Primera Guerra de Coalición

Primera Guerra de Coalición
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Fecha:20 de abril de 1793-18 de octubre de 1797
Lugar:Bandera de Francia Francia
Descripción:
Fue el primer esfuerzo coordinado de las monarquías europeas para contener la Revolución francesa
Resultado:
Tratado de Campo Formio Supervivencia de la República Francesa, Anexión francesa de los Países Bajos Austríacos y Renania, Reanudación de las hostilidades en 1798
País(es) involucrado(s)
Francia, Austria, Prusia y Rusia, Cerdeña, España, Italia e Inglaterra, Reino de Portugal, Reino de Nápoles, Provincias Unidas, República Bátava, Sacro Imperio Romano Germánico, Monarquía Habsburgo

Primera Guerra de Coalición. (1792-1797) Fue el primer esfuerzo coordinado de las monarquías europeas para contener la Revolución francesa. Las campañas bélicas se extendieron por Europa Occidental y el Caribe, convirtiéndola en una guerra a gran escala.

Antecedentes

La ejecución del rey, los planes de los girondinos que habían hecho aprobar en la Asamblea un decreto por el que se prometía socorrer a todos aquellos pueblos que deseasen recuperar su libertad, y el temor ante la expansión de la propaganda revolucionaria, contribuyeron a reavivar las aspiraciones de la Europa monárquica de acabar con la Revolución francesa.

La coalición

La coalición se inicia con la invasión del territorio francés por Austria y Prusia, y como respuesta ofensiva Francia declara la guerra a la Monarquía Habsburgo de Austria el 20 de abril de 1792, guerra a la que poco después se unirían el Reino de Prusia, Gran Bretaña, España y otros estados.

Después de la batalla de Valmy, los ejércitos franceses habían continuado con sus éxitos. Los prusianos abandonaron el territorio francés en pocos días. En el Sur, Montesquieu y Anselme se habían apoderado de las posesiones sardas de Saboya y Niza, y en el Rin, Custine había avanzado hasta Maguncia. Pero la acción más sobresaliente había sido la de Dumouriez al ocupar Bélgica, que estaba en manos de los austriacos, mediante la batalla de Jemmapes, el 6 de noviembre de 1792. Esto llevó a los diputados de la Convención a declarar entusiásticamente el principio de las "fronteras naturales", mediante las cuales Francia debía recuperar sus verdaderos límites "señalados por la naturaleza". Carnot expresó en este sentido su teoría de que "Los límites antiguos y naturales de Francia son el Rin, los Alpes y los Pirineos. Las partes que de ella han sido desmembradas sólo lo han sido por usurpación".

Frente a esta actitud de los revolucionarios franceses, los países europeos formaron una gran coalición en la que además de Austria, Prusia y Rusia, entraron Cerdeña, España e Inglaterra. En España, Carlos IV había ascendido al trono casi al mismo tiempo que había estallado la Revolución en Francia y el temor a que pudiese suceder algo parecido en su propio país paralizó el programa de reformas que se había estado aplicando durante el reinado de Carlos III. El gobierno español, encabezado por el conde de Floridablanca, estableció un cordón sanitario en la frontera de los Pirineos para evitar el contagio revolucionario. Sin embargo, el fracaso de la actitud de Floridablanca produjo la caída de éste y el nombramiento del conde de Aranda, un hombre más acorde con las ideas reformistas que parecían sintonizar mejor con las aspiraciones de la Francia revolucionaria. Pero los inicios de su gobierno coincidieron con el agravamiento de las tensiones y con la caída de la Monarquía en el vecino país. Aranda fue pronto sustituido por Manuel Godoy, quien sería el ministro destinado a hacer frente a los deseos expansionistas de la Convención.

Inglaterra, por su parte, ya había tenido ocasión de enfrentarse a otra revolución en sus propias colonias de Norteamérica y más tarde lo había hecho también en los Países Bajos. Sin embargo, podía reconocer en las aspiraciones de los revolucionarios franceses algunas de las ideas de su propia revolución: el principio de la soberanía nacional en el que la representación en el parlamento se llevaba a cabo mediante un sistema electoral censitario, estaba vigente en Inglaterra desde hacía más de un siglo. Y en realidad, la Revolución francesa había desatado el relanzamiento de aquellos que pretendían llevar a cabo una reforma electoral más avanzada. Pero también surgieron tendencias contrarrevolucionarias, cuyo más destacado paladín fue Edmund Burke, quien en su obra Reflexiones sobre la Revolución francesa, trataba de demostrar que, al contrario que en Inglaterra, las nuevas instituciones que estaban estableciéndose en Francia no tenían ningún arraigo ni en su tradición política ni en su historia. El primer ministro William Pitt encarnaba desde el Gobierno esta tendencia y, además, vio con temor la conquista de Bélgica por Francia en noviembre de 1792, porque ponía a los revolucionarios en la puerta de Inglaterra.

Francia tenía que hacer frente en aquellos momentos a unas difíciles condiciones económicas provocadas por el aumento de los gastos que conllevaba la guerra. En los territorios ocupados surgía una resistencia mayoritaria a aceptar las reformas destinadas a derribar el Antiguo Régimen y, por si fuera poco, el ejército francés, compuesto en su mayor parte por voluntarios, veía reducidos considerablemente sus efectivos a causa del retorno a sus hogares de muchos de sus hombres. En estas condiciones, la Convención decidió llevar a cabo una recluta de 300.000 hombres en febrero de 1793. La medida iba a resultar notablemente impopular, pues si no se cubrían con voluntarios los cupos asignados a cada provincia se recurriría al alistamiento forzoso. Pronto surgieron motines en varios departamentos, pero fue en la región de La Vendée donde adquirieron una especial gravedad. La Vendée simboliza en todo el proceso de la Revolución francesa la reacción del descontento campesino que cristaliza en una insurrección armada contra el gobierno. Se ha pretendido explicar el fenómeno de La Vendée por razones de determinismo geográfico o de determinismo religioso. Se ha querido también presentarlo como inseparablemente clerical, nobiliario y monárquico, pero la verdad es que sus causas profundas no están todavía del todo claras.

Los disturbios comenzaron el 3 de marzo, cuando llegaron las primeras noticias sobre el reclutamiento. Sus instigadores parece que procedían de esa clientela tradicional de los elementos aristocráticos del Antiguo Régimen formada por administradores, empleados y colonos. Éstos apelaron inmediatamente a los nobles para que tomasen la dirección de las operaciones y con los nobles hicieron su aparición los curas refractarios que no iban a desperdiciar la ocasión para movilizar a las masas contra la Revolución. Los insurrectos se hicieron dueños de toda la región, excepto la zona del litoral, causando una elevada cifra de víctimas entre munícipes, guardias nacionales y curas constitucionales, que se acerca a los 500. Las tropas republicanas que fueron enviadas desde La Rochela sufrieron una derrota y fueron inútiles las medidas dictadas por la Convención castigando con la muerte y con la confiscación de bienes a todos los insurrectos que fuesen cogidos con las armas en la mano. Sin duda todos estos problemas repercutieron en la acción del ejército revolucionario en el exterior. El general Dumouriez fue expulsado en marzo de 1793 de Holanda, a la que pretendía ocupar con su ejército, y fue derrotado en Neerwinden el 18 de ese mismo mes. En realidad se trataba de un plan muy arriesgado, el general francés pretendía fundar un Estado independiente en los Países Bajos y si la Convención no lo autorizaba estaba dispuesto a marchar sobre París para restablecer la Monarquía en la persona del duque de Chartres, hijo de Felipe Igualdad, que era teniente general de su ejército. La Convención llevó a cabo una investigación, pero Dumouriez, abandonado por sus tropas, tuvo que pedir refugio a los austriacos.

En el Rin, las cosas no fueron mejor pues Custine no pudo impedir que las tropas del rey de Prusia pasasen el río y sitiasen la ciudad de Maguncia. A todos estos problemas, había que añadir un recrudecimiento de la agitación popular como consecuencia de las dificultades financieras provocadas, a su vez, por una disminución del valor de los assignats hasta de más de un 50 por 100 de su valor nominal. A la espera de nuevas alzas de precios, los comerciantes retenían sus productos para jugar con la especulación y desabastecían los mercados. Las clases populares demandaban una tasación de los precios y una estabilización del valor del dinero y entre los líderes que encabezaban estas reivindicaciones destacaba el abate Jacques Roux. En París los sans-culottes asaltaron las tiendas de comestibles durante las jornadas del 25 y 26 de febrero y tuvo que intervenir la Guardia Nacional para reprimir los desmanes. Ni La Montaña con sus dirigentes jacobinos ni los girondinos eran partidarios de ceder en este terreno, pues como burgueses revolucionarios consideraban estos incidentes como grave atentado contra la sagrada propiedad privada y contra la libertad económica. El mismo Robespierre dijo, refiriéndose a estos disturbios:

"Yo no digo que el pueblo sea culpable; yo no digo que sus actos sean un atentado; pero cuando el pueblo se subleva ¿no ha de obtener un objetivo digno de él, en vez de ir a ocuparse de unas escuálidas mercancías?"

Sin embargo, fueron los girondinos los que más se vieron afectados porque eran los que desempeñaban el gobierno y todo esto significaba el fracaso de su política, incluida la defección de Dumouriez, que era uno de los suyos. La Montaña, sin embargo, no tenía inconveniente en utilizar políticamente los disturbios populares para desacreditar a los girondinos. Así pues, los montañeses fueron evolucionando progresivamente hacia la izquierda e integrando dentro de su programa una parte de las reivindicaciones de los sans-culottes. De forma parecida, se producía un acercamiento entre La Llanura y La Montaña, pues los diputados independientes, ante la insurrección de La Vendée y el peligro exterior, iniciaron un movimiento para votar con ella las medidas revolucionarias. Estas medidas, que fueron votadas entre el 10 de marzo y el 20 de mayo, tenían como propósito -según Furet y Richet atender a tres frentes: a) vigilar y castigar a los sospechosos; b) atender a las reivindicaciones económicas de los sans-culottes, y c) reforzar la eficacia gubernamental.

Se creó un tribunal de excepción formado por miembros designados y se comenzaron a emitir una serie de decretos para juzgar de forma sumarísima a los rebeldes que fuesen apresados con las armas en la mano y a los aristócratas y enemigos de la libertad. Los emigrados eran declarados "muertos desde el punto de vista civil" y sus bienes serían confiscados. Para llevar a cabo el control de los sospechosos, la Convención estableció en todos los ayuntamientos comités de vigilancia compuestos por doce miembros elegidos por sufragio universal. El 6 de abril se creó el Comité de Salud Pública, con la misión de vigilar y acelerar la acción del Consejo Ejecutivo con el poder de ejecutar inmediatamente sus decisiones. Se trataba de un nuevo órgano revolucionario que respondía a la filosofía de los jacobinos de la sagrada unidad y de los medios excepcionales de salvación frente a los enemigos del interior y del exterior. Los girondinos respondieron con la creación de un Comité de los Doce, destinado a controlar a los revolucionarios más extremistas.

Después de un despiadado combate, que tuvo diferentes alternativas entre los meses de abril y mayo, la lucha entre la facción girondina y la facción montañesa terminaba mediante un golpe de fuerza encabezado por la Guardia Nacional, que arrestó a 29 diputados girondinos y que significó la caída de La Gironda el 2 de junio de 1793.

A pesar de las derrotas iniciales de los ejércitos franceses, a partir de 1794 estos lograron imponerse en el campo militar y derrotar sucesivamente uno por uno a todos los países que habían entrado en la coalición antifrancesa.

En 1795, Prusia y España firmaron la paz con el país galo y se retiraron de la coalición, al tiempo que era establecida la República Bátava como un estado satélite francés en Holanda. A partir de ese año el Directorio Francés preparó diversas operaciones para lanzar ofensivas en Alemania y el norte de Italia.

Fin a la primera coalición

Tras los últimos años en que las tropas francesas lograron mantener su hegemonía, en 1797 se firmó el Tratado de Campo Formio entre Francia y Austria, poniendo fin a la primera coalición. Este acuerdo de paz no fue muy duradero ni del todo efectivo, ya que Gran Bretaña continuó en guerra y al año siguiente se volvió a formar una Segunda Coalición antifrancesa y la reapertura de hostilidades.

Fuentes