Sanidad mambisa en Cienfuegos

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Sanidad mambisa en Cienfuegos
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Hospitales de sangre mambises.jpg
Fecha:Siglo XIX
Lugar:Cienfuegos, Bandera de Cuba Cuba
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba

Sanidad mambisa en Cienfuegos . El aseguramiento médico de las acciones combativas fue pilar fundamental para la subsistencia de las fuerzas mambisas durante las contiendas independentistas del siglo XIX.

La atención médica de los profesionales de la salud, dentro del Cuerpo de Sanidad del Ejército Libertador en la región Cienfuegos, durante la Guerra del 95, es parte de la historia del arte militar cubano con el papel y labor de médicos, farmacéuticos, dentistas, flebotomianos, barberos y otros.

En el caso de Cienfuegos, hasta donde se ha podido determinar, la participación de los profesionales de la salud en la Guerra de los Diez Años y en la llamada Chiquita, no fue próvida aunque a ellas aportaron su cuota de sacrificio y sangre. Fue en la contienda de 1895 que la participación de estos en las luchas en la región adquirió relevancia.

Antecedentes

Los antecedentes de la organización sanitaria del Ejército Libertador, se sitúan en fecha tan temprana como el 19 de octubre de 1868. Ese día se emitieron los primeros decretos revolucionarios, dirigidos a conformar las estructuras iniciales del Ejército Libertador. Un antiguo conspirador, el licenciado en farmacia Pedro León Maceo Chamorro, asumió la organización de la atención a los heridos y enfermos.

La constitución de la sanidad militar, como cuerpo auxiliar del Ejército Libertador, respondió a la Ley de Organización Militar del 9 de julio de 1869. [1]Fue modificada en la Ley de Organización Militar del 28 de febrero de 1874. Con ambas se establecían las bases reglamentarias para la labor de la sanidad militar del Ejército Libertador. [2]Las primeras disposiciones para el ordenamiento de la sanidad militar dieron paso a la organización de sus mandos, escalones de mando y formas de actuación. El cargo de Jefe Superior de Sanidad del Ejército Libertador recayó entonces en el doctor Serapio Arteaga.

Pocos meses después de iniciada la insurrección, el 12 de marzo de 1869, el Gobierno de la República en Armas emitió una orden dividiendo la Isla en tres Distritos. Cienfuegos perteneció al, primeramente llamado, Distrito de Trinidad [3] y, luego, al de Las Villas. [4] Como su Jefe de Sanidad se nombró al doctor José Figueroa.[5]

Durante la contienda de los Diez Años, las principales misiones de la sanidad militar mambisa, fueron definidas de la forma siguiente:

  • Atención médica a heridos y enfermos en campaña.
  • Orientación de medidas higiénicas a las tropas y campamentos.
  • Definición de la aptitud física de los individuos que ingresaban las filas.
  • Defensa combativa de heridos y enfermos en campamentos, marchas, conducción a hospitales y estancia en estos.
  • Creación de las instituciones médicas necesarias, por ejemplo, hospitales y laboratorios.
  • Uso correcto de medicamentos y medios.
  • Implantación y actualización de los registros estadísticos.
  • Información a los mandos sobre las situaciones que se presentasen.

Es importante apuntar que las misiones emprendidas por la sanidad militar del Ejército Libertador, durante de la Guerra de los Diez Años, de manera casi similar serían asumidas por ésta, en la contienda iniciada en 1895.

Guerra de los Diez Años y los profesionales de la salud en Cienfuegos

Tan temprano como en 1825, la población de la Colonia Fernandina de Jagua contaba con dos médicos. [6] Sin embargo, la primera asistencia médica organizada de los cienfuegueros se estructuró con los llamados Facultativos de la semana. Dicha ordenación se mantuvo, apenas sin variaciones hasta 1873, pese a que la Corona Española había emitido en agosto de 1871 un decreto por el cual se creaba una nueva organización: los llamados “médicos municipales”, distribuidos por barrios. [7]

Para 1871 la villa contaba con dos hospitales: el Hospital de Caridad y el Hospital Militar, así como con dos Casas de Salud, o pequeñas clínicas privadas. Debido al insuficiente desarrollo científico de la época -acentuado en este caso por la condición de colonia de la Isla y las características de una localidad periférica como lo era Cienfuegos-, los hospitales resultaban verdaderos almacenes de enfermos, con condiciones higiénicas deplorables. Ello, unido al poco desarrollo de los recursos terapéuticos y la escasa atención gubernamental a esos centros, causó, con frecuencia, la muerte a enfermos, en su mayoría los más pobres o indigentes. A tenor de ello, en reiteradas ocasiones fue preciso recurrir a la ayuda de particulares, quienes en forma de Juntas de Patronos y mediante colectas públicas contribuían a remediar, en algo, tal penosa situación sanitaria.

Hospital de sangre mambí

La labor de los profesionales de la salud cubanos en la Guerra de los Diez Años contra el colonialismo español, abarcó tanto su práctica profesional, como su presencia como combatientes en el campo de batalla y su labor como políticos. [8] En la región estos profesionales entregaron sus conocimientos, talento y dedicación a la atención de heridos y enfermos, tanto a los combatientes mambises como a sus familiares que les acompañaron a la manigua para protegerse de la represión del enemigo. Durante la Guerra de los Diez Años, en la práctica médica en los campos de batalla cienfuegueros se destacaron: Isidro de Jesús Castyñeira y Cintra, Francisco Antonio Figueroa Velis, José S. Figueroa y Velis, Juan Emilio Howard y Gabriel Suárez del Villar y del Rey. [9] Pero no sólo incidieron los profesionales de la salud como combatientes directos, sino que varios se destacaron además colaborando desde los clubes revolucionarios. Entre ellos se hallaban José María Morado Valdés y Leopoldo Díaz de Villegas y Santa Cruz.

Cabe destacar en la actuación de la sanidad militar mambisa en la región, durante la contienda del 68, la existencia en el territorio de un “hospital de sangre” o de campaña, llamado El Nicho pero escasos son los testimonios acerca de su funcionamiento.

Organización sanitaria del Ejército Libertador durante la Guerra del 95

Los alzamientos producidos el 24 de febrero en diferentes lugares del país, reiniciaron las luchas independentistas. Fue inmediata la incorporación de los miembros de la sanidad a la Guerra del 95, particularmente en el territorio de Camagüey. En esa contienda el Gobierno de la República en Armas, también organizó el cuerpo de sanidad militar. [10] Con ese propósito se reunió, en septiembre de 1895, un grupo de personalidades médicas, entre quienes se encontraban los doctores Joaquín Castillo Duany, Fermín Valdés Domínguez, Federico A. Incháustegui y Cabrera, Hugo Roberts y Eugenio Sánchez Agramonte. Por su experiencia y capacidad fue nombrado Director Jefe del Cuerpo de Sanidad Militar el Doctor Incháustegui, hombre de edad avanzada que enfermó y murió días después. En esas condiciones, el General en Jefe Máximo Gómez, propuso al Consejo de Gobierno el nombramiento del General de Brigada Eugenio Sánchez Agramonte como Jefe de Sanidad del Ejército Libertador. Ello fue aprobado el 4 de diciembre de 1895.

Traslado de un herido

El 26 de marzo de 1896, se aprobó por el Consejo de Gobierno la Ley Orgánica de Sanidad Militar. Contenía 25 artículos, incluyendo uno adicional. La misma instituyó la distribución sanitaria por ejércitos y divisiones e incluía la labor a realizar por médicos, dentistas, farmacéuticos y estudiantes de medicina. [11] Entre las medidas derivadas de la mencionada ley estuvo la organización de un sistema de transporte de los heridos para las acciones combativas en las etapas más móviles de la guerra. [12] El Cuerpo de Sanidad del Ejército Libertador tenía como objetivo prestar los servicios que demandaban los heridos y enfermos en campaña. Asimismo, se encargaba de resolver cuantas cuestiones se relacionaran con la sanidad del Ejército Libertador. Lo integraban Doctores o Licenciados en Medicina, Cirugía y Farmacia. Dependía directamente del secretario de la Guerra y era de escalafón cerrado.

El Cuerpo de Sanidad logró mayor organización por la Ley de Organización Militar del 1 de diciembre de 1897. Las principales modificaciones se le realizaron el 7 de diciembre de 1897, cuando se creó el Instituto de Medicina Militar.

Los más importantes avances en la organización y funcionamiento de la sanidad durante esta contienda fueron:

  1. La implantación del Reglamento de Sanidad, el cual contaba con 19 secciones.
  2. La elaboración de la cartilla instructiva para practicantes.
  3. El establecimiento de los servicios de farmacias en los cuerpos para la producción de medicamentos.
  4. La creación de los laboratorios de vacunas.
  5. El mejoramiento de los suministros del exterior al crearse el Departamento de Expediciones.
  6. El aumento de la eficacia del sistema de tratamiento y evacuación por un mejor completamiento de fuerzas.
  7. El establecimiento de un escalafón del personal médico.
  8. El mantenimiento de la autoridad estable en los mandos.

Constituiría también una problemática fundamental para la sanidad militar mambisa la atención a pacientes afectados por enfermedades endémicas tropicales y epidemias, que más allá de que causaban estragos en aquellos años, eran favorecidas por las características de la vida en campaña. La sanidad militar mambisa asumió desde su formación los retos que le imponían la manigua y la contienda bélica, demostrando con sus resultados lo avanzado de los conocimientos y preceptos médicos de sus profesionales, en correspondencia con lo más adelantado en su esfera universalmente.

La Ley del Gobierno Civil de la Revolución, incluyó al territorio cienfueguero dentro de la provincia de Las Villas, dado que el mismo se hallaba dentro de dicha macroregión histórico-cultural, desde muy antaño. A la Brigada de Cienfuegos le correspondió pertenecer a la Segunda División, Segunda Brigada del Cuarto Cuerpo. [13]

Profesionales de la salud ante los problemas organizativos y de atención sanitaria durante la Guerra del 95 en Cienfuegos

El estudio del Cuerpo de Sanidad de la Brigada de Cienfuegos, en sus secciones Médica y Farmacéutica, permite cumplir parte esencial de los objetivos fundamentales de la presente investigación. Al frente de la Sección Médica, Jefe de Sanidad, de la Segunda Brigada -Cienfuegos-, de la Segunda División del Cuarto Cuerpo de Ejército se designó al Dr. Carlos A. Soler y López. Tras su muerte fue sustituido por el Dr. Ricardo Pocurull Oña. De igual manera, al morir éste, fue sustituido por el Dr. Francisco Vilar y García. Por su parte, era jefe de la Sección Farmacéutica, de la Segunda Brigada -Cienfuegos-, Jefe de Sanidad, el Dr. José Nazario Rodríguez Feo.

Dr. Ricardo Pocurull

No sólo incidieron los profesionales de la salud directamente en las filas del Ejército Libertador, sino que, se destacaron además en la preparación y colaboración desde los clubes revolucionarios. [14] En los clubes, médicos y practicantes se encargaban de colectar medicinas, atender a heridos conducidos a lugares cercanos a la ciudad, recolectar fondos, servir de enlaces, entre otras muchas acciones. La labor de los médicos mambises, se caracterizó por combatir y servir de médico a la vez. En sus acciones mostraron patriotismo, valor y entrega a su humanitaria profesión. [15]

Como se apuntó, las leyes de organización militar del Ejército Libertador, contenían y regulaban la sanidad militar mambisa. No obstante, en la práctica no siempre estas directrices se cumplieron, ni por todas las fuerzas insurrectas ni en las distintas regiones de Cuba Libre.

Pese a establecerse tal sistema organizativo, el propio desarrollo de la guerra impuso que a dicho sistema se le introdujesen constantemente modificaciones de diversa índole, las cuales lejos de traicionar lo regulado para cada caso, lo enriquecían. La concepción de las regulaciones de sanidad del Ejército Libertador, respondía más a las de un ejército regular que a las de un ejército irregular como el mambí, carente las más de las veces de los recursos materiales y humanos -entiéndase médicos, farmacéuticos, enfermeros, practicantes-, de un abastecimiento sistemático de medicinas, de condiciones óptimas para el ejercicio médico-sanitario y de la necesaria comunicación entre los distintos cuerpos de ejército. Todo ello hacía que el sistema de sanidad concebido no se adecuara a la realidad que vivía el mambisado.

En general, el examen de las regulaciones sanitarias del Ejército Libertador y de su ejecución en la práctica, testimonia las dificultades que este afrontó para su observancia. En primer lugar, denota la ya mencionada frecuente no correspondencia entre lo previsto por dichas regulaciones y la realidad de, y para, su aplicación en la manigua. Hallar el por qué de tal incongruencia obliga a detenerse en cómo funcionó en la práctica de la guerra la sanidad mambisa.

Es evidente que en las regulaciones sanitarias del Ejército Libertador se plasmó el resultado de la experiencia mambisa en la guerra anterior –y sus numerosos infortunios-, el nivel científico de los médicos que integraban las fuerzas cubanas, su conocimiento de lo más avanzado en el mundo en el terreno de la sanidad en tiempo de guerra así como la suma de sus aspiraciones en este campo.

Paralelamente, la insatisfacción con el número de médicos en el Ejército Libertador, indica que la sanidad militar mambisa siempre se halló, en lo que a la disponibilidad de profesionales se refiere, no solo en inferioridad frente al ejército regular español sino en situación comparativamente muy desventajosa para superar las dificultades que debía enfrentar y desarrollarse.

El principal obstáculo de la sanidad militar mambisa para progresar hasta donde sus necesidades lo exigían, estuvo en las limitaciones que le imponía el contexto interno y externo de la propia guerra. Ejemplo de las dificultades que debió enfrentar la sanidad militar mambisa, lo fue la situación que atravesó en relación con los abastecimientos médicos.

Escasez de medicamentos, material sanitario e instrumental quirúrgico en la manigua

Las deplorables condiciones sanitarias del Ejército Libertador, la carencia de medicinas, la dependencia de plantas medicinales como sustitutas ante algunos tipos de enfermedades, aún sin ser las idóneas para otras, más la desnutrición que experimentaron los mambises, afectaron en grave medida las filas del Ejército Libertador. Ante esa situación, en todo momento el mambí luchó contra las enfermedades y las epidemias con cuanto recurso tuvo a su alcance.

Conocer de la escasez de medicamentos en la manigua permite comprender el apego del mambí al curanderismo criollo y la farmacopea empírica. El cubano, al tiempo que “descubría”, en su bregar por el monte, los secretos de la medicina verde, exploraba y dominaba la sabiduría popular de los campesinos, los negros africanos y los culíes chinos. Ello le permitió preparar cocimientos y brebajes curativos. Se confirma lo referido a la escasez de fármacos, al leer a Francisco Pérez Guzmán, quien exponía que en

“los hospitales de campaña fallecen los enfermos por no disponer básicamente de medicamentos esenciales como la quinina y el yodoformo".

Preciso es atender a las vías por las que se obtenían las cantidades necesarias de píldoras de quinina -u otro medicamento-. Eran los asaltos a ciudades y pueblos, las expediciones llegadas desde el extranjero, las donaciones de laborantes y colaboradores y las compras realizadas directamente en las farmacias del país, las formas más expeditas que tuvieron los mambises para acceder a las necesarias medicinas.

Todas ellas raramente alcanzaban a cubrir las crecientes necesidades de las fuerzas cubanas, atacadas de continuo por el paludismo y otras fiebres. Los antisépticos, sustancias imprescindibles en las curas de heridas, y los anestésicos –cloroformo y éter- indispensables para realizar grandes operaciones, escasearon en todo el período independentista.

En los hospitales mambises se realizaban intervenciones quirúrgicas, careciendo sus dislocados recintos de las condiciones mínimas adecuadas y los médicos del instrumental necesario. Estos últimos se veían confrontados a atender urgencias en ruinas de ingenios abandonados, en pleno campo y al descubierto. En algunas de estas operaciones se llegaron a utilizar tijeras de costura, cuchillos de lomo dentado y serruchos de carpintero. Algo más grave y doloroso todavía, muchas de las operaciones quirúrgicas se verificaban a sangre fría, porque el poco cloroformo y éter se reservaba para los casos más ineludibles.

Se aprecia lo anterior en la práctica médico-quirúrgica ejercida por el Dr. Agustín Cruz en la manigua. En su libro Memorias de un médico mambí, decía:

“para amputarle una pierna por debajo de la rodilla a un capitán, solo se dispuso de: un bisturí, dos pinzas, seda y aguja para coser, y para cortar el hueso un cuchillo de lomo dentado".

Hospitales de sangre: El Nicho, Santa Rosa, Lajitas, La Yaya y Juan Marcial O´Bourke

Pese a llamarles hospitales a las rudimentarias instalaciones que como tal laboraban en el campo mambí, estos no podían compararse en cuanto a construcción, equipamientos, número de médicos, personal auxiliar, abasto de medicamentos y material sanitario con las enfermerías de campaña o provisionales del ejército español, las cuales se hallaban, por lo general, ubicadas en poblados y bateyes de las regiones donde se combatía.

En los hospitales, no sólo ocuparon el trabajo de los médicos mambises las lesiones traumáticas producidas por los machetes, las bayonetas, las balas o la metralla del enemigo. Las enfermedades infectocontagiosas y el parasitismo también afectaron a las tropas, provocando bajas sanitarias y, no pocas veces, la muerte de los afectados.

Las condiciones de vida en la manigua, los vectores -roedores, mosquitos y otros insectos-, y las pésimas cualidades del agua -bebida directamente de ríos, lagos y charcos-, eran caldo de cultivo y fuente de transmisión de gérmenes patógenos. El ejercicio de la medicina militar por los galenos cubanos en la guerra de independencia, estuvo dirigido también al control y tratamiento de la fiebre amarilla, la malaria, la disentería, el parasitismo intestinal, la difteria y el cólera, que estaban entre las enfermedades de mayor morbilidad y mortalidad entre las tropas mambisas.

A pesar de la mencionada movilidad a que estaban sometidas las rudimentarias instalaciones que eran los hospitales de sangre, la continua persecución por parte del ejército español y la, en reiteradas oportunidades, casi nula huella documental dejada de su labor, pudo comprobarse la existencia de cinco de los mismos en el territorio cienfueguero durante esta contienda. Ellos fueron: El Nicho, Santa Rosa, Lajitas, La Yaya y Juan Marcial O´Bourke.

Del funcionamiento de tres de ellos -Lajitas, La Yaya y Juan Marcial O´Bourke- nada que no sea su sola mención ofrecen las fuentes. Sin embargo, el hallazgo de un manuscrito conservado en el fondo Gobierno de la Revolución de 1895, del Archivo Nacional aporta datos hasta ahora desconocidos. Fechado el 10 de julio de 1896, contiene una compilación estadística del hospital El Nicho, -ubicado en la Sierra de la Siguanea-, referente a la estadística de la sanidad militar de la 2da División, 2da Brigada del 4to Cuerpo; precisamente de dicho hospital. Quien lo suscribía era el Dr. Carlos A. Soler, Jefe de Sanidad de la 2da Brigada, 2da División del 4to Cuerpo del Ejército Libertador. A ello se suma que el Archivo Provincial de Cienfuegos atesora una libreta con las altas y bajas del hospital de Santa Rosa, -ubicado en el lugar del mismo nombre-, correspondientes al mes de septiembre de 1898.

Hospital mambí

La información que aporta el Dr. Carlos A. Soler, reconoce un total de 137 personas hospitalizadas. De ellos, convalecieron, a causa de heridas por armas de fuego, 104, de heridas por armas blancas 4, por otras lesiones 7, y debido a causas no detalladas en la fuente 22.

Proceden los hospitalizados de 23 diversos sitios de la región, aunque, hay un grupo mayoritario, 49, del cual no se define procedencia. Destacan por su número, sobre el resto, 18 de Hanabanilla, 13 de Mordazo, 11 de Jutía, 9 de Cruces, 5 de Normas de los Fardíos y Ojo de Agua y 4 de Manicaragua. Las fechas de ingreso al hospital y las causas por las que son hospitalizados estos hombres -heridas de guerra-, son idénticas. La correspondencia, de fechas y causales de ingreso, indica que han sido heridos en combate. Se confirma que -más allá de la siempre disposición de los galenos mambises de atender a la población enferma que se hallase allí donde estaban enclavados los hospitales-, la atención y función primordial de los mismos estuvo dirigida a los miembros del Ejército Libertador sobre las armas.

Del total de ingresados, los médicos mambises lograron curar satisfactoriamente -a pesar de los escasos recursos materiales y humanos con que contaban-; a 57 personas. Mientras, fallecieron 36 pacientes. Del total de fallecidos, la muerte de 6 obedeció a causas naturales.

El índice de mortalidad, en los hospitales de sangre, en este caso en el hospital El Nicho, no fue muy elevado. La causa del relativamente bajo por ciento de fallecidos, intenta explicarla Walfredo Vicente Hercia en su artículo “La cirugía en la manigua”. Considera este autor que las heridas de Máuser -fusil usado por los españoles, con un proyectil de pequeño calibre y gran velocidad-, resultaban “benignas”, comparadas con las que causaban el Remington y los rifles 45. A juicio de Hercia otro factor digno de tenerse en cuenta era la pureza del aire no infecto donde se hallaban ubicados los hospitales.

Al agrupar las defunciones mambisas, ocurridas en el período que ocupan los días entre el 7 de agosto de 1895 y el 10 de julio de 1896, en el hospital El Nicho, se observa que el mayor número de defunciones se debió a las acciones militares y, dentro de ellas, la mayoría, a heridas provocadas por el fusil Remington.

Del total de 137 ingresados, 104 fueron heridos por fusiles Máuser 42. Se curaron 29 hombres, murieron 2. No se especifica en la fuente lo relativo a 11 casos. Fueron heridos por fusiles Remington, 41 hombres, de ellos curaron 15, murieron 10 y no se especifica en la fuente la evolución final de 16 casos. Los datos evidencian, una vez más, el acertado desempeño de los médicos mambises, en condiciones muy adversas.

Los servicios de los profesionales de la salud durante la contienda del 95, dentro y fuera de los hospitales, no se limitaron al marco de su brigada, sino que trascendió a otras. A diferencia del régimen español, que empleó crueles procedimientos en la guerra, el médico mambí manifestó humanidad hacia los prisioneros de guerra y, mucho más, hacia los heridos. De tal comportamiento da fe el testimonio del Dr. Carlos A. Soler, encargado del hospital El Nicho. Entre los datos estadísticos de la sanidad militar de la Brigada de Cienfuegos, señala que fueron atendidos dos prisioneros enemigos: el sargento Isidro Lueró Gutiérrez y el soldado Victoriano Sánchez.

Los problemas sanitarios más frecuentes enfrentados por el cuerpo de sanidad en la región Cienfuegos fueron la deficiente comunicación entre los distintos cuerpos de ejército, la insubordinación por parte de algunos galenos, la falta de facultativos correspondientes para brindar la asistencia primaria y la escasez de medicamentos, material sanitario e instrumental quirúrgico, entre otros. Esos problemas lastraron la asistencia médica, provocando en ocasiones pérdidas humanas en el Ejército Libertador.

Referencias

Fuentes

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