Blas Infante Pérez

Blas Infante Pérez
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NombreBlas Infante Pérez
Nacimiento5 de julio de 1885
Casares,Málaga, Bandera de España España
Fallecimiento1936
Sevilla España
CónyugeAngustias
PadresLuis y Ginesa

Blas Infante Pérez. Inspirador del movimiento andalucista

Síntesis biográfica

Nació el 5 de julio de 1885 en Casares, pueblo de Málaga “posado en rocas partidas”. Hijo de Luis, labrador de profesión, y de Ginesa, se crió en compañía de los hijos de labradores de distinta condición.

En febrero de 1919 contrae matrimonio con Angustias, natural del pueblo de Peñaflor, mujer culta, laboriosa y cristiana con la que tuvo cuatro hijos; y se traslada a Sevilla. Días antes había redactado junto con otros andalucistas el “Manifiesto Andalucista de Córdoba”.

Estudios

De los 11 a los 14 años es alumno interno del Colegio de los Escolapios de Archidona. En Granada, donde estudia y consigue una Licenciatura en Derecho y hace estudios de Filosofía, toma contacto con la cultura de Al-Andalus, de la que se hará un conocedor excepcional y la cual marcará uno de los pilares de su pensamiento.

Trayectoria revolucionaria

De posiciones radicales, en él habla de “la autodeterminación de la patria y la nacionalidad andaluza” y de la “futura federación hispánica” o de los “Estados Unidos de España”. Interclasista, en él se dirige a los andaluces en general, sin importar la tendencia política o el estrato social.

Con 24 años es notario pero, por no alcanzar la edad reglamentaria, no podrá ejercer hasta 1910, fecha en la que se traslada a Cantillana. Entre la ciudad y el campo, viajando a menudo a Sevilla, vivirá trece intensos años, hasta la Dictadura de 1923.

Este notario de Sevilla, cercano a los ideales del krausismo y del regeneracionismo, desarrolló un pensamiento nacionalista original aplicado a Andalucía, que plasmó en su obra Ideal andaluz 1915.

En sus propuestas, fuertemente idealistas, Blas Infante buscaba la «regeneración» de Andalucía por la acción, al margen de los partidos, de un movimiento de «hombres nuevos» (los andalucistas) que acabaran con el caciquismo y fomentaran la imprescindible reforma agraria para crear una clase media de campesinos propietarios.

Su actitud de intelectual exquisito, reacio a participar en las luchas partidistas como a manipular alas masas con un discurso populista, le dejaron aislado, a pesar de su empuje inicial en la creación de órganos de prensa y Centros Andaluces, en los últimos años de la Restauración.

Tras la proclamación de la Segunda República (1931), Blas Infante aprovechó el nuevo marco democrático para introducirse en la política: transformó los Centros Andaluces en Junta Liberalista de Andalucía, se presentó sin éxito a las elecciones de 1931 en una candidatura andalucista cercana al Partido Republicano Federal, vio rechazado su intento de acercarse al Partido Social Revolucionario por la desconfianza de los líderes obreros, y se integró en Izquierda Radical Socialista 1932, partido con el cual volvió a fracasar en las elecciones de 1933.

La situación trágica de los jornaleros andaluces queda grabada en su alma de niño, describiéndola más tarde: “Yo tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo he visto pasear su hambre por las calles del pueblo... desarrollando una vida que se confunde con la de las bestias; los he visto dormir hacinados en sucias gañanías, comer el negro pan de los esclavos, trabajar de sol a sol... y he sentido indignación al contemplar que sus mujeres se deforman consumidas por las miserias de las rudas faenas del campo, cómo sus hijos perecen faltos de higiene, cómo sus inteligencias se pierden, permaneciendo totalmente incultas, requerida toda la actividad, desde la más tierna niñez, por el cuidado de la propia subsistencia; y he sentido vergüenza... vergüenza de España y de Andalucía.” (El Ideal Andaluz).

Más tarde, éstos serán para él los desheredados de su añorada Al-Andalus, tras el reparto de tierras a los jefes de los conquistadores extranjeros. Este será el origen, para él decisivo, del latifundio andaluz.

Empieza aquí una etapa donde profundizará en los males del campo andaluz –el llamado gran problema histórico andaluz: latifundio, caciquismo, especulación, explotación del jornalero...– y en sus soluciones.

Su Reforma Agraria, que se constituye en otro de los ejes de su programa político e incluso en su asunto vital, se basa, como restauración de una justicia histórica, en el reparto de tierra a los jornaleros a través del control del Estado, en la colectivización y en una función educadora que elimine el individualismo y los vicios adquiridos en la pobreza y la miseria jornalera. ¡Pedid tierra y libertad! escribirá en el Himno de Andalucía.

Una función educadora –expuesta más tarde con detalle en su obra la Dictadura pedagógica– que, como en su glorioso pasado, eleve espiritualmente al pueblo andaluz sobre el materialismo, el racionalismo y el maquinismo europeo, tan aborrecible para él.

Que lo eduque en una moral superior, solidaria y altruista. Que le enseñe su verdadera y grandiosa herencia: tartésica, salomónica, fenicia, griega, romana y cristiana, y le muestre la verdad sobre el culmen de las civilizaciones habidas en Andalucía: Al-Andalus, síntesis luminosa e iluminadora de Oriente y Occidente, gloria de las ciencias y las artes, y destruida por la acción de los bárbaros y fanáticos europeos. Que le muestre la verdad del genocidio del pueblo andaluz, de su exilio y de su esclavización.

A partir de ahora asistirá a los debates andalucistas en el Ateneo de Sevilla. A ellos se dirigirá así: “Yo creo en la fatalidad de la muerte por la vida. Aquella existe sólo como condición vivificadora. A través de los cataclismos, la vida triunfa por el renacimiento. Así, entre los hombres, triunfo de la tiranía por la libertad, de los egoísmos por el amor.

Por eso, antes perecerá la Humanidad que el Ideal no encuentre una voz en que modular su eterno canto a la perfección humana. Mientras exista un solo hombre existirá un alma generosa en que tallar un altar para ofrendar el sacrifico.” (El Ideal Andaluz, 1915). Palabras proféticas de su propio destino.

Es interesante destacar que estando Infante completamente comprometido con la lucha obrera – “inclinémonos siempre con los trabajadores, no con los explotadores” (Andalucía)–; tuvo la perspicacia de descubrir y criticar los excesos de estas ideologías –“La revolución rusa está degenerando en un comunismo de cuartel que forma las peores formas de burocratismo”–.

Refiriéndose al plazo de cincuenta años que Lenin calculaba para el ejercicio de la libertad en Rusia, escribe profetizando: “Si reprime durante este tiempo la solidaridad y libertad, ¿cómo va a llegar a construir la sociedad comunista libertaria y fraternal?. ¡Vaya una escuela de libertad e igualdad la que ofrece a la generación venidera!”. No se adhiere a la lucha de clases, y se opone a la Dictadura del Proletariado porque, dice,reprime el comunismo libertario y fraternal.

A ella, y a la dictadura capitalista burguesa, opone la Dictadura Pedagógica (1921) a la que llama también Prolekultur, de la que proceden las citas anteriores y donde hay incluso apuntes anticonsumistas y ecologistas. A pesar de estas críticas, el pensador andaluz habla a menudo del “Ideal supremo de la Sociedad comunista” al que aspira.

Pero él tiene su propia concepción del comunismo, muy alejada de lo que había venido a ser en la práctica. La consecución de un ideal de bienestar económico no sólo es insuficiente para las innatas aspiraciones del alma humana, sino que es irrealizable sin una profunda revolución cultural o dictadura pedagógica que evite que en corto plazo todos los vicios del pasado vuelvan a reproducirse. “Revolución a todo trance contra el régimen capitalista, pero revolución no formal o legislativa, o burocrática, sino revolución honda, esencial o fundamental del espíritu de los hombres”.

(La Dictadura pedagógica). En este sentido habla del “consumismo de los apóstoles de Cristo” y de “La primera República que existió en España, la andaluza de Córdoba en el siglo XI... Y el primer partido comunista que apareció en Europa, el dirigido por el almeriense Ismael al Roaxani... expresión posterior de las agitaciones societarias de nuestro gran Aben Masarra.” (Tablada).

Colaborará en la revista Bética, publicada por el Ateneo, para luego fundar la revista Andalucía con algunos de sus más cercanos colaboradores, como García Nielfa. Expone al Ateneo una “memoria” que será el primer libro de Infante, El Ideal Andaluz. Desde entonces tomará contacto con el mundo obrero a través de elementos anarquistas, comunistas y socialistas con los que colabora y debate, pero sin dejarse arrastrar por ellos, les dice: “Pertenecéis a este lugar de la Tierra y a este grupo de la Humanidad; comenzad por su redención. Así impulsaréis la de los demás”.

Muerte

Murió asesinado en el año 1936 en Sevilla por partidarios de los militares sublevados en los primeros momentos de la Guerra Civil.

Fuente