Museo La Casa Azul

Museo La Casa Azul
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(Casa Azul Museo Frida Kahlo)
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Información geográfica
PaísBandera de los Estados Unidos Mexicanos México
CiudadCiudad México
Información general
ColeccionesPiezas de arte popular
Información visitantes
DirecciónCalle de Londres 247

Museo La Casa Azul. Se encuentra ubicado en la calle de Londres 247, en uno de los barrios más bellos y antiguos de la Ciudad de México, la Casa Azul fue convertida en museo en 1958, cuatro años después de la muerte de la pintora Frida Kahlo. Hoy es uno de los museos más concurridos en la capital mexicana: mensualmente recibe cerca de 25 mil visitantes, 45% de ellos extranjeros.

Descripción

La casona, que data de 1904, no era un lugar de grandes dimensiones. Hoy tiene una construcción de 800 m2 y un terreno de 1200 m2. De acuerdo con la historiadora Beatriz Scharrer, el padre de Frida, Guillermo Kahlo construyó la casa a usanza de la época: un patio central con los cuartos rodeándolo; el exterior era totalmente afrancesado. Fueron Diego y Frida quienes, más tarde, le dieron un estilo muy particular y, al mismo tiempo, le imprimieron con colores y decoración popular su admiración por los pueblos de México. Con el tiempo, la construcción sufrió algunas modificaciones: en el año 1937, se tapiaron las paredes, los muros se pintaron de azul y se compró el predio de 1,040m2 que hoy ocupa el jardín. En 1946 Diego Rivera le pidió a Juan O’Gorman la construcción del estudio de Frida. Diego propuso utilizar materiales de la zona: piedra volcánica o basalto, representativo por haber sido utilizado por los aztecas para construir pirámides y tallar sus piezas ceremoniales. El estudio adquirió, además de un estilo funcionalista, un decorado con objetos de arte popular mexicano. En esta zona de la casa, Diego colocó los plafones con mosaicos y llenó las paredes de caracoles de mar y jarros empotrados con la boca al frente, para servir de palomares.

Recamara de la pintora
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Durante casi tres años un grupo de especialistas de ADABI ordenó, clasificó y digitalizó el acervo recién abierto: 22 mil documentos, 6500 fotografías, 3874 revistas y publicaciones, 2170 libros, decenas de dibujos, objetos personales, vestidos, corsés, medicinas, juguetes... Dar a conocer estos archivos a la luz pública coincidió precisamente con el centenario del nacimiento de Frida Kahlo y el 50 aniversario luctuoso de Diego Rivera. Los archivos y objetos descubiertos resultaron ser extraordinarios, pues dan pistas para enriquecer la historia en torno a ambos artistas. Algunos expertos que han visitado la exposición comentan, sorprendidos, que la historia debía reescribirse, pues muchas de sus suposiciones tenían otro sentido. Estos documentos y dibujos dan muchas y apasionantes claves sobre la obra de la pintora. Así por ejemplo, se encontraron ilustraciones sobre la matriz y el desarrollo del feto humano, así como dibujos sobre este tema, que –más tarde se vio- corresponden al marco de madera del díptico Naturaleza muerta. En el fondo de un ropero, atrás de algunos libros, se halló una libreta llena de dibujos. En ella apareció uno pequeño, pero importante: Las apariencias engañan. En ese lugar también permanecían guardados varios borradores del texto que Frida escribiera sobre Diego “Retrato de Diego Rivera” para el homenaje del muralista en el Palacio de Bellas Artes. Se había dudado de la autoría de ese texto e incluso se le adjudicó a Alfonso Reyes, pero, gracias a este nuevo archivo, ahora se tiene la certeza de que salió de manos de Frida.

Colección permanente
Colección permanente

Habitaciones

La llamada Casa Azul Museo Frida Kahlo es el lugar donde los objetos personales revelan el universo íntimo de la artista latinoamericana más reconocida a nivel mundial. En esta casona se encuentran algunas obras importantes de la artista: Viva la Vida (1954), Frida y la cesárea (1931), Retrato de mi padre Wilhem Kahlo (1952), entre otras. En la recámara que Frida usaba de día permanece su cama con el espejo en el techo. Su madre lo mandó colocar después del accidente que Frida sufriera en el autobús, al regresar de la Escuela Nacional Preparatoria. Durante la larga convalecencia que la mantuvo inmóvil por nueve meses y gracias al espejo donde se reflejaba, Frida pudo retratarse. En la cabecera de su cama se pueden ver los retratos de Lenin, Stalin y Mao Tse Tung; en el estudio se encuentra el caballete que le regalara Nelson Rockefeller, sus pinceles y sus libros; y en su recámara de noche se guardan la colección de mariposas, obsequio del escultor japonés Isamu Noguchi, además del retrato que le hiciera a Frida su amigo y amante, el fotógrafo Nickolas Muray.

Cada objeto de la Casa Azul dice algo de la pintora: las muletas, los corsés y las medicinas son testimonios del sufrimiento de las múltiples operaciones a las que fue sometida. Los exvotos, juguetes, vestidos y joyas hablan de una Frida coleccionista. La casa misma habla de la vida cotidiana de la artista. Por ejemplo, la cocina que es típica de las construcciones antiguas mexicanas, con sus ollas de barro colgadas a las paredes, y las cazuelas sobre el fogón son testimonio de la variedad de guisos que se preparaban en la Casa Azul. Tanto Diego como Frida gustaban de agasajar a sus comensales con platillos de la cocina mexicana, prehispánica, colonial y popular.

Vestidos
Sala 2. Vestidos

En el comedor convivieron grandes personalidades de la cultura y destacados artistas de la época: André Breton, Tina Modotti, Edward Weston, León Trotsky, Juan O´Gorman, Carlos Pellicer, José Clemente Orozco, Isamu Noguchi, Nickolas Muray, Sergei Eisenstein, el Dr. Atl, Carmen Mondragón, Arcady Boytler, Rosa y Miguel Covarrubias, Aurora Reyes e Isabel Villaseñor, entre muchos otros. La Casa Azul se convirtió en una síntesis del gusto de Frida y Diego, y de su admiración por el arte y la cultura mexicana. Ambos pintores coleccionaron piezas de arte popular con un gran sentido estético. En particular, Diego Rivera amaba el arte prehispánico. Muestra de ello es la decoración de los jardines y el interior de la Casa Azul, donde se muestran algunas piezas realmente bellas. El hogar de Frida se abre como museo porque tanto Kahlo como Rivera abrigaron la idea de donar al pueblo de México su obra y sus bienes. Diego pidió a Carlos Pellicer, poeta y museógrafo, que realizara el montaje para abrirlo al público como museo. Desde entonces, la atmósfera del lugar permanece como si Frida habitara en él. Así describió la casa Carlo Pellicer en noviembre de 1955: “Pintada de azul, por fuera y por dentro, parece alojar un poco de cielo. Es la casa típica de la tranquilidad pueblerina donde la buena mesa y el buen sueño le dan a uno la energía suficiente para vivir sin mayores sobresaltos y pacíficamente morir…”


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