Pedro Nadal y Auré

Pedro Nadal y Auré
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Retrato de Pedro Nadal y Auré.jpg
Nacimiento23 de octubre de 1844
Zaragoza, Bandera de España España
Fallecimiento11 de mayo de 1905
NacionalidadEspañola
OcupaciónCantador
CónyugeVicenta Fernández

Pedro Nadal y Auré. Fue un cantante de jota aragonesa conocido como «el Royo del Rabal», se desarrolló principalmente entre los años 1860 y 1895.

Síntesis Biográfica

Así se llamaba aquel coloso de la Jota de portentosas facultades y personal estilo, nacido en el zaragozano barrio del Rabal en 23-X-1844.

Al cumplir 23 años casó con la rabalera Vicenta Fernández. Su actividad de cantador nació en su infancia, cuando oía la jota al ir o venir del campo. Pronto quedó huérfano pasando a tutela de unos tíos que no tenían hijos. Centro de sus hechos fue el Rabal. Por sus calles iba cantando, así como por las vecinas torres entonando sus «rondadoras» y «rabaleras». Alternó con famosos como el «Cuaderno», el «Tuerto de las Tenerías» , los Agudo, Nicolás Algora el «Maño», el «Modorro», etc.

El Royo era necesario en toda fiesta de jota. Él cantó en las serenatas que se dieron al general Primo, a los ministros González Bravo y marqués de Orovio, etc. Entonces no había certámenes de jota (hasta 1892), pues el interés de los actuantes era la gloria que tenían de haber participado en una fiesta regional.

Trayectoria

Fue el Royo, guarda de riegos del Sindicato del Rabal, protegido de don Jorge Jordana y Mompeón, quien poseía una torre en el Rabal, junto al puente de Piedra. Allí, en 1880 el zaragozano Carlos Larraz y Micheto pintó unas escenas típicas, quedando retratado el Royo en uno de los lienzos. Más tarde, prematuramente viejo, le volvió a retratar Juan José Gárate y Clavero.

Siendo guarda mayor de riegos ocurrió un hecho sangriento, entre la casa que habitaba y el camino de los Molinos, resultando un hombre muerto por arma blanca. Acusado el Royo, no se pudo demostrar. Entonces, hallándose en la cárcel de la Galera, cantó al rey Alfonso XII una copla cuando estaba de paso por Zaragoza y éste le concedió la gracia de la libertad. Cuando casó el rey con María de las Mercedes en 1878, a Madrid fue el Royo con la rondalla «Zaragozana», cantando en las puertas del Palacio de Oriente. El rey le mandó subir y, en una de las terrazas estuvieron dialogando.

Este cantador era historia viva, cuando se suscitaron graves rivalidades entre los parroquianos de San Pablo y los de la Magdalena, ocurriendo hechos sangrientos; que no sólo fue cantar jotas mordaces que levantaban tumores. Pero el barrio del Rabal y su Royo quedaron al margen de las luchas. Un día el cantador hizo una copla, calificando a cada bando con un popular adjetivo, haciendo el elogio de su barrio.

Sus estilos eran clásicos, pero él los recreaba. Estilo que treinta años después volvía a cantar otro rabalero malogrado, Francisco Panzano. Las facultades de Pedro Nadal eran excepcionales, subiendo a la cumbre cuando cantaba sus estilos personales, de tan difícil interpretación que, después, alguna vez se oyeron a Juanito Pardo Miranda, Miguel Asso Vitallé, Cecilio Navarro Subías, Joaquín Numancia Gadea, José Oto Royo y Jesús Gracia Tenas el de Lécera.

En 1883 cantó en Zaragoza Julián Gayarre, siendo obsequiado con una serenata por el Royo, que le cantó cinco jotas, comenzando por una de salutación, para terminar con la quinta, cantada en «la», llegando en su realización a alcanzar un «re» sobreagudo; nota dificilísima de obtener por un tenor, que aquella noche asombró al mejor del mundo.

El rabalero era imprescindible allí donde estuviera la jota.

Cuando en 1885 la epidemia de cólera asolaba Zaragoza, el Royo con su bravura característica, acompañado de su guitarra, iba levantando el ánimo, llevando aparente alegría a los afligidos pechos zaragozanos. Había viajado por muchas capitales españolas lanzando sus jotas: Barcelona, Madrid, Valencia, Sevilla, etc. Pero el hecho que le llevó a la cárcel le restó fuerza para intervenir como gran figura en los festivales, además de su retiro en el Azud, a 20 km. de la ciudad.

A esto se unió la aparición de los niños Juanito Pardo y José Moreno, de Andorra, apadrinados por un regular cantador pero magnífico maestro, Santiago Lapuente, que los llevaba por toda clase de escenarios, exasperando a los puristas de la jota. Pero el Royo, hasta entonces había sido único. Aquellas serenatas dadas a grandes personajes españoles y artistas estuvieron a la altura debida, gracias a sus «zaragozanas», «fieras», «rabaleras» y «femateras».

No eran menos sus «rondadoras», que hacían despertar a las mujeres zaragozanas y, aquellas jóvenes del Rabal, cuyos felices sueños solía interrumpir la varonil voz de Pedro Nadal que, al final de su vida fue a vivir a la parroquia de San Felipe, muriendo en la calle de Torres Secas, 9, a los 59 años de edad, dejando en el pueblo una legendaria estela de bravura y estilo en el canto regional que nadie ha igualado.

Bibliografía

Doce artículos publicados en Heraldo de Aragón, desde 15-IX-1971 a abril de 1974, por F. Oliván Bayle.

Fuentes