Las Ruinas de la Muralla

Las Ruinas de la Muralla
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Las Ruinas de la Muralla.jpg
Autor(a)(es)(as)Jesús Izcaray
Editorial:Arte y Literatura
GéneroNovela
EdiciónEliana Dávila
Diseño de cubiertaManuel Lázaro
Primera ediciónArte y Literatura, 1978
PaísBandera de España España

Las Ruinas de la Muralla. Jesús Izcaray muestra una novela que consta de 303 páginas, en las que presenta una amplia imagen de España, a través de diversos sectores y de varias generaciones.

Argumento

Esta es una novela de tema político profundo. Su autor bucea en la memoria de los personajes –un grupo de exiliados de España en el París de los años 60- y, de este modo, sumerge al lector, lentamente, en un mundo donde las transposiciones temporales se suceden, la vida española irrumpe con su inevitable carga de violencia y frustración.

Ha recibido críticas en su país por esta novela como por ejemplo este escrito: Lo malo, en esta novela no es que sobren la ideología y la política: es que están de prestado. Es que no desempeñan su función artística. Es que son elementos de encubrimiento y de idealización de la realidad, en lugar de serlo de su desvelamiento y de su aprehensión realista. Y ello, porque son exteriores a la obra, apriorísticos.

Personajes

Higinio –personaje de la novela– se inspira en el hombre de verdad que fue Benigno Rodríguez, no considerado así por el crítico de la obra.

Con los recuerdos de Higinio hambriento, preso en Alcalá, combatiente por la causa, lleva al lector de la mano, como sin querer, a las realidades pasadas de las criaturas que se mueven junto con el personaje principal en las páginas de la novela.

Higinio. Estevan Valdés. Gonzalo. Vicente. Mariluz. Jacqueline. Ivonne. Nogueras. Higinio otra vez, porque es nombre siempre presente, porque es el sacrificio constante de una vida consagrada a la humanidad. Desde antes del 36, desde el 28 precisamente. El escenario muestra al lector el París,del 63, muy distinto al que se conoció en el 39, los refugiados políticos que abandonaron a España.

Crítica a la obra

[1]
La primera motivación, la principal raíz del naturalismo de Izcaray, reside en su concepción de la política y en el método seguido para introducir la política en su universo novelesco. Me aclaro enseguida, para evitar, en la medida de lo posible, falsas interpretaciones. La raíz del naturalismo de Izcaray no reside en la ideología comunista que le inspira, ni en el hecho de que su novela sea tendenciosa, como diría Engels, de que sea política.

Reside en algo muy diferente: en que su ideología no funciona como instrumento crítico, medio de aprehensión de la realidad, sino como mediación ilusoria, cuasi religiosa, entre el proyecto novelesco y la realidad reflejada. Reside la raíz de su naturalismo en que la política nunca está inserta en la situación, sino que es como un barniz, como un pegote apriorístico. La novela, en una palabra, se politiza, mal y superficialmente, sólo en función del autor, nunca en función de las situaciones y de los personajes. Ideología y política son siempre algo exterior a la estructura real de la obra, nunca están interiorizadas.

Lo malo, en Las ruinas de la muralla no es que sobren la ideología y la política: es que están de prestado. Es que no desempeñan su función artística. Es que son elementos de encubrimiento y de idealización de la realidad, en lugar de serlo de su desvelamiento y de su aprehensión realista. Y ello, porque son exteriores a la obra, apriorísticos.

Hace años que Esteban Valdés no ha estado en España, y éste es el primer viaje que hace con su mujer. Desde la ventanilla del tren, Valdés contempla el paisaje y lo comenta, para su compañera. Desde sus primeras palabras, nos damos cuenta de que vamos a asistir a un breve curso de formación política acelerada: «No hay paisaje, pero habrá que hacerlo –soñó él volviendo a coger el hilo de su idea anterior. Cuestión de agua, de árboles, de que la gente de estos campos trabaje para sí y no para el diablo... Entonces, esta tierra, probablemente no será tan patética, pero será más humana...»

Y yo me pregunto: ¿ por qué los comunistas de tantas novelas comunistas hablan como tontos de solemnidad? ¿Por qué son cursis, grandilocuentes y pesados? En el compartimento del tren, Izcaray ha reunido a unos cuantos «personajes típicos», que le van a permitir ilustrar su breve curso político. Allí tenemos al guardia de la Policía Armada, simpático y desastrado, representante químicamente puro de los «miembros de las fuerzas armadas y de orden público, cuyos intereses no consisten en defender un régimen gastado y en plena descomposición, sino en contribuir a que la voluntad popular se abra camino sin violencias sangrientas». (Ahora, no cito a Izcaray, cito un documento político).

En fin de cuentas, la novela de Izcaray pone crudamente de manifiesto la crisis del naturalismo populista y a medida que nos vamos adentrando en los tediosos senderos de su obra, parece que nos hundimos, desganadamente, entre los escombros del naturalismo

Datos del autor

Jesús Izcaray Cebriano. Nació en Béjar, Salamanca, España, en 1908. En 1916 se trasladó a Madrid con una tía suya y, desde allí, a Burgos, en 1921. Durante su servicio militar en el Regimiento Militar León, volvió a Madrid. En 1936 pasó a la redacción del diario Ahora, siendo cronista de la guerra provocada por la rebelión militar del general Franco hasta el final de la misma, lo que simultaneó en las redacciones de Mundo Obrero y de la revista Estampa. En 1937 es nombrado redactor jefe de Mundo Obrero.

En 1938 se le concedió el Premio Nacional de Literatura. En febrero de 1939 emprende el camino del exilio. Comienza a trabajar de redactor jefe del primer periódico del exilio republicano España Popular en México. En 1944 regresa clandestinamente a España. En 1945, dirige el Partido Comunista de Valencia, su actividad y participación de las guerrillas en esos años fueron publicadas posteriormente en Mundo Obrero, crónicas que fueron editadas bajo el título de Las guerrillas de Levante.

Fue colaborador de la revista Independencia “Revista quincenal de cultura española”, cuyo primer número fue publicado en París, en octubre de 1946. En 1949 se establece en París, regresando a España en 1976, fijando su residencia en Madrid, donde falleció el 10 de enero de 1980, a los setenta y un años de edad.

Entre sus obras se destacan: La hondonada, publicada en México en 1961, La Noche adelante (1962), Madame García tras los cristales (1969), Un muchacho en la Puerta del Sol (1973) y Cuando estallaron los volcanes (1979). La guerra que yo viví. Crónicas de los frentes españoles (1936- 1939) (1978).

Referencia

  1. Crítica. Cuadernos de Ruedo ibérico «Las ruinas de la muralla» o los escombros del naturalismo. París, junio-julio 1965. Número 1. Páginas 88-89. Disponible en: "www.filosofia.org". Consultado: 28 de octubre de 2011.

Fuente