Historia de la música en Baracoa

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Historia de la música en Baracoa
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Banda Municipal con el Alcalde Prada Lores y a su lado el maestro Leovigildo Gómez. Febrero de 1942
Lugar:Baracoa
Descripción:
Historiografía de la música en la ciudad baracoense
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba

Historia de la música en Baracoa. Fundada el 15 de agosto de 1511, Baracoa fue la primera ciudad y la primera capital de Cuba. En aquellos lejanos tiempos del siglo XVI vivió años de particular trascendencia para la historia cubana y aunque en 1523 la capital y el obispado fueron trasladados para Santiago de Cuba y la región por excelencia del coco, el cacao y la palma inició un largo período de aislamiento y olvido, fue sedimentando para nuestra identidad y cultura rasgos y aportes relevantes que la distinguen y prestigian a más de 500 años de su origen.

Período colonial

Aunque los cronistas describen los rituales de celebraciones de la cultura y la música de los aborígenes cubanos, como el areíto, y los cánticos y sonidos de los instrumentos que tocaban en los recibimientos y despedidas de los conquistadores europeos, nada quedó de ese legado primigenio que muy pronto fue totalmente exterminado. Por ello se puede afirmar que en la Ciudad Primada, como en las restantes primeras villas fundadas en Cuba, las más importantes y prolongadas expresiones de su vida musical en la colonia estuvieron unidas a las actividades militares y, sobre todo, litúrgicas muy propias de la época; entre ellas las procesiones y misas que el Fray Bartolomé de las Casas comenzara a realizar tras la aparición milagrosa de la famosa Cruz de Parra.

Después de la breve etapa de esplendor fundacional, la vida militar realmente no cobró auge hasta mediados del siglo XVIII. En 1742, para contrarrestar los frecuentes ataques de corsarios y piratas que pululaban en el Caribe, se comenzó a fortificar la ciudad de Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa y ese mismo año llegaron seis compañías del Regimiento de Almanza, las que como era habitual disponían de instrumentos musicales para la realización de ejercicios y otras actividades propias de los ejércitos, en las que no faltaban bailes y otras celebraciones sociales, aunque muy poco se sabe de esas celebraciones y del aporte musical, más allá de la contradanza francesa, dejado por los inmigrantes que se establecen allí a consecuencia de la Revolución en Haití a inicios del siglo XIX.

Ernesto de las Cuevas y otros historiadores se han detenido con mayor énfasis en las celebraciones del ritual católico, pues conocido es que en las misas y otros actos de la Iglesia los propios curas y feligreses entonaban cantos e himnos- muchas veces a falta de órgano u otros instrumentos más apropiados- acompañados de los usados en la vida militar o a capella. De las Cuevas, por ejemplo, resalta las fiestas religiosas de 1782 por la salud del Rey y la monarquía en las que se ofició misa y se cantó un Te deum; algo similar pero con la inclusión de bailes pagados por el Ayuntamiento se hizo en 1831 a raíz del nacimiento de la Infanta de España Doña María Isabel Luisa.[1] Cuenta además este historiador, que en 1846 por las nupcias de la Reina Isabel II y en 1852, en que la monarca se recuperó de una puñalada de la que fue víctima, se cantaron misas solemnes y se celebraron fiestas populares.

Aunque en 1860 se fundó la Sociedad Filarmónica, aún era escasa la presencia de músicos, pues según una información aparecida en una edición del periódico santiaguero El Redactor en 1861, de los tres hombres que se dedicaban a esa profesión habían muerto los dos clarinetistas y el violinista llevaba el mismo camino, por lo que solicitaban instrumentistas en esa población. Mientras esto sucedía en la ciudad, en los campos el ingenio de los campesinos iba creando nuevos instrumentos y formatos, partiendo de la herencia española y africana, especialmente el criollísimo tres y el bongó con los que se gestaron ritmos como el Kiribá y el Nengón, células principales que luego nutrirían ese género bailable cubano por excelencia que es el son. Al decir de Sindo Garay fue el músico Nené Manfugás quien llevó en 1890 desde estas zonas montañosas el tres a Santiago de Cuba, extendiéndose luego por todo el país. Por su parte Efraín Amador, gran estudioso de este instrumento e impulsor de su enseñanza en importantes centros académicos, considera que el mismo debe de haber existido desde mucho antes, tal vez con otro nombre.

Durante la llamada Tregua Fecunda surgen nuevas Sociedades de Instrucción y Recreo, en las que se agruparon españoles y nativos, negros y blancos, pobres y más pudiente. Entre ellas estuvieron el Casino Español, El Rosario, Liceo Social y el Club Unión. En las mismas no sólo se realizaron bailes y veladas con aficionados locales, también actuaron prestigiosos artistas que recorrían el país, como el pianista y compositor por excelencia de las danzas cubanas Ignacio Cervantes y el genial violinista Rafael Díaz Albertini. En la última década del siglo XIX y en la primera de la nueva centuria hay que señalar la significativa presencia de figuras y agrupaciones procedentes de ciudades como Gibara y Holguín, entre ellas la del maestro José María Ochoa y su hijo José Ochoa Vázquez, Fello Mastrapa y su orquesta, así como Ángel Peralta Téllez, entre otros que dirigieron retretas, celebraciones religiosas, espectáculos y bailables.

Período de la República

La labor formativa de maestros como José Ochoa y Ángel Téllez hizo posible que en la segunda década, entre los años 1910 y 1920, surgieran agrupaciones baracoesas de música popular bailable como las muy populares de las familias Galano y Carcassés; también la trova tradicional comienza a florecer con la impronta de figuras como Ramón Muguercia, Brindis Vargas, Sergio Garrido y Ramón Randiche quienes interpretaban obras de trovadores como Sindo Garay y Manuel Corona, además de creaciones propias que cantaban al amor, la patria y las exuberancias del paisaje de la región. Las visitas de Sindo Garay estimularon el auge de este tipo de canción entre la población más humilde, sobre todo después de que el gran músico santiaguero creara en los años 20 la canción La Baracoesa, inspirada en Estelvina Luperón, una bella hija de la Ciudad del Yunque.

En estos años se construyeron los primeros cines, cuyas proyecciones fílmicas eran amenizadas por las agrupaciones existentes o pianistas como Esclarecida Guilarte y Amparo Mirabent, esta última compositora de valses, danzones y otras composiciones, como muy bien reseña el importe libro Cuba Musical de 1929. Amparo fue durante décadas profesora de este arte y promotora de la música de concierto, arte que tuvo poco vuelo en las primeras décadas más allá de las presentaciones de maestros que recorrían Cuba como el guitarrista español Vicente Gelabert y las retretas que desde la inauguración de la República el 20 de mayo de 1902 pagaban el Ayuntamiento y los establecimientos de comercio a agrupaciones que dirigieron músicos como Ángel Peralta y José Ochoa, este último autor de la Marcha Fúnebre a Galano, escrita el 1 de enero de 1911 y que se conserva en el Museo Provincial La Periquera de Holguín.

El Liceo, tras su apertura en 1914, promovió todas esas expresiones que fueron ensanchando el universo espiritual de la ciudad, además de propiciar momentos de solaz entretenimiento y diversión con celebraciones y festividades como la de Momo o el carnaval, junto a otras de carácter patriótico como la de cada Primero de abril, fecha en que en 1895 desembarcaron por Playa Duaba Antonio Maceo y Flor Crombet al frente de un grupo de hombres para continuar luchando por la independencia de Cuba. Desde 1903 todas las capas sociales del pueblo se unían en recordación del suceso, lo que originó una de las más significativas tradiciones baracoesas a la que se sumaban personas de todo Oriente, incluyendo Bandas de Música de otras poblaciones, especialmente la Banda Militar de Santiago de Cuba.

La década de 1920 fue de particular trascendencia en la historia cultural de Baracoa, pues en esos años se fundaron Sociedades de Instrucción y Recreo, teatros y relevantes agrupaciones musicales. Por entonces la ciudad era visitada frecuentemente por compañías de teatro musical, circos, artistas y trovadores como Sindo Garay, los cuales realizaban giras por el país; entre los circos más recordados estuvieron el Artigas, Ostalaza y el Montalvo-Pubillones. Gran aceptación también disfrutaron compañías líricas como la de Luisa Martínez Casado, la eminente actriz cienfueguera que triunfó con zarzuelas españolas interpretadas por valiosos artistas de la época, entre ellos el tenor y luego famoso actor del cine mexicano Juan José Martínez Casado.

Estas compañías se presentaban fundamentalmente en los teatros Venus (llamado primero Siglo XX y luego Teatro Principal) y Moderno, los primeros construidos durante la República. En 1931 se construyó El Encanto (hoy cine Flor Crombet), de una estructura moderna y con una capacidad de 900 espectadores. En ese escenario se presentaron compañías de variedades y bufas como las de Bolito, Arredondo, Espigul, Arango y Lorié-Formell, además de figuras y agrupaciones como Rita Montaner, Trío Matamoros, Luz Gil y el Trío Azteca y Juan Pulido.

En 1924 se funda El Progreso, la tercera sociedad de importancia en la promoción cultural de la ciudad, la que igual que La Perla y el Liceo (1914), las dos que le precedieron, organizó incontables veladas artísticas y bailes con las mejores agrupaciones locales y otras procedentes de otras partes del país, entre ellas la Orquesta Chepín de Santiago de Cuba, la Cristal de Guantánamo y La Rechiva del son de Banes. Al realizar su estudio del son en Baracoa, Orlando Galano afirma que esta última estudiantina, en la que se alineaban músicos de la talla de Pedro Jústiz Rodríguez (Peruchín) influyó en la forma de hacer el son moderno en esa comarca. Significativa también fue la huella dejada en esos lares por Peruchín, uno de los más relevantes pianistas cubanos, el cual realizó frecuentes presentaciones allí en la década de 1930.

En los años 20 ya existían agrupaciones soneras en los predios de Baracoa, entre ellas Guinguito y su Son, la cual empleaba el tres, la marímbula y la guitarra; pero al finalizar ese decenio habían impuesto su presencia los formatos urbanos que habían conquistado a los bailadores de todo el país. Ese fue el caso del Septeto Juventud, fundado en el barrio de La Laguna, el cual empleaba los siguientes instrumentos: tres, guitarra, trompeta, marímbula, clave y otros. También existieron las estudiantinas que utilizaban instrumentos como violín, clarinete, contrabajo y tres, además de orquestas típicas como la Hermanos Galano y la de la familia Carcassés. La primera dio origen a la segunda y era dirigida por Cecilio Galano, la cual-según periódicos de la época como El Tanameño de 1925- satisfacía solicitudes para amenizar bailes y otras celebraciones desde Baracoa hasta Antilla.

Fueron numerosas las agrupaciones soneras de Baracoa en la etapa republicana e iban desde formatos muy rurales y antiguos, hasta los conjuntos y orquestas típicas y jazz band. Hasta destacados maestros de bandas de concierto, como Juan A. Rojas y Eulises Sánchez, dirigieron agrupaciones de este corte que llegaron a recorrer gran parte de la antigua provincia de Oriente.

Sin dudas que en el panorama musical de las décadas de 1920 a 1940, Baracoa, como toda Cuba vibraba al compás del son, pero a diferencia de otras regiones aquí se conservaban y disfrutaban, sobre todo por la población rural, expresiones primigenias como el Kiribá y el Nengón, además de otras variantes locales que fueron surgiendo como el Aeroplano y el Cabaret, o recreaciones de géneros internacionales con formatos soneros típicos de las zonas montañosas, como había sucedido con el Valse europeo introducido años antes por unos mexicanos que trabajaron en plantaciones bananeras.

Otras modalidades bailables que tuvieron espacio en esta etapa fueron las congas y comparsas, las cuales tenían exponentes como las de Bichin, La Playa, La Punta y Matachín y solían recorrer la ciudad de un extremo a otro durante las celebraciones del carnaval, las campañas políticas y actos sociales de diversos tipo. Por su parte la trova continuaba consolidando su presencia en Baracoa con figuras que, pasados los años, señalan momentos cumbres de la cancionística local como el mítico Oscar Montero (Cayamba), o Victorino Rodríguez, nombre este último que luego recibió la Casa de la Trova. Estos dos junto a otros trovadores cultivaron boleros y tangos, sones y guarachas, las que interpretaban en bares, descargas o las tradicionales serenatas.

En la música de concierto los parques y plazas con las retretas y la iglesia católica con su liturgia seguían siendo los escenarios principales en la Baracoa de 1920. Aunque en veladas de las sociedades de instrucción y actuaciones en cines y teatros, solía interpretarse la música de los clásicos por parte de las alumnas y graduadas de las academias locales, adscriptas a conservatorios nacionales. Como las de Amparo Mirabent y Esclarecida Guilarte, esta última guía de figuras como su hija la soprano Mayda Galano, una de las voces más sobresalientes de la escena lírica cubana en tiempos de Revolución. Pero en la etapa republicana tal vez la figura femenina más trascendente fuera la pianista y pedagoga Hilda Fortuny, la cual inició estudios en la Villa Primada con María Monné y luego de completarlos en Italia recorrió triunfalmente Cuba y otros países y, según recoge el libro Cuba Musical, en 1929 era profesora del Conservatorio Nacional establecido en La Habana.

Como el Ayuntamiento alegaba no tener fondos para fundar una Banda Municipal, se contrataba para las retretas de jueves y domingos en el parque Independencia a agrupaciones de música bailable, incapaces de asumir la música culta insoslayable de las típicas retretas, como la Hnos Galano o la fundada por el maestro Cirilo Figueroa, pues no fue hasta 1932 que Juan A. Rojas, experimentado director de orquestas y bandas, logra constituir - tras meses de ensayo y formación musical a los jóvenes que la integrarían - una verdadera banda de metales con el repertorio variado de clásicos, pasodobles, danzones y otros géneros que distinguen a este formato y a esa tradición que es la retreta.

Pese a que muchos de sus mejores músicos abandonaron la región en busca de mejores horizontes, en Baracoa la música continuó su desarrollo y para 1940, por ejemplo, ejercían ocho profesoras de piano. Al iniciarse esa década la música de concierto se consolidó significativamente al llegar a la alcaldía Leovigildo Prada Lores, político que calorizó importantes proyectos, entre los cuales el rescate de la Banda Municipal y la formación de la Sociedad Coral, estuvieron entre las mayores conquistas en el orden cultural. El día 1 de febrero de 1942, tras varios meses de ensayos el maestro Leovigildo Gómez Berrillo, compositor y director de bandas y orquestas oriundo de Gibara que durante décadas había sentado cátedra en Banes, recorrió las calles y realizó la primera retreta de una etapa de la Banda Municipal que no obstante la efímera presencia de sólo poco más de dos años de Gómez Berrillo, se prolongó hasta bien avanzada la década siguiente.

Por su parte la Sociedad Coral presentó el primer concierto de su Orfeón en noviembre de 1940, bajo la guía del maestro Sinesio Villanueva, una figura poco estudiada en el panorama cultural del municipio, pero insoslayable a la hora de trazar cualquier recuento del patrimonio sonoro baracoano, pues este saguero asentado en esos predios en los años 30 con su talento y dedicación devino un infatigable promotor cultural y figura clave de la producción musical del período republicano.

Villanuena, junto a la pianista y profesora Amparo Mirabent y otros promotores culturales y aficionados a la música, organizó incontables veladas para celebrar las más importantes fechas patrióticas, graduaciones, desfiles escolares y otros actos sociales. Durante años estuvo al frente de la academia de música del Instituto Cervantes, importante centro de enseñanza primaria, superior y bachillerato, la cual estaba incorporada al Conservatorio Provincial de Oriente que dirigía en Santiago de Cuba la eminente pianista Dulce María Serret. En ese centro Sinesio dirigía una de las mejores bandas escolares y un conjunto coral, también muy elogiado por publicaciones periódicas y reseñas sobre Baracoa incluidas en libros como Oriente Contemporáneo, editado en 1942.

Hombre dotado de honda sensibilidad artística, este profesor compuso y estrenó con su Orfeón, la Banda Municipal y otros valores musicales, un grupo de piezas que señalan notorias conquistas del patrimonio sonoro de esa comunidad oriental, en primer lugar el Himno de Baracoa y el Himno Primero de Abril, dos obras que sintetizan el amor por ese terruño y los elementos de su peculiar identidad e historia.

Citas y notas

  1. Existe un poema: Al feliz natalicio de la Serma. Sra. Infanta de España doña María Isabel Luisa escrito por D. Javier de León Bendicho y publicado originalmente por la Imp. de don Leon Amarita, 1830. (Descargar en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)

Fuentes

  • Velázquez, Roiny y Zenovio Hernández. La música en Baracoa. Apuntes para su historia. (Inédito).
  • Colección de la prensa baracoesa. Museo Matachín y Archivo Municipal de Baracoa.
  • Entrevistas a Mario Gaínza, Abel Turro y otros músicos longevos.
  • Fondos del Centro Provincial de Superación para la Cultura, Guantánamo.