Tiempo ordinario

Tiempo ordinario
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Concepto:El Tiempo ordinario es una de las partes del año litúrgico que han experimentado una transformación mayor en la reforma posconciliar.

El Tiempo ordinario es una de las partes del año litúrgico que han experimentado una transformación mayor en la reforma posconciliar. Considerado como un tiempo menor o "no fuerte", en comparación con los ciclos pascual y de la manifestación del Señor, es lo bastante importante para que, sin él, quedase incompleto el sagrado recuerdo que la iglesia hace de la obra de la salvación efectuada por Cristo en el curso del año (cf SC 102). Por tanto, no se insistirá lo bastante en la riqueza y el valor de este tiempo litúrgico en orden a la contemplación del misterio de Cristo y a la progresiva asimilación de los fieles y de las comunidades a dicho misterio.


Solemnidades y fiestas del señor

La celebración del misterio de Cristo a lo largo del año comprende una serie de solemnidades y fiestas del Señor, además de los grandes ciclos pascual y natalicio. La mayor parte de ellas caen dentro del tiempo ordinario. Los formularios litúrgicos para celebrarlas se encuentran en el propio del tiempo o en el santoral, según sean variables o fijas en cuanto a la fecha del calendario. La comprensión adecuada de todas ellas sólo puede hacerse relacionándolas con el tiempo litúrgico que les es más cercano y tratando de comprenderlas dentro de la secuencia de los hechos y palabras de salvación verificados en Cristo.

Así tenemos el 2 de febrero la presentación del Señor en el templo, a los cuarenta días de navidad (cf Lc 2,22), como un eco de la celebración de la manifestación del Señor (Cristo luz de las gentes en la epifanía y en el templo); la anunciación del Señor el 25 de marzo, fiesta también relacionada con navidad, pues se celebra nueve meses antes del 25 de diciembre, pero también relacionada con la pascua, pues en la encarnación el Hijo de Dios asume el cuerpo con el cual va a redimir al hombre; la fiesta de Jesucristo Sumo Sacerdote, en España el jueves después de pentecostés y, por ello, necesariamente referida a la pascua; la solemnidad de la santísima Trinidad, el domingo siguiente a pentecostés, celebración que es una síntesis de toda la cincuentena pascual, en el sentido de que entre pascua y pentecostés se ha recordado el amor del Padre, la obra del Hijo y Señor nuestro Jesucristo y la donación del Espíritu Santo.

La solemnidad del cuerpo y de la sangre de Cristo y la solemnidad del corazón de Jesús están ambas en la órbita de la pascua-pentecostés, lo cual quiere decir que reducirlas a algunos aspectos únicamente significa empobrecerlas, pues una y otra festividad se comprenden mejor cuando se las contempla en la dinámica del misterio pascual y de la donación-efusión del -> Espíritu Santo, que se nos da en la eucaristía y que ha brotado del costado abierto de Cristo en la cruz.

Último domingo de tiempo ordinario

La celebración de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, cierra el Año Litúrgico en el que se ha meditado sobre todo el misterio de su vida, su predicación y el anuncio del Reino de Dios. Esta fiesta se instituyó con el objeto de propagar entre los fieles el conocimiento de la dignidad de Nuestro Salvador. Si Cristo Rey es honrado por todos los católicos del mundo, se pondrá un remedio eficaz a los males que friccionan la sociedad humana, tales como la negación del Reino de Cristo; la negación del derecho de la Iglesia fundado en el derecho del mismo Cristo; la imposibilidad de enseñar al género humano, es decir, de dar leyes y de dirigir los pueblos para conducirlos a la eterna felicidad. El Papa Pío XI instituyó esta solemnidad con la carta encíclica Quas primas el 11 de diciembre de 1925, y después del Vaticano II ha sido colocada el último domingo del tiempo Ordinario, como final del año litúrgico.

Fuentes