Las relaciones raciales en Cuba (libro)

Las relaciones raciales en Cuba
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El libro constituye un valioso aporte al tema y debate sobre el racismo con un enfoque actual y científico.
Título originalLas relaciones raciales en Cuba
Autor(a)(es)(as)Colectivo de autores
Editorial:Editorial Arte y Literatura, La Habana, Cuba
ISBN959-08-0518-3
PaísBandera de Cuba Cuba

Las relaciones raciales en Cuba. Libro que contiene un estudio iniciado en 1993 por un grupo de investigadores del Instituto Cubano de Antropología del CITMA. Constituye un material valioso en las ciencias sociales cubanas. De esta investigación no solo se obtiene un diagnóstico sobre el prejuicio y la problemática racial en la sociedad cubana, sino que se ofrecen diversas recomendaciones para enfrentar el problema del racismo.

Líneas temáticas

La primera línea temática gira alrededor de la interrelación de la estructura socioclasista y racial en el contexto sociolaboral, en el análisis de los sectores emergentes de la economía y de los procesos de movilidad relacionados con ellos.

En segundo lugar, se enfatiza la caracterización etnocultural de los grupos raciales atendiendo a los aspectos relacionados con la vivienda, la religión y las relaciones interraciales.

Los factores condicionantes del prejuicio y la discriminación racial, sobre todo desde el marco familiar, es la tercera línea temática de esta edición de la Fundación Fernando Ortiz financiada por el Fondo de Desarrollo para la Educación y la Cultura.

Temas del libro

Es posible que entre los temas intrínsecamente antropológicos más debatidos estén los referidos a la diversidad de la especie humana y a las relaciones interraciales.

Desde el propio surgimiento y definición de la ciencia antropológica hasta hoy día, el racismo y las teorías contrarias han encontrado un álgido campo de batalla, en el que por momentos el antirracismo parece vencer.

Los estudios contemporáneos sobre el racismo y sus expresiones dan cuenta de estos cambios que se producen, generando un racismo de nuevo tipo, calificado de diversas maneras, en contraposición con el tradicional: nuevo racismo, racismo simbólico, racismo moderno, racismo diferencialista, neorracismo blando, racismo aversivo, racismo ambivalente, racismo latente, racismo pos moderno, entre otros (Espelt y Javaloy, 1997).

En el racismo actual el sello distintivo y generalizador es la forma sutil de sus pronunciamientos. Si el racismo tradicional era perfectamente identificable y declaradamente agresivo y establecía la desigualdad entre las razas y la superioridad de unas sobre otras, el racismo posmoderno actúa tras las brumas de determinada aceptación y tolerancia del "otro", pero proponiendo que las razas no son superiores ni inferiores sino diferentes, y por tanto no hay posibilidad de dialogar para establecer normas de convivencia comunes.

Las migraciones de países del Tercer Mundo hacia Europa y los Estados Unidos, la situación de los re­fugiados, los conflictos interétnicos, los religiosos, los fronterizos, los desastres ecológicos, la caída del campo socialista y, en especial, de la Unión Soviética, el hegemonismo: todos estos fenómenos que caracterizaron los finales del siglo XX y forman parte de los inicios del XXI, han provocado que el racismo se convierta, como nunca antes, en un proceso global y globalizador, pues con él se hacen concomitantes otros problemas de carácter ideológico, político, cultural, social, legal.

En particular en Cuba, el racismo —sin otros eufemismos edulcorantes de la realidad— encontró, en la explotación de la mano de obra del negro esclavo durante la Colonia, y en las estructuras de dominación en las que devino luego el capitalismo dependiente, condiciones propicias para afirmarse profundamente en las ideologías, la psicología social y las prácticas cotidianas. Se instituyó en el modo de vida, para formar parte de una herencia estructural y cultural que debió sufrir y enfrentar el revolucionario de cada una de las etapas formativas de la nación.

Para abordar el tema de las relaciones raciales en Cuba, se ahce necesario que se bosquejen aquellos aspectos que en el plano histórico definen las particularidades del proceso de integración sociorracial del pueblo cubano, y que en buena medida explican los matices que muestra la situación actual. Más adelante se emprende un intento en esa dirección, que incluye la mención a algunas referencias historiográficas fundamentales que constituyeron hitos en el tratamiento de la problemática en la Isla e incidieron en sus manifestaciones en la práctica social.


Aclaraciones teórico-metodológicas preliminares

El tema de las razas ha sido uno de los más debatidos en las ciencias sociales, su conceptualización, en distintos contextos históricos y socioeconómicos concretos, ha enfrentado a numerosos antropólogos físicos y socioculturales de las más diversas corrientes a lo largo de la historia y hasta la actualidad. En la Antropología contemporánea se discute desde el valor epistemológico del término, hasta sus significantes sociales y culturales. En ello ha incidido la propia historia del vocablo “raza”, que no ha podido librarse de su "mala cuna" y "mala vida".

Pueden distinguirse tres momentos fundamentales, en buena medida en orden cronológico, en los diversos enfoques que aparecen en la literatura sobre el tema: la "naturalización" de las diferencias, influida por el desarrollo de las ciencias naturales; el racismo "científico", relacionado con el darwinismo social, y la era de la "construcción social de la raza" (Bello, 2000:5-7).

Fernando Ortiz ubica la aparición del término en el Siglo XII en las lenguas romances, con un sentido despectivo hacia determinado grupo o personas. En los Siglos XV yXVI se aplica a humanos y animales, lo que implica una acepción zoológica. Ortiz supone que su sentido peyorativo y zoológico hizo posible su aplicación a los esclavos en las primeras etapas de la trata negrera, a la vez que se expandían por Europa "los conceptos discriminadores basados en predeterminaciones antropológicas, en maldiciones bíblicas y en fatalismos zoológicos". En las ciencias, se intro­duce en 1684 por el francés F. Bernier en un estudio antropológico; por lo que Ortiz afirma que pasa de "la jerga esclavera al habla popular y común y al lenguaje de los naturalistas y antropólogos", para clasificar al hombre por sus caracteres externos y diferenciadores (Ortiz, 1975).

Hoy la ciencia ha demostrado la unidad de la especie humana, se rechaza la "pureza" de las razas y se niega que tengan un significado científico. Incluso se discute la conveniencia de la propia utilización del término “raza”, aun cuando se aplique a la variabilidad biológica humana, al conjunto de caracteres físicos externos hereditarios, formados en el devenir histórico, que no son afectados por factores sociales como la educación o la tradición, y que se encuentran distribuidos o esparcidos espacial mente con independencia de las divisiones étnicas.

Y es que el empleo de la categoría raza en las ciencias debe tener en cuenta, entre otros aspectos, que no solo clasifica biológicamente, sino que, más aún, cualifica socialmente, a partir de la trayectoria histórica de su utilización y de la diversidad de significados, definiciones y enfoques, que incluyen nociones de jerarquización biológica y social ligadas a políticas e Ideologías racistas. Pero, a sabiendas de que su uso refleja la existencia indiscutida de determinadas realidades sociales signadas por los estereotipos, los prejuicios y la discriminación, se plantea la necesidad de su estudio, cualquiera que sea el criterio de clasi­ficación que se emplee.

En ese sentido, se sugiere hablar de “raza social” o “grupo racial”, definido al margen de clasificaciones antropofísicas, en términos de agrupaciones fenotípicamente semejantes y desemejantes, donde el aspecto sociocultural apunta a ser más importante que el biológico. El que la clasificación de esos grupos atendiendo a ciertas características somáticas —color de la piel, textura del cabello, forma de la nariz y los labios, etcétera— sea muy flexible, y de que el sentido de las categorías raciales difiera de un país a otro, o incluso dentro de regiones de una misma nación, demuestra la tremenda carga subjetiva y el acondicionamiento social de este fenómeno.

También están los casos en que la persona por autofiliación se adscribe a un determinado grupo racial, pero reconoce que "otros", por observación, lo clasifican como miembro de un grupo diferente; como aquellos en que el individuo se autoafilia al grupo al cual a su vez puede pertenecer por apariencia ("pasa por..."). Sí vale subrayar que, por lo general, está presente la conciencia y el reconocimiento del mestizaje familiar.

En el plano teórico-metodológico la valoración de las implicaciones de este hecho demostró la importancia de tener muy en cuenta la autofiliación del individuo como determinante en cualquier análisis de esta temática. El sujeto, al asumir determinada pertenencia "ficticia" —que no siempre coincide con el fenotipo y que puede ser vulnerable a modificaciones impuestas por su historia de vida y por el medio que lo rodea—, se orienta socialmente a partir de criterios y juicios preestablecidos, con expectativas y aspiraciones acuñadas por el grupo. Así, construye una imagen estereotipada tanto de sus pariguales como de los otros. Estas nociones pasan a formar parte inseparable de su proyección familiar y social.

Racismo, como la doctrina que establece una relación entre los rasgos físicos, culturales y sociales, y que supone la superioridad de unas razas sobre otras. El racismo, en el campo de las ideas o creencias, tiene una proyección específica a través del prejuicio racial y, en el terreno de la acción social, tiene su manifestación en los actos de discriminación y segregación raciales, ya sea en las relaciones interpersonales o en la actividad de las entidades sociales (UNESCO, 1978).

El “prejuicio racial” es un fenómeno sociopsicológico del comportamiento humano (Worchel, 1988), culturalmente condicionado y adquirido en los procesos de socialización, que implica una disposición o actitud desfavorable hacia los miembros de un grupo, al que se le atribuyen rasgos estereotipados, sea debido a la apariencia, sea debido a la ascendencia étnica que se le reconoce.

El prejuicio racial no puede separarse del “estereotipo racial”: representación mental traducida en opiniones o juicios generalizados, de gran rigidez y perdu­rabilidad, aplicada a los miembros de un grupo de determinada filiación racial, a los que se les atribuye características peculiares y distintivas, positivas o negativas. Es la parte cognitiva del prejuicio, lo explica y justifica.

La “discriminación racial” se refiere a las conductas expresadas en el tratamiento desfavorable de unas personas o grupos por otros, de diferente filiación racial, a partir de referencias arbitrarias a su supuesta inferioridad.

Las relaciones raciales han reflejado las condicionantes y características que los componentes raciales y culturales (desde su posición en la estructura social) introdujeron en el conjunto de las relaciones sociales y, por consiguiente, en los procesos étnicos y en la etnicidad que los expresa. Quiere esto decir que la etnicidad y las relaciones raciales se condicionan mutuamente e inciden una en la otra, se proyectan en sus expresiones históricas, siendo mediadoras de la discriminación y el prejuicio racial. Desde otro ángulo, en el proceso de socialización del hombre se asientan los mecanismos reproductores de la etnicidad y son al unísono los mismos mecanismos reproductores de las relaciones raciales.

Ambos procesos, entonces, se integran en la conformación de una identidad cultural y nacional, en la que cada individuo se reconoce y se contrapone, en el nivel del proceso étnico que sea, a partir de su origen etnorracial y de la posición que ocupe en el contexto de las relaciones y de la estructura social.

Por último, los criterios genealógicos —primordiales por su mediatización en los mecanismos de transmisión de las ideas y concepciones sobre el tema racial constituyeron el indicador priorizado para el tratamiento del prejuicio y la discriminación raciales y los factores que favorecen su supervivencia. En este tema particularmente, en el caso de los estudios realizados en la esfera familiar, además de las familias blancas, negras y mestizas se incluyeron las familias mixtas, cuando estaban constituidas por personas de diferente grupo racial.

El análisis realizado en cada temática no obvió las posibilidades de sesgo de cada criterio de clasificación: en el primero, los casos en que no coincide la autoafiliación del individuo con la filiación asignada por otros (exofiliación), o esta última es en sí misma contradictoria; en el otro, que la información sobre el grupo racial de padres y abuelos pasa por la subjetividad de los propios entrevistados.

Es necesario también subrayar aquí una de las primeras dificultades que debió enfrentar la investigación, relacionada con la carencia en Cuba, en las últimas décadas del siglo XX, de estadísticas que evaluaran variables raciales. Otra, se vinculaba con el silencio y los prejuicios alrededor de la temática, por lo cual no se contó con estudios precedentes que permitieran perfilar hipótesis y conformar un modelo de análisis e investigación que se adaptara a las condiciones históricas, sociales y culturales en las que se producía el problema. Los datos del censo de (1980), aunque ilustraban, resultaron demasiado desactualizados, por el tiempo transcurrido y los cambios operados en la sociedad durante los años noventa. Y ya se dijo que la escasa producción intelectual dedicada al tema, sobre todo después de (1959), o enfocaba el problema desde la perspectiva de uno de los grupos en interacción, o tenía un carácter eminentemente apologético, concentrado en los avances positivos que se habían logrado en este terreno.

A subsanar tales limitaciones apuntaron las primeras indagaciones exploratorias de campo realizadas en la ciudad de La Habana. En las subsiguientes etapas en que se desarrolló la investigación, con el propósito de otorgarle un alcance cercano a lo nacional, se ejecutaron trabajos de campo en La Habana, Santiago de Cuba y Santa Clara, en representación de las tres regiones fundamentales en que se ha dividido históricamente la Isla, y que a su vez muestran evidentes diferencias socioeconómicas y en cuanto a la configuración racial de su población.

Fuentes

  • Las relaciones raciales en Cuba : Estudios contemporáneos. La Habana : Editorial Arte y Literatura
  • Biblioteca Municipal "Raúl Gómez García2. Baracoa