República de Weimar

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República de Weimar
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1919–1933

Alemania nazi bandera.jpg

Bandera Escudo
Bandera Escudo
Capital Berlin
Idioma oficial Alemán
Gobierno República semipresidencialista
Reichspräsident
 • 1919-1925 Friedrich Ebert
 • 1925-1934 Paul von Hindenburg
Historia
 • Proclamación 1919
 • Disolución 1933
Superficie
 • 1925 468,787 km2

República de Weimar (en alemán: Weimarer Republik). Fue el régimen político y el periodo histórico que tuvo lugar en Alemania tras su derrota al término de la Primera Guerra Mundial y se extendió entre los años 1919 y 1933. El nombre de República de Weimar es un término aplicado por la historiografía posterior, puesto que el país conservó su nombre de Deutsches Reich ('Imperio Alemán'). La denominación procede de la ciudad homónima, Weimar, donde se reunió la Asamblea Nacional constituyente y se proclamó la nueva constitución, que fue aprobada el 31 de julio y entró en vigor el 11 de agosto de 1919.

En 1933, la República de Weimar concluye, ya que, si bien la constitución de 1919 no fue revocada hasta el término de la Segunda Guerra Mundial, el triunfo de Adolf Hitler y as reformas llevadas a cabo por los nacionalsocialistas (Gleichschaltung) la invalidaron mucho antes, instaurando una dictadura totalitaria, el llamado Tercer Reich.

Historia

Caída del Imperio alemán

En los últimos meses de la Primera Guerra Mundial, Alemania se encontraba al borde del colapso militar y económico. Ante la ofensiva final de los Aliados, el 14 de agosto de 1918, el Alto Mando alemán se reunió en su cuartel general de Spa y reconoció la inutilidad de seguir la guerra. No quería que los aliados pudieran descubrir el estado real de sus fuerzas, y menos aún verse en la imposibilidad de detener su avance.

El 27 de septiembre, los mariscales Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff pidieron al gobierno imperial el armisticio inmediato sobre la base de los famosos 14 puntos de Wilson. Los políticos comprendieron de inmediato que la guerra estaba perdida y que los militares habían intentado ocultarlo. En pocos días se organizó un nuevo gobierno parlamentario, y el recién nombrado canciller, el príncipe Maximilian von Baden, conocido liberal y pacifista, procedió a negociar la paz. Woodrow Wilson, de espaldas a sus aliados, exigía ante todo la transformación de las instituciones políticas y militares del Reich. El ejército se opuso, y Ludendorff dimitió de manera estrepitosa, alimentando el mito de la «traición» de los civiles para ganarse a la opinión pública. Por su parte, los socialistas instalados en el poder esperaban la abdicación del Kaiser Guillermo II de Alemania para hacerse con el control, si bien sus líderes hicieron esfuerzos desesperados para conservar la forma imperial del Estado. La situación se vio entonces súbitamente interrumpida por los sucesos de Kiel.

Sucesos de Kiel o Revolución de Noviembre

Véase también Revolución de Noviembre

El Kaiser alemán, Guillermo II de Alemania, último de los emperadores alemanes

Mientras que las tropas y la población, agotadas y desesperanzadas, esperaban el armisticio, en la ciudad de Kiel, el Alto Mando de la Marina (Marineleitung) al mando del almirante Reinhard Scheer quería cruzar el fuego por última vez con la Royal Navy, por lo que anunció a la Flota de Alta Mar (Hochseeflotte) de la Marina Imperial que debía zarpar. Los preparativos para hacerse a la mar causaron enseguida un motín en Wilhelmshaven, donde la flota alemana había echado el ancla en espera del ataque. Los marineros amotinados se negaban a entablar una batalla nada más que por el honor. El Alto Mando de la Marina decidió suspender el ataque y ordenó el retorno a Kiel para procesar a los amotinados en una corte marcial. Los marineros restantes querían evitar el proceso, porque los amotinados también habían actuado en su interés. Una delegación sindical solicitó su liberación, pero fue rechazada por el Alto Mando de la Marina. Al día siguiente, la casa sindical fue cerrada, y el 3 de noviembre las concentraciones de protesta fueron reprimidas a tiro limpio, causando la muerte de nueve personas. Cuando un marino respondió al fuego y mató a un oficial, la manifestación se convirtió en revuelta general.

La mañana del 4 de noviembre, los marineros eligieron un consejo de soldados, desarmaron a sus oficiales, ocuparon los barcos, liberaron a los presos amotinados y tomaron el control de la base naval de Kiel. A los marineros se unieron trabajadores civiles, en especial los metalúrgicos. Tras fundirse en un “Consejo de soldados y obreros”, similar a un Soviet, asaltaron los cuarteles y se apoderaron de la ciudad al son de La Internacional, reivindicando la mejora de la alimentación, el abandono del proyecto de ofensiva de la flota, la liberación de los detenidos, el sufragio universal y la abdicación del Emperador. Por la tarde se les unieron soldados del ejército que el comando local había hecho traer para sofocar la revuelta. De este modo Kiel estaba firmemente en manos de 40.000 marineros, soldados y trabajadores insurrectos. La noche del 4 de noviembre, el diputado del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) Gustav Noske llegó a Kiel en representación de la dirección del SPD, para controlar la revuelta y evitar una revolución. El consejo de la ciudad creía estar de parte del nuevo gobierno y contar con su apoyo. Por esto nombró a Noske “gobernador” esa misma noche y éste efectivamente terminó la revolución en Kiel al día siguiente.

Entretanto, el motín de Kiel había encendido la revolución en el resto de Alemania. Los cuarteles se levantaron contra la oficialidad y los mandos fueron relevados de sus funciones. Las huelgas de solidaridad extendieron la insurrección de la costa a las ciudades, y de las ciudades al interior. En Brunswick los marinos recién llegados se unieron a los obreros, obligaron al Gran Duque a abdicar y proclamaron la República Socialista de Brunswick. El proceso de huelga, motín, asalto a las cárceles y proclamación de consejos de obreros y soldados se repitió en todas las ciudades del país. Pero, a diferencia de los soviets rusos, estos Ratebewegungen emanaban más de la voluntad de los soldados que de la de los trabajadores. El 6 de noviembre, sabiendo que Guillermo II no podría conservar su trono, Maximilian von Baden le urgió para que abdicara en el Kronprinz, y salvar así la Monarquía, sin éxito. En Múnich, el 7 de noviembre huyó el rey Luis III de Baviera, y al día siguiente se constituyó un consejo de soldados, obreros y campesinos dirigido por Kurt Eisner, socialista independiente, que proclamó la República de Baviera. El 9 de noviembre la revolución llegó a Berlín, y en pocas horas el Reich llegaba a su fin cuando el canciller Maximilian von Baden anunció la abdicación del Kaiser y el Kronprinz y nombró sucesor suyo al socialdemócrata Friedrich Ebert. Sin la menor resistencia, los príncipes gobernantes de los demás estados alemanes abdicaron y ese mismo día dos repúblicas fueron proclamadas: Philipp Scheidemann, ex ministro imperial, proclamó la República desde el Reichstag, y dos horas después Karl Liebknecht (líder junto a Rosa Luxemburgo de la Liga Espartaquista) apareció en el Palacio Imperial (Stadtschloss) y anunció la República Libre y Socialista Alemana.

El levantamiento Espartaquista

Entre la decisión de transferir el poder a una Asamblea Constituyente, y la fecha de su real aplicación, el 19 de enero, tuvo lugar la última fase de la Novemberrevolution. Los socialistas independientes pronto fueron dejados de lado, precisamente por su carácter conciliador, tachados de traidores por los espartaquistas y de aliados poco sinceros por los socialdemócratas. Aliados con el ejército, los socialdemócratas giraron hacia posturas más conservadoras y procedieron a la disolución de los consejos, el restablecimiento de la autoridad de mando de los oficiales y la requisición de las armas en poder de los civiles.

Por su parte, los espartaquistas se radicalizaron cada vez más, en la esperanza de detener la contrarrevolución. Deseosos de enfatizar su preferencia por el modelo soviético, el 30 de diciembre los espartaquistas fundaron el KPD (Kommunistische Partei Deutchslands o Partido Comunista Alemán), renunciando a participar en las elecciones del 19 de enero y marcándose metas revolucionarias. Para la opinión pública resultaba que, como habían dicho siempre los conservadores, lo que los defensores de la democracia querían establecer era el gobierno de la turba y la dictadura de los demagogos. La misma idea de la democracia se hizo sospechosa. Para muchos alemanes el término fue desde entonces sinónimo de fraude, hecho que posteriormente daría alas al nazismo.

El líder comunista Karl Liebknecht, organizador del Levantamiento Espartaguista

En la Navidad de 1918 estalló en Berlín un conflicto entre el gobierno provisional y una belicosa tropa comunista, la "División de Marinos del Pueblo" (Volksmarinedivision), que se opuso al gobierno vigente y se atrincheró en el Palacio Imperial, llegando a sitiar al canciller Ebert en su despacho. Éste, presa del pánico, pidió ayuda a una compañía de caballería desmontada de la antigua Guardia Real, mandada por un general aristocrático, que estaba a las afueras de la capital en espera de ser disuelta. Hubo un combate favorable a la Guardia, pero el gobierno les ordenó retirarse, ya que desconfiaba de ellos y no quería luchar contra sus propios camaradas. Esta escaramuza convenció a los socialistas independientes de que era imposible evitar el triunfo del comunismo, y para no perder popularidad ni llegar demasiado tarde a participar en el inminente gobierno comunista, retiraron a sus 3 comisarios, con lo que el SPD quedó en exclusiva a cargo del gobierno, lo que acrecentó su inclinación hacia posturas conservadoras.

Rosa Luxemburgo, otro de los rostros del Levantamiento Espartaguista

El 4 de enero de 1919 el socialista independiente Emil Eichorn cesó como jefe de policía, y ello sirvió de pretexto para la huelga general, que el día 6 paralizó Berlín y se convirtió en una tentativa de insurrección; comunistas y socialistas independientes iniciaron la batalla en las calles de Berlín y llegaron a dominar en el centro de la capital. El USPD y el KPD formaron un comité débil e indeciso, y el movimiento se extiendió a otras regiones como Baviera, Bremen, Hamburgo, Sajonia, Magdeburgo y Sarre. El líder comunista Liebknecht abogaba por derribar cuanto antes el gobierno de Ebert, contra la opinión de Rosa Luxemburgo, y tras el fracaso de las conversaciones con el gobierno, llamó a los obreros a tomar las armas. La situación era desesperada cuando apareció una ayuda inesperada, al decidir el ministro de defensa Gustav Noske echar mano de los Freikorps (organizaciones paramilitares antirrepublicanas, integradas por antiguos soldados) para acabar con el levantamiento. Entre el 8 y 13 de enero los Freikorps reconquistaron fácilmente la capital y asesinaron a cientos de revolucionarios, incluyendo a Liebknecht y Luxemburgo. Curiosamente, entre quienes aportaron enormes sumas de dinero para pagar a los Freikorps estuvo, entre otros, el liberal izquierdista Walther Rathenau, posteriormente asesinado por estos mismos.

Por otra parte, por estas fechas (5 de enero de 1919) se constituyó el Partido Obrero Alemán. Fundado por Anton Drexler y Karl Harrer, fue en sus inicios un partido pequeño de ideas contradictorias, hasta que Adolf Hitler se les unió en octubre de 1919, asumiendo la dirección del movimiento poco más tarde hasta convertirlo en el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores.

El nacimiento de la República

La victoria del gobierno no puso fin a la guerra civil, que aún duró varios meses en provincias, con la eliminación de islotes revolucionarios en Bremen y el Ruhr. Con todo, pudieron celebrarse las elecciones, las sesiones de la asamblea constituyente y la proclamación de la Constitución de Weimar. Hubo una participación del 82,8%, en las elecciones el SPD obtuvo el 37,9% de los votos y 165 escaños, seguido del ZP (19,7 y 91 esc.), el DDP (18,6 y 75 y esc.), el DVNP (10,3 y 44 esc.), el USPD (7,8 y 33 esc.) y el liberal DVP de Gustav Stresemann (4,4 y 19 escaños). Pese a obtener mayoría, el SPD se vio obligado a pactar con los partidos de derecha para poder gobernar. Se formó así la llamada Coalición de Weimar, y Ebert fue elegido presidente de la república, por 277 votos a favor, 51 en contra y 51 abstenciones; Scheidemann fue nombrado jefe de gobierno.

El socialdemocrata Friedrich Ebert, primer presidente de Alemania

El régimen republicano y democrático debió su existencia a las fuerzas paramilitares y antidemocráticas de una derecha nacionalista, radicalmente opuesta al parlamentarismo, que esperaba la oportunidad de ponerle fin. Los marxistas no comunistas reprocharon severamente a Ebert, Noske y otros dirigentes socialdemócratas su colaboración con los nacionalistas vencedores de los espartaquistas, si bien es cierto que les correspondió el mérito de haber evitado la instauración de un estado socialista, mientras que los socialdemócratas quedaron públicamente desacreditados. Los socialdemócratas consiguieron formar gobierno en Prusia y otros länder únicamente gracias al apoyo de los nacionalistas, del ejército imperial convertido en Reichwehr y de los Freikorps, y desde entonces estuvieron a merced de la derecha, cuyo poder iba mucho más allá de lo meramente parlamentario. Las dos grandes facciones en liza, ultranacionalistas y comunistas, consideraban a la República únicamente como un campo de batalla de su lucha por el poder. Pero en esta lucha extraparlamentaria, mientras que los primeros podían actuar libremente y conocían por experiencia los resortes del poder, los segundos no, y ello determinó la victoria ultranacionalista. No había entre esos dos partidos dictatoriales un tercero que defendiera el capitalismo y la democracia. La única alternativa lógica al nacionalismo y el socialismo beligerantes hubiera sido el liberalismo, pero el único partido que hubiera podido cambiar la situación, el monárquico y librecambista DVP de Gustav Stresemann, carecía de la base social y la representación parlamentaria necesarias. Ni los socialdemócratas, ni el centro católico eran los adecuados para adoptar la democracia, a la que calificaban de plutocrática, y el republicanismo tildado de burgués, y noestaban dispuestos a renunciar al estatismo y la sozialpolitik. Tras la experiencia de la guerra, las masas percibían que la autarquía propugnada por todos ellos era fatal para la economía, y que los únicos que tenían una idea de cómo afrontarla eran los partidos nacionalistas de extrema derecha (aunque fuera con la doctrina expansionista del lebensraum).

Portada de la Constitución de Weimar, primera de la historia alemana y una de las primeras con cáracter socialdemocráta

La Postguerra

Los primeros años de la República de Weimar coincidieron con el llamado período de postguerra, en el cual Alemania estuvo sumida en una fuerte crisis política, económica, financiera, monetaria y de intentos golpistas y separatismos, que sacudirán a la joven República hasta el final del año 1923. Los acontecimientos sucedieron a un ritmo de locura y su complejidad es frecuentemente inextricable. La nueva República sufrió la hostilidad de la burguesía nacionalista, del Ejército y de los grupos tanto de extrema derecha como de extrema izquierda.

Tras la radicalización de la situación de Baviera, en Berlín, en la primavera de 1919, Gustav Noske trató de eliminar completamente la oposición comunista, que considera el peligro más grave. A principios del mes de marzo, aliándose con los freikorps organizó una nueva represión sangrienta contra una huelga. En el curso de la cual el líder comunista Leo Jogiches, sucesor de Liebknecht y Luxemburgo, fue asesinado (10 de marzo), junto con varios centenares de obreros. Una represión análoga se organizó en algunas otras ciudades como Magdeburgo o Leipzig. En otros lugares, como en Sajonia, la situación era anárquica, más que revolucionaria, a veces, incluso, simplemente de terrorismo de extrema izquierda.

Crisis extrema

Véase también Plan Dawes

Tras varios años de extrema inestabilidad, el 23 de noviembre de 1922 el Gobierno presidido por el conservador Wilhelm Cuno, del DVP, ex director de la compañía marítima Hamburg-Amerika, con los socialdemocrátas en la oposición. El nuevo gobierno se encontró con el problema de las reparaciones de guerra. Cuando se produjeron retrasos en las reparaciones, la Francia revanchista de Raymond Poincaré tuvo un pretexto para ocupar militarmente el Ruhr en enero de 1923. Impotente y totalmente desbordado por los acontecimientos, el gabinete Cuno desapareció entre la indiferencia general el 12 de agosto. El nuevo canciller, Gustav Stresemann, constituyó un gobierno de unidad (de la SPD a los populares), pero para entonces Alemania ya se había hundido en el abismo.

Cuando la Primera Guerra Mundial estalló el 31 de julio de 1914, el Reichsbank suspendió la convertibilidad de la moneda en oro, con lo que pudieron empezar a emitir grandes cantidades de papel-moneda. Al término de la contienda, su financiación había costado al Reich 185.000 millones de marcos, coste que debía duplicarse si se tiene en cuenta que el marco se vendía al término de la contienda a la mitad de su valor anterior. De estos 185.000 millones, ni tan siquiera la quinta parte (38.000 millones) procedía de impuestos, mientras que el 50% (97.000 millones) provino de empréstitos, y el 27% (50.000 millones) de bonos del tesoro a corto plazo. En 1918 el Reichsbank reconocía una deuda flotante de 49.000 millones, y una acumulada de 96.000, en tanto que la cantidad de dinero en circulación se había incrementado de 2.900 a 18.600 millones. Los instrumentos de financiación a los que había recurrido el régimen imperial habían supuesto, por tanto, un crecimiento del 600% del déficit presupuestario y del 500% de la masa monetaria en circulación. En este sentido, la inflación era menor de lo esperado, ya que la depreciación de la moneda alemana con respecto al dólar entre 1914 y 1919 fue aproximadamente de la mitad: de la relación 1 dólar: 4,2 marcos, se pasó a 1 dólar: 8,9 marcos en enero de 1919. Los precios sólo habían subido un 140% para diciembre del 18, situación similar a la inglesa.

En lo concerniente a las reparaciones de guerra, tras varias reuniones preeliminares en 1920, la Conferencia de París de 1921 había fijado las mismas en 269.000 millones de marcos-oro, a pagar en 32 anualidades, cifra que fue reducida a 132.000 en la Conferencia de Londres. Independientemente del torpe método seguido para fijarlas, estas sumas eran una pequeñez en comparación con el esfuerzo que soportó la Alemania nazi para rearmarse militarmente. Las reparaciones venían a representar no mucho más allá del 1 ó del 2% del PIB, y en torno a un tercio del déficit; suponían en total 8.000 millones de marcos anuales, es decir, menos de la cuarta parte de los gastos bélicos alemanes cada año de la Primera Guerra Mundial. Estas reparaciones se pagaron con prestado prestado por los propios Aliados, que los alemanes jamás devolvieron. Entre septiembre de 1924 y julio de 1931 Alemania pagó, bajo los planes Dawes y Young, 10.821 millones de marcos reparaciones. No volvió a pagar nada más. Por el contrario, su deuda externa pública y privada importaba aproximadamente en el mismo periodo 20.500 millones de marcos, a los que se pueden añadir unos 5.000 millones de marcos de inversiones extranjeras en Alemania; en el mismo periodo Alemania invirtió en el extranjero unos 10.000 millones de marcos.

Para hacer frente al incremento del gasto público provocado por su política social sin aumentar los impuestos, el gobierno alemán se empezó a imprimir cada vez más papel-moneda, aferrándose al error de que la devaluación de la moneda se debía, no a la expansión monetaria y crediticia, sino a la desfavorable balanza de pagos. Hasta enero de 1922, la moneda alemana se devaluó hasta 36,7 marcos por dólar, momento en que la inflación tomó proporciones anormales. A principios de 1922 los precios aumentaron aproximadamente un 70%, lo cual había causado un aumento de salarios (sólo del 60%). En diciembre de 1922 el dólar ya alcanzó el promedio de 7.592 marcos y después de la ocupación del Ruhr en enero de 1923, su caída no tuvo fin. Para entonces la mayoría de la gente había perdido todos sus ahorros, y los contribuyentes se dieron cuenta de que, simplemente con retrasar el pago de sus impuestos, la depreciación del marco los haría desparecer. La Hacienda se hundió, y el gobierno, cada vez con menos ingresos, se financió imprimiendo aún más billetes. El dólar pasó de 17.972 marcos a 350.000 en julio, 1 millón a comienzos de agosto, 4 millones a mediados de mes, y 160 millones a finales de septiembre. El derrumbe del marco fue tan absoluto que dejó de funcionar como valor de cambio, con el consiguiente colapso de la economía alemana. Para octubre de 1923, el 1% de los ingresos gubernamentales procedían de los cauces habituales, y el 99% de la emisión de nueva moneda. En torno al 15 de noviembre se pagaba la inimaginable cantidad de 4’2 billones de marcos por un único dólar. Fue en ese momento cuando Hjalmar Schacht puso en vigor el Rentenmark, una moneda para uso interno respaldada por la riqueza económica del país. Algún tiempo después se creó el nuevo Reichsmark, que sustituyó a las viejas monedas a partir del 11 de octubre de 1924. Los antiguos billetes fueron puestos fuera de circulación el 5 de junio de 1925.

Pese a que el “milagro del Rentenmark” resolvió el problema de la hiperinflación y permitió estabilizar la economía, sus devastadores consecuencias siguieron siendo las mismas. Las diferencias sociales se acentuaron enormemente, y, como de costumbre, los más ricos no sólo no se vieron perjudicados por la hiperinflación, sino que salieron beneficiados. Las grandes empresas pudieron así librarse de sus deudas, reducidas a cero, muy rápidamente. Algunos grandes industriales, gracias a esto, pudieron multiplicar por diez su fortuna: el ejemplo típico es Hugo Stinnes, el llamado "nuevo Kaiser", que creó un inmenso trust industrial adquiriendo empresas arruinadas a precios bajos, gracias a préstamos que devolvió al cabo con marcos sin valor alguno. El poder económico salió fortalecido de la inflación, lo cual constituye la diferencia fundamental entre la crisis de 1923 y la que llevó a Hitler al poder a comienzos de los años 30.

La clase media, en especial los rentistas, quedaron arruinados mucho antes de que la inflación adquiriera proporciones delirantes. Los ahorradores perdieron todo su dinero, mientras que la gente que gastó su dinero en comprar inmuebles y bienes tangibles, la gente que más se endeudó, se había hecho rica. Para el alemán medio era el mundo al revés: las personas que siguieron las normas se vieron estafadas y traicionadas, mientras que quienes las violaron se enriquecieron.

Además, unida a la pérdida absoluta del valor del marco, se produjo un alza disparatada de los precios. La hiperinflación de 1923 acabó con la sociedad alemana de preguerra. La reducción del gasto público y las prestaciones sociales para equilibrar personas que llegaban en el momento en que eran más necesarios, después de que gran parte de la población se hubiera arruinado. Deprimidos y desengañados con el republicanismo, su clase política y la pobreza mercantilista, el pueblo empezó a dar crédito a las nuevas alternativas, como el nazismo.Ante la miseria, el hambre y la falta de atención sanitaria, el ocio se convirtió en un medio de evasión de masas, lo que creó una poderosa industria del ocio (unterhaltungsindustrief) en torno a la prensa, la radio y, sobre todo, el cine, en una verdadera ola de americanización y escapismo social. Fue una época de esplendor para teatros, clubes nocturnos y cabarets, un momento de excepcional riqueza intelectual y artística, con el auge de las vanguardias, representadas por Otto Dix y Bertolt Brecht.

Nueva moneda

Archivo:Stresemann.jpg
El político alemán Gustav Stresemann, canciller durante la República de Weimar y gran responsable de la salida de la crisis

A finales de 1923 se puso fin a la inflación con la creación del nuevo marco. Hasta 1926 siguió un difícil período de transición. El efecto inmediato de la estabilización fue el fin de la ilimitada demanda de bienes del período de la inflación. Inmediatamente la actividad económica decayó sensiblemente y la cesantía aumentó, afectando a más de la cuarta parte de los trabajadores a finales de 1923. Sin embargo, una vez que se puso en vigor el plan Dawes, a mediados de 1924, renació la confianza internacional en el marco y los préstamos internacionales empezaron a afluir a Alemania, atraídos por los altos tipos de interés. Con el final de la protección contra la competencia exterior que la inflación trajo consigo y con el nuevo rumbo de los intercambios exteriores, la industria alemana tuvo que enfrentarse a dos problemas.

Uno consistía en modificar el equilibrio de la producción industrial para hacer frente al modelo de posguerra de demanda interior y mundial, problema menos agudo en Alemania que en Inglaterra, pero importante en industrias coma las de los astilleros y la del carbón. El otro era el resultado de la naturaleza de algunas inversiones del período de inflación, muchas de las cuales resultaron antieconómicas en condiciones competitivas normales. De aquí que los últimos años de la década de los veinte fuera un período de ¨racionalización¨, con un alto nivel de cesantía que alcanzó su punto culminante en 1926. Sin embargo, la produccipon industrial se incrementó después de 1926, en 1927 superó el nivel de la preguerra y continuó ascendiendo hasta principios de 1929. Las ganancias de los obreros aumentaron cerca de un tercio entre 1925 y 1929.

Fuentes

  • Ambrosius, Gerold y Hubbard, William. "Historia social y económica de Europa en el siglo XX". Madrid: Alianza, 1992. ISBN 84-206-2711-9.
  • Colectivo de Autores Historia Universal y de Cuba (1900-1959) Editorial Ciencias Sociales (1978)
  • Klein, Claude. "De los espartaquistas al nazismo: La república de Weimar". Madrid: Sarpe, 1985. ISBN 84-7291-938-2.