Manuel Monteros Valdieso

Manuel Montero
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Profesor, científico eecuatoriano.
NombreManuel I. Monteros Valdieso
Nacimiento1904
Loja Bandera de Ecuador Ecuador
Fallecimiento23 de enero de 1970
La Habana, Hospital Universitario General Calixto García
Causa de la muerteIntervenido quirúrgicamente de un adenocarcinoma prostático
NacionalidadEcuatoriano
CiudadaníaEcuatoriana
OcupaciónProfesor y Científico
Obras destacadasHistoria de la célula (1947) y Los eximios histólogos de Montpellier (1956)
Manuel I. Monteros Valdivieso. Profesor, científico, y Catedrático Auxiliar de Histología Normal y Embriología, Escuela de Medicina.

Síntesis biográfica

Nació en 1904 en la ciudad de Loja, cantón y provincia del mismo nombre, en la República de Ecuador.En los años del nacimiento y la niñez de Monteros sus calles, según el profesor Teodoro Wolf, destacado geógrafo y antiguo profesor de la Escuela Politécnica de Quito, eran rectas, de regular anchura y muy bien empedradas; disfrutaba de alumbrado público desde 1897, fue la primera ciudad del Ecuador que lo estableció y su población no pasaba entonces de 12 000 habitantes, en la actualidad se eleva a 114 198 habitantes.

Tanto del cantón como de la provincia de Loja su principal riqueza era la agricultura, pero disponían de minas de oro, cobre, hierro, azogue y carbón de piedra.Se hubiera graduado de bachiller, pues en el archivo histórico de la Universidad de La Habana aparece en su expediente de estudios número 16 269 que solicitó examen de ingreso el 24 de septiembre de 1934 en la Escuela de Medicina Veterinaria, que era la única en que se permitía por esos años y donde se podía ingresar sin poseer título de bachiller si se aprobaba tal examen. En la carta de solicitud también se pide un plazo de 15 días para presentar su partida de bautismo, pero ni entregó el documento ni asistió al examen de ingreso.

Primeros años en Cuba

Su primer hogar habanero lo fue la consulta del doctor Gustavo Aldereguía Lima, eminente médico especialista en tisiología y revolucionario de intachable conducta en sus cincuenta años de vida política. Allí no sólo contó con la ayuda material del científico y panfletario, sino que aprovechó el caudal de sus conocimientos médicos, humanistas y políticos para enriquecer sus ansias de conocimientos y ensanchar su cultura.

En aquella consulta, que Julio Antonio Mella llamó desde su destierro en México "la comuna roja", convivió con destacados exilados políticos latinoamericanos como los venezolanos Carlos Aponte, que después moriría asesinado en El Morrillo junto a Antonio Guiteras Holmes, del que llegó a ser gran amigo, los hermanos Gustavo y Eduardo Machado y Salvador de la Plaza; y los peruanos Luis Bustamante, estudiante de medicina y Manuel Seoane, ambos importantes líderes del APRA y el poeta Jacobo Hurwitz, de origen judío.

Su trabajo como visitador médico de laboratorios de productos farmacéuticos italianos no le impidió ingresar en la Liga Antimperialista, fundada por Julio Antonio Mella y contribuir, en la medida de sus posibilidades, a la lucha contra la dictadura del general Gerardo Machado.

A la caída del dictador y debilitado su organismo por las dificultades de su intenso trabajo, contrajo una lesión pulmonar de etiología tuberculosa que lo llevó nuevamente a recurrir a su amistad con el doctor Aldereguía, quien lo ingresó en el Sanatorio Antituberculoso La Esperanza, del que era en esos momentos director, y lo trató hasta su completa recuperación.

Quizás si por sus relaciones de trabajo con el doctor Angel Vieta Barahona, copropietario y director de los Laboratorios Vieta Plasencia y a su vez profesor titular jefe de la cátedra de Histología Normal y Embriología de la Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana, es que Monteros Valdivieso comienza a laborar en 1934 como técnico de laboratorio de dicha cátedra y será en este lugar donde va a forjarse como científico, docente y publicista de gran calidad.

La enseñanza de la histología normal y embriología en Cuba

La enseñanza de la histología normal en Cuba comienza cuando se pone en práctica en la Universidad de La Habana el plan de estudios de 1863 y se incluyen en la asignatura de Anatomía General nociones de dicha materia.

Casi dos décadas después, al decretarse el plan de 1881, a la asignatura Anatomía General y Descriptiva 1º. curso se le agregan unos Elementos de Histología Normal y algo muy importante, en séptimo año de la carrera o año del doctorado, se crea la primera verdadera cátedra para la enseñanza de los tejidos normales en el humano, con el título de Ampliación de la Histología Normal y Patológica.

Seis años solamente va a durar esta cátedra pues se suprime para el curso 1887-1888, pero se funda entonces la primera asignatura independiente con el nombre de Histología Normal e Histoquimia cuya parte práctica se impartía en otra asignatura con el nombre de Técnica Anatómica y Ejercicios Prácticos de Disección, Histología e Histoquimia . curso y se iniciará la enseñanza de la embriología al agregarse elementos de dicha materia en los dos cursos de Anatomía Descriptiva.

Con el inicio del siglo XX al ponerse en vigor el famoso Plan Varona las nociones de embriología se impartirán en la cátedra de Obstetricia con su Clínica y la asignatura Histología Normal, aunque se enseñaba de manera independiente, formó una cátedra con Anatomía e Histología Patológicas hasta la reforma universitaria de 1923 en que se separaron como dos cátedras.

En 1934, año en el que Monteros Valdivieso ingresa en la de Histología Normal con el cargo de técnico docente, es que se crea la nueva asignatura de Embriología y se une a la desde entonces denominada cátedra No. 27 de Histología Normal y Embriología.

A lo largo de este recorrido docente van a destacarse como profesores los doctores Felipe F. Rodríguez Rodríguez, Julio San Martín Carriere y Ángel Vieta Barahona. El doctor Rodríguez Rodríguez, primer histólogo cubano, dedicó a la enseñanza de la histología los mejores años de su brillante carrera docente (1870-1897) y desde 1883 en que pidió y se le concedió permiso del Gobernador Superior Civil, llevaba los alumnos a su laboratorio particular para completarles la enseñanza práctica de la asignatura, pues la Universidad carecía de medios para ello.

Obra historiográfica

Hombre de exquisita sensibilidad a todas las manifestaciones de la cultura, el profesor Monteros Valdivieso va a desarrollar una importante obra historiográfica que abarcará dos grandes aspectos: uno, la historia de la medicina y otro, la historia de Ecuador.

Su dedicación a la historia de la medicina le nacerá muy unida a su obra científica en el campo de la histología normal. En sus artículos "Historia de la célula" (1947) y "Los eximios histólogos de Montpellier" (1956) así como en sus ensayos "Monografía del microscopio" (1950) y "Origen de la Vida" (1953), se ve no a un científico de amplia cultura sino a un verdadero investigador en las fuentes documentales de la historia médica, lo que dejará plenamente demostrado en su obra mayor Vida de Cajal. Síntesis y perpetuación de la obra del Genio de las Españas, Ed. Lex, La Habana, 1955, 430 páginas, en la que si bien, a mi juicio, culmina su obra como histólogo, con ella se da a conocer como un consumado historiador de la medicina.

En este libro Monteros Valdivieso profundiza en todos los aspectos de la vida y la obra de don Santiago Ramón y Cajal. Despierta tal interés su lectura que no nos llega a abrumar con el torrente de datos que pone a nuestra disposición y con el que aclara no sólo aristas muy particulares de la vida del sabio, sino también la interpretación del pensamiento científico de Cajal que produjo la teoría de la polaridad dinámica de la neurona (1890-1891) y la teoría neurotrópica (1892).

Sin duda alguna este libro mereció una gran acogida en Cuba y en España y el propio hijo del sabio -don Jorge Ramón y Fañanás- lo consideró uno de los mejores publicado sobre su progenitor. Pero para nosotros los cubanos la obra tiene algo especial que la llena de cubanía y que no es precisamente que fue escrita y publicada en La Habana.

En su capítulo II, titulado "Presencia de Ramón y Cajal en Cuba" dedica Monteros sus diez primeras páginas a "Martí y Cajal" y las termina con estas palabras: "¡Hosanna Cuba! Con toda humildad va para ti mi reverente saludo, en la celebración del Primer Centenario del Nacimiento de `nuestro' eximio José Martí". Para agregar después, "la figura más encumbrada y excelsa -por amada, admirada y venerada- de Cuba y de América entera".

Este largo y exhaustivo capítulo lo finaliza con el epígrafe "El misterio de la voladura del Maine y la intervención yanqui (1898)", del que trata de justificar su inclusión en la obra al escribir: "Me he permitido reseñar a vuela pluma la historia de la intervención yanqui en la querella hispano-cubana, con el único fin de señalar el motivo por qué el gran Cajal jamás pudo ver con ojos de simpatía a la nación norteamericana", pero que dice mucho del pensamiento antimperialista de Monteros y de su amor por la nación que había adoptado como la suya y todo ello expresado en plena sangrienta dictadura del general Fulgencio Batista.

Por estos años recopila datos con la intensión de escribir sobre otros ocho grandes médicos, entre los que citaba a Arnau de Vilanova (1235-1315), médico catalán, representante de la escuela de Montpellier a quien estudiaba en sus conflictos con el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, tema este que apasionaba a Monteros; Francoise Rabelais (1494-1553), humanista benedictino, autor inmortal de Gargantúa y Pantagruel, que Monteros investigaba como médico, profesor de anatomía y traductor al latín de los Aforismos de Hipócrates; René Théophile Laennec (1781-1826), famoso profesor de medicina clínica de La Charite, inventor del estetoscopio, que al profesor ecuatoriano le interesaba más como el genio que estableció la unidad etiológica de la tuberculosis en sus diferentes formas y localizaciones, tanto en el pulmón como en la piel; pero de todos estos proyectos vería hecho realidad el que quizás más le interesaba y que tituló Joaquín Albarrán. Genial artífice de la Urología, Emp. Consol. Artes Gráficas, La Habana, 1963, 197 páginas, libro en colaboración con el médico catalán doctor Jean Paulís Pagés, el cual aportó a la obra información precisa sobre la permanencia del genial médico cubano-francés en Barcelona y París, pero totalmente escrita por Monteros.

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