Malka Zimetbaum

Malka Zimetbaum
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Mala Zinetbaum.jpg
Nacimiento26 de enero de 1918
Brzesko, Polonia
Fallecimiento15 de septiembre de 1944
Campo de concentración Auschwitz-Birkenau, Polonia
Otros nombresMala Zimetbaum o Mala la belga

Malka Zimetbaum. también conocida como "Mala" Zimetbaum o "Mala la belga" fue una mujer belga de ascendencia judía polaca, conocida por ser la primera mujer en escapar de Auschwitz y por la resistencia que mostró en su ejecución después de ser recapturada.

Síntesis biográfica

Mala Zimetbaum, nació en 1920 en la localidad polaca de Brzesco. En 1928, su familia emigró a Bélgica y se instaló en Amberes, que en esa época estaba densamente poblada por judíos de condición humilde. La niña fue una alumna brillante en todas las asignaturas pero, sobre todo, destacó en idiomas. Sin embargo tuvo que abandonar los estudios muy pronto, porque su padre –empleado en una fábrica de diamantes - se quedó ciego y los hijos tuvieron que ponerse a trabajar. Mala tenía 14 años cuando dejó de estudiar para aprender el oficio de costurera.

Su carácter se fue templando en la lucha contra la pobreza, a la vez que en la activa militancia que desde temprana edad desarrolló en el movimiento Ha- Noar Ha- Tzioní, (Juventud Sionista). A medida que avanzaba el proceso de arianización del país –invadido por Alemania en 1940 - y aumentaban las agresiones a los judíos, a menudo con la complicidad de los propios belgas, iba creciendo su preocupación por la seguridad familiar y, en un intento de evitar la deportación, la muchacha viajó a Bruselas con el propósito de alquilar una vivienda y trasladarse allí, donde el antisemitismo era menor que en la zona flamenca.

Era el año 1942 Mala cayó en una redada. Poco después fueron arrestados sus padres junto a otros judíos, que fueron enviados al gueto de Malin, desde donde se los deportó a Auschwitz. Al cabo de dos días de penoso viaje, llegaron al lager 1048 judíos de Bélgica, de los cuales 230 hombres y 101 mujeres fueron inmediatamente enviados al crematorio; entre ellos, los padres de Mala. La joven pasó la selección y se convirtió en la prisionera número19880 de Auschwitz. Era hermosa, de aspecto pulcro y elegante y debido a su conocimiento de idiomas despertó el interés de las dos oficiales de mayor rango de las S.S., Mandel y Drexler , a cargo del campo de mujeres. Los testimonios de las sobrevivientes que las conocieron, relataron el terror que despertaban entre las prisioneras por sus habituales actos de gratuita brutalidad, así como por su especial sadismo.

A Mala le asignaron tareas de mensajería, cometido que ya cumplían otras tres muchachas eslovacas y también la utilizaron como traductora e intérprete: hablaba flamenco, francés, alemán, inglés, polaco e ídish. Al principio, Mala hacía los favores mencionados y ofrecía su ayuda por su propia cuenta; el lager no había conseguido mermar su combatividad ni menoscabar su personalidad solidaria. Incluso ante los nazis mantenía una postura digna: se limitaba a cumplir con su trabajo, sin halagarlos y sin mostrarles una falsa sumisión. Siendo como era testigo directo de sus actos de crueldad para con los prisioneros y los constantes asesinatos gratuitos, comenzó a germinar en su interior la idea de que era preciso escapar y contarle al mundo lo que en verdad ocurría en Auschwitz.

Popular y admirada, especialmente entre las mujeres belgas, su fama se extendió por el campo y en algún momento los miembros de la resistencia judía entraron en contacto con ella; a partir de entonces su tarea empezó a ser coordinada y parte activa de los planes de la organización. Pronto se convirtió en una pieza clave de las actividades clandestinas de los resistentes y en el enlace con la red polaca que también actuaba en el campo. Así fue como Mala conoció al preso político Edward Galinski. Lo que se inició como una relación de franca camaradería, se fue convirtiendo en un sentimiento de amor mutuo. Cuando poco después el joven encargó a una de las prisioneras, una artista plástica polaca, que pintara un retrato de Mala, la noticia de su romance se difundió con rapidez.

La fuga

Edward Galinski junto a su compañero e íntimo amigo, el también preso político polaco Vieslaw Keliar, habían elaborado un detallado plan para fugarse con el mismo propósito que animaba a Mala: contarle al mundo lo que allí ocurría. Pero cuando comenzó su relación amorosa con la muchacha decidió incluirla en dicho plan.

Mala informó de su proyecto a cuatro personas; en cuanto a Edek, aparte de Keliar, también sabían que iba a fugarse otro preso político de su confianza, Jurek Zadtchikow, y el trabajador civil contratado en el campo, Antoni Shimlack, que colaboraron en la organización de la huida. El 24 de junio de 1944 los dos jóvenes huyeron de Auschwitz, de acuerdo al minucioso plan preparado por Edek y Keliar, cuyo lugar ocupó Mala.

Ese mismo día, a la hora del recuento, tanto en el campo de las mujeres como en el de los hombres comenzaron a ulular las sirenas de alarma. Las minuciosas investigaciones, los inacabables interrogatorios y las torturas sufridas por las muchachas amigas de Mala no arrojaron ningún resultado positivo. Pasaron varias semanas sin que se pudiera localizar a los jóvenes que habían burlado la vigilancia del campo de exterminio más siniestro de cuantos hubo con una excusa trivial.

Entre tanto, los enamorados habían conseguido llegar hasta los montes situados junto a la frontera eslovaca. Intentaban atravesarlos cuando fueron interceptados por una patrulla nazi que custodiaba la zona fronteriza y devueltos a Auschwitz. Una vez allí, fueron internados en celdas separadas, en el bloque de castigo número 11.

La clamorosa alegría y la confianza en un posible porvenir de libertad que se había instalado entre los cautivos y, sobre todo, en la sección femenina del lager después de la fuga de Mala y Edek se trocó en una sensación de angustia y pánico ante el temor de que los jóvenes no resistieran las terribles torturas a las que estaban siendo sometidos y entregaran a los compañeros de la red de resistentes del campo.

Al comprender que pese a los brutales métodos que estaban empleando no obtendrían resultado alguno y, probablemente, tras la consulta y la posterior aprobación del propio Himmler, los mandos del lager dieron a conocer el veredicto.

La sentencia

El 22 de agosto de 1944, mientras la orquesta interpretaba una alegre melodía, todas las mujeres del campo desfilaron a la hora del recuento de la tarde y pudieron ver al pasar que Mala estaba allí, custodiada por un guardia. Curiosamente, no se veía patíbulo ni horca; las prisioneras le daban vueltas a la cabeza tratando de adivinar qué horrible muerte habían preparado los verdugos para su heroína. Lo supieron cuando, acabado el recuento, se les ordenó que se trasladaran al patio situado tras las cocinas; donde estarían obligadas a presenciar la ejecución pública de la muchacha.

Las mujeres la vieron llegar demacrada y macilenta. La seguía dos pasos por detrás el oficial encargado de ejecutarla, pero ella llevaba la cabeza erguida y un gesto desafiante en el rostro. La directora del lager de mujeres, oficial Mandel, leyó la sentencia que condenaba a Mala a morir ahorcada. La joven, que la oyó atenta y sonriendo, llevó una de sus manos a la cabeza y rápidamente se cortó las venas de la otra mano con una hoja de afeitar que había ocultado entre sus cabellos. Un estremecimiento recorrió a la silenciosa masa de prisioneras que presenciaron lo ocurrido como petrificadas. Su verdugo reaccionó de inmediato intentando inmovilizarla y la increpó:

«¿Qué, quieres ser una heroína, para eso estamos nosotros aquí, para hacer este trabajo?»

Pero Mala aún tuvo fuerzas para abofetearlo con la mano ensangrentada y gritar en un tono de voz que todas pudieron oír claramente:

- ¡Asesino, pronto pagaréis por nuestros sufrimientos! Muchachas, no temáis, su final está muy cerca, lo sé ¡he estado en libertad!

En ese momento, el guardián golpeó a la joven con su arma y entre el tumulto, los gritos y las órdenes controvertidas de los nazis, las mujeres oyeron que ordenaban traer una camilla para trasladar a Mala a la enfermería y detener la ya abundante hemorragia.

En el barracón de la enfermería, muy maltrecha y con voz sumamente debilitada Mala seguía lúcida y consolaba a quienes la rodeaban llorando:

- No lloréis, el día de la venganza se acerca. Lo importante es recordarlo todo, ¡no olvidéis nunca lo que os han hecho!

- ¡Cállate maldita! - la interrumpió un S.S., al que ella aún alcanzó a responder con su último aliento, en un susurro: «callada he estado durante dos años...». Y ya no dijo más, porque el nazi, furioso, le estampó una mordaza en la boca y le dijo ufano a la oficial Mandel:

- Ahora por fin se callará.

El enflaquecido cuerpo de Mala fue arrojado a un carrito de mano para ser conducido directamente al crematorio. No alcanzó a llegar viva.

El retrato

Mala y Edek no vivieron para relatar su historia.Tampoco viven ya quienes los conocieron y la contaron luego. Pero en Yad Vashem se conserva un testigo - a la vez mudo y elocuente - que contará por siempre esa historia de amor y valentía. Es el hermoso rostro de Mala que hizo pintar Edek, el joven que la amaba.El retrato los sobrevivió.

Fuentes