Palacio Santa Cándida

Palacio Santa Cándida
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Obra Arquitectónica  |  (Palacio)
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Palacio Santa cándida Monumento Histórico nacional.
Descripción
Tipo:Palacio
Estilo:Gótico y Medieval
Localización:sur de Concepción del Uruguay
Otros datos
Arquitecto(s):italiano Pedro Fossatti

Palacio Santa Cándida (Monumento histórico Nacional) se encuentra ubicado al sur de Concepción del Uruguay, a la vera del arroyo La China. Fundado en 1847 a orillas del arroyo La China por el general Urquiza, este palacio constituye una muestra del esplendor del siglo XIX. El General Urquiza lo llamó Santa Cándida en honor a su madre, Cándida García. La suntuosa casona, un palacio construido por el arquitecto italiano Pedro Fossatti al estilo de una villa toscana, debe su aspecto actual a Antonio Leloir y a Adela Unzué, quienes la refaccionaron junto con el arquitecto Ángel Gallardo y el paisajista suizo Emil Bruder.

Localización

Situado en Entre Ríos a orillas del Río Uruguay y del arroyo de La China. A 9 Kms de la ciudad de Concepción del Uruguay y a 300 Kms de la ciudad de Buenos Aires. Se puede llegar en auto o diariamente en ómnibus pasando por el complejo Zárate-Brazo Largo, Ruta Nacional 14 hasta el acceso de Concepción del Uruguay.

Historia

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El General Urquiza era propietario de varias estancias con numerosas cabezas de ganado, y un ejemplo del estanciero que se transforma en saladerista para industrializar la materia prima de sus estancias.

Las instalaciones contaban con grandes galpones destinados a: grasería, salazón de carne, lavado y salazón de cuero, depósito de sal, depósito de grasa, tonelería y carpintería (para la fabricación de pipas y toneles para envasar grasa y sebo), curtiduría, grandes corrales, además de viviendas para empleados, cocina, panadería y pulpería.

El saladero dio trabajo a más de 300 personas. Las instalaciones mencionadas estaban construidas sobre una barranca. Desde allí hasta el muelle se formaba una costa cenagosa cubierta de pastizales. A fin de facilitar el embarque de la mercadería, Urquiza contrató al arquitecto Juan Fossatti para la construcción de un ferrocarril interno. Para ello se trazó un puente de 153 mts. de largo por 4,50 de ancho, desde la barranca hasta el arroyo. En la parte de la barranca donde se iniciaba el muelle se construyó un muro (que aún se conserva), "que sirva de sostén y defensa a los terraplenes", para evitar el peligro de desmoronamiento. En su construcción se utilizó madera dura como Urunday, lapacho y quebracho, y pinotea para los durmientes.

Dicho muelle tenía unos 20 mts. de largo. Allí las vías se bifurcaban "para facilitar el paso de los vagones que se encuentran de frente" y al llegar a la barranca también lo hacía, hacia el interior del saladero.

Un elemento de vital importancia en estos establecimientos fue el agua, que se utilizaba para las maquinarias que funcionaban por sistemas de vapor, también para el lavadero de cueros y otras tareas. Pero el pozo existente empezó a resultar insuficiente. Existía la posibilidad de profundizar la excavación hasta superar la gruesa capa de tosca.

La gente entendida se preguntaba, sí logrado esto encontrarían una abundante napa de agua? La solución llegó con Guillermo Yule, quién estaba colocando un equipo de bombeo para proveer de agua a la ciudad de Concepción del Uruguay. La bomba extraía agua del río y se distribuía por medio de cañerías. Yule propuso su proyecto al Gral. Urquiza.

Se adquirió en Buenos Aires una máquina de vapor y una bomba de pistón, con lo que el saladero, en 1860 contó con dos elementos importantísimos y novedosos para la época, cual fue la instalación del ferrocarril interno y la abundante provisión de agua con lo que se agilizó el trabajo.

Se le agregó al edificio ocho baños; se ampliaron al frente y contrafrente, agregando amplias terrazas en el primer piso y una galería cubierta en la planta baja, ornamentada con dos hermosas esculturas. El piso de la misma es de mármol blanco y gris azulado. En el frente y contrafrente, en hornacinas, hey esculturas de forest que representan las cuatro estaciones.

En el parque, se encuentra una palas atenea. Dos esfinges de mármol, esculturas (reproducciones), Hércules con la hidra de siete cabezas; y Hércules matando al le león de Nemea. Completando esto, ejemplares de eucaliptos, casuarinas, tipas blancas y amarillas y un hermoso ejemplar de roble europeo.

Llama la atención, la armonía del edificio y la perfección de su simetría. La puerta principal es original de pinotea y presenta finas tallas. Entrando se puede apreciar una hermosa cancel de hierro y cobre adquirida por Leloir en un palacio de Venecia.

El piso de la sala de recepción es de mármol blanco y negro. Tanto las arañas de la recepción , como las del comedor y de otras dependencias son de cristal de Baccarat importadas de Venecia. En las finas dependencias, finos muebles y porcelanas de época; dos grandes cormicopias que pertenecieron a Sara Bernhardt. Se destacan las estufas de mármol de carrara que presentan esculpidas hojas estilizadas como también faunos.

En la década del 30 la casa se volvió a vender y cayo otra vez en la ruina hasta que en 1971 Francisco Sáenz Valiente -nieto del prócer-, pudo comprarla y rescatarla de la decadencia.

En Noviembre 1977 Santa Cándida en la economía de la provincia y del país fue declarada Monumento histórico nacional.

Arquitectura

Arquitectura.

Las antiguas arquitecturas domésticas rinden un testimonio silencioso, pero fiel, de una época y de la vida de sus habitantes. Urquiza llamaba a Santa Cándida "la casa nueva". Al general le gustaba erigir buenas residencias cerca de sus intereses. El estilo arquitectónico del palacio era italiano dado el auge de este estilo en la época. El arquitecto Pedro Fosatti, el mismo que había construido el Palacio San José, concibió una villa toscana al estilo palladino con una compacta planta cuadrada en tres niveles, para contemplar desde los superiores el paisaje ribereño y las actividades del saladero.

La planta baja fue destinada a la recepción y administración. Contaba también con un comedor, el ambiente social más importante. La escalera de madera, conservada intacta, llevaba a la planta alta, el área privada de dormitorios con pisos de baldosas coloradas que aun existen. El edificio esta coronado, en un cuarto nivel estaba la linterna y mirador, de planta octogonal. En ese entonces el general vivía en el Palacio San José, con su joven mujer Dolores Costa y sus once Hijos.

Urquiza invirtió toda su fortuna en bienes productivos, y eso hizo que después de su trágica muerte en 1870 la sucesión se viera obligada a vender bienes para hacer frente a los impuestos y obligaciones comerciales contraídas por el general. El saladero fue vendido a don Mariano Unzué, quien lo mantuvo con las mismas características arquitectónicas. Al fallecer lo heredo su hija Adela, casada con Antonio Leloir, quienes enamorados del paisaje y las posibilidades que ofrecía la casona, decidieron transformar el saladero en un verdadero casco de estancia.

Contrataron al arquitecto Ángel Gallardo, quien provocó transformaciones de importancia en la planta baja. Amplió la recepción y agregó un porche y baños por doquier. La casa se llenó de detalles de lujo y confort, se agregaron estufas de mármol de gran diseño, se construyeron sendas galerías para las dos fachadas, y se intercalaron columnas, molduras y esculturas de mármol con figuras mitológicas, que las enriquecieron con un armonioso juego de claroscuros. Se colocaron varias piezas como rosetas y pisos de mármol comprada de la demolición del primer colegio nacional de Buenos Aires.

Casi todas las construcciones del Saladero fueron demolidas, salvo un pabellón muy cercano a la casa, de estilo italiano pero con líneas más criollas, destinado a la administración del personal. Se lo estilizó con galerías y se agregó una torre de agua. El jardinero suizo Emilio Bruder se encargó de transformar los talleres industriales en áreas de canteros de flores y arboledas de variadas especies, así como avenidas forestadas.

Luego de varios sucesores el palacio fue perdiendo su esplendor hasta que la señora Helena Zimmermann casada con un nieto de Urquiza, don Francisco Saenz Valiente compró en 1971 la casa para rescatarla del olvido. Francisco que murió en 1997 era hijo de Teresa Urquiza, la hija menor del general, que tenía solo tres años cuando murió su padre. Ella se casó con el marino Juan Pablo Saenz Valiente. Francisco junto con su segunda mujer, Helena Zimmermann, dedicaron una década entera a reflotar el palacio. De a poco recuperaron la arquitectura y también los objetos.

Muebles

Sobre el piso de mármol de la casa, se observan suntuosos muebles; del techo cuelgan antiguas arañas; en las paredes, retratos de la familia y espejos de 3 metros y medio de altura que Antonio Leloir le compró a la célebre actriz de la comedia francesa, Sara Bernhardt. Agrupadas por doquier, encontramos piezas del mobiliario de diferentes períodos y lugares: Imperio Victoriano, Eduardiano, italiano, Francés.

Habitaciones

La estancia cuenta con siete habitaciones dobles y triples con baño privado, y una suite familiar para cuatro personas. Aunque todos los cuartos son diferentes y cada uno tiene su propia personalidad, todos remedan al pasado argentino - confortables a la antigua usanza, con un imponente mobiliario, molduras originales, y retratos familiares por donde sea. El dormitorio gris, con sus muebles del siglo XIX y las pinturas del siglo XVIII de origen italiano, es un ejemplo de la influencia europea sobre la cultura nacional de esa época.

Decoración

Una vez dentro de esta imponente casona se encuentran dos grandes rejas de hierro forjado y repujado traídas de Venecia. En el living del palacio observamos dos espejos, dorados a la hoja, que fueron comprados en París y que pertenecieron a Sara Bernhardt, una araña de cristal que cuenta con luz eléctrica desde 1917 y sillones Chesterfield ingleses del siglo XIX.

Siguiendo el recorrido encontramos un maravilloso aguamanil que data de 1850 de porcelana europea. El comedor, revestido en piedra París posee frisos con motivos mitológicos, en los que se puede ver a Baco, dios del vino La chimenea es de mármol de Carrara y fue traída de Italia. Aquí es imposible no detenerse frente a las puertas con emplomadura en forma de rombo con la heráldica de la familia Leloir.

Ya casi terminando la visita al Palacio Santa Cándida, entramos a un dormitorio en el que se puede ver un juego de cepillos de plata, muebles del siglo XIX, telas estilo vintage, típicas de los años `50, y una original araña de cristal con bandas. De vuelta en los jardines, a orillas del arroyo La China, disfrutamos de una increíble puesta de sol.

Fuentes