Seudoanorexia

Seudoanorexia
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Concepto:El niño no come nada.

Seudoanorexia. La queja materna: “el niño no come nada”, como hecho aislado o como parte de una serie de síntomas, constituye probablemente una de las causas más frecuentes de consulta en Pediatría, al menos en el caso de niños menores de 6 años. El hecho de que la madre haga este planteamiento, no está de más recordarlo, no significa que exista una verdadera anorexia.

Si se mide y se pesa al niño, primer paso indispensable en estos casos, y las cifras se encuentran dentro de los límites esperados para su edad, sexo y además, no se encuentra evidencia clínica de enfermedad capaz de producir una anorexia secundaría, se debe plantear que existe una seudoanorexia. En este caso se debe pensar que el niño no come en la forma o en la cantidad que la madre cree que debe comer.

A lo sumo es posible que este niño lo que presente sean caprichos alimentarios, es decir, rechazo a ciertos alimentos explicación aparente o irregularidades en el ritmo de alinentación y que la madre confunde estos problemas con la anorexia.

Bajo de peso

Si el niño está bajo de peso desde hace tiempo o está perdiendo peso últimamente y se comprueba la existencia de una verdadera anorexia, el médico debe pensar, en primer lugar, en una posible anorexia secundaria, cuyo tratamiento sería el de la enfermedad somática primaria. La experiencia demuestra como poco frecuente que una verdadera anorexia en un niño menor de 6 años tenga una causa psicológica predominante.

Fisiopatología

Lo que más frecuentemente afronta el médico en los casos de seudoanorexia, es un trastorno alimentario establecido con carácter crónico. La madre refiere todas las técnicas de rechazo que ha adquirido el niño: retener los alimentos en la boca sin tragarlos, ponerse a jugar y desinteresarse en la comida, hacer arqueadas e inclusive vomitar. A estas técnica del niño corresponden toda una serie de maniobras de la madre y otros familiares para contrarrestarlas: hacerle cuentos, prometerle paseos o regalos, lactario a que se apure, exigírselo, quejarse de los sufrimientos que está causando a la madre, pegarle, e incluso taparle la nariz mientras tiene alimentos en la boca para obligarlo a tragar o para que tome otro bocado.

Esta verdadera batalla a las horas de comida se repite con una regularidad tal y con un guión tan exactamente respetado por los participantes, que puede considerare como un juego neurótico. Por supuesto, que estas escenas no llevan al niño a aumentarla cantidad de alimentos que ingiere (ni tampoco a disminuirla, al parecer). Lo que sí puede ocurrir es que el estrés representado por ellas al prolongarse, con el tiempo llegue a tener repercusiones psicológicas negativas tanto para el niño como para la madre. La comida deja de ser un acto placentero para convertirse en el escenario de una interacción neurótica entre dos personalidades. El niño, al percatarse de la ansiedad que siente la madre si el no come lo que ella espera, utiliza el rechazo de la alimentación como modo de expresar sentimientos que nada tienen que ver con ella: de rebeldía, de necesidad, de dominio. Es decir, es importante señalar que el niño no solamente se resiste a la presión que se ejerce sobre él, lo cual sería normal, sino que aprovecha la situación para expresar sus conflictos con la madre.

Tratamiento

Si la seudoanorexia no implicará, como se acaba de expresar, un conflicto en la relación madre-hijo, bastaría comunicarle a la madre que su hijo se encuentra antropométricamente duro de límites normales para resolver el problema. Vemos sin embargo, que en la mayoría de lo casos esta madre no queda satisfecha, quizás trate de consultar a otro médico y, lo que es peor, continúa batallando con el niño y sigue convirtiendo en una tortura para ambos la hora de comer. El verdadero objetivo que se debe lograr es tranquilizar y convencer suficientemente a la madre para que cambie sus creencias erróneas acerca de la alimentación del hijo.

Parte del proceso psicoterapéutico en estos casos consiste en suministrarle información sobre necesidades y patrones alimentarios del niño. Esto se hace, naturalmente, en aquellas madres que, o bien no la han recibido como deberían en las consultas de puericultura durante lo primeros años d la vida del niño, o bien la recibieron, pero sus creencias personales, enlazadas a temores neuróticos, han persistido y continúan rigiendo su conducta.

Arte de alimentar al niño

Los aspectos del “arte de alimentar al niño” que debe saber la madre pueden resumirse así:

  • A partir del final del final del primer año de vida y sobre todo durante el segundo, se produce normalmente una reducción de la necesidad de ingestión calórica por unidad de peso que obedece a una reducción normal de la velocidad de crecimiento. La madre que sabe esto no debe alarmarse si su niño muestra un apetito relativamente menor que cuando era bebé y si, además, su cuerpo se hace más delgado. Esto último, incluso, constituye una preparación que facilita la marcha que inicia el niño en el segundo año de vida.
  • Durante los procesos infecciosos corrientes de la infancia se produce una anorexia normal.
  • Es usual que los niños presenten periodos de poco interés hacia ciertos alimentos en particular.
  • La introducción de alimentos nuevos debe hacerse ofreciéndole pequeñas cantidades y de uno en uno. Si el niño rechaza el alimento nuevo, lo mejor es dejar de ofrecérselo durante algún tiempo y probar después de nuevo.
  • Debe permitirse el uso de la cuchara tan pronto el niño es capaz de llevársela a la boca, aunque se bote una parte de la comida. A los 2 años de edad la mayoría de los niños es capaz de alimentarse casi solos. Hasta esa edad la alimentación debe ser en colaboración: el niño con su cuchara y la madre con la suya, alternando.
  • Durante las horas de alimentación deben evitarse los ruidos, las peleas, por encima de todo la madre debe recordar que el momento de comer debe ser una experiencia agradable.
  • Debe permitirse al niño libertad para escoger los alimentos y para determinar la cantidad que va a ingerir. Deben respetarse sus gustos y no presionarlo para que coma lo que su madre desee.

Se supone que si la madre conociera y aplicara los conceptos que se han expuesto hasta ahora sobre la etapa del lactante, se evitarían los problemas alimentarios posteriores.

Ahora bien, cuando nos encontramos frente a un “juego neurótico” ya establecido en torno de la alimentación, el objetivo consiste en hacer comprender a la madre los mecanismos que se deben utilizar para que sea capaz de, abandonando su parte en la “batalla”, romper el circulo vicioso establecido. El convencerla de que deje de presionar al niño y permita que se alimente solo no resulta fácil, puesto que la conducta de la madre esta determinada por un conjunto de creencias erróneas culturalmente determinadas, transmitidas de generación en generación. Además, la fuerza de estas creencias está aumentada en la medida en que la madre tenga trastornos neuróticos que la lleven a temores exagerados acerca de la salud de su hijo, sentimientos de inseguridad en su eficiencia como madre. En ocasiones, incluso, semiconvencida por el terapeuta, la madre deja de presionar directamente al niño, pero lo sigue haciendo con su expresión facial de disgusto o de ira, lo que el niño ha aprendido a percibir e interpretar y usar como instrumento para provocarla; por este motivo continúa con su conducta de rechazo alimentario. Otras veces la madre deja de obligarlo, pero le dice frases como esta: “Te voy a dejar comer solo y no me importa sí te mueres, de hambre o no.” Todas estas cuestiones se aclaran en el análisis de la comunicación terapéutica y constituyen expresión de las antiguas creencias erróneas y de los temores neuróticos de la madre, que permanecen durante un tiempo persistiendo con las nuevas creencias más realistas elaboradas en interacción entre la madre y el terapeuta durante el proceso terapéutico.

La madre debe saber también que incluso después de un genuino cambio en las actitudes de ella, que se Transmita al niño por los canales verbales y extraverbales, éste puede continuar presentando problemas, la tendencia a “batallar”, es decir, a continuar el juego neurótico que tiene el niño, no desaparece bruscamente y puede observarse que cuando el niño ve que su madre ha dejado de darle la comida y de presionarlo para que coma, le pide que lo haga de nuevo y la “invita” de distintas formas más o menos sutiles a continuar el juego. Por tanto, la madre que sabe esto procede en su “retirada estratégica” de la lucha establecida, de un modo gradual y amistoso para darle tiempo al niño a adaptarse y para que no interprete el cambio de ella como un rechazo o un abandono.

Fuente

  • Tomado del libro Medicina General Integral.