Movimiento revolucionario en El Salvador

Movimiento revolucionario en El Salvador
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Institución con sede en Bandera de El Salvador El Salvador
Fundación:1920
País:Bandera de El Salvador El Salvador

Movimiento revolucionario en El Salvador. Movimiento de las masas populares salvadoreñas contra las fuerzas gubernamentales de los años 20.

Antecedentes históricos

En la década de 1920, los yanquis ejercían en El Salvador el control mayoritario de la venta de la producción cafetalera, renglón económico principal de este país; el 80 % de ese producto tenía como destino Estados Unidos de América. La producción cafetalera era fuente de riquezas para una oligarquía agroexportadora, que con la explotación del pueblo trabajador, veía día a día aumentar sus ganancias.

Contra esta explotación, en esta década, las masas populares salvadoreñas desarrollaron huelgas y choques estudiantiles que fueron reprimidos por las fuerzas gubernamentales. A estas luchas se incorporó desde muy joven Agustín Farabundo Martí.

Los efectos de la crisis capitalista de 1929

El Salvador, país monoproductor se ve afectado violentamente por el descenso de hasta un 40 % del precio de su principal fuente de exportación, el café. La oligarquía agroexportadora, para escapar de los efectos desastrosos de la crisis, explotó con mayor intensidad a obreros y campesinos, despidiéndolos en masa y rebajándoles sus salarios, como resultado de lo cual se expandieron como plagas el hambre y la miseria. Las masas populares descontentas realizaban paros en las grandes plantaciones de café, donde iban ganando influencia las ideas más progresistas.

La clase obrera, aunque débil, reaccionó fundando, en marzo de 1930, su vanguardia: el Partido Comunista Salvadoreño, al que se incorporó Farabundo Martí a su regreso de Nicaragua.

Con el objetivo de asegurar los intereses imperialistas, el 2 de diciembre de 1931 se dio un Golpe de Estado reaccionario contra el presidente de turno, poniéndose a la cabeza del gobierno el general Maximiliano Hernández Martínez, quien más de una vez había comentado con sus secuaces que matar una hormiga es mucho más imperdonable que matar a una persona. Esta “fiera sedienta de sangre” como lo llamara Farabundo Martí desencadenó una ola de violencia contra las fuerzas progresistas del país.

Reacción del pueblo salvadoreño

Al pueblo salvadoreño no le quedó otra salida que enfrentar a la reacción. El Partido Comunista, recién fundado y débil, ante la inminencia de un estallido social, decidió organizar una insurrección armada y designó a Farabundo Martí como jefe de su Estado Mayor. El ejército, enterado de los preparativos insurrectos, capturó a sus jefes principales, incluido Farabundo Martí, y detuvo y asesinó a cientos de obreros y campesinos. A pesar de estos reveses, el 22 de enero de 1932 estalló la insurrección.

Pueblos completos de la región occidental del país cayeron en manos de los trabajadores, que procedieron a tomar medidas revolucionarias. La primera población que cayó en poder de los insurrectos fue Izalco, donde se le arrebataron las armas al Ejército. El alzamiento se extendió por un tercio del país. Las fuerzas populares, malamente armadas, se enfrentaban valientemente a la Guardia Nacional. El pueblo ayudaba a los revolucionarios en las poblaciones tomadas, suministrándoles provisiones, preparándoles los alimentos, curando heridos.

Agustín Farabundo Martí


Nació el 5 de mayo de 1893. Por su activa participación en las manifestaciones estudiantiles sufrió el encarcelamiento y la expulsión del país.

Después de su regreso a El Salvador, fundó en 1926 la Liga Antimperialista, organización que se destacó por desarrollar acciones solidarias con la lucha de Sandino. Una de estas acciones fue el envío a Nicaragua de un grupo de revolucionarios encabezado por el propio Farabundo Martí para incorporarse al Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua.

Farabundo Martí fue sacado de la cárcel y junto con otros compañeros de luchas fue conducido al lugar del fusilamiento el 7 de febrero de 1932. Ya, ante el pelotón, dijo:

… cumplan nuestra última voluntad: no nos venden los ojos, disparen al pecho.

Reinó un silencio siniestro. Los presos levantaron bien en alto las cabezas. Los soldados corrieron los cerrojos de sus armas, apuntaron. El oficial que estaba a cargo del fusilamiento pronunció ¡Fuego! Martí, con firmeza empieza un: Viva… La bala cortó la frase.

El ejemplo de Farabundo Martí quedó grabado en la memoria del pueblo salvadoreño, de donde saldrían otros combatientes a ocupar el lugar de los caídos por una justa causa.

Fuentes