Arturo S Despouey

Arturo S Despouey
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Arturo Despouey Florencia 1949.jpg
Nacimiento1909
MontevideoBandera de Uruguay Uruguay
Defunción5 de septiembre de 1982
JaénBandera de España España
OcupaciónEscritor, Narrador, Dramaturgo
NacionalidadUruguayo

Arturo S. Despouey. Fue un autor de programas de difusión literaria y teatral, dramaturgo, narrador. Personaje de más de una novela, la originalidad de sus actitudes y realizaciones distinguió a una figura de excepcional relevancia en el Uruguay.

Síntesis biográfica

Nació en Montevideo en 1909. Es uno de los pioneros de la crítica cinematográfica en el Uruguay, actividad que ejerció sistemáticamente desde mediados de la década del treinta, en especial en Cine Radio Actualidad (1936-1939) y en el semanario Marcha (1939-1941). Como tal, tuvo un amplio reconocimiento de quienes se consideraron sus discípulos, sobre todo por parte de Homero Alsina Thevenet (1922-2005) y Hugo Alfaro (1917-1996).

Vida artística

Su temperamento artístico no le permitía conformarse con el disfrute y la glosa de obras ajenas. Su mayor aspiración era crear las suyas propias y en ese empeño, tal vez descaminado, consumió gran parte de sus energías. Tuvo un debut propicio: su primera obra, “Puerto”, fue aceptada por la compañía de Humberto Nazzari y estrenada el 14 de marzo de 1941 en el teatro 18 de Julio. Según Ángel Curotto, se trataba de “una pieza bien escrita, con buenas situaciones dramáticas, que reflejaba la influencia de los autores franceses Simon Gantillon y Marcel Pagnol, expresiones de un teatro de evasión y poesía”. Estaba echada la base para una carrera en el teatro local, pero el novel autor decidió no perseverar, pues tenía la mente fija en Europa.

Consiguió trasladarse físicamente al medio donde vivía en espíritu cuando el British Council le otorgó una beca para estudiar literatura inglesa. Embarcó en un mercante inglés en septiembre de 1942 y arribó a Londres en plena guerra. Deseoso de participar activamente en el tremendo drama del momento, abandonó los estudios literarios, renunció a la beca e ingresó en la sección española de la BBC en calidad de libretista y locutor. En esa labor se hizo un nombre profesional que le valió ser contratado por la CBS como corresponsal de guerra.

Formó parte de la avanzada que, bajo el comando del general Clark, penetró en el continente tras el desembarco en Normandía el 6 de junio de 1944 y fue uno de los primeros testigos de la liberación de París y el horror de los campos de concentración. Terminada la guerra, su experiencia le facilitó el ingreso al departamento de información pública de Naciones Unidas en Nueva York. Desde allí envió una serie de notas y comentarios sobre cine y teatro a “El País” de Montevideo. Pasó luego a París, para asumir el cargo de director de la edición en español del “Correo de la UNESCO”, brillante culminación de una envidiable carrera internacional, aunque no, por cierto para quien había hecho del teatro la pasión de su vida.

Escribió obras en inglés y francés (“Avant et après”, “Before and after”, “Drôle de pétrin”), las presentó a grandes comediantes y empresarios europeos, comunicó esperanzas de inminentes estrenos en cartas a Curotto, Carlitos Mezzera, Fernando Pereda y otros amigos montevideanos, pero nada salió del terreno de las ilusiones. La mayor de sus piezas, “Adiós a la carne”, o “Zaraza para la Banda Oriental”, programada por la Comedia Nacional, fue descartada a último momento por su extensión y alto costo de producción.

El éxito en los escenarios locales, sin embargo, le sonrió nuevamente en dos oportunidades. En 1952, en su primer retorno al suelo natal, hechizó al público de un repleto teatro 18 de Julio con su “Impromptu isabelino”, relación de sus experiencias en Londres durante la guerra, intercalada con recitados shakespearianos y la ejecución de “God Save the King”.

Otra satisfacción le aguardaba, esta vez por su labor de traductor. Su versión de “La escuela del escándalo”, de Sheridan, por recomendación de Curotto, fue elegida para inaugurar la temporada del Solís en 1966. Dirigida por Eduardo Schinca, se convirtió en uno de los mejores espectáculos del elenco oficial, con dos meses de permanencia en cartelera. Curotto cuenta que, alentado por este triunfo, Despouey compuso y le remitió dos piezas: “Yo soy la morocha” y “Bienvenida a 8 Buenos Aires”, para que las entregara a elencos uruguayos. Pese a las empeñosas gestiones de su amigo y admirador, las puertas del caprichoso mundillo del teatro no volvieron a abrirse.

Para ese entonces había sonado la hora del retiro. Radicado en Jaén, junto a su Dulcinea, Luz Escalona, se aplicó a la redacción de un moroso Racconto de sus andanzas que tituló “Quijote 44”. Completó las dos primeras salidas: “Zafarrancho de combate”, relato de la travesía del Atlántico bajo el acecho de los submarinos alemanes, y “La larga noche de Londres”, escenas de la vida bajo los bombardeos.

Despouey no ha sido olvidado; mucho se ha hecho, en años recientes, para conservar y renovar el interés por su obra y su persona. Ello se ha logrado principalmente gracias a la labor de la profesora Lisa Block de Behar, exdirectora de la Licenciatura de Comunicación de la UDELAR, creadora de un sitio en la red dedicado a recordar grandes figuras de la prensa, en el que Despouey ocupa uno de los primeros lugares con reproducciones de sus artículos, fotos y referencias documentales.

Muerte

Los últimos cinco años de su vida padeció el suplicio de una parálisis progresiva que comenzó con la atrofia de los músculos de la lengua y la garganta, privándole del uso de la palabra, el peor de los castigos. Imborrable una postrera, desoladora imagen: tendido boca arriba en el lecho, rígido, los ojos brillantes de ansiedad, apuntaba con el meñique de la mano izquierda las letras del alfabeto que le mostraba Luchi en una pizarra, componía las floridas frases de costumbre y, por más que el visitante le indicara haberle entendido, no paraba hasta el punto final. Así hasta el último día, el 5 de septiembre de 1982. Murió en Jaén, España.

Fuentes