Krausismo

Krausismo
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Concepto:doctrina idealista que se funda en una conciliación entre el teísmo y el panteísmo, según la cual Dios, sin ser el mundo ni estar fuera de él, lo contiene en sí y de él trasciende. Esta concepción teísta se denomina panenteísmo.

El krausismo es una doctrina idealista que se funda en una conciliación entre el teísmo y el panteísmo, según la cual Dios, sin ser el mundo ni estar fuera de él, lo contiene en sí y de él trasciende. Esta concepción teísta se denomina panenteísmo.

Síntesis

Corriente filosófica del siglo XIX, de origen alemán, que alcanzó su mayor difusión en el Reino de España, inspirando además un amplio movimiento cultural. Su influjo se reflejó también en el Reino de Aragón.

Karl Chr. Fr. Krause (1781-1832), su inspirador, representa un sincretismo entre un humanismo teísta, de inspiración masónica, y un idealismo inspirado en Friedrich Schelling. En consecuencia, sus escritos abordaron temas morales y metafísicos. Los primeros, en su proyección jurídica, son continuados por sus discípulos: el germano-belga Heinrich Ahrens, el barón Von Leonhardi, Guillaume Tiberghien y el penalista C. D. A. Röder.

En 1841 se tuvo en España la primera noticia del krausismo al traducirse el libro Curso de Derecho natural o de Filosofía del Derecho, de Heinrich Ahrens.

En 1844, becado por el Estado español, Julián Sanz del Río entró en contacto, en Bruselas, con Ahrens, y en la Universidad de Heidelberg con Röder y Leonhardi. Años más tarde, en 1860, la visión española de Krause se plasmó en Ideal de la humanidad para la vida. A partir de ahí, unos discípulos de Sanz del Río ―como Nicolás Salmerón (1838-1908)― seguirán la línea metafísica, otros, con Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) a la cabeza, continuarán la orientación jurídica y moral.

A raíz del Concilio Vaticano I, la mayoría de los krausistas españoles se apartaron de la Iglesia católica. Ante la «heterodoxia» que esto supuso a los ojos del Estado confesional católico, se produce la primera «cuestión universitaria», que desplaza de sus cátedras a algunos de los profesores krausistas y sus simpatizantes. Sin embargo, en el Sexenio Revolucionario (1868-1873) los krausistas orientan la acción cultural y, hasta cierto punto, la política. La Restauración borbónica significó un nuevo enfrentamiento con la monarquía, que llevó al destierro de Francisco Giner de los Ríos (1839-1915). Cuando Giner regresó al Reino de España, fundó la Institución Libre de Enseñanza, que él pretendía que se convirtiera en no logrará consolidarse como Universidad Libre (1876).

Contemporáneamente tiene lugar la recepción del positivismo científico en España. Los krausistas intentan una síntesis entre su pensamiento organicista y el positivista. Como muestra, la Institución nombra profesores honorarios de la misma a Röder y Tiberghien, pero también a Darwin o Tyndall. Pero a partir de esa recepción el krausismo pierde vigencia filosófica, para ampliar su influjo cultural, que va desde el Derecho o las Ciencias Naturales, al arte o el excursionismo, la literatura o la promoción de la mujer. Muestras de ese influjo son las iniciativas, ya estatales, como el Instituto de Reformas Sociales (1904) o la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (1907).

En este marco ha de situarse el eco del krausismo en Aragón. Procediendo cronológicamente en la reseña de esa presencia, el más temprano testimonio está en la figura, si bien marginal dentro del krausismo, de Francisco de la Pisa Pajares, catedrático de Economía política en la Facultad de Derecho de Zaragoza (1854-1863), aunque en su etapa zaragozana se moviera aún dentro del liberalismo individualista (Memoria sobre el derecho de propiedad en el siglo xix, 1851). Sólo la estancia en Madrid ―el krausismo es principalmente un fenómeno madrileño y sevillano― permite que un aragonés conozca y asimile los planteamientos krausistas relativos al Derecho. Éste es el caso de Joaquín Costa, en su período de estudios (1870-1875), y en el de colaboración con la Institución Libre de Enseñanza (1878-1880), cuyo Boletín dirigió en sus comienzos. En La vida del Derecho (1876) se repiten tesis krausistas (Derecho como «propiedad de nuestra esencia», estrecha relación del Derecho con la moral, autonomía del individuo, considerado como «estado individual», crítica al Estado «oficial», etc.); como consecuencia: la primacía del Derecho «espontáneo» ―costumbre― frente al «legal». También en Costa se refleja la inflexión positivista en Teoría del hecho jurídico individual y social (1880), en el que se repiten las mismas premisas filosóficas, pero se inicia el estudio de las estructuras sociales concretas en que el Derecho ―principalmente, consuetudinario― surge y perdura. Sus estudios de etnología y de historia jurídicas (la obra dirigida por Costa, Derecho consuetudinario y economía popular de España, 1902) concretan ese propósito.

Pero también un krausista, formado en la Central, obtiene en 1876 la cátedra de Introducción al estudio del Derecho, de Zaragoza, hasta su fallecimiento en 1879. Se trata de Luis Miralles y Salabert. En sus Prolegómenos de la Ciencia del Derecho (1871) afirma que «Krause ha pronunciado hoy por hoy la última palabra». En Zaragoza Miralles editará un compendio de sus artículos, en los que puede mencionarse desde su oposición a la pena de muerte, hasta la actitud ecléctica respecto de la codificación (Ensayos jurídicos y literarios, 1879). Sus apuntes de cátedra se conservan en la Facultad de Derecho de Zaragoza.

Esporádico es ―«un año y dos días», en prosa de expediente― el paso de Clarín (Leopoldo García Alas) por la cátedra de Economía política y Estadística de la Facultad de Derecho de Zaragoza en el curso 1882-1883. Su Programa de elementos de economía política y estadística, presentado a las oposiciones que le permitieron acceder a la cátedra zaragozana, se publica en Madrid el mismo año de 1882. Se observa, sin embargo, que en su estancia en Zaragoza «Clarín» remite en la crítica literaria, ya que está enfrascado en esas fechas en la redacción de La Regenta (1885), cuyo manuscrito quizá avanzara en Zaragoza.

Filósofo, no jurista, situado dentro del krausismo, fue el turolense Joaquín Arnau Ibáñez, quien, como otros discípulos de Salmerón de la etapa de la Restauración, sigue un itinerario por la Enseñanza Media que desemboca en la cátedra de Metafísica de la Universidad de Valencia. Su orientación filosófica apenas aparece en su crónica, entre periodística e ideológica, Rusia ante el Occidente. Estudio crítico del nihilismo (1882), relativa a las vicisitudes más políticas que filosóficas de Aleksandr I Herzen. Su condena del anarquismo de Bakunin, del socialismo de Proudhon o del fourierismo de Fernando Garrido Tortosa es acorde con su «armonismo» krausista. Cierta perplejidad producen los dos volúmenes de su Curso de metafísica. Ensayo de Filosofía fundamenta (1889), cuyo sistema (distinción entre «analítica» y «sintética», entre «unidad de la conciencia» y «unidad del Espíritu», ente el «ser en sí» y el «ser en sus determinaciones») es salmeroniano, pero que está salpicado de alusiones, no siempre polémicas, sobre los neotomistas, entonces en pleamar, aceptando incluso algunas de sus tesis y apreciando casi siempre a Balmes. Quizá la no asimilación del positivismo por Arnau explique esta aproximación.

La Institución Libre y Costa o, en otro plano, organicismo y positivismo, se enlazan en el oscense Lucas Mallada, que anticipó en el Boletín de la Institución lo que luego serían Los males de la patria y la futura revolución española (1890), mezcla de análisis empírico y de arbitrismo, y reflejo, en buena medida, de la actitud antiliberal, que no antidemocrática, del krausismo, muy contraria a la práctica parlamentaria española, que, extrapolándose, será una de las razones del escaso respaldo que encontrarán en España los regímenes no autoritarios o pluralistas.

Por último, se detecta la presencia de la doctrina penal del krausismo en el también oscense Rafael Salillas Ponzano, quien del correccionalismo ―volcado a la reforma penitenciaria― pasa a sentar las bases de una criminología, no estrictamente positivista, quizá por el influjo krausista. Muestra de ello es La teoría básica (Biosociología), 2 vols., 1901, obra en la que, si bien se afirma ser lo sociológico «una ampliación de lo orgánico» ―paso evolucionista de lo individual a lo social―, Salillas intenta superar la explicación genética de la sociedad mediante otra centrada en el análisis de estructuras dinámicas sucesivas. Estructura se superpone a órgano.

No habría que olvidar la múltiple presencia de aragoneses en el Instituto de Reformas Sociales, así como la presencia de Santiago Ramón y Cajal al frente de la Junta de Ampliación de Estudios desde el primer momento de su fundación. En uno y otro caso esa participación de aragoneses se hace al margen de la ideología krausista.

Fuentes