronel de milicias Juan Kindelán y otros, se apresuraron a jurar la Carta Magna, reestablecer el ayuntamiento y la diputación provincial y crear dos batallones de milicias nacionales. Tacón se mantuvo a la expectativa; pero se cercioró de que las autoridades de Puerto Príncipe no estaban a favor de la Constitución, con lo que el movimiento quedaba aislado en Oriente.

El 12 de octubre, el capitán general, recibió instrucciones desde Madrid, en las que le confirmaban que lo válido para la Península no era extensivo a las colonias y lo autorizaban a actuar a discreción. Con tal respaldo, Tacón tomó la iniciativa. Dos días después ordenó al comandante del apostadero de La Habana bloquear los puertos orientales, destituyó a Lorenzo y le ordenó entregar el mando al Brigadier Juan de Moya, al tiempo que preparaba una expedición para liquidar el pronunciamiento. Por su parte, Lorenzo arrestó a Moya, armó a la milicia y puso al departamento en estado de defensa. Trató también de ganarse Puerto Príncipe pero no lo consiguió; en cambio, 400 jinetes procedentes de esa ciudad marcharon sobre Santiago.

En La Habana, Tacón concentraba 3 000 hombres, lo que hizo titubear a la mayor parte de los seguidores de Lorenzo, entre quienes el enviado secreto de Tacón, Coronel Santiago Fortún y el arzobispo de Santiago, Cirilo Alameda, encontraron campo propicio para su labor de zapa e intimidación. La llegada, desde Madrid, de disposiciones expresas que desautorizaban oficialmente las medidas tomadas por Lorenzo, fue el golpe de gracia al movimiento.

Obró también en su contra el cónsul británico en Santiago de Cuba, copropietario de las minas de El Cobre (donde los británicos tenían invertidos diez millones de pesos), a quien el bloqueo naval decretado por Tacón había paralizado sus operaciones. El cónsul persuadió a Lorenzo de que su causa no tenía partidarios y le ofreció la salida en la fragata inglesa Vestal.

El 18 de diciembre, la mayoría de los adeptos al gobernador santiaguero le comunicaron que no le seguirían más; el 19 las guarniciones de Bayamo y Guisa se insubordinaron y el 21, en reunión de jefes, Lorenzo entregó el mando al Coronel Fortún. Al día siguiente, el exgobernador del Departamento Oriental con sus más fieles seguidores abandonó el territorio nacional a bordo de la Vestal, con lo que se puso punto final a la intentona. Sin embargo, Tacón marchó sobre Santiago y escarmentó con singular saña todo vestigio constitucionalista, lo que le valió los títulos de marqués de la Unión de Cuba y vizconde de Bayamo.

Para los criollos quedaba claro lo que ya las Cortes españolas habían acordado en sesión secreta del 16 de enero de 1837: las libertades peninsulares no alcanzaban las costas cubanas; los criollos tenían que olvidarse de la Constitución y seguir viviendo bajo el régimen de facultades omnímodas.

Fuente