Néstor Raúl Rossi

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Pipo Rossi.jpg
Datos personales
NombreNéstor Raúl Rossi
ApodoPipo, el Narigón, el Gritón, el Patón, el Patrón de América
Nacimiento10 de mayo de 1925
Buenos Aires, Bandera de Argentina Argentina
Fallecimiento13 de junio de 2017
Buenos Aires, Bandera de Argentina Argentina
Estatura1.85m metros
Carrera
PosiciónDefensa

Pipo Rossi. Fue un futbolista argentino y mediocentro del RiverPlate en los años cuarenta y cincuenta .

Síntesis biográfica

Nació el 10 de mayo de 1925 en la calle Labardén del Parque Patricios en Buenos Aires, Argentina en el hogar de Segundo Rossi y Josefa Elolase inició en Acassuso, y contemporizó con jugadores como Alfredo Di Stéfano, Félix Loustau, Walter Gómez, el húngaro-checo-español Ladislao Kubala y el colombiano Efraín ‘Caimán’ Sánchez, entre otros.pasó por Platense y a los 16 años llegó a River luego de una transacción digna de un cuento de Roberto Fontanarrosa. Cuando decidió abandonar las inferiores del Calamar, Boca tenía casi asegurada su contratación, pero en el medio apareció el maestro Carlos Peucelle, encargado de las juveniles millonarias, y lo llevó durante un par de días a su quinta de Adrogué. El “secuestro” terminó unas horas antes del cierre del libro de pases, cuando Rossi, con edad de Quinta División, fue inscripto en River, que pagó por su pase 5000 pesos.

Fuerza, temperamento, manejo, habilidad, presencia, transmisión, influencia. Todo lo tuvo Pipo. Es lo permanente. Lo que no tiene discusión. La suma de todos los atributos. De todos los matices. Y una fidelidad incorruptible a la pelota bien jugada. Y un insulto al tipo que le pega para arriba, al que la saca largo y lejos, al que no la hace rodar contra el piso”. Así lo definió El Gráfico en 1965, en una nota que se titulaba Ahora le llaman N° 5, antes le decían Pipo. Rossi tuvo todo eso y más, porque fue un gigante en una época de gigantes, un centrojás o volante central de la vieja escuela que con su visión panorámica se adelantaba a la jugada y sacaba rédito de su buena pegada.

Trayectoria Deportiva

Arquitecto del juego de su equipo, cerebro de la creación ofensiva y del soporte defensivo, fue también, con su carácter indomable y su vozarrón inconfundible, un líder imprescindible durante los años de oro del fútbol argentino. En su primera etapa riverplatense fue protagonista de los últimos coletazos de La Máquina y uno de los grandes ideólogos del equipo que la sucedió, el de Alfredo Di Stéfano, Enrique Omar Sívori y Eliseo Prado que fue apodado La Maquinita. Además, acumuló dos títulos: el Campeonato de Primera División de 1945 y el de 1947. En 1947 debutó en la Selección Argentina, en el Sudamericano disputado en Guayaquil. El equipo nacional estaba compuesto, entre otros, por José Manuel Moreno, René Pontoni, Norberto Tucho Méndez y Félix Loustau. Y fue campeón invicto con un promedio de cuatro goles por partido. Rossi viajó a Ecuador como suplente de Angel Perucca, pero terminó jugando como titular.

En 1948, en el fútbol argentino estalló un conflicto que se venía gestando desde la Década Infame, cuando un pronunciamiento de los jugadores había logrado que se legalizara el profesionalismo. En busca de redistribuir más equitativamente los ingresos de los clubes y de que el Ministerio de Trabajo reconociera la personería gremial de Futbolistas Argentinos Agremiados, las figuras más representativas de cada equipo firmaron una solicitada convocando a una huelga. Rossi fue uno de los impulsores de la medida y las últimas cinco fechas del Campeonato de 1948 los clubes debieron afrontarlas con juveniles. Aquel fue el primer paro general que un sindicato le hizo al gobierno peronista y este, poco abierto a los contrapuntos, decidió responder con dureza cuando el desarrollo del certamen de 1949 se estaba dilatando.

En mayo de ese año, Juan Domingo Perón firmó un decreto que fijaba en irrisorios 1500 pesos el tope salarial de los futbolistas. Ese fue el golpe de gracia para las negociaciones y el pistoletazo de salida para el éxodo, el nombre que se le dio a la fuga masiva de talentos. Paradójicamente, el mismo peronismo que enarboló como una de sus banderas políticas el fomento de la actividad deportiva generó la peor sangría de la historia del fútbol argentino y abrió una sombría etapa de aislamiento internacional. Colombia fue el destino elegido por la mayoría de los futbolistas exiliados. Allí les ofrecían una estadía de lujo, un suculento pago en dólares y la evasión de todos los trámites administrativos que intentaría anteponer la AFA. El campeonato colombiano era considerado una liga pirata, porque no estaba afiliado a la FIFA y no pagaba por los pases de los jugadores que recibía.

No obstante, Colombia se había convertido en El Dorado. En 1949, más de la mitad de los extranjeros que habían llegado eran argentinos. Uno de ellos era Rossi, que arribó a Millonarios de la mano de Adolfo Pedernera y junto con Julio Cozzi, Antonio Báez, Alfredo Di Stéfano y Hugo Reyes. El equipo de Bogotá obtuvo el título nacional de esa temporada y repitió la hazaña en 1951, 1952 y 1953, año en el que también ganó la Copa local y la “Pequeña Copa del Mundo de Clubes”, un certamen organizado por un grupo de empresarios venezolanos al que se accedía por invitación. Para entonces, Millonarios ya había trascendido como el Ballet Azul y sus figuras eran reconocidas a nivel mundial y convocadas para disputar giras europeas.

Fue durante aquellos años que Pipo moldeó su carácter y se convirtió definitivamente en un líder, en un gritón con el apodo bien ganado. Sin embargo, una vez no tuvo otra oportunidad que callarse. Fue en un partido contra el América de Cali, en el que el árbitro pitó un penal inexistente. “¿¡Qué falta cobrás!? ¡Si ni siquiera lo tocó!”, se le fue al humo Pipo, haciendo gala de esa costumbre que tenía de atropellar con el pecho. El juez, visiblemente nervioso, tomó distancia y sacó de la media una sevillana. “Fue penal”, le dijo a Rossi, que no podía creer lo que estaba pasando. “Fue penal”, repitió el argentino y regresó, en silencio, al círculo central. Esa clase de historias también podían encontrarse en ese fútbol colombiano rodeado de mitos y apuestas clandestinas, que tenía en el ideario popular al narcotráfico como ilegítimo mecenas de aquellos artistas de la pelota.

En 1955 Rossi volvió a la Argentina. La AFA, que había suspendido a los futbolistas del éxodo, levantó la proscripción luego de que Colombia se afiliara a la FIFA y aceptara devolver a todos los jugadores a sus clubes de origen. Su vuelta a River fue en un momento inmejorable. El equipo que tenía como figuras a Santiago Vernazza, Federico Vairo y Enrique Omar Sívori logró el tricampeonato entre 1955 y 1957. Fue durante aquellos años que el Millonario se consagró como un semillero formador de talentos y fue justamente con el dinero obtenido de la venta de Sívori a la Juventud que pudo terminar la cuarta tribuna del Monumental, que hasta entonces, por su forma, era conocido como La Herradura.

En el Sudamericano de Lima de 1957, la Selección dejó uno de los mejores recuerdos de su historia. Guillermo Stábile armó un equipo equilibrado, con una defensa experimentada compuesta por Pedro Dellacha y Federico Vairo y una delantera joven y explosiva que salía de memoria: Corbatta, Maschio, Angelillo, Sívori y Cruz. Atajaba Rogelio Domínguez, figura de Racing, y la manija del equipo la tenía Pipo, que además era el capitán. Argentina goleó a Colombia, Ecuador, Uruguay y Chile y se consagró con un 3-0 a Brasil. El quinteto ofensivo quedó inmortalizado como Los Carasucias, y el Gritón pasó a ser el Gritón de América.

Al año siguiente, la Selección clasificó al Mundial, pero el equipo llegó diezmado. Sívori, Maschio y Angelillo habían sido vendidos a Italia y como en aquella época sólo eran citados jugadores que actuaran en el país, Stábile armó un plantel de edad avanzada que se alejó del estilo de Lima y no encontró respuestas en un mundo que desconocía. Apenas superó a Irlanda del Norte, y perdió 3-1 con Alemania y 6-1 con Checoslovaquia. Ese desastre de Suecia marcó un antes y un después en Argentina.

Al Mundial fuimos con una venda en los ojos, pensando que éramos los mejores. No sabíamos nada del fútbol europeo y no estábamos preparados para jugar tres partidos en una semana. Encima, yo fui con lumbago y jugué con un alambre de cobre alrededor de la cintura. Me infiltraban todos los días porque no me podía parar del dolor”, recordó Pipo un tiempo más tarde. También, a pesar del mal trago, se trajo una de sus anécdotas: “En el primer partido los alemanes nos estaban pasando por encima y era tal mi impotencia que empecé a gritarles a los defensores que les pegaran, que los tiraran al piso, así en el suelo por lo menos iba a poder verles la cara”. Suecia marcó la despedida de la Selección de Pipo, que ese año también dejó River y pasó a Huracán. Con el lumbago a cuestas, jugó dos temporadas más y se retiró en 1961, cuando ya era también el entrenador del equipo.

Como Entrenador

Como técnico, su carrera fue menos fructífera pero dirigió, entre otros, a River, Racing, Ferro, el Elche español y Boca. Curiosamente, con el Xeneize conquistó su único título como entrenador, en el Campeonato de 1965. Lo hizo en reemplazo de Adolfo Pedernera, que se recuperaba de un grave accidente automovilístico, y secundado por Aristóbulo Deambrossi, otra gloria del riñón riverplatense. También condujo durante un breve período a la Selección Argentina.

Muerte

Fuera de la cancha su vida no fue tan risueña. En 1957, en la antesala de un Superclásico, su hermano Omar Guillermo, que también jugaba en River, murió de un linfoma. Tuvo cuatro hijos, de los cuales dos fallecieron prematuramente. Todo eso fue minando la memoria de Pipo, que fue diagnosticado con Alzheimer en 1991, enfermedad que lo acompañó hasta su muerte, el 13 de junio de 2007, a los 82 años.

Anécdotas

Hay futbolistas que demuestran su jerarquía con la pelota y con la boca. Quizá el jugador que más representa esta doble manera de vivir el fútbol fue el Pipo Rossi, mediocentro del RiverPlate en los años cuarenta y cincuenta. Aquí van unos cuantos ejemplos de la personalidad que escupió más fútbol y más vaciles de la historia de este juego:

- Al debut de un agrandado como Rossi no podía faltar su lengua futbolera y vivaracha. Fue el 24 de junio de 1945, y el River se medía a Racing de Avellaneda. Rossi agarró la pelota en el centro del campo y se marcó un eslalon que le puso en el área mano a mano con Milone, portero de Racing. Cuando iba a ejecutarlo, Solomón, capitán de Racing, le trabó por detrás. Labruna transformó el penalty y, camino del vestuario al finalizar el primer tiempo, Rossi tiró de chulería con Solomón: "eh, gran capitán, si no me hacéspenalt y que pasaba". "Calláte, mocoso insolente", le dijo enrabietado Solomón.

- Héctor Scandoli, un compañero suyo en River, hizo un mal control con el pecho y le dijo: "che, Pájaro, ¿por qué no te ponés un clavo en el pecho?". - Sívori fue, también, uno de los mejores amigos que Rossi encontró en su paso por el fútbol, aunque no por ello se salvó de los habituales reproches de Pipo. En un partido contra Brasil, en el que el Cabezón perdió la marca, el volante le gritó: “¡Correlo al negro!”. Sívori, confundido, respondió: “¿A cuál? Son todos negros”. El remate fue esclarecedor: “Entonces correlos a todos, boludo”.

- Jugando contra Estudiantes de La Plata en 1954, Federico Vairo, antes de despejar un balón, le avisó: "Tuya, Pipo". El pase se marchó al limbo y Rossi le pidió ayuda: "bueno, ahora tírame la escalera".

- Después de su paso por Millonarios de Bogotá, Rossi regresó a RiverPlate en 1955. Venini, que durante la ausencia de Rossi había sido el mediocentro de River, despejó un balón que impactó con fuerza contra la nuca de Rossi. Y el Pipo, que no soportaba el maltrato de la pelota, justificó la razón de su regreso a River: "¿Cómo no iban a querer que regresara si este era el mediocentro de River?". - Jugando para Huracán, un compañero suyo achacó que sacó mal un córner porque desde la tribuna le habían tirado un gato. "Un tigre le tenían que haber tirado", repudiando ese defectuoso golpeo de balón.

- En una tortulia informal sobre la valía de un jugador, alguien se apresuró a decir: "Es un jugador muy limpio". Rossi, socarrón, espetó: "sí, sobre todo con la pelota. Porque nunca la toca".

- Como entrenador de River en 1974, le dio por mirar un partido ante Atlanta con un solo ojo. Passarella, aún imberbe, le preguntó por qué hacía esto. "Para que voy a verlo con los dos si no pasamos del medio del campo".

- Dirigiendo a Huracán, un delantero volvió a cometer el pecado capital del abecedario futbolístico de Rossi: un mal pase. Y claro, nunca se las callaba: "¿A quién se la diste? ¿Al hombre invisible?".

Participaciones en copas del mundo

Copas Internacionales

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