Julio Flórez

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Julio Flórez
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Poeta colombiano.
NombreJulio Flórez Roa
Nacimiento22 de mayo de 1867
Chiquinquirá, Boyacá, Bandera de Colombia Colombia
Fallecimiento7 de febrero de 1923
Usiacurí, Atlántico, Bandera de Colombia Colombia
NacionalidadColombiano
CónyugePetrona Moreno
HijosCielo, León Julio, Divina, Lira y Hugo Flórez Moreno
PadresPolicarpo María Flórez y Dolores Roa de Flórez
Obras destacadas"Mis flores negras", "La araña", "Idilio eterno", "Horas"

Julio Flórez. Destacado bardo de la poesía hispana, fue considerado, el más popular de los de su tiempo, romántico y becqueriano tardío. De naturaleza enfermiza y de temperamento bohemio y aventurero.

Síntesis biográfica

Nació el 22 de mayo de 1867 en Chiquinquirá, Boyacá, Colombia. Julio Flórez fue el séptimo de los diez hijos del médico liberal Policarpo María Flórez, presidente del Estado Soberano de Boyacá en 1871, y de Dolores Roa de Flórez, dama perteneciente al partido conservador colombiano.

Educado bajo estricto control religioso en los colegios de Chiquinquirá, nacionalmente conocida como la Villa de los Milagros, y sede de la Orden Dominicana de sacerdotes católicos que administran la fe de los creyentes en el poder sobrenatural de la Virgen del Rosario, llamada la Patrona de Colombia, Julio Flórez recibió el don de la poesía, al igual que sus hermanos, entre los que se destacaron el médico Manuel de Jesús, el abogado Leonidas y el ingeniero Alejandro A. Flórez.

Estudios

A los 7 años escribió sus primeros versos conocidos. Durante 1879 y 1880 continuó sus estudios en el Colegio Oficial de Vélez, donde su padre era rector. En 1881 la familia se trasladó a Bogotá, donde el padre se desempeñó como representante a la Cámara por Boyacá; Julio entró a estudiar literatura en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario y Alejandro A.

Fue a la Escuela Superior de Ingeniería Civil y Militar, donde cinco años más tarde se graduó como ingeniero. Las guerras civiles que azotaban el país desde los comienzos de la república, incidieron directamente en la población colombiana, afectando su estabilidad socio-económica y malogrando las probabilidades de educación.

Julio Flórez tuvo que interrumpir sus estudios por esta causa y, dada la condición bohemia de su carácter, nunca retomó la senda académica, no conoció ninguna lengua extranjera y el estudio de los clásicos fue insuficiente como para medirse con algunos de sus contemporáneos que, con mejores oportunidades o mayores intereses culturales, lograron coronar una carrera profesional o, al menos, alcanzar un nivel de educación aceptable para las exigencias capitalinas.

A partir de 1882 Flórez abandonó la casa paterna y pasó a compartir el hogar (y la excelente biblioteca) de su hermano Leonidas, al lado de sus sobrinos Esther y Leonidas Flórez Alvarez. Pero en 1883 la carrera fulgurante de este hombre público (abogado, cónsul y escritor) fue cortada trágicamente durante los disturbios políticos originados por la pugna de los tres candidatos a la Presidencia de la República (Rafael Núñez, José Eusebio Otálora y Solón Wilches), cuando Leonidas fue herido en un mitin armado que se presentó en la Plaza de Bolívar, a causa de cuyas secuelas moriría psicológicamente destruido cuatro años después. En 1884 Candelario Obeso se suicidó y en su sepelio el joven Julio Flórez, de 17 años, exaltó su memoria en versos emocionados.

Inicios

Esta primera irrupción en la tribuna pública marcó el principio de su carrera. En 1886 su nombre apareció entre los bordes consagrados en la antología poética La Lira Nueva, publicada por José María Rivas Groot. A partir de 1887 y tras la muerte de Leonidas, Julio Flórez dejó la casa fraterna y comenzó una vida independiente, sosteniéndose con el producto de su actividad artística, que en Colombia ha sido siempre mal reputada y peor remunerada.

Así, atravesó una larga etapa de «hambres de poeta», como él la describiría posteriormente. Su gran orgullo político no le permitió claudicar de sus convicciones liberales para aceptar posiciones ofrecidas por el gobierno conservador, como un puesto en la Biblioteca Nacional o un consulado en el exterior. La racha de infortunios familiares continuó con la tragedia protagonizada por su hermano Alejandro A. en 1891.

En 1892 muere su padre, en medio de hondas amarguras personales y de decepciones políticas producidas por el desastre que, según el partido liberal, significaba el gobierno de la Regeneración. De sus amores juveniles sólo quedan ligeras referencias en su biografía, contadas por su sobrino Leonidas Flórez y por él mismo, en reportaje que le hiciera en Panamá Luis Enrique Osorio, en 1922.

Flórez fue un hombre de gran éxito con las mujeres, quienes lo adoraron y muchas estuvieron dispuestas a entregar hasta su honor con tal de conseguir su amor. Pero por la índole incorruptible de su educación católica, parece que tuvo conflictos para deslindar los conceptos de amor carnal versus amor platónico, y las relaciones que sostuvo durante sus 42 años de vida, antes de conocer a su esposa Petrona Moreno Nieto, revistieron siempre un carácter pasajero. El erotismo es uno de los rasgos más marcados de su poesía y la mórbida sensualidad de sus rimas sirvió muchas veces como piedra de escándalo para sus seguidores. Hoy ésta misma se ha convertido en la mayor fuente de sus éxitos.

Trayectoria literaria

En 1883 Flórez publicó su primer libro de poesía, Horas, cuyo título le sugirió José Asunción Silva. Flórez comprendió bien el espíritu de su amigo y su rechazo al ambiente bogotano, que le fuera tan hostil a quien algunos apodaban "José Presunción Silva". Cuando se suicidó Silva, en 1896, Flórez declamó en sus funerales una elegía que fue condenada como blasfémica por el obispo de Bogotá, quien propinó al poeta una seria amonestación al respecto. Su fama como trovador y personaje romántico seguía creciendo.

En 1895 ya había logrado superar las dos grandes desventajas del hombre colombiano: el ser provinciano y el ser pobre. Su valor personal y su arte lo habían colocado muy alto en el panorama cultural, los críticos locales más exigentes se ocupaban de su obra, su presencia era solicitada en los círculos exclusivos de la sociedad capitalina. Las damas suspiraban o se sonrojaban a su paso, los jóvenes lo envidiaban y los escritores nóveles viajaban a Bogotá con la ilusión de conocer «al Divino Flórez», como lo llamaría «su amigo y admirador Guillermo Valencia» al dedicarle su libro Cigüeñas blancas, o escucharlo cantar (acompañado de su guitarra o al piano por su amigo el maestro Emilio Murillo), la famosa canción "Mis flores negras", cuya paternidad musical ha sido tan discutida, no así la de su texto, que ha quedado consagrado como suyo.

Flórez se había convertido en el bardo de moda, amado por el pueblo porque sabía pulsar la fibra de los sentimientos de su raza. Sin embargo, su falta de cuidado y su generosidad en la entrega de sus producciones repentinas, a «tipleros y serenateros», originó que muchos poemas no terminados ni corregidos ni pulidos fueran publicados sin su permiso y siguieran circulando, lo que ocasionó un menoscabo en el nivel de calidad de su obra. Sobre este tema el severo crítico Maximiliano Grillo dijo, en 1895.

«Admiramos en Flórez el poeta natural que hace estrofas armoniosas, de contornos puros, compuestas no al calor de una inspiración desordenada, sino en horas de recogimiento, cuando parece olvidarse del aplauso pasajero».

Flórez también se ocupaba de los destinos del partido y blandía su pluma para participar en las luchas liberales con que la oposición intentaba rescatar un poder que permanecería perdido durante 43 años. Flórez llegó a convertirse en el poeta de los soldados en el frente e «hizo sonar siempre las cuerdas de su lira en favor de las más nobles causas políticas y sociales», según conceptos del general Rafael Uribe, cuando en 1912 le agradeció su libro de lírica heroica, Flecha roja. Pero su poesía comprometida hizo que fuera perseguido y reducido a prisión en varias ocasiones.

La Gruta Simbólica

En medio de guerras, penurias y amordazamiento de la censura, los colombianos reaccionaban reuniéndose en cofradías o hermandades pacíficas de tipo cultural que los protegían de la aridez del presente. En compañía de seis amigos, Flórez fundó la Gruta Simbólica, comentada tertulia literaria de 70 miembros, que permaneció vigente desde fines de 1900 hasta fines de 1903, bajo la capitanía intelectual de Flórez.

La inseguridad, la tensión sostenida entre las fuerzas políticas, religiosas y socioecónómicas del país, valió para que los artistas de la época, a semejanza de los poetas malditos franceses de fines del siglo XIX, frecuentaran la bohemia y en ocasiones cayeran en vicios que les atrajeron el rechazo de la sociedad o el anatema del clero. Flórez fue señalado como sacrílego, blasfemo y apóstata.

Exilio

Estando en el punto culminante de su carrera literaria, subió al poder, en 1904, el caudillo militar general Rafael Reyes, quien ante la ola de murmullos en su contra, le "aconsejó" abandonar el país. En 1905 Flórez tuvo que salir de Bogotá, ciudad amada y cantada en sus más hermosas rimas. Se dirigió a la Costa Atlántica, luego a Caracas, y de allí inició una gira poética por los países centroamericanos que se prolongó por dos años (1906-1907), en medio del clamor general de sus éxitos, hasta que, estando en México y dispuesto a regresar a Colombia, el general Reyes lo nombró segundo secretario de la Legación de Colombia en España, hacia donde partió en agosto de 1907.

Sus pensamientos o experiencias en España y Francia (donde fue invitado a recitar en la Embajada de Colombia en París, con ocasión de la celebración de la fiesta nacional en 1908) no dejaron ningún rastro en su lírica. Su libro Cardos y Lirios, así como su ovacionado poema "La Araña", obtuvieron publicación en [1905]] en Venezuela. Manojo de zarzas y Cesta de lotos fueron editados en 1906 en San Salvador, Fronda lírica, en Madrid en 1908, y Gotas de ajenjo, en Barcelona en 1909.

Su actitud general en Europa fue discreta y amable. Conoció a personalidades literarias españolas y latinoamericanas como Emilia Pardo Bazán, Francisco Villaespesa, Rubén Darío, José Santos Chocano, José María Vargas Vila y Amado Nervo. Y aunque sus tendencias románticas lo colocaban en la retaguardia del modernismo en boga, su poesía y personalidad fueron acogidas con simpatía por los escritores de la Generación del 98. Pero para sus admiradores y amigos colombianos, Flórez era ahora totalmente distinto a aquel bohemio eufórico de las épocas de la Gruta Simbólica, se presentía cansado de la vida y desilusionado de los hombres y de las cosas.

Regreso a Colombia

En febrero de 1909 Flórez regresó a Colombia, a la que saludó en un recital en Barranquilla, y luego desapareció sin dejar rastro alguno. Los periodistas indagaron su paradero, pero nadie sabía que se había retirado al balneario de Usiacurí a tomar una cura de sus aguas medicinales. En ese primitivo pueblo se enamoró de una colegiala de 14 años de edad, Petrona, con quien comenzó un verdadero e inmortal idilio.

Pero los compromisos adquiridos a su regreso de Europa lo obligaron a regresar a la capital, después de cinco años en el extranjero. Allí se presentó en una función de bienvenida en el Teatro Colón, durante las celebraciones del primer centenario de la Independencia de Colombia (1910). Fue acogido calurosamente por la crítica y volvió a obtener un grandioso éxito con su público de todas las categorías.

Inmediatamente después de esta presentación, Flórez se ausentó de la capital, a la que regresó en muy contadas ocasiones para ofrecer recitales poéticos, del mismo modo como lo hizo a nivel nacional y, más frecuentemente, en la vecina ciudad de Barranquilla, donde en 1917 se editó De pie los muertos, recopilación de sus versos alusivos a la Primera Guerra Mundial, que recitó en el Teatro Cisneros. En 1922 publicó allí mismo la segunda edición de su libro Fronda lírica, última obra publicada en vida, ya que Oro y ébano apareció como edición póstuma, en 1943.

En la aldea de Usiacurí llevó una vida de hogar tranquila y ordenada, al lado de su esposa y sus cinco niños: Cielo, León Julio, Divina, Lira y Hugo Flórez Moreno. Para el mantenimiento de la familia, para ganar «el maldito pan», se dedicó a labores agrícolas y ganaderas en pequeña escala, que fueron reputadas como de «burguesas» por algún escritor parnasiano contemporáneo suyo, con gran molestia de su parte. Su poesía adquirió rasgos de reflexión e interiorización, según el parecer de algunos de sus críticos, aunque en el panorama total de su producción li teraria se encuentran diseminados algunos poemas de contenido filosófico, como es el caso de "Resurrecciones" y "Todo nos llega tarde".

Muerte

Pocos días después de esta forzada ceremonia, el poeta del pueblo colombiano murió rodeado de sus familiares y amigos, el 7 de febrero. Julio Flórez ha pasado a la historia como un bardo popular, que supo interpretar los amores y los dolores de la raza colombiana bajo temas. absolutos como la naturaleza, la madre, la patria, la amada y la muerte. Su fama como «el último becqueriano», según palabras de Max Henríquez Ureña, ha desbordado las fronteras nacionales.

Obras

La obra de Julio Flórez consta de diez libros

  • Horas
  • Cardos y lírios
  • Gotas de ajenjo
  • Cesta de lotos
  • Manojo de Zarzas
  • Haz de espinas
  • Flecha roja
  • De pie los muertos
  • Fronda lírica
  • Oro y ébano

Las poesías más destacadas Mis flores negras, La araña, Idilio eterno, Abstracciones, Resurecciones, La voz del río, Reto, Altas ternuras y Oh poetas, entre otras, son consideradas clásicos de la literatura colombiana.

Fuentes