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Archivo:Eusebiohernandez1853, enero 18, nace en Colón, provincia de Matanzas, Eusebio Hernández y Pérez.

1869: Tiene 16 años de edad. Participa en el alzamiento de Jagüey Grande, durante la Guerra de los Diez Años, considerada la primera revolución moderna de Cuba.

1874. Tiene 21 años de edad. Inicia estudios de Medicina en Madrid, donde establece nexos con la revolución independentista por medio de la figura del General Calixto García, uno de los héroes de las guerras por la independencia de Cuba.

1879, agosto. A los 26 años de edad, como uno más entre los muchos patriotas convencidos de que sólo el camino de las armas conduciría a la emancipación, participa en Santiago de Cuba junto a los organizadores de La Guerra Chiquita (1879 -1880). Concluida ésta, marcha a Jamaica y en Kingston conoce a Máximo Gómez, colocándose a sus órdenes.

1880: asiste a Bernarda Toro Pelegrín (Manana), esposa de Máximo Gómez, en el parto de su hijo Fernando.

1881, Honduras. Es designado coordinador civil de una conspiración militar. Trabaja como profesor de la Universidad, dirige un hospital y escribe en periódicos y revistas.

En el lapso comprendido entre 1880 y 1887, fueron muy estrechos sus vínculos con el general Antonio Maceo, cuya personalidad estudió con el interés de un psicólogo y la constancia de un historiador. Del héroe de Baraguá escribió: “Él anuló el Pacto del Zanjón, lo redujo a una tregua en Baraguá y venció a todos los que en él intervinieron”.

1887: termina la licenciatura en Medicina en Madrid y luego, teniendo en cuenta el fracaso del movimiento del 84 al 86, sostenido tenazmente por los Generales Máximo Gómez, Maceo, Crombet, Carrillo (Pancho), Emilio Núñez, otros muchos ilustres cubanos y él mismo y provisto de una licencia del General Gómez y de acuerdo con Carrillo, Leandro Rodríguez y otros amigos, decide marchar a Europa para hacer una especialidad que le permitiera volver a Nueva York a poner en práctica sus anhelos patrióticos. De este modo, realiza estudios de Obstetricia y Ginecología en París – donde, en 1889, conoce a Pinard, cuya historia científica y política él mismo considera que tiene muchos puntos de semejanza con la suya.
Esta circunstancia, entre otras, le valió las simpatías de Pinard (a quien considera un gran patriota), en Lariboisiere y le permitió figurar entre los discípulos del reformador de la Obstetricia contemporánea en la Clínica Baudelocque, al frente de la cual figuró, desde 1890, como profesor de partos de la Facultad de París.

Colaborador entusiasta en la revolución obstétrica iniciada por Pinard, coincidió Eusebio Hernández con el frenesí de la palpación abdominal y sus complementos, la versión por maniobras externas y la palpación mensuradora, que transformaron el diagnóstico obstétrico. Asistió a la demostración clínica y anatómica de los mecanismos del parto, a la demostración clínica y anatómica del alumbramiento; al renacimiento de la sinfisiotomía; a la instauración del tratamiento científico de las hemorragias por placenta previa; a la reglamentación de la versión interna y de la mayor parte de las maniobras. Aplaudió los primeros esfuerzos de Pinard a favor de las desventuradas madres pobres y de los infelices niños faltos de protección, acto generador de una ciencia nueva: la Puericultura, que Hernández consideró hermana de la Sociología por su importancia en el estudio, conservación, desarrollo y mejoramiento de la especie humana, por lo que reflexionó que podría llamársela <medicina de la especie>.

Esos estudios de ampliación y rectificación le hicieron pensar en el beneficio que podría reportar a Cuba dar a conocer, con la autorización de Pinard, el funcionamiento de la Clínica Baudelocque en la Crónica Médico Quirúrgica y en otras publicaciones médicas cubanas de aquel tiempo.

Similares deseos de generalizar los conocimientos y prácticas europeas de la época en la especialidad lo llevan a Berlín a estudiar la Ginecología operatoria, principalmente en sus relaciones con la Obstetricia.
Más tarde su salud y acontecimientos políticos, lo hicieron volver a Cuba y se propone realizar algo de lo que había visto y aprendiendo en el extranjero. Carecía la Habana de una verdadera clínica de partos, no por culpa seguramente del profesor que desempeñaba a la sazón la cátedra, ni de sus antecesores, sino por la defectuosa y un tanto mezquina enseñanza universitaria de la época colonial. Por similares razones se desconocía la enseñanza oficial de la Ginecología. Entonces y por iniciativa del Dr. Pereda, acompañado de Varela Zequeira, Francisco Domínguez Roldán y otros jóvenes entusiastas, se estableció una escuela libre de Medicina, en la que se le reserva al Dr. Eusebio Hernández la cátedra de Obstetricia y Ginecología, que profesó (el poco tiempo que vivió dicha escuela) en forma de cursos trimestrales, no tratando en ellos más que la parte constituida de la ciencia a guisa de preparación y de propaganda. Entre sus numerosos discípulos contó al entonces Secretario de Sanidad, Dr. Manuel Varona Suárez, el reputado cirujano Enrique Fortún, el no menos notable tocólogo Ernesto Aragón y a distinguidos médicos y hombres públicos de entonces, como Nicolás Ferrer, Lico Lores y Guillermo Mascaró. Sus esfuerzos individuales lograron despertar el recelo de las autoridades de la Colonia y un tanto la enemiga de algunos miembros de la Universidad, aunque en verdad en corto número.

1892: realiza la primera sinfisiotomía de Pinard.

1894: regresa enfermo a Cuba.

Suena el clarín de la guerra de independencia y ocupa su puesto de honor en las filas del Ejército libertador, que abrió un paréntesis de tres largos años en su labor científica.

1895: Embarca para Nueva York. Participa activamente en la preparación de la Guerra del 95 con el Comité Revolucionario Cubano en el exilio.

1896, marzo: naufraga junto a Calixto García en el “Hawkins”. A las órdenes de éste desembarca tiempo después en el “Bermuda” y queda bajo el mando del Mayor General José Maceo en el Estado Mayor del mismo.
Participó, entre otros, en los combates de Loma de Hierro, Guáimaro, Las Tunas, Guisa y Saratoga.

En el propio año 1896 rechaza su elección como Representante a la Asamblea de La Yaya y participa en la comisión que escribe la Ley de Sanidad Militar del Ejército Libertador.

1896, mayo. El General Máximo Gómez le concede el grado de Teniente Coronel. Con las fuerzas de éste hizo la campaña bélica hasta que el Consejo de Gobierno reclamó sus servicios como Secretario de Relaciones Exteriores de la República en Armas, cargo al que pronto renunció por discrepancias con el presidente Salvador Cisneros Betancourt, incorporándose de nuevo a las filas libertadoras al lado de Gómez y después en las de Calixto García.

En el campo insurrecto ganó el ascenso a General de Brigada, pero el deterioro creciente de su salud fue causa de que le autorizaran a partir hacia el extranjero (1898), desde donde tuvo conocimiento de la intromisión norteamericana (v. Guerra cubano hispano norteamericana) en el conflicto.

Durante su participación en las luchas por la independencia fue un eficaz colaborador del Lugarteniente General Antonio Maceo, cuya memoria defendió sistemáticamente.

1899: Regresa a Cuba acompañando el cadáver de Calixto García.

Frustrada la independencia de Cuba por la intervención de los Estados Unidos, mantuvo sus firmes convicciones patrióticas durante la ocupación norteamericana y la república mediatizada, apoyando las causas más progresistas, rechazando el anexionismo.
Corre 1899 cuando es nombrado General de Brigada de Sanidad por la Comisión Ejecutiva de la Asamblea de El Cerro.

Durante todo el período de la ocupación norteamericana y luego, en la república mediatizada, mantuvo firmes convicciones patrióticas apoyando continuamente las mejores y más progresistas causas, rechazando las posturas anexionistas, apoyando incluso al estado socialista surgido en Rusia.

1899: A su regreso a la capital, una vez obtenida la independencia prosigue sus propósitos, intentando esta vez establecer una clínica. No halla apoyo en la intervención americana que organizó el primer gobierno de Cuba. La señora Rosalía Abreu le regaló los instrumentos y mobiliario necesarios para una clínica de partos con servicios gratuitos. El ayuntamiento de la Habana acordó una subvención de mil pesos mensuales para ayudar a su sostenimiento. No encuentra un local donde establecerla y las autoridades interventoras no le ceden uno de los muchos que poseía el Estado desocupados. Ocho meses permanecieron los instrumentos y los muebles en los fosos en sus cajas. Durante esta fecha la Sra. Rosalía Abreu y el Dr. Eusebio Hernández logran constituir un comité de señoras bajo su presidencia, dispuesto a crearle un peculio propio a la clínica, establecer un taller para las embarazadas donde se preparasen ropas para las madres y los niños que fueran egresados de la clínica. Ni aún así les dan el local. En esos momentos, el Sr. González Lanuza acometió la reforma universitaria comenzando por el profesorado. Nombró una comisión de profesores de la Universidad y de médicos particulares de gran reputación, quienes lo honran designándolo para desempeñar la cátedra de Obstetricia. Más tarde el Sr. Enrique José Varona, Secretario de Instrucción, estudió e hizo establecer un plan completo de enseñanza en el que quedó como profesor de Obstetricia con su clínica.
Ya podían salir de sus cajas los instrumentos y muebles regalados por Rosalía Abreu; ya iban a tener empleo los 1,000 pesos de subvención del Ayuntamiento. Considerando que sus propósitos serían llevados a cabo con más amplitud por la Universidad que por él mismo, regaló a la Facultad lo poco que tenían, para que estableciera lo mucho que hacía falta.

Para la pequeña clínica, que llamó Pinard, en reconocimiento al maestro y amigo, Eusebio Hernández había tenido el cuidado de formar el personal: dos comadronas para el servicio de día y de noche, con las enfermeras necesarias. La clínica se estableció provisionalmente en una estrecha sala del Hospital Mercedes, donde sólo cabían, apretadas, 24 camas, mientras que la Habana necesitaba para la enseñanza por lo menos cien, donde se pudieran seleccionar los casos patológicos, sobre todo distócicos. Durante años, la clínica permaneció en la misma sala, sólo con una comadrona, dos enfermeras (que no conocen los partos) que se renuevan cada tres meses. Se suprimió (sin informarle las razones) la subvención y el desarrollo de la clínica se detuvo. Lo que debía empezar siendo una maternidad en la capital de la joven República, quedó reducido a una simple sala del Hospital General, donde recibían sus alumnos la deficiente enseñanza que sólo podía dárseles con tan pocos elementos.

Mientras tanto, la Clínica Baudelocque, ha progresado en todos sentidos, hasta llegar a la fundación de una nueva ciencia, la Puericultura. No ha perdido el tiempo, sin embargo, el insigne patriota y científico. Ha formado en la clínica Pinard algunos excelentes discípulos, como los Dres. Reyes y Ramos. Éste último, dos veces alumno eminente de la Universidad fue por su consejo a París con el Profesor Pinard que lo distinguió desde los primeros instantes. Vio los progresos de la clínica madre, oyo al maestro, palpó buena parte de la nueva ciencia puesta en práctica por Pinard, y se dispuso a secundar sus anhelos con entusiasmo.
Como se ve, el plan concebido por el médico y mambí se amplió con la creación de la nueva ciencia y, como el estancamiento no es eterno en los pueblos, a la indiferencia que había encontrado en los poderes públicos, sucedió un período de atención primero y de entusiasmo, después.
Después de cambiar impresiones con el Dr. Domingo F. Ramos repetidas veces, se llegó a trazar un plan más vasto y adecuado a la reforma que deseaba introducir en Cuba y que fue expuesto brevemente al Dr. Matías Duque, que desempeñaba la Secretaría de Sanidad y Beneficencia. Éste acogió con calor el proyecto y creó una plaza de Puericultura (agregada a la Sección de Investigaciones y Estudios, también de reciente creación), a cargo del Dr. Ramos.


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