Ulysses Pereira Reverbel

Ulysses Pereira
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Pedagogo uruguauyo
Presidente de UTE
1967 - 1972
Diputado de la República
1955 - 1959
Datos Personales
NombreUlysses Pereira Reverbel
Nacimiento14 de diciembre de 1917
Departamento de Artigas, Uruguay
Fallecimiento29 de junio de 2001
Montevideo, Uruguay
Causa de la muerteCáncer generalizado
OcupaciónPolítico
Partido políticoColorado

Ulysses Pereira Reverbel. Pedagogo y político uruguayo perteneciente al Partido Colorado. Maestro, abogado, hacendado y político. Fue secuestrado dos veces, en 1967 y 1971, por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.

Síntesis biográfica

Nació en el Departamento de Artigas el 14 de diciembre de 1917. Sus amistades, sus conocidos lo apodaban “Yerí”. Estuvo muy vinculado a la sociedad artiguense, integrando directivas de clubes sociales y comerciales.

Actividad política

Fue Representante Nacional por el Partido Colorado de Artigas en el período 1955-1959. En 1967 es nombrado presidente de UTE. Llegó a presidir la Comisión “Técnica Mixta de Salto Grande, período 1969-1972. Fue la mano derecha de Jorge Pacheco Areco durante su período en la presidencia de la República. Aplicó "mano dura" con los trabajadores enfrentando varias huelgas y apelando incluso a los militares para romper las movilizaciones obreras. Lo unía una estrecha amistad con Jorge Pacheco Areco, lo cual lo llevó a ser un decidido soporte de éste durante su presidencia y su intento reeleccionista. Una de sus últimas apariciones públicas fue en 1983, durante el Acto del Obelisco.

Como periodista

En Artigas dirigió el periódico "Principios" e integró comisiones directivas de centros sociales, comerciales, de fomento y deportivas.

Secuestros

Fue secuestrado en “dos ocasiones por los Tupamaros. La primera vez fue en 1968, estando cuatro días en manos de la guerrilla, siendo liberado. La segunda vez sí fue realmente dramática ya que estuvo más de un año secuestrado. La casa donde estaba ubicada la llamada "cárcel del pueblo", había sido localizada como consecuencia de una delación del tupamaro Héctor Amodio Pérez, en una casa de la calle Juan Paullier casi Charrúa.

Estaba habitada por un matrimonio con cuatro hijas menores y su actitud frente a la vecindad no daba motivo para sospechas. Las niñas iban a la escuela Artigas, a dos cuadras y tenían amiguitas en el barrio. El hombre era un antiguo bancario que ahora trabajaba en una empresa publicitaria y su esposa llevaba una vida común. El hogar era de puertas abiertas y fue justamente esa vida comunitaria y de buenos vecinos la que provocó las mayores sorpresas al descubrirse los hechos. “Integrantes del MLN lo secuestraron el 30 de marzo de 1971, siendo liberado por "Las Fuerzas Conjuntas", un grupo de militares y policías el 27 de mayo de 1972, liberaron a los 2 secuestrados que se encontraban allí: Pereira Reverbel y Frick Davies.

Fue uno de los operativos claves que permitieron desbaratar el movimiento armado del MLN. Algunas de las víctimas debieron enfrentar encierros de hasta 14 meses en celdarios con malas condiciones de higiene y salubridad.

Hay algunos libros escritos por las víctimas de la Cárcel del Pueblo. Uno de ellos, el del embajador británico Jeoffrey Jackson, “Secuestrado por el pueblo”, narra con detalles escalofriantes sus vivencias en el pozo donde estuvo enjaulado durante casi un año. Pereira Reverbel también escribió un libro sobre esa experiencia: Un secuestro por dentro.

Cárcel del pueblo

Cárcel del Pueblo. Lugar donde estuvo secuestrado Ulysses Pereira.

La casa no presenta hoy ninguna peculiaridad que llame la atención. Pero, hace 45 años, los tupamaros utilizaban ese inmueble como cárcel donde mantenían cautivos a los secuestrados. El ex embajador británico Geoffrey Jackson, el ex presidente de UTE Ulysses Pereira Reverbel, el ex ministro de Ganadería Carlos Frick Davies, entre otros, estuvieron enclaustrados, incluso más de un año, en una exigua celda de esa finca.

Hoy la antigua “Cárcel del Pueblo” está intacta, según dijeron a El País funcionarios del Ministerio de Defensa. En el curso de este mes, el titular de esa cartera, Eleuterio Fernández Huidobro, ordenará su traspaso a la Intendencia de Montevideo. Las cuestiones legales de esa transferencia las elabora la Secretaría General de la comuna capitalina.

Testimonio

“A un costado del garaje, levantando una tapa difícil de advertir a la ligera, surge un pozo de un metro de profundidad por ochenta centímetros de diámetro. Una vez apoyados los pies en ese pozo, aparece un túnel que recorre cuatro metros por debajo de la casa, en dirección de sus fondos. Un túnel con paredes de piedra donde únicamente un niño puede andar erguido. Ya entonces cambia totalmente el ambiente. Se comienza a percibir un calor asfixiante que golpea la cara en medio de una oscuridad que obliga a tanteos”.

Libro: Un secuestro por dentro

Portada del libro escrito por Ulysses Pereira

Lo que sucedió aquella madrugada del 26 de mayo tiene un testigo de primera mano: uno de sus protagonistas, el doctor Ulysses Pereira Reverbel, quien relató los detalles en su libro Un secuestro por dentro.

"De pronto, me desperté notando que pasaba algo raro. De noche, sólo vigilaba el que estaba de guardia. Sin embargo, había movimientos apresurados que me indicaron que se habían levantado todos. Las luces estaban todas encendidas pero enseguida se apagaron todas, pese a que siempre quedaba una en el lugar donde se hacía la guardia. Inmediatamente oí el ruido del candado que cerraba la puerta del pasillo y entró el encargado con una vela en la mano, acompañado por otro custodia. Puso la vela sobre la mesa del pasillo, abrió el candado de mi celda y entrando con otro custodia me dijo: ‘tranquilo Pereira que vamos a pasar momentos difíciles’. (...) ‘Acuéstese boca abajo que tenemos que atarlo’. (...) Ante estas situaciones, ellos siempre aclaraban que si entraban las fuerzas legales, tenían que matarnos. Obedecí la indicación. Me ató fuertemente los brazos por detrás de la espalda y ambas piernas entre sí, de inmediato me colocó varios pedazos de cinta adhesiva sobre la boca, de manera que no podía pronunciar palabra. De inmediato fue a la celda del doctor (Frick Davies) donde hizo lo mismo (...) Oí su voz tajante: ‘¡no mueva la cabeza!’ (...) Oía perfectamente que golpeaban en la puerta del ambiente de los custodias, pero éstos guardaban silencio absoluto. ‘Abran soy yo, Alberto’. Repetía una y otra vez una voz de hombre intercalada con los golpes.

Este hombre era un dirigente tupamaro que habiendo sido detenido decidió colaborar con las Fuerzas Armadas. ‘¿Por qué no abren? Es una orden superior’. Saben que deben abrir. Es urgente, traigo una orden superior. Seguía el silencio. Después oí que abrían la puerta porque arrastraba sobre el piso y conocía el ruido. Hablaban en voz baja, por lo que no oía lo que decían. Al rato el encargado llamó a las dos custodias que continuaban vigilándonos. ‘¡Cierren las celdas y vengan!’, reiteró. Así lo hicieron. Casi enseguida que pasaron al otro ambiente oí la voz de ambas, fuerte, a veces gritando: ‘¡Cobardes! ¿Con ustedes vamos a ganar la revolución?’ (...) Subió el tono de la discusión. ‘Hijos de puta. ¿Cómo no vamos a matar a esos tipos?’ Eran siempre las voces de ambas mujeres. Oí cuando decían: ‘¿Orden superior de quién?’ Sabía perfectamente para qué nos habían atado y amordazado. Dan Mitrione cuando apareció muerto, estaba así. De pronto cesó la discusión y ambas mujeres entraron al pasillo. ‘Voy a mear primero’, dijo una. Oí el ruido que hacía cuando orinaba, aparentemente en un recipiente de lata. Como la guardia tenía un lugar en su ambiente igual que nosotros, para hacer sus necesidades, no sé por qué esta custodia procedió así. Cuando terminó, abrió la celda del doctor y quitándose la capucha dijo: ‘míreme la cara, usted se va para su casa, pero yo no voy para la mía’.

Y comenzó a desatarlo. Casi enseguida entró la otra a mi celda y tirando con fuerza la capucha al suelo, alterada, me dijo: ‘míreme a la cara, vea lo que es un revolucionario y el peligro que corríamos cuando lo cuidábamos’. Procedió a desatarme. Me dijo que debía vestirme con apuro. En un instante estuve vestido. El doctor también. Nos dijeron que saliéramos enseguida. En el otro ambiente estaban los otros dos custodias junto a una persona. Empezamos a caminar. Cuando salíamos, doblando el cuerpo para pasar por el túnel, uno de los custodias dijo: ‘no salgo, antes de que me torturen, prefiero morir’. El que había entrado con el alias Alberto, me tomó del brazo y me dijo: ‘Pereira, yo le pido que usted me acompañe al cuartel donde me llevan para que haya un testigo de que yo entré vivo. Si no es así, ahora que ustedes están libres me van a matar en el cuartel y después dirán que yo intenté escapar’. (...) Cuando llegué al agujero por el que debía salir, vi a un militar que estaba arriba y le pregunté si podía llevar mis papeles. Me contestó que sí. Regresé a la celda, tomé los borradores y con ellos bajo el brazo volví a salir. Es imposible contar qué sentía en esos momentos. Era demasiado grande la confusión de sentimientos y pensamientos. Era volver a la vida".

Fuentes