Ildefonso Zubía e Icazuriaga

Ildefonso Zubía e Icazuriaga
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Un naturalista Riojano en el siglo XIX
NombreIldefonso Zubía e Icazuriaga
Nacimiento24 de enero de 1819
Logroño, Bandera de España España
Fallecimiento3 de junio de 1891.
Logroño,Bandera de España España
Nacionalidadespañola
EducaciónDoctor en Farmacia
OcupaciónFarmacólogo
CónyugeJuana Dominica Arias Colmenares

Ildefonso Zubía e Icazuriaga. Un naturalista Riojano en el siglo XIX, fue un destacado farmacólogo español, que desarrolló su labor científica en el campo de la botánica; también practicó la hidrología, agricultura, entre otros.

Síntesis biográfica

Nació en Logroño el 24 de enero de 1819.

En principio encaminó sus estudios hacia la vida sacerdotal, y comenzó Filosofía en el Seminario. Pero como consecuencia de la desamortización de Mendizábal, fue cerrado el Seminario en 1836. Después de este cierre, ingresó como mancebo en una farmacia de la Calle Mayor de Logroño. Tenía entonces 17 años. Sin embargo, este sentimiento religioso inicial lo conservaría toda su vida, como por ejemplo lo revela el expediente que, como Director del Instituto en 1868, elevó al Papa años después solicitando indulto apostólico para el uso del oratorio.

Unos años más tarde, a los 21, salió de Logroño para Madrid, donde compatibilizó los estudios universitarios con el puesto de practicante mayor en una farmacia madrileña. Consiguió el Grado de Bachiller en Filosofía en el Colegio de San Fernando, y posteriormente la Licenciatura en Farmacia.

Fue Ayudante honorífico de la cátedra de Química, y por fin obtuvo el Grado de Doctor en Farmacia a los 24 años. Esto le capacitaba para el ejercicio libre de la profesión de farmacéutico. En la copia del título de Doctor se encuentra una de las pocas descripciones que se conservan del Dr. Zubía, aunque ciertamente breve: "estatura regular, ojos negros, color bueno, pelo negro".

Ámbito familiar

De padre vasco y madre logroñesa. Su padre, Pedro Zubía, falleció cuando Ildefonso contaba tan sólo seis años de edad. Esta fue sólo la primera de una serie de desgracias personales que le perseguirían durante toda su vida.

A los 31 años, siendo ya Catedrático en el Instituto, se casó con Juana Dominica Arias Colmenares, natural de Santo Domingo de la Calzada. De este matrimonio nacieron siete hijos, pero ninguno de ellos consiguió sobrevivir al Dr. Zubía. Sólo dos de sus hijos, Máximo y Fulgencio, siguieron una carrera universitaria, puesto que los demás murieron a edades muy tempranas. Pero a la edad de 27 años, murieron también Máximo y Fulgencio, farmacéutico el uno e ingeniero de caminos el otro. Ambos dejaron viudas y Máximo un único hijo, ya que al menos otros dos nietos del Dr. Zubía murieron de niños. Y no acabaron aquí las desgracias, porque un par de años después murió su esposa en (1884).

Su nieto José María Zubía tuvo seis hijas y se trasladó con toda su familia a Madrid en 1931. En la actualidad, vive todavía en Madrid una de las hijas de José María, bisnieta por tanto de Ildefonso, de nombre María Teresa Zubía. Esta señora tiene dos hijas y dos nietas, por lo que la saga de los Zubía felizmente continúa.

Trayectoria profesional

Con su formación académica bajo el brazo, regresó a Logroño. Sólo una vez había de volver a Madrid, veinte años después, para matricular a su hijo mayor en Farmacia, "proporcionarle una casa de confianza y recomendarlo a los amigos para protegerlo de los peligros de la Corte".

En Logroño, el Dr. Zubía fue nombrado provisionalmente Catedrático de Historia natural del Instituto de Segunda Enseñanza, precursor del actual Instituto Sagasta. La materia de Historia Natural acababa de ser introducida en los planes de instrucción pública de 1836, y era habitual que la impartieran farmacéuticos porque sólo éstos y los médicos la cursaban en la carrera.

Al tiempo, su antiguo jefe le cedió la farmacia de la Calle Mayor, con lo que comenzó también su dedicación a la profesión libre. Esta farmacia todavía se conserva en pie en el actual número 52 de la Calle Mayor, aunque el edificio de tres plantas ya casi está en ruinas.

A los 25 años, aprobó las oposiciones a Catedrático de Instituto. Este era un puesto muy relevante en aquel entonces, por el importante papel académico, cultural y social que desarrollaban los Institutos de Segunda Enseñanza, especialmente en las ciudades pequeñas sin centros de formación universitaria. Simultaneó la docencia en el Instituto con una mayor formación académica en la Universidad de Valladolid, donde obtuvo el título de Regente de Segunda Clase en Historia Natural.

A los 28 años, y con Mariano Graells, otro famoso naturalista riojano, como miembro del Tribunal de oposición, el Dr. Zubía consiguió la Cátedra de Historia Natural en la Universidad Literaria de Oviedo. En la oposición concursaron ocho personas, y Zubía quedó en segundo lugar. Su estancia en Oviedo apenas duró un mes, y rápidamente volvió a Logroño, al parecer por motivos de salud.

Instituto Sagasta.Foto: Riojanos en la red
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Se reincorporó al Instituto como Catedrático de Historia Natural, y se fue insertando nuevamente en el entramado académico, social y cultural de la capital riojana. Nunca descuidó su propia formación científica. Prueba de ello es que a los 32 años consiguió el grado de Regente de segunda clase de Física y Química, nuevamente por la Universidad de Valladolid, y a los 35 el título de Licenciado en Ciencias Naturales por la Universidad de Zaragoza. A partir de esa época, ocupó simultáneamente las Cátedras de Historia Natural y de Física y Química del Instituto, así como la cátedra de Física en el Seminario Conciliar.

A los 40 años fue nombrado Vicedirector del Instituto, como Catedrático más antiguo, y fue posteriormente Director durante tres años, hasta 1868, cuando los cambios políticos, el derrocamiento de Isabel II y el comienzo del sexenio revolucionario, ocasionaron su cese. En aquel momento, el Instituto contaba con 252 alumnos, para un total de 15.000 habitantes en la ciudad.

Tras un periodo de cierta marginación, a partir de la restauración borbónica de 1874 el Dr. Zubía retomó su puesto en la vida cultural logroñesa. Así se convirtió en el hombre indispensable para resolver los más variopintos problemas, reclamado por las diversas instituciones locales y provinciales. Ocupó un sinnúmero de cargos: Director del Observatorio Meteorológico; Miembro de las Juntas Provinciales de Agricultura, Estadística, Sanidad e Instrucción Pública; primer Presidente del Ateneo Logroñés; Subdelegado de Farmacia; miembro de la Junta de Beneficencia Provincial, etc. La nueva clase política le concedió la Cruz sencilla de Carlos III y el título de Caballero anejo a ella, así como la Encomienda de Isabel la Católica. Asimismo, fue socio de diversas instituciones científicas, muchas veces requerido por ellas mismas para servir como corresponsal.

Pero tanta y tan febril actividad no le apartó de su centro principal de interés, la docencia en el Instituto y la preparación que recibían sus alumnos. Así, mejoró notablemente el equipamiento de los laboratorios, y trató por todos los medios de conseguir la formación de los alumnos en estudios aplicados sobre agricultura, artes, industria y comercio (lo que hoy llamaríamos Formación Profesional). También estaba atento, por sus intensas lecturas, a todo lo que de novedoso pudiera aplicarse a la agricultura y la industria regional. Verdaderamente pluriempleado, no hay que olvidar que durante todo este tiempo dirigía también su farmacia.

Obra Científica

El Dr. Ildefonso Zubía como en sus actividades académicas y sociales, también en las científicas era un hombre realmente polifacético. Quizá en el fondo de esta intensa dedicación al trabajo late la búsqueda de resguardo frente a tanta adversidad personal. Su formación académica (que abarcaba campos en la actualidad tan especializados como la Física, la Química, la Geología, la Biología o la Antropología), junto a ese peculiar talante naturalístico del hombre de ciencia del siglo XIX, le llevaron a acometer una gran diversidad de labores científicas. Entre ellas, destacaré, en orden cronológico:

  • La traducción de una obra francesa sobre "La luz polarizada y los fenómenos rotatorios".
  • Las observaciones meteorológicas sistemáticas en Logroño, a las cuales debemos los únicos datos meteorológicos logroñeses del siglo XIX.
  • El análisis de gases y minerales del agua del manantial de Riva los Baños, en Torrecilla en Cameros, el origen del agua de Peñaclara.
  • Las excavaciones paleontológicas en cuevas de la Sierra de Cameros, como Peñamiel o cueva Lóbrega.
  • Informes solicitados por instituciones públicas y privadas sobre variados temas: la renovación del aire en enfermedades epidémicas; un hundimiento del terreno en Arnedillo; la adulteración del aceite de oliva con aceite de algodón; la prevención del cólera, que había atacado gravemente a la ciudad de Logroño en 1855; los ataques del mildiu de la vid, que llegaron a poner en peligro la supervivencia del viñedo riojano; y la adulteración de vinos con alcoholes industriales.
  • También hacía sus pinitos enológicos y obtuvo varios premios en exposiciones vinícolas nacionales e internacionales.

Pero quizá lo que más renombre le ha dado al Dr. Zubía haya sido su actividad botánica, a la que me referiré más extensamente.

Su catálogo florístico, su "Flora de La Rioja", es una obra botánica similar a otros inventarios florísticos que se realizaron en diversas regiones de España, frecuentemente por el empeño de farmacéuticos o catedráticos de Instituto como el propio Dr. Zubía. Estas labores calladas estaban alejadas de la botánica "oficial", que controlaban los catedráticos de las Universidades potentes y especialmente Miguel Colmeiro, director del Jardín Botánico de Madrid durante gran parte de la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, los inventarios florísticos regionales constituyen una base importante de la botánica española de principios del siglo XX.

El Dr. Zubía comenzó a hacer su famoso Herbario en 1847, cuando fijó su residencia definitiva en Logroño tras su nefasta experiencia ovetense. Fundamentalmente, recolectaba las plantas en la ciudad de Logroño y sus alrededores, en parajes tan logroñeses como el Monte Cantabria o las huertas de Madre de Dios. También recorrió diversos parajes de La Rioja, como El Rasillo, Viguera, Haro, Santo Domingo, Ezcaray, Hormilla, etc., localidades adonde le solían llevar frecuentemente sus misiones oficiales. Y fuera de La Rioja estudió la flora de dos localidades con balneario: Panticosa en Huesca, y Urberuaga en Vizcaya.

Su herbario debió ser realmente voluminoso para su época. Él mismo lo cifró en unas 4.500 muestras, incluyendo plantas superiores, algas, hongos, líquenes, briófitos y helechos. Pero en estos 4.500 especímenes no están contabilizadas las numerosas plantas que intercambiaba con botánicos españoles y extranjeros, por lo que el número total debía ser bastante mayor.

A su muerte, y por una de sus disposiciones testamentarias, los contenidos del Herbario se repartieron entre tres instituciones: el Instituto de Logroño, para el que pedía a sus sucesores en la Cátedra que se reservara el lote más completo, el Jardín Botánico de Madrid, y el Colegio de Farmacéuticos también de Madrid. Esta legación fue muy inteligente y equilibrada. Por una parte, sus sucesores en el Instituto podrían acrecentar el conocimiento florístico de La Rioja partiendo de las colecciones del Dr. Zubía, con lo cual una buena parte de su herencia científica quedaba en su patria chica. Pero además, y en previsión del posible desinterés en que pudiera caer su obra botánica en Logroño, otra buena parte del material se destinaba a una institución veterana, que contaba y cuenta con el mejor herbario de España, lo cual garantizaba una adecuada conservación de las plantas por él recolectadas. Lo cierto es que en ambos casos, tanto en el Instituto de Logroño como en el Jardín Botánico de Madrid, el material ha sido conservado bastante bien, en comparación con otros herbarios históricos de la época.

El lote que se conserva en el Instituto de Logroño, hoy Instituto Sagasta, es el mejor conocido, dentro de lo poco que conocemos todavía la obra botánica de Zubía. El total de especímenes que contiene es de 2.225, de los cuales 135 son criptógamas (algas, hongos, líquenes, briófitos y helechos) y 2.090 fanerógamas. Corresponden a unas 1.500 especies, lo cual es un número bastante elevado para la época si se considera que en la mayor parte de las provincias españolas no se conocían más allá del millar de especies.

Las plantas están guardadas en 33 cajas de la época. Después de Zubía, y hasta que mi equipo comenzó la catalogación y revisión del material, han pasado varias manos por el herbario. Esto lo sabemos porque Zubía escribía sus etiquetas con pluma y una caligrafía muy característica, pero se conservan también anotaciones a lápiz y bolígrafo de autores posteriores desconocidos. Es curioso constatar que las etiquetas donde Zubía escribía los nombres de las plantas son fragmentos de papel que reciclaba después de haber sido utilizados para otros usos: recortes de esquelas; invitaciones de boda; sobres con sellos de la época, tanto españoles como de Francia, Alemania o Italia; propaganda de productos farmacéuticos, como el elixir dental Licor del Polo; etiquetas de envío de revistas farmacéuticas o docentes; papeletas electorales, algunas de ellas con la candidatura de Sagasta a Cortes; una entrada nominativa para el Liceo Artístico; anuncios de obras de teatro; facturas de tabaco de cuarterón, etc. También se conserva en una de las cajas un ejemplar del periódico "La Rioja" de 1938, evidentemente posterior al trabajo de Zubía.

De su obra botánica, ¿qué podríamos destacar especialmente? Mi opinión inicial es que su "Flora de La Rioja" es un trabajo de base, extensivo más que intensivo, sin grandes ostentaciones. Su valor proviene más de la cantidad de especies aportadas que de las propias especies individualmente, ya que la mayoría son bastante comunes. Por ejemplo, dedicó un gran esfuerzo al estudio del género Chenopodium, las plantas conocidas vulgarmente como cenizos, e incluso aportó alguna variedad nueva. Pero sus "variedades" parecen no tener mucho valor taxonómico, son simplemente variantes morfológicas que han sido desechadas en la actualidad por la comunidad científica.

Entre las plantas recolectadas por Zubía y conservadas en Logroño, destaca una especie de cuernos negros, son esclerocios de un hongo parásito que crece sobre el centeno. El llamado cornezuelo, a partir del cual se extrae LSD con fines medicinales. Los Amaranthus, unas malas hierbas conocidas como bledos, que destacan en el herbario por su buen estado de conservación. Plantas de jardín, que Zubía recolectaba frecuentemente; concretamente la Gomphrena globosa y Celosia cristata. La Phytolacca decandra, de cuyos frutos se obtiene un colorante rojizo que en tiempos se utilizaba para adulterar el vino y proporcionarle color. Jasonia glutinosa, el té de roca, recolectado en Arnedillo. Y algunas orquídeas silvestres, que al secarse pierden toda su belleza natural.

Zubía también recolectó más de 300 briófitos, entre musgos y hepáticas, y es aquí donde resulta especialmente destacable su trabajo, hasta donde hoy lo conocemos. Entre ellos, hemos encontrado especies verdaderamente interesantes, veinte de las cuales no se han vuelto a recolectar en La Rioja desde que Zubía recorría sus caminos. Esto habla de la minuciosidad con que Zubía recolectaba las plantas, a pesar de que con sus escasos medios cometía algunos deslices a la hora de identificar las especies.

La singular importancia de los briófitos radica en que son mucho más sensibles que las plantas superiores a las alteraciones que el hombre produce en la naturaleza como consecuencia de sus actividades domésticas, industriales o de modificación del paisaje.

Es de destacar, entre estos hallazgos, dos musgos acuáticos que encontró en aguas del Ebro y del Iregua, en las cercanías de Logroño: Fontinalis hypnoides, y Cinclidotus riparius. Hay que tener en cuenta que los briófitos son plantas pequeñas, frecuentemente de tan sólo unos milímetros. Su estudio debía resultar bastante complicado para el Dr. Zubía, que, según refiere su discípulo Ismael del Pan en el Prólogo de la "Flora de La Rioja", tan sólo disponía de un microscopio sencillo para identificar las plantas.

He querido destacar estas dos especies de musgos porque ambas han desaparecido de la flora riojana. Nadie más ha vuelto a recolectarlas nunca, porque los ríos donde crecían, el Ebro y el Iregua, han sufrido drásticas alteraciones de su cauce, acompañadas de la contaminación de sus aguas, todo ello como consecuencia del miope desarrollismo del último siglo.

Otro musgo interesante es Fontinalis antipyretica, que según refiere Zubía, abundaba en su tiempo en las acequias de Logroño. Ahora en las acequias riojanas, notablemente eutrofizadas por el abuso de fertilizantes agrícolas, apenas crecen musgos, y desde luego no Fontinalis antipyretica. Para encontrar esta especie en nuestros días, hay que viajar hasta los limpios arroyos de la Sierra riojana, donde todavía, y esperemos que por muchos años, es bastante frecuente.

Por último, otra especie de gran interés es Weissia papillosissima, que Zubía recolectó en los alrededores de Logroño. Esta especie sólo se encuentra, en todo el mundo, en Logroño, Murcia y en un lugar tan alejado de nosotros como la república de Tadhikistán, en el sur de Siberia. O mejor dicho, se encontraba en Logroño, porque la especie ha desaparecido a causa de la modificación en los usos del suelo logroñés, por la edificación de viviendas o la construcción de obras públicas.

Todos estos resultados sobre briófitos han sido publicados recientemente por Encarnación Núñez Olivera y por mí en la revista alemana " Nova Hedwigia ", una de las revistas criptogámicas más prestigiosas del mundo, por lo que el trabajo de Zubía comienza a ser conocido en la actualidad más allá de nuestras fronteras, como lo fue también en su tiempo. Esto demuestra la vigencia que tiene hoy en día el trabajo de este naturalista.

De todo lo anterior podemos concluir la extraordinaria importancia que suponen para los científicos, y para la sociedad en general, puesto que cada vez ésta tiene una mayor sensibilidad ambiental, los estudios florísticos básicos desarrollados en el siglo pasado. De ellos podemos deducir los cambios que ha experimentado con el tiempo la flora de una determinada zona, y podemos buscar las razones para estos cambios. No hay que olvidar que la desaparición de una especie supone una pérdida irreparable de diversidad genética, y también una pérdida de todos los posibles usos que hubiera podido tener esa especie, por ejemplo en medicina. Este es, a mi juicio, el más claro exponente del incalculable valor que tienen los herbarios históricos regionales y, en concreto, el herbario del Dr. Zubía.

Portada del Libro "Flora en La Rioja" escrito por el Dr. Zubía

La publicación de la "Flora de La Rioja" de Zubía deparó también curiosas aventuras, idas y venidas, y no pudo ver la luz hasta 1921, treinta años después de la muerte del Doctor. Este retraso tiene varias justificaciones. Por una parte, era muy común que estos naturalistas del siglo XIX tuviesen una cierta dejadez a la hora de publicar sus resultados, ya que se encontraban fuera de los círculos oficiales de la ciencia, y se movían más por el reconocimiento que pudieran despertar en las grandes autoridades botánicas del extranjero que por publicar su obra.

Por otra parte, la Real Sociedad Española de Historia Natural, la institución donde José María Zubía intentó publicar la "Flora" de su abuelo, opuso serios inconvenientes. Los vientos botánicos que corrían en la Sociedad eran ya muy diferentes, desde el punto de vista científico, a los que había experimentado el Dr. Zubía. Harto ya de la espera, José María retiró el manuscrito de la Sociedad e intentó publicarlo privadamente. Sólo su empeño personal, junto con la colaboración de Ismael del Pan, antiguo alumno de Zubía y Catedrático de Instituto como él, consiguieron sacar adelante la publicación. Pero no sabemos todavía dónde está el manuscrito original del Dr. Zubía que su nieto dice conservar, "por si algún amante de estos estudios tuviese la curiosidad de ver el autógrafo". Este manuscrito nos resolvería muchas dudas, pero lo más probable es que se perdiera en algún baúl familiar cuando la familia de José María se trasladó a Madrid en 1931.

Algunos datos sobre las relaciones científicas del Dr. Zubía con otros botánicos, así como las especies que se le han dedicado. Estas dedicatorias son una de las más típicas muestras de reconocimiento que se rinden unos botánicos a otros.

El Dr. Zubía mantuvo correspondencia e intercambio de plantas con botánicos españoles y extranjeros de gran renombre, como los aragoneses Loscos y Pardo, el sajón Willkomm o, especialmente, el abate francés Michel Gandoger. Y es que la peculiaridad de la flora española despertaba un interés inusitado entre los botánicos europeos. Más de un millar de plantas que Zubía había recolectado en La Rioja fueron enviadas por el botánico logroñés a Gandoger. Estas plantas aparecen una por una en la magna obra del francés Flora Europea, que se compone de 27 tomos.

Michel Gandoger le dedicó en 1886, todavía en vida de Zubía, un nuevo género de la familia Umbelíferas, familia que agrupa plantas tan conocidas como el perejil, el apio, la zanahoria o la cicuta. El género que le dedicó se llamaba Zubiaea, e incluía varias especies de zanahorias silvestres. Gandoger pertenecía a la escuela botánica llamada analítica, de gran pujanza en el siglo XIX. Los seguidores de esta escuela eran partidarios de escindir cada especie.

Muerte

Muere en Logroño el 3 de junio de 1891 a los 72 años de edad.

Homenajes post-morten

El entierro fue una impresionante muestra de duelo en la ciudad. En la Memoria del curso correspondiente del Instituto, se habla de "su dulce mansedumbre de ánimo, su modestia natural y sincera, aquella sencillez como de niño, su inteligencia poderosa y una rectitud y caballerosidad sin tacha. Estudió sin cesar, antepuso al brillo de los puestos el silencio de su gabinete, porque en él podía dar libre expansión a sus amores por las ciencias". Sin embargo, tras su muerte, toda su labor pareció desvanecerse, y desde el punto de vista científico no dejó sucesor.

En 1884, con 65 años, comenzó su segundo periodo como Director del Instituto, periodo que duró hasta su muerte, acaecida en 1891 . Esta época final de su vida fueron años de reconocimiento, en los que los articulistas de la prensa farmacéutica se ocuparon de él con extensión y le dedicaron los más laudatorios calificativos.

El primer homenaje social que recibió Zubía tras su fallecimiento fue el del Ayuntamiento de Logroño. En 1899, tras deliberaciones que duraron nueve años, el Ayuntamiento le dedicó la Glorieta que todavía hoy lleva su nombre, después de varios intentos fallidos de dedicarle otras calles. Habrían de pasar casi 100 años hasta que, en 1974, el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Logroño le rindió un homenaje, entre cuyos actos figuraron la colocación de una placa conmemorativa en el manantial de Riva los Baños, en Torrecilla en Cameros, y el descubrimiento del busto del Doctor que se encuentra hoy en la Glorieta. Y desde 1985, la revista de ciencias del Instituto de Estudios Riojanos lleva el nombre de "Zubía".

El panteón donde reposan los restos del Dr. Zubía en el cementerio de Logroño
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El panteón donde reposan los restos del Dr. Zubía en el cemeterio de Logroño El Dr. Zubía había sobrevivido pues a su esposa, a todos sus hijos y a todos sus nietos excepto uno, con el que conviviría los últimos siete años de su vida. Su nieto José María fue por tanto el único descendiente directo del Doctor que pudo firmar su esquela en 1891. Todavía se conserva en el Cementerio de Logroño el panteón donde está enterrado junto con su mujer, dos hijos y una de sus nueras.

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  • J. MARTÍNEZ ABAIGAR (1997). " El herbario de Ildefonso Zubía Icazuriaga ". ZUBÍA MONOGRÁFICO 9: 131-174.
  • E. NÚÑEZ OLIVERA. (1997). " Correspondencia de Ildefonso Zubía con los botánicos austriacos Eugen Von Halácsy (1842-1913) y Karl Keck (1825m-1894) ". ZUBÍA MONOGRÁFICO 9: 121-126.
  • E. NÚÑEZ OLIVERA (1997). " Bibliografía zubiana". ZUBÍA MONOGRÁFICO 9: 221-227.
  • J. MARTÍNEZ ABAIGAR (1997. " Ildefonso Zubía Icazuriaga (1819-1891), un naturalista riojano en el siglo XIX ". ZUBÍA MONOGRÁFICO 9.
  • J. MARTÍNEZ ABAIGAR (1997). " Ildefonso Zubía, un naturalista riojano en el siglo XIX ". ZUBÍA 15: 185-194.

Fuentes

Enlaces externos