Cristianismo

Cristianismo
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Fundador:Jesús de Nazaret, San Pablo
Tipo:Religión monoteísta
Texto sagrado:La Biblia

Cristianismo. Nombre de la religión bajo la que se agrupa a todos los cristianos. A través de sus 2000 años de historia, los cristianos se han ido dividiendo en grupos: católicos, evangélicos, protestantes, luteranos, anglicanos.

Monoteísmo

Es una religión monoteísta de orígenes semíticos que se basa en el reconocimiento de Jesús de Nazaret como su figura central. Está basada en la afirmación bíblica de que Jesús es el hijo del dios Yahvé, así como el Mesías que fue profetizado en el Antiguo Testamento (la Biblia judía), que murió para la redención de los pecados de los seres humanos, y al tercer día resucitó de entre los muertos.

El cristianismo es una de las tres grandes religiones monoteístas, junto con el judaísmo y el islamismo, y la segunda por orden cronológico. En la actualidad, se duda si considerarlo una derivación del judaísmo o una forma de oposición contra el mismo.

Es el sistema religioso fundado por san Pablo, considerado en el contexto de la historia de las religiones como perteneciente al grupo de las salvadoras. Se inició como un movimiento mesiánico en el seno del judaísmo inspirado en Jesús de Nazaret y centrado en su persona. El hecho de que su fundador fuese crucificado por los romanos y repudiado por el pueblo judío, no impidió que sus discípulos extendiesen el culto por todo el mundo basándose en su resurrección. Para el cristianismo existe solo un dios, que en la Trinidad aparece como tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Este dios trino otorgó a los seres humanos diez mandamientos a través del profeta Moisés, que son la ley que todo cristiano debe respetar. El cristianismo considera como sus sagradas escrituras a la Biblia, que se divide en dos partes:

A partir del siglo IV, tras sufrir numerosas y cruentas persecuciones por parte de los romanos, el cristianismo se transformó ―gracias a la conversión del emperador Constantino―, en la religión oficial del Imperio romano, tomando como sede la ciudad de Roma.

Denominaciones cristianas

Al igual que casi todas las religiones, el cristianismo tampoco es un bloque homogéneo. A lo largo de 2000 años de historia ha experimentado tres grandes cismas, configurando las tres grandes denominaciones cristianas: católicos, protestantes y ortodoxos.

El cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio romano en el 380. Hasta el 1054, la cristiandad formó un bloque monolítico (excepto pequeños movimientos como el Nestorianismo). Es decir, aproximadamente la mitad de su historia, 1000 años, el cristianismo ha sido unitario. En el siglo XVI se produjo la Reforma de Lutero que dio lugar al protestantismo.

Católicos

El catolicismo romano, con sede en Roma, representa el 50% de toda la cristiandad. Es mayoritario en el Centro y Sur de Europa, Irlanda y América del Sur.

Se estima que la Iglesia Católica tiene 1,100 millones de adeptos en todo el mundo, lo que representa la mitad de la población cristiana mundial. Brasil tiene el mayor número de católicos del mundo (134 millones). Hay más católicos en Brasil que en Italia, Francia y España juntas. Los diez países con mayor número de católicos (Brasil, México, Filipinas, los Estados Unidos, Italia, Colombia, Francia, Polonia, España y la República Democrática del Congo) contienen más de la mitad (56%, 607 millones) de los católicos del mundo.

Hay 67 países en los que los católicos constituyen la mayoría de la población. Más del 70% de los católicos viven en el continente americano (48%) y en Europa (24%). Casi el 40% viven en América Latina y el Caribe. Más de una cuarta parte de los católicos viven en la región Asia - Pacífico (12%) y en el África subsahariana (16%).

Protestantes

El protestantismo es mayoritario en el Norte de Europa, en Inglaterra y en los Estados Unidos. Los 801 millones de protestantes del mundo, constituyen el 37% de la población cristiana mundial. La Reforma protestante, que dividió el cristianismo occidental y dio a luz al protestantismo, tuvo lugar en Europa en el siglo XVI. Hoy, sin embargo, sólo dos de los diez países con las mayores poblaciones protestantes son europeos: los Estados Unidos, Nigeria, China, Brasil, África del Sur, Reino Unido, Congo DR, Alemania, Kenia, India.

Ortodoxos

Hay cerca de 260 millones de cristianos ortodoxos, que componen el 12% de la población cristiana mundial. Casi cuatro de cada diez cristianos ortodoxos de todo el mundo (39%) residen en Rusia, el país con el mayor número de ortodoxos. Etiopía cuenta con el segundo mayor número de cristianos ortodoxos y más de tres veces más ortodoxos que Grecia.

El resto de tradiciones cristianas (Mormones, Testigos de Jehová...) representan un 1% del total de la cristiandad. Es necesario indicar que ha habido muchas más escisiones.

Esencia

En los Evangelios, en las epístolas de san Pablo y en los escritos de los demás apóstoles se encuentra la esencia del cristianismo. En tales documentos lo primero que salta a la vista es la dignidad superior, trascendental y divina de Jesucristo. Él es el Mesías anunciado por los profetas, el enviado del dios Yahvé a los hombres, el plenipotenciario divino, hijo único de Dios, y el mismo un dios (junto con su Padre y el Espírtu Santo). Jesús confirma las profecías antiguas y su personalidad trascendente de como Hijo de Dios con múltiples milagros.

Juan el Bautista envió a dos de sus discípulos a preguntarle:

¿Eres tú el Mesías que ha de venir, o debemos esperar a otro?

En aquel momento, Jesús cura a algunos ciegos y da libertad a algunos poseídos por Satanás, y les responde con estas palabras ―una cita al pie de la letra de un texto del profeta Isaías―:

Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: cómo los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se predica el Evangelio a los pobres.
Evangelio de Mateo, XI, 4-5

«Para que crea el mundo que tú me has enviado», le dice Jesús al dios Yahvé, al resucitar a su amigo Lázaro.

«Padre mío», es la frase que emplea siempre hablando con el dios Yahvé, y «Padre Nuestro» es como enseña a orar en señal de respeto y reconocimiento a la majestad del dios. «Para que seáis hijos del Padre celestial», dice Jesús, animando a sus discípulos a ser misericordiosos.

En cambio, Jesús es el hijo único (unigénito: el único engendrado) del dios Yahvé, a quien solo el dios conoce (Mateo, VI, 9 y XI, 27). Legisla en nombre propio, aun contraponiéndose a la legislación del Sinaí, en su Sermón de la Montaña: «Se dijo a los antiguos... pero yo les digo a ustedes».

Tiene autoridad para perdonar los pecados:

Para que veáis, pues, que el Hijo del hombre tiene poder para perdonar los pecados, levántate y anda.

Con esta personalidad y con estos poderes, expone y promulga su nueva Ley, su gran Evangelio:

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los que tienen puro su corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos

(Mateo 5:4-10).

Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.

Expone la paternidad compasiva y afectuosa de Dios respecto del hombre y nuestras relaciones filiales con Él, a base de fe y de confianza:

Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre....

(Mateo 6: 7-18). Y pedidle con toda confianza:

Si vosotros, siendo malos, sabéis dar vuestras cosas a los hijos, ¿cuánto más no dará las suyas el Padre Celestial a todos vosotros, si se las pidiereis?

(Mateo 7:11). Y respecto al pecador representado en el hijo pródigo, nos presenta en la parábola al Padre celestial, saludándole al regreso, abriéndole sus brazos y estrechándole en ellos entre besos y lágrimas y preparando un banquete para celebrar el retorno (Lucas 25).

En verdad, en verdad os digo: más fiesta habrá en el cielo por la vuelta de un pecador que se arrepiente, que por la persistencia en el bien de noventa y nueve justos que no tienen por qué arrepentirse

(Lucas 25:7).

Pero, eso sí, con tal de que nosotros perdonemos las ofensas que nos hicieren:

Porque si vosotros no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados
Evangelio de Mateo (6:15)
Sed misericordiosos, como vuestro Padre celestial es misericordioso. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y se os perdonará; dad y se os dará. Porque con la misma medida con que midiereis vosotros, se medirá después para vosotros.
Evangelio de Mateo (7:36-39)

Y en su última cena expone en forma alegórica las relaciones recíprocas entre él y sus discípulos:

Yo soy la vid, vosotros sois los sarmientos. Quien permanece unido a mí, en forma que yo esté en él, ése dará mucho fruto. Quien no permaneciere en mí, será arrojado fuera, como los sarmientos inútiles, y se secará, y lo cogerán en manojos y lo arrojarán al fuego para quemarlo.
Evangelio de Juan (15:1-12)

Durante tres años de vida pública había ido preparando Jesús un grupo de discípulos predilectos que habían de ser, después de su sacrificio, los continuadores de su obra. A estos discípulos había de encomendar la custodia de su doctrina, y especialmente a Simón, llamado después Pedro, a quien se dirige con estas palabras:

Yo te digo que tú eres Pedro (piedra) y que sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; te daré las llaves del reino de los cielos, y lo que tú atares en la tierra, atado quedará en el cielo, y lo que desatares en la tierra, desatado quedará en el cielo.
Evangelio de Mateo (16:18-20)

Y después de su resurrección, junto al lago Tiberíades, entrega ya a Pedro, luego de una triple declaración de amor por parte de este, los poderes sobre el rebaño de Cristo: «Apacienta mis ovejas» (Juan 21:15-18).

En el instante de su ascensión al cielo, dice a los que desde ese momento serán sus apóstoles o enviados:

Como mi Padre me envió a mí, así yo os envío a vosotros. Id, pues, por todo el mundo y predicad el Evangelio a todas las gentes. Quien creyere y fuere bautizado, se salvará; quien no creyere, será condenado
Evangelio de Mateo (16:15-16)

Expansión

A consecuencia de un sermón de San Pedro el día de Pentecostés, se convirtieron a la fe tres mil judíos en Jerusalén, número que poco más tarde se elevó a cinco mil. Después de la muerte de san Esteban y de la persecución de que fueron objeto los discípulos de Jesús, estos se esparcieron por todas partes, predicando las enseñanzas de Jesús. Los viajes de San Pablo llevaron el cristianismo a Chipre, Asia Menor, Macedonia, Grecia, Iliria y otras regiones; más tarde lo predicó en España y se cree que también en la Galia Narbonense. San Pedro lo predicó en Roma. En el año 179 escribía Tertuliano:

Somos el ayer y hemos llenado todas vuestras casas, las ciudades, las islas, los castillos, los municipios, los conciliábulos, los campamentos mismos, las tribus, las decurias, el senado, el foro; solo os dejamos los templos

Estas frases del apasionado apologista, escritas cuando la nueva doctrina no tenía aún dos siglos de existencia, son como un preludio augurar del gran desarrollo y expansión que en los siglos sucesivos iba a adquirir el cristianismo.

Influencia en la civilización

En medio del frío escepticismo filosófico, de la incredulidad religiosa, de la relajación de las costumbres y del afán de ritos exóticos en que se debatía la sociedad pagana cuando aparece Jesús, surge la religión cristiana que, como saludable rocío del cielo, pronto iba a dar óptimos frutos entre las almas ansiosas de perfección.

El cristianismo transformó, por así decirlo, la conciencia y el corazón de los hombres. La persona humana redimida adquiere a los ojos del cristianismo un precio incomparable, que junto con la enseñanza de la comunidad de origen y destino de todos los hombres, contribuyó a grabar y propagar los principios esenciales de libertad e igualdad. Desde el instante en que el hombre aparece como criatura predilecta de Dios, dotada de alma inmortal, no es ya posible admitir lo que constituía uno de los puntales de la sociedad pagana: la posesión del esclavo, de un hombre por otro hombre. El cristianismo abre a este horizontes insospechados y hace que el ser humano ame al prójimo como a sí mismo y descubra en el amor de Dios la razón de poder sacrificar su propia vida en bien de los demás. La formación de la familia, tal como se conoce en las modernas sociedades, es también obra del cristianismo, y de la cual ha hecho este el núcleo básico, la célula primordial e indestructible de la sociedad civil.

Frases célebres sobre el cristianismo

El cristianismo ―especialmente el protestantismo― es la religión adecuada a una sociedad en la que predomina la producción de mercancías.
Friedrich Engels (1820-1895), filósofo y político alemán
(en Para leer «El capital», ISBN 8425304989, pág. 11)
La Iglesia de hoy no necesita «cristianos a tiempo parcial», sino cristianos de una pieza!
Juan Pablo II (1920-2005), papa de la Iglesia católica
No sé de nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesús. De hecho, no encuentro nada malo en el cristianismo. El problema está en ustedes, los cristianos, pues no viven en conformidad con lo que enseñan.
Mohandas Gandhi (1869-1948), abogado, pensador y político indio
El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree.
Antonio de Padua (1195-1231), religioso portugués, canonizado por la Iglesia católica
El cristianismo o es una vida entera de donación o es una ridícula parodia que mueve a desprecio.
Alberto Hurtado (1901-1952), religioso chileno canonizado por la Iglesia católica
Quien no ha tenido tribulaciones que soportar, es que no ha comenzado a ser cristiano de verdad.
San Agustín (354-439), obispo y filósofo africano, canonizado por la Iglesia católica.

Fuentes