Episcopologio

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EPISCOPOLOGIO EN LA HISTORIA ANTIGUA.jpg

Episcopologio (Hist. Ant.) La presencia de obispos de Caesaraugusta y Calagurris Fibularia (¿Bolea?) en la lista de asistentes al Concilio de Elbira permite suponer con base documental la existencia y organización de una jerarquía eclesiástica y la territorialización de la función episcopal en la zona actualmente aragonesa, a principios del Siglo IV. Estas iglesias estarían integradas por los fieles y el grupo eclesiástico director.

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(Hist. Ant.) La presencia de obispos de Caesaraugusta y Calagurris Fibularia (¿Bolea?) en la lista de asistentes al Concilio de Elbira permite suponer con base documental la existencia y organización de una jerarquía eclesiástica y la territorialización de la función episcopal en la zona actualmente aragonesa, a principios del s. IV. Estas iglesias estarían integradas por los fieles y el grupo eclesiástico director.

El obispo (en latín episcopus, del griego e.pískopos, cuya significación primaria es la de intendente, inspector, guardián, vigilante) actuaría como el supervisor general de cada comunidad cristiana. El proceso de elección pasaba por tres fases: la designación hecha por el clero de uno de sus miembros, su aprobación por el pueblo y la ordenación por el metropolitano. En Hispania a comienzos del s. IV (según se desprende del canon XIII de Elbira) el metropolitano, como en el norte de África, no está vinculado a sede alguna, sino que coincide con aquella de la que es titular el obispo más antiguo. La concordancia de las metrópolis civiles y las religiosas fue subsiguiente a la entrada de Eurico en la Península.

En el caso concreto de la Tarraconense, la primera cita expresa del obispo de Tarraco como metropolitana se halla contenida en la carta dirigida por el papa Hilario al obispo Ascanio de Tarragona, en 468. Después de las invasiones bárbaras, al empezar el s. V, el obispo se convierte en el intermediario entre el pueblo y los poderes romano y bárbaro y lo es, además de como jefe de la colectividad religiosa cristiana, como la máxima autoridad de la civitas, ante el despoblamiento de las curias u órganos de gobierno municipal. En el estadio antiguo del territorio actualmente aragonés, tres fueron las sedes episcopales de las que se ha guardado noticia: Zaragoza, Huesca y Tarazona.

1. Zaragoza: Félix de Caesaraugusta es personaje eclesiástico mencionado en la carta escrita por Tascio Cecilio Cipriano de Cartago a las comunidades cristianas de Astorga-León a propósito de los obispos apóstatas (254-258). Félix intervino a favor de los ortodoxos. No se especifica si era o no obispo, pero el contexto en el que aparece citado proporciona ciertos indicios para tenerlo por tal.

Valerio es el primer obispo zaragozano documentado con certeza. Suscribe en undécimo lugar las actas del Concilio de Elvira (h. 306). La representación eclesiástica cesaraugustana en el concilio de Arlés (314) no estuvo presidida por el obispo titular, sino por Rufino, exorcista, y por Clemencio, presbítero. Tal ausencia ha hecho pensar en la posibilidad de que la sede estuviera vacante en aquel momento.

Casto, presente en el concilio de Sérdica (Sofía, Bulgaria, año 344), convocado por el emperador Constancio. Su asistencia denota la importancia que había ganado la comunidad cristiana de Zaragoza. Más difícil resulta determinar las causas que motivaron la elección de Caesaraugusta como sede del primer concilio hispano antipriscilianista, sobre todo si se considera el escaso arraigo de esta herejía disciplinar en el valle del Ebro. Las actas fueron suscritas por doce obispos cuya procedencia no se concreta. Entre ellos figuraría el de Zaragoza, cuyo nombre pudo ser Fitadio, pero no es seguro. En cualquier caso, hay que desechar la identificación, por Risco, de un Valerio que signa las actas y el Valerio de Zaragoza presente en Elbira.

La irrupción bárbara no interrumpió el desarrollo de la vida religiosa en la Tarraconense. A mediados del s. V un prelado zaragozano anónimo denunció ante el metropolitano de Tarragona, Ascanio, los abusos en ordenaciones episcopales cometidos por Silvano de Calahorra. Vicente (516), aparece suscribiendo las actas del concilio de Tarragona, pero estuvo ausente del convento episcopal celebrado al año siguiente en Gerona.

El Obispo de Zaragoza Juan representó a Zaragoza en el concilio de Lérida de 546. Hay que identificarlo con el prelado que en 541 entregó una reliquia de San Vicente a los sitiadores Francos, logrando así el levantamiento del asedio a que éstos hablan sometido a la ciudad, según Gregorio de Tours; pero no con el Juan que aparece al pie de las actas de la reunión conciliar de Barcelona de 540.

Juan II sucumbió ante las fuertes presiones ejercidas por el rey visigodo Leovigildo sobre la población católica con el fin de conseguir su conversión al arrianismo. Algunos obispos importantes sufrieron persecución y destierro por mantenerse firmes en su fe (p. ej., Juan de Bíclaro y Masona de Mérida). El único que apostató y se pasó a la secta fue este Vicente, lo que le valió ser duramente criticado con posterioridad por San Isidoro.

Simplicio estuvo presente en el III concilio de Toledo (589), en el que se formalizó la unidad religiosa del reino visigodo bajo la fe católica. Tal vez continuara dirigiendo la comunidad cristiana de Zaragoza en 592, pues su nombre, aunque no la sede, figura al final de las actas del II Concilios de Zaragoza. Esta identificación no es admitida por todos los estudiosos, y algunos sugieren a Julián como posible prelado zaragozano en dicho concilio.

Máximo, asistente al II concilio de Barcelona de 599, firmante del decreto de Gundemaro del 610 y del concilio de Egara (Tarrasa, 614) y autor de numerosas composiciones en verso y prosa y de una crónica sobre los visigodos. Murió en 619.

Juan II era abad de un monasterio y miembro de familia eclesiástica destacada. Su padre, Gregorio, era o había sido también obispo. De sus hermanos, Braulio alcanzó la silla arzobispal, Frunimiano fue abad, y su hermana Pomponia, monja y abadesa. Compuso piezas litúrgicas y un opúsculo para determinar la fecha de la Pascua. Ocupó durante doce años la sede zaragozana, coincidiendo su episcopado con los reinados de Sisebuto y Suintila.

Braulio de Zaragoza, hermano del anterior, es uno de los principales representantes de la cultura eclesiástica hispana del s. VII. Obispo desde el 631, asistió a los concilios toledanos IV (633), V (636) y VI (638).

Samuel Tajón vicarizó a Zaragoza en los concilios VIII (653) y IX (655) de Toledo. Trajo de Roma la obra de San Gregorio Magno, que le sirvió de fuente para redactar sus Sentencias escritas en los difíciles días de la rebelión de Froya.

Máximo II suscribe las actas canónicas del XII concilio toledano (681).

Balderedo era godo, a juzgar por su nombre; este hecho demuestra que Zaragoza no fue una excepción en el proceso de incorporación de los nuevos dominadores a la jerarquía eclesiástica. La gotización del episcopado repercutió sobre todo en la acentuación de la función política del obispo, llegándose al caso extremo de la simonía. Su nombre consta al pie de los cánones de los conventos toledanos XIII (683), XV (688) y XVI (693), si bien estuvo representado en el primero por el abad Fredebado. En su tiempo se celebró el II Concilios de Zaragoza, de alcance peninsular en cuanto a asistencia.

2. Huesca: Si se prescinde de la referencia a un Genaro de Calagurris Fibularia (que tiende a identificarse con Bolea) en la lista de obispos asistentes al Concilio de Elvira, hay que retrasar hasta época visigoda la posibilidad del conocimiento documentado de la sede episcopal oscense. La parquedad de las fuentes alusivas a Huesca en la antigüedad tardía se hace extensiva a las noticias de contenido eclesiástico. Así, para reconstruir su episcopologio hasta el s. VII, se dispone únicamente de los nombres de cinco de sus obispos, sólo conocidos, en la mayor parte de los casos, por figurar entre los suscriptores de los concilios celebrados en Toledo.

Gabinio asiste al III concilio de Toledo (589), pero no al de Zaragoza de 592, en el que se hace representar por el diácono Antedio. Se ignora quién dirigía la comunidad en el momento de reunirse el concilio de Huesca en 598. Osdulfo forma parte del grupo de asistentes a los concilios IV (633) y VI (638) de Toledo. Eusebio se halla presente en el concilio VIII toledano (653). Gudiselo es vicarizado por el abad Audeberto en el XV concilio de Toledo (683). Audeberto suscribe las actas del XVI convento toledano (693).

3. Tarazona: Inicia la lista de obispos conocidos León, herido en el ataque perpetrado por los Bagaudas a la iglesia de Tarazona y muerto después (449).

Dídimo es citado por Braulio en su Vida de San Millán. Elpidio participa en las reuniones episcopales tenidas en Toledo en los años 633, 636 y 638. Floridio suscribe las actas del concilio de Toledo XII (681). Anterio es representado por el diácono Baroncelo en el XIII convento toledano (683). Nepotiano está presente en Toledo con ocasión de la celebración de los concilios XV (688) y XVI (693).

Bibliografía

Arce, J.: Caesaraugusta, ciudad romana; Zaragoza, 1978, pp. 65-94. García Iglesias, L.: Zaragoza, ciudad visigoda; Zaragoza, 1979, pp. 63-93.

Historia Medieval

Para Aragón interesan los episcopologios de Aragón, Jaca, Pamplona, Huesca, Barbastro, Roda, Lérida, Sigüenza, Albarracín-Segorbe, Tortosa y Sasabe. Han atraído la atención de los historiadores de todos los tiempos, como el P. Huesca, entre otros. En cuanto a la investigación, siguen siendo fundamentales las obras de Gams y Eubel. Hay que tener mucha prudencia al utilizar los episcopologios, ya que con frecuencia aparecen obispos inexistentes o con cronología equivocada.

Fuentes