La leyenda de Caniquí

La leyenda de Caniquí
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Leyenda
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Es originaria de:Mitos y leyendas populares de Trinidad

La leyenda de Caniquí. Filomeno Bicunia nació a principios del siglo XIX en la casa solariega de los Pablos, una de las más viejas y distinguida familias trinitarias. Desde pequeño había sido consentido por sus dueños, pero a medida que crecía los juegos infantiles se convertían en desafueros que lo llevaron varias veces al cepo.

Historia

Sus amos decidieron darle la libertad y enrolarlo en la marina de guerra para hacerle rectificar su vida, pero todo fue inútil, al serle impuesto un castigo por herir a un compañero de armas desertó del barco que se encontraba anclado en la bahía de Manzanillo.

Al escaparse llegó a Trinidad convirtiéndose en bandolero y haciendo su vivienda en la playa María Aguilar. Conocía todos los escondites, los atajos y sobre todo los laberintos que unían las cuevas que atravesaban la villa y que conducen al mar.

A Caniquí, apodo con el que se le conocía, se le achacaron muchos asaltos y robos y le atribuían poderes sobrenaturales pues se esfumaba rápidamente del lugar donde realizaba sus fechorías. La imagen popular lo hacía convertirse en un gavilán, un venado o en rayo, más lo cierto es que nunca podía ser detenido.

Ante el temor de los ricos hacendados a Caniquí, el Alcalde Mayor de la villa Don Pedro Gabriel, daba una enorme recompensa al que favoreciera su captura vivo o muerto.

Hechos

Una tarde pasó un yerbero pregonando frente a la casa del Alcalde, el calecero lo llamó y le dijo que dejara un mazo en la caballeriza. El yerbero atravesó el patio y vio al Alcalde en su escritorio y cuando estuvo frente a él le puso un revólver en el pecho y le dijo:

-Si yo no le he hecho na´, ¿pa' que disponen que me resigan? El hombre casi muere del susto y ni ayuda pidió porque perdió el habla. -¡No tenga “mieo”, que na' le voy hace'! El yerbero corrió hacia fuera de la casa y se perdió en la calle “Cristo”.

Captura

Ante todo esto, el Teniente Gobernador pidió ayuda al famoso Capitán Domingo Armona, quien llegó a Trinidad en la noche del 19 de abril de 1834, después de un par de horas de descanso, siguió a Casilda, al conocer por una persona llamada Azotes que Caniquí se encontraba en María Aguilar celebrando una fiesta de Santos.

En la madrugada, Armona atravesó con sus hombres el marañonal del lugar conocido como “Los Diasmones” y aún sin aclarar llegó a la playa. Pronto le avisaron a Caniquí de su llegada y ágil como un leopardo se lanzó al mar en busca de una ruta que hoy le llaman “La cueva de Caniquí”. Los hombres de Armona se subieron a varias canoas y al acercarse le dieron el alto tres veces y al no responder mandó a disparar. Se cuenta que el cadáver fue rescatado con la cabeza totalmente destrozada.

-¡Hurraaa…!-gritaban los soldados-¡Ha muerto el perro jíbaro!

Fue llevado y expuesto en Trinidad en la Plaza de Paula, mucha gente fue a ver al bandolero para cerciorarse de su muerte. Dentro de ellos había un yerbero con un sombrero de guano ancho que le tapaba las sienes, ocultando una sonrisa irónica que tenía entre sus labios. Azotes desapareció misteriosamente de la zona y nunca más fue visto ni se tuvo noticias suyas.

Fuentes