Santa Filomena

Santa Filomena
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Religión o MitologíaCatólica
País o región de origenEra hija del rey de un pequeño estado griego; su madre era también de sangre real

Santa Filomena. Era hija del rey de un pequeño estado griego; su madre era también de sangre real. Como sus padres no tenían hijos, no cesaban de ofrecer sacrificios y oraciones a los dioses falsos. Durante aquel tiempo que cesara la esterilidad se hallaba con su familia un doctor romano, llamado Publio, el cual es ahora un santo en los cielos, aunque no sufrió el martirio. Movido de compasión por la ceguera desgracia de sus padres, é inspirado por el Espiritu Santo, habló con ellos de su fe, asegurándoles que sus oraciones serían oídas, si se convirtiesen a la Religión Cristiana. Sus corazones correspondieron a la elocuencia de sus palabras, y sus almas fueron impulsadas por la gracia divina; después de profunda meditación, tuvieron la felicidad de ser lavados en las aguas del Bautismo.

Historia

Filomena nació el 10 de enero del año siguiente, y la llamaron "Lumena" o "Luz" porque había nacido en la luz de la fe, a la cual ya sus padres pertenecían de todo corazón. En el bautismo le pusieron el nombre de Filomena que significa, amiga de aquella luz, que por la gracia de este sacramento, iluminó su alma. En este mismo sentido, guiando la Divina Providencia, se explicó el epitafio de su sarcófago, aunque los intérpretes no sabían cual era el sentido original de los escritores del epitafio.


Sus padres no querían negarle nada, pero su padre nunca le permitía apartarse de su vista. Por esta razón les acompañó a Roma, cuando sólo contaba trece años de edad. El motivo de este viaje era una injusta declaración de guerra hecha contra su familia por el soberbio y poderoso Emperador romano. Conoció su pobre padre su debilidad y emprendió viaje a Roma, esperando hacer la paz con el Emperador. Acompañábale su madre y Filomena, estando presentes en la audiencia con el tirano, ¡Qué asombroso es Dios!... ¡Quién adivinaría su camino!... Mientras su padre defendía su causa y trataba de justificarse, el Emperador seguía mirando a Filomena y respondió : "No se inquiete más; no hay causa ninguna para tanta ansiedad. En vez de emprender una guerra contra su estado, pongo a su disposición todas las fuerzas de mi imperio, si me da la mano de su hermosa hija, Filomena, para contraer matrimonio".

Sus padres aceptaron la condición y después de llegar a su casa trataban de convencer para consentir en ella, asegurando así, decían, su futura felicidad como Emperatriz de Roma. Rehusó este gran honor, manifestando que era la esposa de Jesucristo por un voto de castidad, desde que tuvo once años. Su padre decía, que una niña como era ella, no podía seguir la voluntad propia. Pero el Señor le concedió fuerzas sobrenaturales para permanecer firme y constante en su resolución. Luego que llegó su respuesta a los oídos del Emperador, le pareció un pretexto para evitar su condición. "Que venga la princesa Filomena, dijo a su padre, y yo veré si puedo hacerla consentir"

Volvió su padre a llevar a Roma a Filomena, y viendo que todavía estaba resuelta a seguir en su propósito, él y su madre se pusieron de rodillas pidiéndole que desistiera. "Hija exclamaron ten compasión de tus padres, de tu patria, y de nuestro Reino." Ella les respondió que su patria y su reino eran los cielos; "Dios y mi virginidad están sobre todas las cosas." No obstante esto, tuvieron que obedecer al Emperador y presentarse en su palacio. Les hizo toda clase de promesas para que aceptase el matrimonio, mas en vano. Recurrió a amenazas sin resultado. Al fin, en un acceso de locura, inspirado por el demonio, mandó que fuera echada a un calabozo, debajo del palacio imperial.


En aquel lugar le ataron manos y pies con cadenas pesadas, con la esperanza de poder persuadirla a que se casara con este hombre en cuya alma reinaba solamente el espíritu malo. Diariamente la visitaba el mismo Emperador, renovando sus propuestas. Ordenó le quitaran las cadenas para permitirle tomar el pan y agua que eran su único alimento, viendo que ni así podía conseguir nada, recurrió a los tormentos. En todo este tiempo su Esposo Divino le ayudó y Filomena se abandonó en los brazos de Jesús y de su Madre bendita.

Mensaje de la Virgen María

Al fin de treinta y siete días de terribles sufrimientos, le apareció la Reina de los cielos, rodeada de una luz brillante, y llevando a su Hijo en las manos. "Hija mía, dijo, pasarás tres días más aquí, y al cuadragésimo de encarcelamiento, saldrás de éste lugar de penas". Estas dulces palabras la llenaron de un gozo celestial. "Cuando lo dejes, proseguía la Santa Madre de Dios, padecerás suplicios crueles por el amor de mi Hijo". Esta noticia la llenó de miedo y sintió la amarga agonía de la muerte. "Animo hija querida, añadió la Virgen, querida sobre todas las demás, porque llevas mi nombre y el de mi Hijo. Te llamas Lumena, o sea luz. Mi Hijo tu Esposo se llama luz, estrella, sol. ¿Y no soy yo también llamada aurora, estrella, luna? Yo seré tu fuerza. La naturaleza humana es muy débil, pero cuando llegue el momento de la prueba, recibirás fortaleza y gracia. Además de tu Angel de la guarda tendrás a tu lado al Arcángel San Gabriel, cuyo nombre significa "la fuerza del Señor." Sobre la tierra fue mi protector y ahora le envío a ti querida hija mía". Estas palabras de consuelo le levantaron el corazón y desapareció la visión, dejando un perfume que se esparció por todo el calabozo. El Emperador, desesperando hacerle consentir, recurría al tormento, creyendo que de esta manera podría asustarle e inducirle a renunciar a su voto de castidad. Por mandato fue atada a un pilar, y azotada sin misericordia mientras terribles blasfemias salían de sus labios. "Puesto que se ha obstinado a preferir a un malhechor condenado a muerte por sus mismos compatriotas, al Emperador, merece ser severamente castigada."

Milagro

El tirano, conociendo que su resolución era firme e irrevocable, aunque su cuerpo no era más que una llaga, mandó que le llevasen a la cárcel a morir. El pensamiento de la muerte y el descanso sobre el pecho de su Esposo, le consolaban, cuando aparecieron dos Angeles radiantes de hermosura, que derramaron un ungüento celestial sobre sus llagas, y le curaron. A la mañana siguiente lo supo el Emperador, que se llenó de sorpresa. Viéndola más fuerte y más hermosa que nunca, quiso persuadirle que debía este favor a Júpiter, quien la libraba de la muerte para que su frente ciñera la corona imperial. Inspirada por el Espíritu Santo respondía a sus argumentos falsos y resistía a sus halagos. Enfurecido por no conseguir su propósito, dio órdenes para que le arrojasen al río Tiber con un ancla atado al cuello. Mas Jesús, para demostrar su poder y confundir a los dioses falsos, envió de nuevo a dos Angeles en su socorro; cortaron la cuerda y el ancla cayó al fondo del río. Después le llevaron a la orilla sin que el agua hubiese tocado sus vestidos.

Algunos que presenciaron este hecho milagroso se convirtieron; pero Diocleciano, más ciego que Faraón, declaró que era una bruja, y ordenó que su cuerpo fuese atravesado por flechas. Herida de muerte otra vez, fue arrojada en la cárcel, donde en lugar de morir, el Señor le envió un sueño tranquilo, del cual despertó tan hermosa como antes. Mas enfurecido por el nuevo milagro el Emperador mandó que el tormento fuera repetido hasta que expirase; mas las flechas no salían del arco. Diocleciano atribuyó esto a la magia y esperando que la brujería no valdría nada contra el fuego, mandó que las flechas fuesen calentadas en un hornillo. Esta precaución fue en vano.

El Esposo Divino le salvó del tormento, volviendo las flechas contra los mismos soldados, de los cuales seis cayeron muertos. Este último milagro causó muchas conversiones, dando la multitud manifiestas señales de rebelión contra Diocleciano y reverencia para nuestra fe. Temiendo consecuencias más graves mandó le cortaran la cabeza. Gloriosa y triunfante subió su alma a los cielos para recibir allí la corona de su virginidad, merecida por tantas victorias. Esto sucedió el 10 de agosto un viernes a las tres de la tarde.

Hallazgo de Su cuerpo e historia de su festividad

El cuerpo de Santa Filomena fue encontrado en las excavaciones de las Catacumbas de Roma el 25 de mayo de 1802, en el reinado del Papa Pío VII, el Padre Francisco de Lucía alcanzó un gran milagro de esta Santa y consiguió que la Santa Sede llevar el cuerpo de la Santa para Mugnano, su Parroquia en Italia donde está hoy.

León XII de sobrenombre "Grande" y Gregorio XVI el taumaturgo del siglo. Pío IX en el día 7 de noviembre de 1849 celebró la Santa Misa en el altar donde están los restos mortales de la Santa, y el 15 de enero de 1857 concedió oficio propio con Misa en su honra, el 30 de abril de 1884 León XIII aprobó, consagró y confirió indulgencia al uso del cordón de Santa Filomena. Santa Filomena se le aparecía frecuentemente al Santo Juan Bautista María Vianney (Santo Cura de Ars) patrono de los Sacerdotes y éste por su intercesión hacía milagros nunca vistos. Para alcanzar alguna gracia difícil, es necesario estar en estado de gracia, a través de una confesión individual bien hecha al sacerdote y hacer una novena de comuniones rezando la oración. Se fuera posible, mandar a celebrar 13 Misas en honor a los 13 años que vivió, por la conversión de los pecadores y a favor de las almas del purgatorio.

Fuentes