Síndrome de Hubris

Síndrome de Hubris (o Hibris o Hybris)
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El Síndrome de Hubris (o Hibris o Hybris): es un trastorno del tipo paranoide que se desarrolla en aquellas personas que se encuentran en posiciones de poder.

El Síndrome de Hubris (o Hibris o Hybris) un trastorno del tipo paranoide que genera un ego desmedido, un enfoque personal exagerado, aparición de excentricidades y desprecio hacia las opiniones de los demás. Se suele asociar a cargos de poder, tal y como pueden ser políticos, "eternos" dirigentes, funcionarios, personal de confianza, financieros, empresarios, grandes fortunas, famosos, etc.

Introducción

El síndrome de Síndrome de Hubris (o Hibris o Hybris) ya fue rápidamente detectado por los antiguos griegos para identificar a los héroes que, borrachos de éxito y haciendo acumulo de poder, comenzaban a comportarse como auténticos tiranos cuando no como dioses. El síndrome es propio de los abusadores que llegan a cometer vejaciones y acciones crueles hacia los que, según su parecer, están “por debajo de ellos.” Héroes militares, políticos, directivos de empresas… todos ellos pueden padecer lo que actualmente se denomina síndrome o mal de Hybris, un trastorno paranoide, y descrito hace años por David Owen, que fuera ministro de exteriores británico y también neurólogo. Owen describió a estos individuos en su obra “En la enfermedad y en el poder” en la que señala a aquellos que padecen esta patología “que se inicia desde una megalomanía instaurada y termina en una paranoia acentuada.”

Causas

Según el neurólogo David Owen:” Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder terminan afectando a la mente”.El poder no está en manos siempre del más capaz, pero quien lo ostenta así lo cree y termina comportándose de manera narcisista y prepotente.

  • Inmadurez psicológica.
  • Formación cultural pobre.
  • Personalidad subjetiva.
  • Carácter emocional particular, seguramente ávido de afectividad.
  • Desarrollo humano frágil y en difíciles circunstancias.

Síntomas del síndrome de Hybris

Entre los síntomas que afectan a estos individuos encontramos que suelen darle a todo un sesgo altamente egocéntrico cuando por ejemplo, tratan sobre cualquier tema por más intrascendente que sea; denotan una confianza desmedida en sí mismos; son impulsivos e imprudentes; se sienten superiores a los demás; le otorgan una desmedida importancia a su imagen; ostentan sus lujos; son excéntricos; se preocupan porque sus rivales sean vencidos a costa de cualquier cosa; no escuchan a los demás; son monotemáticos (todo ronda en tono suyo); se sienten iluminados y aunque fallan, no lo reconocen. La pérdida de poder o de popularidad los sume en la desolación, “la rabia y el rencor” y entonces, solo entonces recurren a algún tipo de ayuda psiquiátrica o psicológica. Pero solo tras “dejar muchos cadáveres por el camino.”

Etapas

La primera etapa se da cuando el sujeto asume un poder y comienza a verse rodeado de aduladores. Si al principio dudaba de su capacidad para ejercer el mando, las dudas pronto se disipan y atribuye todos los éxitos a sí mismo. De aquí pasa a la fase en la que cree que nada de lo que dice, hace y piensa puede ponerse en entredicho. Se siente infalible e insustituible. Y todo aquél que se le oponga será relegado al ostracismo. Estos sujetos confunden realidad con fantasía como cosa normal. Su mundo se divide entre ganadores y perdedores por lo que se asumen como ganadores a la vez que temen enormemente perder su status y se afanan a toda costa por mantenerlo ya sea mediante el fraude o la tergiversación de los hechos sin dudar ni por un momento en adoptar actitudes amenazantes y causar a los demás que están por debajo de él, daños irreparables.

La cura

El médico y político británico David Owen identificó este síndrome. La palabra Hubris proviene del griego hybris y refiere a la descripción de un acto en el cual un personaje poderoso se comporta con soberbia y arrogancia, con una exagerada autoconfianza que lo lleva a despreciar a las otras personas y a actuar en contra del sentido común. Para los antiguos griegos este comportamiento era deshonroso y digno de ser censurado; eso ocurría tanto en la literatura como en la tradición oral. Desde el punto de vista neurocientífico no hay ninguna evidencia de que pueda existir un cambio fisiológico en dichas personas; sin embargo, la psiquiatría lo aborda. Para que la persona pueda “curarse”, sostiene este autor, simplemente basta con que pierda su poder.

Casos históricos

Algunos casos del síndrome de Hubris rayanos en el paroxismo fue el del emperador romano Claudio, que se caracterizaba por su magnanimidad y su preocupación por sus súbditos, hasta que empezó a obsesionarse con la idea de que los demás pudieran reírse de su tartamudez y su aerofagia. La solución que halló Claudio fue impulsada sin duda por el Hubris: por mediación de su médico personal, Jenofonte, promulgó un edicto que obligaba a sus cortesanos a tirarse dos ventosidades por cada una que dejara escapar él. A partir de este edicto, tal como señala Suetonio en Los doce césares, Claudio empezó a encapricharse cada vez con más cosas. Lo mismo le sucedió a otro emperador romano, Marco Antonio Casiano, que se enfrentó de esta forma con las facciones críticas del Senado: «Sé que no os gusta lo que hago, pero por eso poseo armas y soldados, para no tener que preocuparme de lo que penséis de mí». Calígula, por su parte, nombró senador a su caballo. El general y presidente de México Antonio López de Santana, autocalificado como «el nuevo Napoleón», hizo enterrar su pierna amputada con honores de funeral de Estado. El presidente de Ecuador José Abdalá Bucaram perdió su puesto cuando se empeñó en contratar a Maradona por un millón de dólares. Jahangir, gran mogol de la India (1569-1627), que tenía un harén compuesto por 300 esposas, 5.000 mujeres sirvientes y 1.000 jóvenes que satisfacían todos sus caprichos. Nadie está libre de que el veneno del hubris corra por su sangre. Pero han sido los reyes, emperadores, políticos y, en definitiva, los gobernantes de toda índole quienes más han sufrido sus estragos.

Fuentes