Cronómetro marítimo del Beagle

Cronómetro marítimo del Beagle
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Cronómetro de latón, procedente de Inglaterra, 1800-1850 d. n. e.


Cronómetro marítimo del Beagle . Es un Cronómetro procedente de Inglaterra, entre los años 1800-1850 d. n. e. y fue fabricado por Thomas Earnshaw. Es muy conocido porque en 1831 zarpó en el Beagle, el barco que llevó a Charles Darwin en su gran viaje a Sudamérica, las islas Galápagos y por todo el mundo, que en última instancia se tradujo en su teoría de la evolución y su gran obra sobre El origen de las especies.

Historia

Toso comienza con la invención en Londres de un reloj marítimo que permitía a los marineros determinar la longitud. El objeto aquí reproducido es uno de aquellos relojes, un cronómetro marítimo fabricado en torno al año 1800, capaces de dar la hora exacta incluso en mares embravecidos.

En los siglos XVII y XVIII, la relojería era una tecnología europea vital y Londres representaba la vanguardia. Como nación marítima, los ingleses tenían una preocupación sobre un problema en particular: sabían fabricar relojes que daban una hora muy exacta mientras se mantuvieran perfectamente inmóviles, pero no cuando se sacudían y especialmente a bordo de un barco que se balanceara. Esto provocaba que si se quería navegar, le resultaba imposible mantener un registro exacto del tiempo. En el mar, si no puede saber la hora, tampoco puede localizar donde se encuentran, si al este o al oeste se encuentra. Resulta relativamente fácil calcular la latitud, la distancia al norte o al sur del ecuador midiendo la altura del Sol sobre el horizonte al mediodía, pero eso no permite calcular la longitud, la posición al este o al oeste.

El problema de controlar de manera precisa el tiempo en el mar finalmente se solucionó a mediados del siglo XVII gracias a John Harrison, quien inventó un reloj un cronómetro marítimo que podía seguir dando la hora exacta pese a las fluctuaciones de temperatura y humedad y el movimiento constante propios de un barco, haciendo así posible por primera vez que los barcos pudieran establecer su longitud en cualquier parte.

Los cronómetros de Harrison eran instrumentos pioneros de alta precisión, hechos con una minuciosidad exquisita, y eran sólo asequibles para el Almirantazgo. No fue aproximadamente hasta 1800 cuando dos relojeros londinenses lograron simplificar los mecanismos del cronómetro para que prácticamente cualquier barco y ciertamente los más grandes de la Royal Navy pudiera llevarlos como equipamiento rutinario.

Cronómetro marítimo del Beagle

Es un cronómetros de bajocoste, fabricado en 1800 por Thomas Earnshaw. Está hecho de latón y tiene aproximadamente el tamaño de un reloj de bolsillo grande, con una esfera normal con números romanos y otra más pequeña en la parte inferior para el segundero. El reloj está suspendido dentro de un anillo de latón giratorio, montado en el interior de una caja de madera, esa es la clave para mantener el cronómetro nivelado incluso en la inestable superficie de un barco.

Este cronómetro en concreto navegó en muchos barcos, siempre embarcado y puesto en hora, como otros, en Greenwich, pero es famoso porque en 1831 zarpó en el Beagle, el barco que llevó a Charles Darwin en su gran viaje a Sudamérica, las islas Galápagos y por todo el mundo, y que en última instancia se tradujo en su teoría de la evolución y su gran obra sobre El origen de las especies.

El Beagle tenía la misión de cartografiar el litoral de Sudamérica, un trabajo que dependía de la posibilidad de realizar mediciones muy exactas de la longitud y la latitud. El cronómetro permitió por primera vez una cartografía absolutamente precisa de los océanos, con todo lo que ello implicaba de cara a establecer rutas marítimas rápidas y seguras. Fue otro gran paso en el proyecto ilustrado de cartografiar —y, por lo tanto, controlar— el mundo.

Previendo cualquier posible discrepancias o fallos, el Beagle llevaba 22 cronómetros, 18 de ellos, incluido el este, fueron proporcionados por el Almirantazgo británico, y los otros cuatro por el propio capitán, Robert Fitz Roy, quien consideró que 18 cronómetros no bastaban para una tarea tan prolongada e importante. Después de cinco años en el mar, los 11 cronómetros que todavía seguían funcionando al final del viaje mostraban una discrepancia de sólo 33 segundos con respecto a la hora de Greenwich. Por primera vez se había extendido un cinturón cronométrico preciso alrededor de la Tierra.

A bordo del Beagle este cronómetro fue también testigo de otro cambio, completamente independiente, en la concepción decimonónica del tiempo. El viaje de Darwin en el Beagle y su posterior trabajo sobre la evolución hicieron retroceder el origen del hombre y, de hecho, el propio origen de la vida a un pasado inconcebiblemente distante.

En el siglo XIX quebrantaron las creencias de muchas personas, pero el tiempo también estaba cambiando de una forma mucho más cotidiana o mucho más horaria. Gracias a relojeros como Earnshaw, disponer de relojes precisos y fiables se convirtió en algo cada vez más asequible. En poco tiempo, una gran parte de Europa se regía por relojes, y la medición del tiempo se había desgajado del ciclo natural de los días y las estaciones.

El reloj gobernaba todos los aspectos de la vida: comercios y escuelas, placer y trabajo. Como escribiera Charles Dickens, hasta la hora de los ferrocarriles se observaba en relojes, como si el propio Sol hubiera renunciado. Explica Nigel Thrift:

El cronómetro, un reloj excepcionalmente exacto, significó que poco a poco se volviera posible una medición cada vez más precisa del tiempo, y eso, obviamente, afectó a otras cosas en el siglo XIX hasta dar lugar a un tiempo cada vez más estandarizado. Un buen ejemplo de ello es el ferrocarril, donde el tiempo estándar basado en el meridiano fue aplicado inicialmente por el Great Western Railway en 1840, y poco a poco ese tiempo estándar se fue generalizando. En 1855, el 95 por ciento de las ciudades habían pasado a la GMT, y en 1880 la GMT se convirtió por ley en la referencia para todo el Reino Unido. Pero vale la pena recordar que hasta ese momento, y ciertamente hasta que se estableció la hora del ferrocarril, todos los lugares se regían por la hora local, y cuando uno iba de viaje, Leeds, por ejemplo, iba seis minutos por detrás de Londres, y Bristol diez. Entonces no importaba. Pero empezó a importar cuando se comenzó a viajar más rápido. Todo el mundo pasó a una misma hora sin prisa pero sin pausa.

A medida que la sociedad adoptaba una hora estándar común, numerosos aspectos del trabajo y de la vida diaria pasaron a estar rígidamente gobernados por el reloj, desde la práctica de fichar en el trabajo hasta los horarios escolares, o incluso la hora del té.

Fuentes