Asedio de Antonio Maceo a Candelaria

Asedio de Antonio Maceo a Candelaria
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Fecha:1896
Lugar:Candelaria
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba
Líderes:
Antonio Maceo
Organizaciones involucradas:
Ejército Mambí y Ejército español

Asedio de Antonio Maceo a Candelaria. El asedio al poblado de Candelaria por las fuerzas cubanas comandadas por el lugarteniente general, Antonio Maceo Grajales, los días 5 y 6 de febrero de 1896, no es un hecho aislado en el desarrollo de la Guerra de 1895-1898 en el territorio de la antigua provincia de Pinar del Río, sino parte de un plan estratégico establecido de manera previa por el jefe cubano, que condujo a una de sus hazañas gloriosas, al enfrentar y vencer a varias columnas españolas y lograr el cumplimiento de los objetivos y misiones trazadas.

El asedio a Candelaria tuvo gran importancia para las armas cubanas, aquí se evidenció un cambio táctico del mando cubano, en lo que ataques a localidades se refiere, hecho que desconcertó al mando español, haciéndoles creer que las fuerzas cubanas estaban interesadas en tomar el poblado. Todo lo contrario, Maceo logró que la jefatura española concentrara su atención en el sitio impuesto al poblado y enviara columnas de refuerzo, lo que produjo el despeje de la línea defensiva a la cual pretendía traspasar y llegar a La Habana. Candelaria fue una demostración de la capacidad estratégica de Maceo.

Para abordar dicho asedio, es necesario valorar el resto de las acciones combativas ocurridas, antes y después, entre el 1º y el 12 de febrero del indicado año.

Antecedentes

Terminada la gesta invasora el 22 de enero de 1896, que llevó la guerra desde el oriente hasta el occidente de Cuba, Maceo emprendió en la provincia de Pinar del Río la consolidación de la lucha. A partir de ese momento, el teatro de operaciones abarcaría toda la comarca, con énfasis en los primeros momentos en la llanura sur vueltabajera, donde las fuerzas españolas tenían sobrados suministros, así como mayor movilidad al controlar las mejores vías y medios de comunicación, todo lo cual constituían obstáculos para los movimientos de las fuerzas cubanas por ese espacio.

El contingente invasor que había llegado hasta el poblado pinareño de Mantua, pretendía regresar a la provincia de La Habana y reunirse con las fuerzas comandadas por el generalísimo Máximo Gómez Báez. Para ello, proyectaba recorrer la llanura sur, que en los primeros días de enero había sido el itinerario seguido por la extrema vanguardia invasora, dirigida por el coronel Roberto Bermúdez López, mientras que el grueso de la columna lo había hecho por la llanura norte.

Antes de emprender el regreso a La Habana, el alto mando cubano organizó el gobierno civil de Pinar del Río, así como las fuerzas que operarían en las diferentes zonas. Paralelo a ello, sucedieron algunos acontecimientos a nivel de las máximas autoridades españolas de la Isla, los que impusieron un nuevo matiz a la lucha. El capitán general, Arsenio Martínez Campos, incapaz de mantener el curso de la guerra y los golpes asestados por las fuerzas cubanas, dimitió de su cargo. De manera interina, asumió la dirección el general Sabas Marín González, hasta la llegada del sucesor en la figura del general Valeriano Weyler y Nicolau.

Desde el poblado de Mantua, el contingente invasor partió el 24 de enero de 1896, a través de la porción occidental de la llanura norte de la región de Vueltabajo, poco poblada y con sitierías y pequeñas vegas de tabaco. Después de pasar más allá de Macurijes, acamparon en Baja ese día. Al siguiente, se desplazaron hasta Santa Lucía, donde sostuvieron un enfrentamiento con la columna española del general de brigada Ramón Echagüe y Méndez Vigo.

A continuación, el 26 de enero, Maceo decidió encaminar su fuerza hacia el sur, para atravesar tras penosa marcha las elevaciones denominadas Pizarras del Norte, en terrenos del actual municipio de Minas de Matahambre. Sitios como Pan de Azúcar, Ancón y Sierra del Infierno, vieron desfilar la aguerrida hueste invasora, hasta arribar al veguerío de Santo Tomás donde acampó, localizado a unos 20 km al occidente del poblado de Viñales.

El 27 de enero, acampadas las fuerzas cubanas en Santo Tomás, salió de la ciudad de Pinar del Río la columna española al mando del general de brigada, Agustín Luque y Coca, rumbo a las serranías del norte tras, haber recibido noticias de que por esa parte se efectuaban movimientos de fuerzas cubanas. Luque perseguía el objetivo de emboscar en plena zona montañosa a las tropas cubanas y aniquilarlas.

Acampado en el caserío de El Mulo, Luque recibió información sobre el movimiento que efectuaba el contingente cubano, por lo cual decidió dirigirse al amanecer del 28 de enero hacia el poblado de Luis Lazo. En este lugar los informes recibidos fueron contradictorios, por un lado, conoció que fuerzas cubanas se movían en la zona, pero a la vez, tuvo constancia de que otras fuerzas se hallaban en la comarca de San Juan y Martínez. Su decisión final fue marchar hacia este último punto, pero al llegar al mismo, comprobó que Maceo no estaba allí… ya era tarde, había perdido la oportunidad de batirlo en las serranías. Sin otra opción regresó a la ciudad de Pinar del Río.

Por su parte, después de una estancia de varios días en Santo Tomás, el día 29 de enero salió la fuerza cubana de Maceo con rumbo sureste para llegar al poblado de Piloto, al noroeste del pueblo de Consolación del Sur. La proximidad a este último asentamiento, le permitió conocer al mando cubano la existía de una columna española a la cual pretendía interceptar. Con este objeto, Maceo dirigió el continente bajo sus órdenes hasta Loma de Candelaria, punto situado sobre en el camino Real de Vueltabajo, entre Consolación del Sur y el poblado de San Diego de los Baños, donde acamparon el 31 de enero.

En este campamento, Maceo tuvo la oportunidad de enterarse de manera oficial que el sucesor del general Martínez Campo era Weyler, quien navegaba hacia Cuba, donde se esperaba su arribo para los días 10 al 12 de febrero de 1896. Esto, como ya se indicó, cambiaba el rumbo de los planes ya establecidos, de manera que el jefe cubano, junto con su estado mayor, concibió un atrevido plan de operaciones.

El nuevo proyecto estaba basado en tres actos ofensivos, cualquiera de ellos riesgosos: primero, luchar contra todas las fuerzas que guardaban el espacio que se proponía cruzar; segundo, arremeter con todas las energías contra la resistencia que se le hiciese; y tercero, encaminarse a la provincia de La Habana para llegar en la fecha en que Weyler publicara el bando de su toma de poder; así como para reunirse con el generalísimo Máximo Gómez.

Para esta incursión, Maceo contaba en ese momento con 1 660 hombres, con quienes tenía que enfrentar a miles de soldados españoles escalonados en varias columnas. En paralelo, se daban los primeros pasos para la creación de la línea defensiva de Mariel-Majana, con la cual se pretendía aislar a las fuerzas cubanas de las del resto de la Isla.

Mientras, con el sinsabor de haber herrado en su persecución días atrás, el general Luque, mejor informado, salió de la ciudad Pinar del Río el 30 de enero rumbo al este. Al día siguiente llegó a Piloto, donde el día anterior había estado el contingente cubano. Desde este lugar, siguió sus huellas hasta Arroyo del Agua, donde acampó.

En tanto, el 1 de febrero de 1896, las tropas cubanas se trasladaron de Loma de Candelaria hasta el poblado de Paso Real de San Diego, donde fueron recibidos con júbilo por una buena parte del vecindario. Poco después, en los momentos de abandonar el pueblo, la retaguardia mambisa hizo contacto con la vanguardia de la columna de Luque, que había salido de Arroyo del Agua en marcha ofensiva en horas de la mañana para tratar de dar alcance al contingente invasor.

Para lograr sus planes, no podía el general Maceo dejar ninguna columna enemiga en su retaguardia próxima sin neutralizar. Ello conllevaba a mantener intacta su capacidad de combate y movilidad, así como correr el riesgo de caer entre dos fuegos en cualquier momento de la trayectoria que seguía.

De esta manera, se produjo el choque que fue sobremanera disputado por ambas partes. La caballería cubana protagonizó actos temerarios, al cargar contra los muros de las bayonetas españolas. En el encuentro, se destacó el destacamento conformado por vueltabajeros, hasta tal punto que:

“[…] los mismos orientales, los grandes veteranos de la guerra de Cuba, al ver el valor y entusiasmo con que hacían frente a la muerte los hijos de Pinar del Río en la dura y sangrienta acción […] exclamaron en medio del estruendo con entusiasmo sublime: ¡Viva Vueltabajo!” [1]

El combate concluyó las 5:00pm, tanto un bando como el otro, sufrieron significativas bajas, la columna española perdió movilidad en proporción al número de heridos y fallecidos, entre los primeros estuvo el general Luque. Como no en pocas ocasiones, el mando español exageró el parte de la acción combativa, reportando a las fuerzas cubanas en vergonzosa huida, que lejos de perjudicar ayudó a que le contingente mambí continuara con su plan. Este afán de la oficialidad española de exagerar los partes de operaciones fue siempre duramente criticado por la prensa ibérica e incluso por el propio Valeriano Weyler.

La importancia histórica de este encuentro para los cubanos, radicó en poder lograr neutralizar una poderosa y aguerrida agrupación española, que marchaba pisándoles los talones. Para el mando español, el hecho les facilitó ubicar la posición exacta del alto mando cubano, del cual no tenían noticias precisas desde días atrás.

Después de la acción, el contingente cubano se dirigió hacia el caserío de Macurijes, localizado al sudeste de Paso Real, donde se estableció campamento al final de la jornada, con el objetivo de proteger y atender los numerosos heridos rescatados en el teatro bélico.

En la mañana del 2 de febrero, las fuerzas cubanas marcharon con destino al caserío de Santa Cruz de los Pinos, situado en el camino Real de Vueltabajo y próximo al poblado de San Cristóbal, donde pudieron reorganizarse durante los dos días siguientes. En la tarde del día 3 de febrero, llegaron el campamento mambí las fuerzas de infantería del coronel de origen chileno Pedro Vargas Sotomayor, quien se había separado del grueso de la columna invasora el día 22 de enero en Guane.

El día 4, se incorporaron 300 hombres procedentes de la zona de Cabaña y El Rubí, al mando del coronel Pedro Delgado Carcache. Con estos nuevos refuerzos las tropas cubanas incrementaron sus efectivos a 2 500 hombres, de ellos, 1 800 perfectamente armados.

Asedio al poblado de Candelaria

Desde que Maceo llegó al poblado de Santa Cruz de los Pinos, concibió la idea de atacar la fortificada población de Candelaria, como parte de su plan en su marcha hacia La Habana. El ataque tenía sus peculiaridades, contra toda lógica, y dada la experiencia acumulada por él en acciones contra localidades, se iba a realizar sin tener en cuenta los factores necesarios para el éxito, es decir: la iniciativa, la sorpresa y la posesión de medios y armas necesarias, entre otros. Todo lo contrario, Maceo hizo saber a los defensores de Candelaria su intención de atacarles a través de una comunicación enviada al coronel de voluntarios Remigio Humara, jefe militar de la plaza, donde le intimaba a la rendición.

Portador de aquella noticia fue el propio hijo de Remigio, Ignacio Humara Quintana, quien había abrazado la causa independentista. En la misma, se expresaba:

“He podido enterarme en esta población del ascendiente que goza usted entre todo el vecindario de la comarca, ganado por su conducta seria y discreta así como apreciar el estado angustioso en que hoy se encuentra su esposa y familia como consecuencia de la actitud belicosa en que se mantiene usted impulsado quizás seguramente por una equivocada opinión respecto a las tendencias y procedimientos del Ejército Libertador. Movido por sentimientos humanitarios, a los que jamás fue sordo mi corazón, me permito indicarle lo conveniente a una capitulación decorosa, desde luego, para usted antes de que sumir en luto y ruina a innumerables familias de esta comarca por efectos de su resistencia inútil […]” [2]

La proximidad de las fuerzas cubana causó un gran impacto en un grupo de vecinos de Candelaria, quienes se lanzaron a la calle desafiando a los defensores del poblado, con gritos de “!Viva Maceo!”, a su paso incendiaron varias casas, pero faltos de organización fueron reprimidos por los voluntarios.

De las poblaciones del oriente de Pinar del Río, sin contar los de la naciente línea defensiva de Mariel-Majana, Candelaria era la única que se hallaba fortificada, por ello, las autoridades españolas le concedían importancia. Además, constituía la antesala de la mencionada línea, e inmediata al poblado de Artemisa, convertida para ese momento en el cuartel general del Estado Mayor español de la Isla.

Desde los primeros días del mes de enero de 1896, se hallaban acuartelados en Candelaria las fuerzas del batallón de voluntarios Cazadores de San Cristóbal, dos escuadrones del regimiento voluntarios de caballería de la misma Jurisdicción y la compañía de voluntarios chapelgorris de este pueblo, formado en su mayoría por inmigrantes y descendientes de origen vasco. A ellos, se le sumaban los cubanos fieles a la corona, cuya sumatoria ascendía a una fuerza de alrededor de 600 efectivos.

El pueblo de Candelaria, por estar asentado en la llanura, no contaba con defensas naturales, de manera que las obras de fortificación eran convencionales, entre ellas: una zanja que circunvalaba el caserío, apoyada en una cerca de alambres de púas y raíles de hierro; dos trincheras bien construidas, una frente a la calzada de Artemisa en el extremo este, y la otra en el extremo oeste en dirección a San Cristóbal; a su vez, ambas se comunicaban por otras zanjas con los edificios más resistentes. En el interior del poblado los edificios más sólidos, construidos a partir de gruesas paredes de mampostería, fueron convertidos en cuarteles, entre los que destacaban la iglesia y el comerció La Iberia, entre otros. Estas defensas, dado el armento de la época, y la pérdida del factor sorpresa, hacía de Candelaria una posición difícil de ocupar.

En esos días, el alto mando español aceleraba la consolidación de la línea defensiva de Mariel-Majana, al situar a importantes efectivos militares: en Mariel, ubicó al general Ramón Echague, para que defendiera la zona norte; más al sur situó las fuerzas del coronel Salvador Arizón y Sánchez-Fano, las de los coroneles Enrique Segura Campoy y Tomás Rotgers Llompart; en Guanajay, quedaron las columnas del teniente coronel Francisco Galvis Abella y del general José García Navarro. Entre otras medidas, fue sustituido el jefe militar de Pinar del Río, general Juan Madan Uriondo, por el de la misma graduación Pedro Cornel y Cornel. Además, fueron llamadas las fuerzas del general de brigada Fracisco Canellas y Sécades. Todo ello constituía una barrera difícil de traspasar.

Ataque de las fuerzas cubanas a las trincheras del perímetro exterior defensivo del poblado de Candelaria

El martes 4 de febrero de 1896, en horas del mediodía, las tropas cubanas salieron de Santa Cruz de los Pinos y se dirigieron hacia el poblado de San Cristóbal, que estaba en poder de los cubanos. El miércoles 5, a las 4:30 p.m., ante la negativa de la rendición de los defensores de Candelaria, el mando cubano lanzó el ataque sobre este pueblo, primero con 600 hombres de infantería, al mando de los coroneles Vargas Sotomayor y Delgado Carcache.

Con este primer impulso, se logró ocupar las primeras defensas españolas, o sea, con un tercio de los efectivos de que disponían las fuerzas cubanas, se pudo alcanzar, a plena luz del día, quebrantar una parte del perímetro defensivo. El combate se hizo enconado dentro del espacio urbano, casa por casa, para establecer el sitio del poblado que se prolongó por 26 horas.

Al caer la noche del primer día de asedio, Maceo situó el Cuartel General en una de las casas conquistadas. El combate se tornó aún más recio, lo que ofrecía un espectáculo estremecedor no solo por el estampido de los disparos, sino también por el incendio de varias edificaciones. Algunos vecinos, aterrorizados, acudieron ante el jefe cubano para pedirle amparo y misericordia, pero ya no era posible detener el curso de los acontecimientos.

A pesar del progresivo avance de las fuerzas cubanas en la ocupación del caserío, los defensores no daban señales de flaqueza. Ante la difícil situación, el coronel Humara decidió solicitar refuerzos con urgencias a Artemisa. Para esta misión fue comisionado un vecino de Candelaria, nombrado José Rojas (a) Tundurín, quien junto a su hijo logró burlar la vigilancia de las tropas cubanas y llegar hasta el Cuartel General en Artemisa y dar el parte de la situación en la que se encontraban los defensores.

En los albores del jueves 6, disminuyó un poco el combate, las construcciones incendiadas humeaban. El área más afectaba del poblado por los incendios, fue la situada al norte de la calle principal o Camino Real de Vueltabajo. Entre las edificaciones siniestradas estuvo el Juzgado Municipal.

En este momento de menor intensidad del combate, el mando cubano le envió una comunicación al cura de la parroquia de Candelaria, Patricio Pérez, en la que se le decía:

“A fin de evitar la total destrucción del pueblo y con esta medida mayores desgracias, me permito interesar de usted que interponga sus valiosos oficios cerca de los defensores de la plaza para que cesen en su actitud hostil acepten una capitulación honesta que libre a este vecindario de las horribles consecuencias del asalto y toma de la población.” [3]
Combate entre las fuerzas cubanas y la columna auxiliadora en las proximidades del poblado de candelaria

Como única respuesta a esta petición los defensores arreciaron el tiroteo, el combate entró en una fase donde tanto los sitiados como los sitiadores, se disparaban a pocos pasos de distancia, las bajas de unos y otros aumentaban. En horas del mediodía, el asedio se mantenía en la misma situación, aunque favorable a las fuerzas cubanas que de manera progresiva iban ocupando el poblado. Debido a ello, se pronosticaba la derrota de los defensores en horas de la noche.

Como medida previsora, ante la posibilidad de refuerzos desde el exterior de la población, el mando cubano envió fuerzas de caballería bajo el mando del general Juan Bruno Zayas, las cuales no había tomado parte en el asedio -ya que en casos como este la infantería era la que mayores resultados podía obtener-, con el objetivo de proteger la entrada este del poblado de posibles refuerzos provenientes de Artemisa. Maceo había previsto lanzar el asalto final a las 3:00 p.m. pues no parecía que los defensores declinaran su actitud valerosa. No obstante, decidió esperar una hora más antes del asalto, ante la inminencia de la llegada de refuerzos españoles.

El alto mando español, en la figura del capitán general interino, general Sabas Marín, envió con urgencia desde Artemisa al general de brigada Canellas y al coronel Segura, para que salieran hacia Candelaria con fuerzas de artillería, caballería e infantería, que una vez reunidos formaron un contingente de 1 315 efectivos bien armados. La columna partió a las 10:00 a.m. del jueves 6 de febrero, para hacer una parada momentánea en el caserío de Las Mangas y realizar el almuerzo. A estas fuerzas, se le sumó la caballería de coronel Calixto Ruiz y Ortega, que con algunas horas de retraso se dirigió hacia el poblado sitiado.

Al aproximarse la columna española auxiliadora a dos kilómetros de Candelaria, en la zona del caserío de Bayate, las fuerzas del general Zayas trataron de frenar su marcha. Dicha columna avanzaba a marcha forzada por el Camino Real de Vueltabajo, con la intención de apoderarse del puente sobre el río Bayate. La resistencia de las fuerzas cubanas no impidió el logro del objetivo de la columna española, su jefatura envió dos batallones contra el obstáculo que le impusieron los mambises. Una fracción de infantería española se desplegó por la zona de Laguna Blanca, y a pesar del empeño de las fuerzas cubanas de evitar la entrada de la columna de refuerzo, esta logró su cometido.

En uno de los momentos más intenso del intercambio de disparos entre las fuerzas de Zayas y las de Canella, el primero le solicitó a Maceo que le enviara más municiones para sostener la acometida de la columna española. Como respuesta, el máximo jefe cubano le respondió que también estaba escaso, eran ya 26 horas de combate y la falta de parque señalaba el final del asedio. Sin dilación, el mando cubano ordenó levantar el sitio de la población para ir a acampar al asiento del cafetal San Juan Bautista, conocido por Frías, localizado al norte del pueblo de Candelaria.

Valoración histórica del asedio

Con la retirada de las fuerzas cubanas, la columna española auxiliadora penetró como “vencedora” en la población, la alegría lógica del momento y los partes, una vez más magnificados, reportaron a las tropas cubanas dispersas y desorganizadas, lo cual contribuyó a que el mando español no valorara bien la situación. En la mañana del viernes 7 de febrero, hizo su entrada en Candelaria el capitán general interino, Sabas Marín, aclamado por los voluntarios defensores a los cuales les dirigió un discurso, felicitándoles por su conducta, ese mismo día, pagarían caro su imprevisión.

En su discurso, Marín expresó:

“He venido a Candelaria a saludar a los voluntarios porque avergonzado de ellos en otras localidades, no quería abandonar la isla sin felicitar por mí mismo a quienes han sabido por su conducta, mostrarse hijos de España y merecedores de llevar las armas que la patria les ha confiado […]” [4]

Además de ello, propuso conceder la Cruz Roja del mérito militar y permitió solicitar al gobierno español la concesión del título de “Villa Heroica” para el poblado de Candelaria, lo que le fue concedido poco después.

Con los argumentos expuestos, se comprende que el mando español concedió a los resultados de la acción una importancia exagerada, al esgrimir como punta de lanza el indiscutible valor mostrado por los defensores de Candelaria, con el objeto de elevar la moral combativa de las fuerzas españolas, que en esos momentos atravesaban un momento muy difícil por los triunfos de las armas cubanas.

En la mente de la jefatura española, se formó en esos momentos un falso reflejo de la realidad, lo que produjo el desarme sicológico de las fuerzas que habían quedado en la línea defensiva de Mariel-Majana. Allí, se formó el concepto de que dicha línea era la retaguardia profunda, ante la impresión de que las columnas españolas habían adelantado sus posiciones y derrotado a las fuerzas cubanas participantes en el asedio a Candelaria. Pero en realidad lo que se había producido era el debilitamiento de la citada línea.

En este largo asedio las bajas cubanas fueron 34, sin contar las de la acción contra la columna de socorro, por su parte los españoles sufrieron 60 entre muertos y heridos. Si se analiza que las fuerzas mambisas eran un considerable contingente y la de los defensores inferiores en número, con pocas posibilidades de mantener un asedio por mucho tiempo, es evidente que a pesar de la falta de artillería, tan importante para este tipo de ataques a poblaciones, la pérdida del factor sorpresa y el no lanzar al ataque a todos los efectivos disponibles, perseguía un objetivo superior al de tomar la población con un movimiento sorpresivo, como lo hicieron días después en Jaruco en la provincia de La Habana.

Al tenerse en cuenta el desarrollo del combate, su pérdida de ritmo en algunos momentos y el atraso al dar la orden de asalto final, en un tipo de acción donde la iniciativa corresponde a los sitiadores, se comprende que Candelaria no era el objetivo supremo, incluso, podía rendirse, pero en ningún momento se pondría en riesgo el objetivo fundamental trazado de manera previa.

El asedio a Candelaria tuvo gran importancia para las armas cubanas, aquí se evidenció un cambio táctico del mando cubano, en lo que ataques a localidades se refiere, hecho que desconcertó al mando español, haciéndoles creer que las fuerzas cubanas estaban interesadas en tomar el poblado. Todo lo contrario, Maceo logró que la jefatura española concentrara su atención en el sitio impuesto al poblado y enviara columnas de refuerzo, lo que produjo el despeje de la línea defensiva a la cual pretendía traspasar y llegar a La Habana. Candelaria fue una demostración de la capacidad estratégica de Maceo.

Ante el júbilo de la “victoria” de Candelaria, el mando español no se ocupó de fijar la situación de las fuerzas comandas por Maceo, quien acampó la noche del 6 de febrero, como se indicó, en el cafetal San Juan Bautista. En la madrugada del viernes 7, levantó el campamento y con un movimiento retrógrado, emplazó sus fuerzas en la estratégica intersección del camino de Río Hondo con el Real de Vueltabajo, por donde además pasaba la línea del ferrocarril del oeste. Así mismo, ocupó una ancha faja de sabana que se extendía a ambos lados del camino Real.

Por su parte, el mando español, sabedores de que el poblado de San Cristóbal llevaba tiempo en poder de las fuerzas cubanas, pero con el cual no tenía comunicación alguna debido a a la destrucción de las mismas, decidió enviar al coronel Segura a reconocer y restablecer las comunicaciones con aquel poblado. En la mañana del 7, la columna española integrada por solo 600 efectivos de infantería salió de Candelaria, lo cual significaba un exceso de confianza al creer que las fuerzas cubanas habían perdido capacidad combativa después del asedio a Candelaria.

Sobre las 12:00 meridiano, una pareja explorada cubana trajo la noticia de la proximidad de la columna española, que al ser atacada por los retenes embistieron con intenso fuego de fusilería contra el flanco derecho de las posiciones cubanas, sobre todo por donde estaban las fuerzas de infantería de los coroneles Delgado y Sotomayor. A partir de ese momento, se produjo uno de los combates más célebres de la contienda bélica de Vueltabajo.

El combate de Río Hondo no fue uno más, aquí se recogió la cosecha producida por una táctica correcta, muy superior a la del mando español. Como resultado la columna del coronel Segura quedó diezmada. Uno de los periodistas españoles, testigo de los hechos, testimonió poco después que aquella acción combativa:

“[…] fue una victoria para el jefe insurrecto, puesto que el coronel español no pudo completar la operación, volviéndose a Candelaria […] Marín y Canella creían al jefe insurrecto muy quebrantado por los combates de Paso Real del 1º de febrero y de Candelaria del 6, y esa fue la razón por la que mandaron a Segura con sólo 600 hombres a ocupar San Cristóbal […]” [5]

Luego del combate del encuentro de Río Hondo, el contingente cubano se desplazó hacia el poblado de San Cristóbal el domingo 9, al cual abandonaron ante la inminencia de un encuentro en sus calles con la columna del general Cándido Hernández de Velazco, quien había asumido la jefatura de la columna del general Luque.

El contingente de Maceo, se encaminó el lunes 10 de febrero hacia el noroeste del poblado de Candelaria, para acampar en el asiento del ingenio Flora. El jefe cubano, no había abandonado el proyecto de entrar en la provincia de La Habana antes del 12 de febrero para “recibir” al nuevo capitán general. Pero aún faltaba atravesar el grueso muro de bayonetas interpuesto entre Artemisa y Candelaria.

El martes 11, Maceo y sus fuerzas arribaron al ingenio Empresa, conocido como Laborí, al noreste del poblado de Candelaria y próximo a la línea defensiva de Mariel-Majana. Una columna española inmediata a aquel sitio entró en combate con las fuerzas cubanas acantonadas en aquel ingenio, se trataba de una agrupación comandada por el general Cornel. Como todos los combates dirigidos por Maceo, fue una acción disputada y con arrojo de valor, donde resultó herido el máximo jefe español.

El parte español, al concluir el combate, volvió a ser tergiversado, al reportar a Maceo derrotado y vagando por la serranía del Rosario. En realidad, el jefe cubano pernoctó muy cerca del sitio de la acción, y al día siguiente, con fuerzas de caballería pasó a La Habana, cuando aún los españoles lo consideraban disperso y vencido. El cruce se realizó por la zona de Puerta de la Güira sin disparar un tiro y con las banderas desplegadas, burlando así la estrecha vigilancia que había implantado el mando español.

Con el cruce hacia la provincia de La Habana, las fuerzas cubanas bajo el mando de Maceo, lograron el cumplimiento del plan estratégico trazado a inicios del mes de febrero de 1896, para ello tuvieron que enfrentar a seis columnas diferentes. Desde que Maceo salió de Mantua, utilizó con mucha eficacia movimientos y tácticas con las cuales despistó al mando español en el momento que era necesario que no fueran ubicadas sus posiciones. De esta manera, logró evadir todo encuentro en las escabrosidades de la Sierra de los Órganos.

Una vez situado en terreno llano, el mando cubano cambió su táctica y decidió combatir con toda fuerza que se le interpusiese. El éxito en todas las acciones combativas en el cumplimiento de los objetivos y misiones previstos, se debió a tres factores fundamentales: primero, el alto mando cubano evidenció mayor capacidad táctica y de dirección en el campo de batalla, que los jefes españoles a quienes enfrentó, donde se destacó el talento militar del lugarteniente general Antonio Maceo Grajales; segundo, los partes adulterados de la mayoría de los jefes españoles, permitió mayores posibilidades de movilidad y maniobra de las tropas cubanas; tercero, el eficiente apoyo brindado por los patriotas pinareños constituyó un refuerzo cuantitativo eficaz en el desempeño de cada acción.

Lo expuesto, pone a relieve una de las hazañas más audaces realizada por el Ejército Libertador bajo la certera dirección de Maceo, frente a jefes militares españoles aguerridos y formados en academias. Es una demostración evidente del desarrollo militar alcanzado por las fuerzas cubanas en esa época, donde se combinaron conocimientos, habilidades, confianza y patriotismo.

Referencias

Fuentes

  • Franco, José Luciano. Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1975, t.3.
  • Miró Argenter, José, Crónicas de la Guerra. Editorial LEX, La Habana. 1943
  • Padrón, Abelardo. El general más joven. Juan Bruno Zayas. Ediciones Unión, La Habana, 1894.
  • Piedra Martel, Manuel. Mis primeros 30 años. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1979.
  • Ramírez Pérez, Jorge Freddy / Lázara Ávila Fernández. Candelaria. De los orígenes hasta 1996. (Inédito), Archivo del Museo Municipal de Candelaria.

Hemerografía:

  • Anónimo. En: Diario de la Marina. No.38, febrero, 1896
  • Rafael Cruz Pérez. La expedición cubana del Three Friends, En: Bimestre Cubana, La Habana, 1958.