Paso por Las Tunas de la columna invasora de 1895

Paso de la columna invasora de 1895 por Las Tunas
Información sobre la plantilla
Fecha:1895
Lugar:Las Tunas
Descripción:
El presente artículo incluye algunas reflexiones en torno al impacto social e ideológico inmediato relacionado con el despertar del sentimiento independentista en el contexto regional, así como de la trascendencia del hecho en la postguerra en el marco local, en especial durante las cuatro primeras décadas de la República neocolonial
Resultado:
El apoyo de la brigada de Las Tunas a la columna invasora en su trayectoria por territorio tunero es expresión de un regionalismo identitario, donde las fronteras territoriales y las ataduras excesivas a la patria chica habían sido superadas de modo general en esta etapa de la lucha por la independencia.
Consecuencias:
Las máximas autoridades españolas envían de modo inmediato 1222 efectivos regulares para reforzar la ciudad, consistente en un batallón expedicionario Bailén compuesto por 847 hombres y un batallón de Sicilia con 975 efectivos, al mismo tiempo se refuerzan las obras de defensa de la ciudad
Líderes:
General Francisco Varona González

Paso de la columna invasora de 1895 por Las Tunas La invasión a Occidente por las fuerzas mambisas durante la Guerra de 1868 quedó trunca por diferentes causas y minó los objetivos de la misma. Con el reinicio de la contienda bélica en [[1895○3○3 constituyó un proceso estratégico necesario para extender la guerra hasta las más recónditas regiones. Proceso que llegó a convertirse en una de las campañas militares más brillantes de los procesos independentistas latinoamericanos. Reescribir la historia de la misma a su paso por el territorio tunero ha requerido reflexionar de modo crítico en los estudios precedentes, reeditar la ruta para descubrir causas y consecuencias ocultas en el contexto geográfico y sociohistórico, recurrir a las técnicas cartográficas y establecer relaciones con datos referenciados en fuentes primarias y secundarias que posibilitaron en su conjunto reconstruir la travesía con sus respectivas valoraciones, de igual modo que de su trascendencia histórica en el ámbito local.

Primeros acercamientos al estudio de la invasión en su paso por la región

La obra de José Miró Argenter , Crónicas de la Guerra , en el capítulo relativo al paso y acciones de la columna invasora por el territorio de Las Tunas con dirección a occidente, así como del apoyo recibido por las fuerzas cubanas que operaban en esta zona, constituye la fuente testimonial más completa respecto a este hecho. No obstante, contiene algunas imprecisiones lógicas acerca de la temporalidad y la sucesión de los acontecimientos, además de carencia de aspectos contextuales que tornan difusa la comprensión del hecho desde el punto de vista de la integralidad y multilateralidad de los factores influyentes. El historiador José Luciano Franco, en su obra Apuntes para una historia de su vida, supera algunas de las inconsecuencias historiográficas incurridas por Miró, consistente en la sucesión lógica de los hechos y síntesis que hacen más comprensible la descripción. Aun así, subsiste un vacío concerniente a las condicionantes regionales inmediatas, en especial de la franja territorial donde ocurren los hechos, puntualizaciones de la espacialidad que no sitúan al lector en el marco de relatividad entre el espacio macro regional y los escenarios o micro espacios donde acampan y donde ocurren combates, así como la complejidad en las direcciones de avance. En 1986, en ocasión del centenario del Titán de Bronce, es publicado el folleto Presencia de Antonio Maceo en Las Tunas, primer acercamiento relacionado con el tema en el territorio. Posibilitó corroborar que la franja por donde pasó la columna invasora era desconocida por Maceo. Importante resulta la obra del historiador Raúl Izquierdo Canosa, Las Tunas en la guerra de 1895-1898, para contextualizar la situación precedente al paso de la columna invasora y puntualizaciones que ayudan al esclarecimiento de los hechos, aun cuando inexplicablemente no hace referencia a este acontecimiento. Detectar los vacíos historiográficos requirió una meticulosa lectura crítica del testimonio ofrecido por Miró Argenter y la versión de José Luciano Franco, la contrastación con otras fuentes escritas, datos de la reconstrucción del hecho mediante un estudio de campo realizado por el historiador Víctor Manuel Marrero a finales de la década de los años 80 y la realizada por el autor de este artículo sobre la base del conocimiento de la zona y la aplicación de instrumentos cartográficos que posibilitó una nueva mirada del hecho y significado desde una perspectiva integradora, aunque prevalezca la esencia testimonial del primero. Respecto a los combates de Guaramanao y El Lavado, algunos materiales de historia local destinados a la docencia, refieren a encarnizados combates, lo cual es un error ya que las fuentes primarias no confirman la existencia de muertos, asimismo reproducen de modo textual las versiones antes citadas, sin análisis geohistórico y de otras fuentes que pueden ayudar en la contextualización. Desde el punto de vista cartográfico aparecen representaciones con fines de divulgación, que ilustran la ruta de la invasión por el territorio de Las Tunas casi por la zona costera, otra inconsecuencia espacial que ha conducido a interpretaciones desacertadas derivadas del medio geográfico. El presente artículo incluye algunas reflexiones en torno al impacto social e ideológico inmediato relacionado con el despertar del sentimiento independentista en el contexto regional, así como de la trascendencia del hecho en la postguerra en el marco local, en especial durante las cuatro primeras décadas de la República neocolonial.

Contexto socio histórico próximo al paso de la columna invasora

Desde el año 1893 se inicia la organización del ejército mambí en la región y las autoridades militares españolas establecen una férrea vigilancia sobre aquellos que pudieran revelarse o conspirar contra el régimen colonial español. En ese año un informe enviado por el gobernador de la ciudad de Las Tunas a su inmediato superior de Oriente, incluye un listado de tuneros que podían levantarse en cualquier momento, de los cuales se hace la siguiente reseña: [...] verificar individuos que pueden levantar partido en Las Tunas, don Pancho y su hijo Panchín Varona se refiere a Francisco Varona González y su hijo Francisco Varona Tornet, titulados brigadier y comandante, viven en Ventorrillo. Están de acuerdo con Maceo y Martí en pro de su causa […] Dicho informe caracterizó además al teniente coronel Julián Santana, comandante Miguel Miranda, capitanes Gaspar Cruz, Ramón Rivas y Antonio Machado, teniente Sandalio Giráldez y teniente cabo Rafael Montero. Se hacía especial mención a Calixto Agüero. Para el mes de marzo de 1895, en Nuevitas circularon noticias de haberse alterado el orden en Victoria de Las Tunas, razón por la cual las autoridades españolas se apoyan de los Alcaldes para detectar sospechosos y simpatizantes, así como aquellos que pudiesen dirigir o estimular con eficacia un movimiento, los caminos y fincas eran custodiados por retenes. Pasos en la organización de la guerra en Las Tunas son evidentes en febrero bajo el mando del general Francisco Varona como Teniente Gobernador del distrito de Las Tunas, pero no es hasta junio que se evidencia el inicio de la creación de prefecturas y subprefecturas en la zona por donde ocurriría el paso de la columna invasora. Por los datos encontrados todo parece indicar que es otro de los factores que condicionaría su trayectoria. En el período que ejerció jefatura el general Varona, se crea la Prefectura de Hatico (julio de 1895) y la subprefectura Soledad, se designa un Auxiliar en La Guanábana. En agosto de ese año es sustituido por Luis Martí quien crea la prefectura Las Arenas, a esta se subordina la subprefectura de San Vicente 6 de octubre de 1895 y un Cabo Auxiliar en Cieguito 6 de junio de 1895; crea además la prefectura de Playuelas y una subprefectura en Herradura 9 de octubre de 1895, todas localizadas en la parte centro suroeste de la antigua provincia de Oriente coincidente con la vertiente sur del territorio de Las Tunas, por donde pasaría la columna invasora. Una de las misiones era la crear depósitos de caballos para la guerra y apoyar con otros recursos materiales el paso de la invasión por cada territorio. El bayamés José Manuel Capote Sosa, hombre experimentado con un amplio expediente de servicio ganado en la Guerra de los Diez años, se destaca en el ataque, toma e incendio de Las Tunas en 1876 en la cual ostentaba los grados de teniente. En marzo de 1895, por órdenes de Bartolomé Masó, sale hacia Las Tunas, con el nombramiento de Jefe de Operaciones de esa región y los grados de brigadier. Entre sus objetivos estaba el dominio de los caminos que enlazaban los centros urbanos de Oriente y el Camagüey, similar a lo que hizo Vicente García en la contienda de los Diez Años y comprometer a los campesinos y sitieros con la nueva contienda. Otra de las misiones era apoyar el traslado de tropas insurrectas por el territorio e impedir los contactos e intercambios militares de los españoles. De este modo convierte la región en base de la Tercera División del Ejército Libertador para lo cual le otorgan los grados de general. Esta situación de reanimación de las fuerzas patrióticas provocó un reordenamiento estratégico de la guerra bajo el mando del general Arsenio Martínez Campos. Desde este mismo mes llegan fuerzas y material de guerra, en agosto por ejemplo embarcan hacia Cuba y con destino a Las Tunas, dos compañías que conformarían el batallón Bailén con un total de 442 efectivos, además de los existentes batallones de Aragón No. 21, con unos 1000 plazas y el 3ro de Infantería de Marina, este último con un total de 932 efectivos. De estos datos se infiere que en los días previos a la invasión las tropas hispanas fluctuaron entre 2000 a 2500 hombres, sin incluir a los voluntarios, guardia civil y otras fuerzas paramilitares; no obstante, esta parte de Oriente constituía un frente de guerra secundario para los españoles. Desde ese período, los tuneros se incorporan de modo constante a las filas del Ejército mambí. En sus inicios fueron notables las dificultades organizativas, inestabilidad en los abastecimientos de víveres al ejército, entre ellos la sal producida en las zonas costeras. La correlación de fuerzas a favor de las fuerzas colonialistas obligó a desarrollar una estrategia consistente en el desarrollo de emboscadas de hostigamiento y hostilizar al enemigo sin enfrentamientos de envergadura con el objetivo de hacerse notar, sumar fuerzas y entrenamiento de lo bisoño. Entra el general Máximo Gómez en Las Tunas en los dos primeros días de junio de 1895, con solo 20 hombres, incorporándoseles 80 de este territorio, con los que ya sumaban 100 sus fuerzas. El dos de septiembre de 1895, Gómez ocupó Jobabo con el objetivo militar de esperar una columna española que se acercaba a este punto con la cual combatió sobre la marcha al ser muy numerosa. Estas acciones y los combatientes incorporados comprometían a la población a colaborar por la causa independentista, se revitaliza así el sentimiento independentista existente desde la contienda de 1868.

Travesía de la columna invasora por la región

Previa coordinación con el general José Manuel Capote que operaba en la Jurisdicción de Las Tunas, se le ordena que apoye el paso de la columna invasora por este territorio. Pero con el inconveniente de que solo disponía de unos 150 hombres, lo cual implicó un sistema de inteligencia desde el punto de vista estratégico y táctico que tendría como principio evitar combate frontal de tipo regular con el enemigo y distraerlos para apoyar a los invasores. Según el historiador Ramiro Guerra Sánchez, la táctica de Maceo de evadir encuentros con las fuerzas españolas estuvo dada además de las razones ya señaladas a la no incorporación del Segundo Cuerpo de Ejército al mando de Bartolomé Masó.

En horas de la mañana del día tres de noviembre, la columna invasora comandada por el general Antonio Maceo Grajales entraba en los límites de las jurisdicciones de Holguín y Las Tunas. La intención de Maceo, según José Miró Argenter era avanzar ese día unas diez a doce leguas, pero reciben la información de que fuerzas enemigas se encontraban cerca. Esta situación, al parecer imprevista, impide el avance con la celeridad pronosticada. Al respecto, Piedra Martel anotó que

"estuvimos a menos de media jornada de numerosas fuerzas enemigas, situadas en Vista Alegre …, finca colindante con la Hacienda Las Arenas, ubicada a unas cuatro leguas en dirección oeste y a dos de la ciudad de Victoria de Las Tunas."

Deciden acampar en el sitio conocido por Rio Abajo, zona donde radicaba la prefectura de Playuelas bajo el mando del prefecto Jesús Peña, caracterizado por la bifurcación de caminos que posibilitaba variantes de evacuación en caso de ser asediados o atacados por el enemigo, cercano además al rio Naranjo cuyo caudal posibilitaba abastecerse de agua. En este lugar dedica tiempo para responder a algunas de las preocupaciones planteadas por Santiago García Cañizares, secretario del Interior, consideradas por José Luciano Franco como intrascendentes ya que lo más importante en ese momento era la invasión. Antes de levantar campamento al siguiente día, Maceo recibe la noticia de que los españoles avanzaban desde Las Arenas hacia Las Tunas para avituallarse, circunstancias en las que ordena al general Capote situarse con sus fuerzas en aquel lugar para hostilizar al enemigo si regresaba y que lo mantuviera al tanto de cada incidencia. Una vez que Capote inició la indicada operación, salió la columna invasora el día cinco por la mañana con dirección suroeste para alejarse unas dos leguas aproximadamente de la Ciudad de Victoria de Las Tunas, distancia prudencial como para tomar decisiones a tiempo en caso de salida nuevamente de fuerzas españolas con el objetivo de impedir su avance. Al llegar a Vista Alegre recibe apoyo de los campesinos de la zona por orientación de Acosta, prefecto de Las Arenas, los cuales proveen a los mambises de comida y le ofrecen una completa información de la ubicación de las columnas españolas. Reconocida la situación, destina pequeños grupos de caballerías para operar en las cercanías de la ciudad con el propósito de entretener al enemigo y propiciar así que la columna tomara ventaja en su paso por el territorio de Las Tunas. Al mismo tiempo, a decir de José Miró, se recibe informe de una columna española que avanza por el camino de Mala Noche, Holguín, para operar en combinación con las fuerzas de Las Tunas e impedir su avance al Camagüey, pero, dado a la distancia, no fue objeto de preocupación para el General. Desde el punto de vista militar, la plaza de Victoria de Las Tunas era una de las más fuertes de la Isla, con fuerzas suficientes para llevar a cabo operaciones y golpes a las fuerzas patrióticas. Por tal razón, establecer combate implicaría posibles bajas, reducción de los escasos pertrechos disponibles, pérdida de tiempo por concepto de atención y traslado de heridos, lo cual conllevaría a que la columna española que tenían en la vanguardia reorganizar a la ofensiva para impedirles el paso, situación que tornaría difícil la defensa. Pero iniciarían una marcha por una parte muy baja y pantanosa, además del mal estado de los caminos, sin opción de avance a campo traviesa por lo intrincado del terreno y la vegetación, lo cual traería como resultado una marcha lenta y difícil. Desde mediados de octubre había comenzado un intenso temporal de lluvias que se prolonga hasta fines de noviembre, lo cual dificulta los movimientos de tropas para ambos contendientes. José Miró Argenter refiere a que la jornada del día seis fue muy dura, la marcha inició a las dos de la madrugada por caminos intransitables debido a las lluvias, los caballos se hundían, se atascaban los bagajes y la infantería se agota en su avance por los fangales. Era media tarde y aún llovía a torrentes, a las nueve de la noche extenuados por la fatigosa marcha, acampanen las praderas de La Soledad, punto más distante en la maniobra de esquive del núcleo urbano. En este lugar estaba enclavada la subprefectura bajo el mando de Juan Romero, subordinada a la prefectura de Hatico, de quienes reciben apoyo. Mientras, la columna española llega a Las Pelonas, sitio donde es hostilizada el día siete por la tropa del general Capote, de ese modo retrasan el paso del enemigo. A partir de los informantes del sistema de inteligencia, Maceo conoce la situación y decide marchar en dirección a Lajas, sitio localizado a dos leguas al norte de La Soledad. De este modo, subían más al centro de la Isla en busca del Camino Real del sur por el cual avanzarían con menos dificultades que las enfrentadas hasta el momento, no sin antes dejar algunos escuadrones que se encargaran de llevar a cabo emboscadas de hostigamiento al enemigo, mientras ellos avanzaban.

Después que la columna española reconoce el abandonado del campamento mambí de La Soledad sigue el rastro de la columna invasora, lo cual no era difícil por las huellas dejadas en el terreno húmedo de unos mil quinientos invasores entre jinetes y a pie. Mientras, el general Capote con la caballería de Las Tunas, tirotea a los españoles por el flanco derecho obligándolos a detenerse y acampar a las once de la mañana en la sitiería de Lajas. Para ese momento, la columna invasora ya se encontraba en Guaramanao, zona de operaciones de Vicente García en la pasada contienda y donde radicó durante algún tiempo el Gobierno de la República en Armas, de ahí la posibilidad segura de apoyo de los habitantes de aquel sitio comprometidos con la causa independentistas. Además, radica en este lugar la prefectura de Ojo de Agua de los Melones al mando de Isidro P. Mayo. Por tales razones, decide acampar en aquel sitio sin prever la posibilidad de que los españoles insistieran en su persecución. El prefecto ofrece apoyo, consistente en una res, de igual modo lo hace el español José Escriba Carbonell, simpatizante con la causa cubana. Maceo ordena preparar el almuerzo y cuando habían comenzado a desollar las reses, se escucha el fuego graneado de fusilería de los exploradores cubanos que anunciaba la proximidad del enemigo, se frustra así la posibilidad de alimentarse en este sitio. Los peninsulares a modo de exploración comienzan su ofensiva por ambos flancos, Maceo refuerza las avanzadas de cada lado y forma las tropas en orden de batalla.

Los españoles escribe el general Piedra Martel

" comenzaron la ofensiva por un tanteo, a la vez, a la derecha e izquierda de nuestro campo. El general Maceo forma la tropa en orden de batalla, para lo cual coloca la infantería en una ceja de monte, sitio por donde podían vulnerarse fácilmente las fuerzas insurrectas, mientras que la caballería fue desplegada en el centro del potrero, donde el pastizal le sirve de enmascaramiento "

En esas circunstancias, los españoles al mando del coronel Nario Echagüe, fueron recibidos con nutrido y certero fuego que les hicieron retroceder, una nueva maniobra de la caballería del regimiento Vicente García les facilitó colocarse a los flancos de la infantería cubana, permitiéndole su salida airosa del potrero; salvo la infantería, fue destacado en Guaramanao un escuadrón para la observación y el resto de la tropa con la caballería a la vanguardia continuó marcha hacia El Lavado, donde acampa a la caída de la tarde. Este sitio, favorable por sus características estratégicas, sirvió de campamento eventual de Vicente García en numerosas ocasiones durante la Guerra Grande y de estancia de muchas personalidades de la alta dirección de la guerra, los sitieros estaban vinculados a la lucha por la independencia. Conocida por el general Capote la experiencia militar del general español, el valor mostrado en el cruento combate sostenido con sus fuerzas el 13 de agosto de 1895 en la Breñosa y la correlación de fuerzas a favor del enemigo, dispuso la caballería tunera en las proximidades de un flanco y retaguardia del núcleo español acampado en Guaramanao, evita así el enfrentamiento frontal y las hostiliza toda la noche con fuego intermitente de los exploradores. Aunque los españoles pretendían, de igual modo que en 1868 al producirse el intento de llevar a cabo la invasión, obligar a los cubanos a que consumieran su escaso parque, esta vez las fuerzas patrióticas hacen uso racional de sus pocos pertrechos. Transcurría el día ocho de noviembre, en El Lavado, Maceo emite la comunicación número 184 dirigida al general José María Rodríguez (Mayía), jefe interino del Tercer Cuerpo del Ejército Libertador, en la cual le ordenaba tuviese preparadas sus fuerzas en un punto conveniente y que facilitara el encuentro con ésta. También le manifestaba tuviese conocimiento sobre las columnas enemigas que pudieran entorpecer el paso del contingente invasor. En uno de los párrafos de la citada comunicación le especificaba: [...] ordene a las autoridades civiles que tengan recursos para la columna, debiendo ser éstos, carne salada y viandas, así como calzado para la tropa y caballos para reponer las bajas de la caballería [...] Eran las nueve de la mañana, aún no había concluido el jefe cubano con el despacho de los asuntos de mayor urgencia, cuando en los montes de El Lavado se escucharon retumbar los disparos de la fusilería que anunciaban nuevamente la presencia de las fuerzas enemigas mandadas por el coronel Echagüe, quien se había empeñado en establecer batalla campal con los cubanos. El fuego nutrido de la infantería a corta distancia del campamento invasor demostraba que el general Capote se batía con el enemigo, cubriendo la retaguardia del contingente cubano. Una hora después la columna española casi envolvía a una de las avanzadas cubanas situadas en El Lavado. Con rapidez la infantería y caballería se ubicaron en línea circular de frente al enemigo, protegida ligeramente por una cañada que atravesaba el terreno. El jefe español inició un movimiento de flancos con heroicos empujes el cual fue poco rebatido por los cubanos que combatían a la riposta para economizar sus escasas municiones, no obstante, resistieron la avalancha. Entonces el jefe enemigo dispuso otra maniobra para evitar que la caballería de la columna invasora corriera sobre el centro de su fuerza mientras cañoneaba por el frente a los álgidos soldados de la infantería mambisa.

Víctor Marrero resume la situación diciendo que “ambos contendientes al asecho uno del otro, pasaron de la acción a la observación” y ante la tregua ya de mediodía, Maceo ordenó la marcha y deja allí una guardia de caballería para que vigilara los movimientos del enemigo. A las once del día aproximadamente, cuando cesó este hecho de armas narró José Miró Argenter

"Las bajas cubanas en ambas acciones, en Guaramanao y El Lavado, fueron 23, incluyendo las de la brigada de Las Tunas al mando del general José Manuel Capote, quien fue uno de los heridos de este último combate"

Entre las dos y tres de la tarde del ocho de noviembre de 1895, la columna invasora y el gobierno cruzan el río Jobabo hacia Camagüey, mientras que la columna española que los perseguía se dirige hacia el cuartel de Guáimaro. Ya les esperaban las fuerzas camagüeyanas en La Caridad, sitio localizado a media legua de la división entre ambos territorios, donde se le informa a Maceo que los colonialistas habían retirado de modo precipitado las avanzadas que vigilaban los embarcaderos de los ríos Tana y Sevilla y que el general Rodríguez se encontraba muy cerca del lugar con el grueso de las tropas. Desde Oriente avanzaban las fuerzas del coronel Esteban Tamayo con la finalidad de apoyar a los invasores, razón por la cual Maceo le escribió al general Francisco Varona para que junto al general Capote le dieran protección al pasar por Las Tunas. De este modo, la columna invasora crece y se fortalece con la suma de los destacamentos regionales. El 13 de noviembre, el general Maceo acampó en La Matilde de Simoni en Camagüey. Desde aquí el día 15 con sus comunicaciones 228 y 230 informó al general Gómez de haber hecho entrega a José Maceo del mando del Departamento Oriental, dándole cuenta de la resistencia opuesta por el enemigo a su paso por Las Tunas, aseverándole en la propia comunicación: `` pero fue burlado totalmente logrando retenerlo con unos ciento cincuenta hombres de extrema retaguardia [...]´´

Reflexiones finales acerca de los hechos

Varios factores hicieron factible el paso de la columna invasora por la región de Las Tunas, a pesar de los percances analizados, entre ellos: el servicio de comunicación diseñado por las recién creadas prefecturas mambisas, en especial los guías, más aun al ser una zona desconocida por Maceo; los invasores eran hombres fornidos, con resistencia para caminar de diez a doce leguas continuadas por terrenos en mal estado y aún tenían energía para combatir; la presencia de oficiales experimentados y un cuerpo de vigilancia con experiencia, así como el apoyo de la brigada de Las Tunas al mando del general José Manuel Capote. Por su parte, las fuerzas colonialistas, compuesta por quintos recién venidos, sin experiencia en la lucha irregular en un medio natural que les era en principio hostil, evitaban enfrentamientos decisivos que pudieran resultarles infructuosos, además, tenían en su contra el débil españolismo en la región, especialmente en las zonas rurales. La configuración territorial de las prefecturas en la región, a juzgar por los hechos, estuvo determinada por la composición y vínculos familiares consuetudinarios y sus posibilidades de apoyo, lo cual influyó en la decisión de la ruta invasora y de los sitios escogidos para acampar. La inexistencia de propiedades españolas con riquezas agrícolas significativas en la industria azucarera en esta parte de la Isla que posibilitaran el sustento del poder colonial, marca una de las diferencias respecto al centro y occidente de la Isla, en la que uno de los objetivos de la invasión era destruir las fuentes de abastecimiento del enemigo. Aunque el déficit de alimentos es normal en condiciones de guerra para ambos contendientes, no fue nada comparable como la situación del occidente de la Isla, lo más difícil resultó la coordinación y vías de suministro dada las presiones de la constante persecución de los españoles que los obligó a un régimen de alimentación ocasional con el que inicia así la ruptura del hábito dietético de aquellos hombres. En solo 90 días, el Ejército Libertador logra llevar la guerra hasta el extremo más occidental de Cuba, para lo cual recorre 424 leguas en 72 jornadas de marcha, seis leguas promedio por jornada, mientras que el avance por territorio tunero es de tres leguas por jornada como consecuencia principalmente de las inclemencias hidrológicas y la insistencia de los colonialistas en detener su curso. Según Enrique Collazo, el paso por la región “fue sin apresuramiento y sin cansancio para la tropa”, aseveración ilógica si nos atenemos a los hechos; no es que existiera falta de premura sino una adecuación de la marcha a las circunstancias y siempre con el ánimo de acelerar la movilidad, lo cual implicó marchas agotadoras y la restricción del régimen de descanso. El apoyo de la brigada de Las Tunas a la columna invasora en su trayectoria por territorio tunero es expresión de un regionalismo identitario, donde las fronteras territoriales y las ataduras excesivas a la patria chica habían sido superadas de modo general en esta etapa de la lucha por la independencia. Los grupos regionales al mando del general Capote mostraron alta responsabilidad en apoyar a los invasores, algunos combatientes tuneros se les unen, y no en su totalidad como dijera Enrique Collazo, ya lo habían hecho otros a principios del mes de junio al pasar Máximo Gómez por el territorio, también se dinamizó la colaboración como centro de apoyo a otras regiones. Las manifestaciones individuales como las deserciones no fueron obstáculos notables para el proceso de lucha; al respecto, el 11 de noviembre de 1895, Antonio Maceo dicta la Orden 205 mediante la cual concede amplias facultades al teniente coronel jobabense Serafín Escanell para tomar severas medidas con los desertores de la columna invasora. Como consecuencia de los hechos, las máximas autoridades españolas envían de modo inmediato 1222 efectivos regulares para reforzar la ciudad, consistente en un batallón expedicionario Bailén compuesto por 847 hombres y un batallón de Sicilia con 975 efectivos, al mismo tiempo se refuerzan las obras de defensa de la ciudad. Ello corrobora la acertada decisión de llevar a cabo la invasión a occidente en circunstancias en que las fuerzas españolas no eran suficientes en el distrito tunero, como en otros, para detenerlos. Enfrentarse en combate con fuerzas españolas al mando del coronel Nario Echagüe, calificado por José Miró como uno de los militares españoles más competentes de la guerra de Cuba, en circunstancias complejas durante toda la travesía, fue una experiencia en el arte defensiva que les sirvió de entrenamiento a los invasores, en especial a los más jóvenes.

Fuentes

  • Collazo, Enrique. Cuba independiente. Santiago de Cuba: Editorial Oriente.1900
  • Cuba Heroica. Santiago de Cuba: Editorial Oriente. 1980
  • De Ávila, Bienvenido y Plácido Cruz. Presencia de Maceo en Las Tunas. Las Tunas: Sección de Investigaciones Históricas del Comité Provincial del Partido. 1986
  • Franco, José Luciano. Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida. T. II. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales. 1973
  • Guerra, Ramiro. Manual de Historia de Cuba. La Habana: Editorial Pueblo y Educación. 1985
  • Izquierdo, Raúl. Las Tunas en la guerra de 1895-1898. Las Tunas: Editorial Sanlope. 2008
  • Marrero, Víctor Manuel. La Guerra de 1895. En Colectivo de autores. Síntesis histórica provincial Las Tunas. La Habana: Editora Historia. 2010
  • Miró Argenter, José. Crónicas de la guerra, T. I. La Habana. Editorial Letras Cubanas. 1981
  • Piedra Martell, Manuel. Mis primeros 30 años. La Habana. Editorial de Letras Cubanas. 1979
  • Revista Decenal de El Avisador Comercial. Ecos de Cuba. 20 de marzo de 1895.
  • Rodríguez, Raúl. Cuba: La forja de una Nación. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales. 1999