Cultura aborigen en Sagua de Tánamo

Cultura aborigen en Sagua de Tánamo
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Hacha petaloide
Fecha:Siglos XV-XVIII
Lugar:Sagua de Tánamo
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba

Cultura aborigen en Sagua de Tánamo. Desde el propio Diario de navegación de Cristobal Colón existen referencias al territorio de Sagua de Tánamo y la presencia allí de una población aborigen, numéricamente significativa, perteneciente a la cultura taina, ubicados en la etapa de desarrollo de una economía de producción, pues son agricultores. Esos primeros habitantes han mantenido su presencia étnica, así lo demuestra su genealogía en el siglo XIX, además su huella en la historia y cultura es palpable, sobre todo en la toponimia y los vocablos.

Evidencias de la cultura aborigen en Sagua de Tánamo

El Diario de navegación de Cristóbal Colón, devino en una de las crónicas de Indias, que han legado significativas páginas a la historia y la cultura de los pueblos de América. En el primer viaje en el nordeste holguinero, en el contacto de los europeos con los aborígenes, se aprecian evidencias a estimar en la evaluación del momento de encuentro e intercambio cultural, que inició el proceso de colonización.

El jueves 15 de noviembre de 1492, segundo día de Colón en la bahía de Tánamo, o Mar de Nuestra Señora, como él la bautizara, salió en las barcas a explorar los cayos e islas existentes, percatándose que:

"(...) algunas de ellas eran labradas de las raíces de que hacen su pan los indios."[1]

Con independencia a que fue la primera vez que Colón hizo referencia a la yuca en su Diario, lo más interesante es que se refirió a su cultivo, dando a conocer la existencia de aborígenes agricultores en el territorio, una de las categorías en que el Dr. José Manuel Guarch del Monte, subdividió culturalmente a estos primeros pobladores.

Colón da una visión preliminar de dichos habitantes primitivos, ubicándolos entre los más desarrollados (agricultores) y le imprime una mayor dimensión a la imagen, al decir que:

"(...) halló haber encendido fuego en algunos lugares: (...) gente había alguna y huyeron."[2]

Es decir, además de significar el poblamiento, habla de la yuca que cultivaban los nativos para su alimentación y el fuego visto para cocer el casabe.

Jesús Guanche Pérez, en ‘’Componentes étnicos de la nación cubana’’, aunque toma otra subdivisión, la de los preagroalfareros, dice que eran:

“(…) pequeños grupos dedicados a la caza, la pesca y la recolección, tanto de productos vegetales, como de algunas especies de la fauna terrestre y marina, como es el caso de ciertos géneros de moluscos propios de zonas costeras (…) /que vivían/ en zonas cercanas a las costas, en cayos y pequeñas islas”[3]

En el Diario de navegación, Colón ofrece la información necesaria para considerar a los habitantes como taínos o agroalfareros, mientras que Guanche Pérez refiere, que:

“El conjunto humano de los taínos (agroalfareros) habitó gran parte del territorio de Cuba, y (…) en los valles del sistema montañoso de Sagua-Baracoa, en la actual provincia de Guantánamo, donde existió también una zona de relevante densidad demográfica.”[4]

El miércoles 14 en elogio a la naturaleza del lugar, Colón se refirió a la fertilidad de sus tierras, corroborándolo el sábado 17 de noviembre:

“(...) y fue a ver las islas que no había visto por la banda del Sudueste: y vido muchas otras y muy fértiles.”[5]

Tan apreciadas fueron las condiciones para la existencia de la población aborigen en los predios formados por los cayos de la bahía, que el sábado 17 de noviembre, dos de los indios, que traía consigo desde Gibara, se dieron a la fuga, hecho reflejado en una crónica:

“Este día, de seis mancebos que tomó en río de Mares que mandó que fuesen en la carabela Niña, se huyeron los dos más viejos,” [6]

Lo que constituye la primera manifestación de rebeldía aborigen encontrada por Colón en Cuba, símbolo de rechazo al encuentro y colonización. De tal manera, en dichas crónicas quedan registradas las primeras huellas prehispánicas en Sagua de Tánamo, corroboradas con la osamenta de un cuerpo presumiblemente aborigen, encontrado por el médico e historiador y arqueólogo Ghiraldo Jiménez Rivery, en la década de 1930, en las arenas de playa de Mejías, en el propio litoral atlántico.

Grabado que muestra las rutas de la conquista

Un informe del licenciado Juan Rodríguez Obregón, que data del año 1533, existente en los fondos del Archivo Provincial de Santiago de Cuba, sacado a la luz por Hortensia Pichardo en Documentos para la Historia de Cuba, en 1965, refiriere “Que a más de diez años que en la provincia de Cagua (Sagua) andaba alzado el indio principal Guamá(…)”[7]

En el mapa de José María de la Torre, fechado en 1841, aparece Sagua de Tánamo como cacicazgo o provincia aborigen, información complementada por diferentes autores, entre ellos Fernando Portuondo en su Historia de Cuba, en 1965, en el que Baracoa y Maisí aparecen en el nordeste y corrido al Oeste, el cacicazgo de Sagua, limitando en su extremo izquierdo, con el cacicazgo de Barajagua, que topa al Sur con el de Bayaquitirí, el cual asume los territorios de Santiago de Cuba y Guantánamo. [8]

En 1513 salió un bergantín desde la bahía de Sagua, devenido en la tercera expedición dirigida por Diego Velázquez desde Baracoa, al sur de la Isla y la de Pánfilo de Narváez, al centro. [9]

Caracterización étnica

Los fondos documentales de la parroquia de la Santísima Trinidad y el Registro Civil de Sagua de Tánamo, muestran entre los años 1836 a 1860, la localización de familias con raíces aborígenes como: la Pérez Pérez; la Pérez Ábila;[10] la Vázquez Pérez y la Ábila Bernal, todas con una interconexión genealógica explicable; la Torres; Marrero; Brito; Rodríguez; Hernández; Cárdena; Garlobo y la Ortiz, que constituyen aportes considerables al etnos del territorio.

El casamiento del español José del Rosario Pérez, natural de Murcia, con la india legítima no mestiza Paula María de la Caridad Ábila, el 26 de enero de 1836, permitió encontrar también a su padre Damián Pérez igualmente de Murcia, casado con la india legítima no mestiza, natural de Baracoa, Juana Pérez, originándose las genealogías mestizas Pérez Ábila y Pérez Pérez, de componentes étnicos aborigen e hispano.[11] Esto no quiere decir que sea el primer caso de cruzamiento con tales componentes étnicos, pero sí el primero registrado hasta el momento en Sagua de Tánamo.

Aparece además la familia Ábila Bernal, identificada a través de Rafael Ábila, natural de Bayamo, presumiblemente de origen indio, quien se casa con Ana Luisa Bernal, natural de la isla de Santo Domingo,[12] que marca la continuidad del proceso de mestizaje en Sagua de Tánamo. Otro ejemplo es cuando el 29 de noviembre de 1836, se da el matrimonio de Benito Vázquez Vilariño, natural de Vivanco, Lugo, Galicia, con la criolla y mestiza Claudia Lucinda Pérez, hija de los antes mencionados Damián Pérez y Juana Pérez.[13]

El 11 de junio de 1847 fue bautizada Narcisa de la Caridad, nacida el 28 de octubre de 1846, hija natural de la india Agustina Torres.[14] En igual fecha, Manuela Marrero, también india, inscribió y bautizó a María Victoriana Bembenuta, hija natural nacida el 28 de marzo de 1847.[15] En el mismo tomo de la parroquia local se encuentra el indio nativo Jonás Rodríguez, casado con Dolores Basulto, quienes comparecen en el bautizo su hija María Josefa Bonifacia, nacida el 14 de mayo de 1848, los que originan la genealogía Rodríguez Basulto, presentándose de nuevo cinco días después en dicha parroquia para el bautizo de otra hija de ambos, nombrada María Gregoria;[16]

En el libro de bautismos para blancos, en el año 1850 se registra el bautizo de Tomasa de Aquino, hija de la india nativa María Manuela Hernández, caso simbólico por el papel evangelizador de la Iglesia a partir de la población aborigen nativa. También se reporta el fallecimiento de Rosa Brito, de la raza india, natural de Holguín, casada con Juan Muñoz, fallecida el 20 de diciembre de 1852, como resultado de la fuerte epidemia de cólera, que azotó el territorio, originando la genealogía Muñoz Brito.[17]

Del Cobre en Santiago de Cuba, se registra al indio libre Juan Francisco Cárdena, quien contrajo matrimonio con Rosa María Oquendo, natural de Baracoa, el 2 de abril de 1853, [18] dando origen a la familia Cárdena Oquendo, con aporte presumiblemente aborigen de Rosa María, a partir de todo lo que Baracoa ha tributado poblacionalmente a Sagua de Tánamo.

En el año 1854 aparece una india nativa, así no más, sin ofrecer otro dato que la identifique, inscribiendo una niña, nombrada Rosa María del Sacramento,[19] por supuesto hija natural, sin revelar la identidad del padre.

Una de las genealogías de mucho interés es la Ortiz. Por una parte tiene a la familia Ortiz Garlobo, registrándose el nacimiento de la niña María Dorotea, nacida el 6 de febrero de 1855 y bautizada el 10 de mayo de 1856, hija legítima de Dn. Juan Bautista Ortiz, natural de Bayamo y de la india María Dolores Garlobo natural de Jiguaní, con sus abuelos paternos José María y Candelaria Benítez, siéndolo por la vía materna José y Antonia.[20] Por su parte la familia Estol Ortiz, de componente hispánico y aborigen, aparece el 4 de agosto de 1855, cuando la india nativa Teófila Ortiz, esposa del catalán Francisco Estol bautiza a la hija legítima de ambos Lucila María Bonifacia, nacida el 4 de mayo del mismo año.[21] De igual modo, la familia Pérez Ortiz, compuesta por el liberto Juan Nepomuceno Pérez y la india Antonia Ortiz, cuando el 15 de julio de 1860 hacen el bautizo de Alejandrina de la Caridad, hija legítima de ambos, participando como padrinos la india Teófila Ortiz y su esposo Francisco Estol, acto reforzado con el parentesco de madre e hija entre Antonia y Teófila.

Los tres casos dan continuidad a la población del territorio a través de sus descendientes, con características étnicas similares. El primero se verifica en María Bonifacia; el segundo en María Dorotea y el tercero en Antonia de la Caridad, todos con la condición de hijos legítimos. Comparados con la descendencia de la población esclava, constituye un privilegio, por la limitación en la generalidad de descendientes de esclavos preferentemente africanos, a llevar la condición de hijos naturales.

El punto de enlace entre la generación de Teófila Ortiz y la generación actual en Sagua de Tánamo, lo constituye Esmeraldo Estol Ortiz, primo en primer grado de Antonia Ortiz, abuela de pobladores actuales con más de 80 años de edad, que han conformado la familia Prego Ortiz, de tez mestiza particularidad que, en la presente población de Sagua de Tánamo, tiene diferentes direcciones genealógicas, que la enriquecen. De ellas la Muñoz Brito; las Torres y Moreno, condicionadas por hijos naturales; también las Cárdena Oquendo; Pérez Pérez; Pérez Ortiz; Ortiz Garlobo.

Toponimia y vocablos

Sergio Valdés Bernal en su libro Lengua nacional e identidad cultural del cubano, publicado en1984, ayuda a conocer que “(…) los indocubanos que entraron en contacto con los conquistadores ibéricos hablaban una misma lengua identificada como aruaca, la que hoy se denomina aruaco insular.”[22] A pesar de su extinción ello no impidió que en el habla haya quedado generacionalmente durante cinco siglos, una persistente huella aborigen.

En tal sentido, Valdés Bernal, apunta que si “(…) la población autóctona desapareció como entidad lingüístico - cultural independiente (…) no quiere decir que el aborigen, como tal, se extinguiera rápidamente (…)”[23]

También acota que

“(…) existen evidencias arqueológicas e históricas, documentadas por escrito, respecto de la sobrevivencia hasta mediados del siglo XIX, de indocubanos en regiones aisladas (…) o en pueblos creados por los españoles (…)”[24]

Señala a Guanabacoa y El Caney en Santiago de Cuba, pero hay que añadir el Cerro de Yaguajay en Banes, donde las evidencias encontradas en Chorro de Maíta, constituyen testimonio fidedigno de población nativa junto a elementos europeo, africano, y al hombre mesoamericano, en interesante y complejo proceso de transculturación. En ello es necesario incorporar a Sagua de Tánamo, donde junto a su toponimia, las evidencias documentales, etnolingüísticas y materiales visibles, denotan la existencia de una población aborigen.

Majadero encontrado en Topí

Sirven de ejemplos las comunidades denominadas: Los Indios del Sitio; La Caridad del Sitio; El Sitio; Los Indios de Cananova, interconectados geográficamente y El Salto del Indio, algo más distante; además de la localización de cinco asentamientos en las zonas rurales de: San Andrés, La Cruzada, Cayo Grande, Topí y Naranjo Agrio, en los que se han encontrado al ras del suelo, sin excavación alguna, evidencias materiales de consideración. En Cayo Grande, punto situado a 15 km del centro urbano en dirección sur, fue encontrada la mayor cantidad de piezas. Río abajo aproximadamente a un kilómetro, está el lugar conocido como El Salto del Indio, separado de La Cruzada por otro lugar de interés, Los Canarreos.

El Museo Municipal atesora hachas petaloides, un mortero, majaderos, sumergidores, plomadas, gubias de concha, esferas líticas, y una macana o destral, contando con otra de mayores dimensiones, encontrada producto de la explotación de los bancos de arena en las márgenes del río Sagua, además de contar con una pieza de cerámica fragmentada sin identificar.

Majadero encontrado en Cayo Grande

En un mayor acercamiento a la toponimia, se encuentra un grupo significativo de vocablos (fitónimos), que contribuye a identificar la flora del territorio. Por aguacate se nombra una comunidad rural ubicada al noreste del municipio, convertida a principios del siglo XX en un asentamiento de inmigrantes hispánicos; la Ayúa, se traduce en La Ayuíta, también asentamiento en la misma dirección. Se incluye la pequeña comunidad Bejuco, asentamiento rural a unos 15 kilómetros al Sur, próximo al antiguo Camino Real de Guantánamo, voz indígena procedente del aruaco insular.

En el mismo sentido lo aborigen sigue designando otros asentamientos como: Los Cacao, Canoa, La Caoba, Loma del Concuní, aunque su escritura en el aruaco insular es ‘’conconí,’’ El Copal, y Cojatal, una comunidad sub-urbana del municipio Frank País, denominada así por la población local, a pesar de que también le dicen Caojetal, pero en realidad su pronunciación y escritura correcta es Cojatal, procedente de la voz indígena cojate, que nombra la planta silvestre, cuyas hojas son muy apetecidas por el ganado en tiempos de sequía. Sus semillas son empleadas para condimentar alimentos, y para uso medicinal sus raíces.[25]

En la serranía saguera aparecen un grupo de voces del aruaco, también fitónimos como: guárano y guácima, plantas muy comunes que nombran a la vez asentamientos rurales. La primera muy usada como cujes para casas de campo o bohíos, ranchos; de la segunda, se emplea su fibra interior a la corteza, en la artesanía popular, para la construcción de finos sombreros y el tejido de cuerdas o sogas para diferentes usos. Sus semillas se emplean como alimento animal.

Por otra parte, Guagüí es un asentamiento del barrio Miguel, un recodo por donde corre el arroyo del mismo nombre, con un fondo de lomas que, visto someramente, es un perfecto sitio aborigen. Entre los vocablos que, continúan proliferando en la toponimia local se encuentran: jobo, planta común que denomina a El Jobo, dos comunidades y una tercera, El Jobal. De la majagua, está La Demajagua y Majagual; también El Manajú y Manaca, plantas y comunidades del municipio. El vocablo Majayara, se compone de dos voces, también aborígenes: (majá, especie de la fauna aborigen, que nombra un asentamiento rural, mientras Yara, como se sabe, tiene su historia aborigen). Majayara se nombran dos lugares, uno en Baracoa y el otro en Sagua de Tánamo.

En cuanto a la ortografía de algunas voces aborígenes Esteban Pichardo, en su texto ‘’Diccionario provincial casi razonado de voces y frases cubanas,’’ permite entender lo cubano desde su raíz aborigen. En la posible distancia entre lo aborigen y lo cubano media lo hispánico, que inmediatamente al contacto entre las dos culturas, empezó a ejercer presión sobre zonas tan disímiles y susceptibles como el aruaco insular; distancia relativa al aseverar que las voces

“(…) indígenas no se pronuncian ni deben escribirse jamás con: Z, Ce, Ci, ni V, y que si algunos autores peninsulares dijeron ceiba, ciguapa, zapote, llagruma, vivijagua, no fueron exactos en la versión representativa de la Prosodia Americana, confundiéndola con la nativa suya.”[26]

Entonces Pichardo pone como ejemplo, en su forma original, el río Sasá, nombrado actualmente, Zaza. Y señala además, la escritura moderna de: seiba, siguapa, sapote, con (s) en vez de (z) y yagruma, bibijagua, con (y) y (b), sustituyendo la doble ele (ll) y la (v), en confirmación de las normas dichas antes. Lo que ayuda a entender los cambios que el español o castellano de la conquista, empezó a efectuar en el aruaco insular, viéndose todavía en algunos documentos de la época.

Esteban Pichardo hace referencia a otras direcciones y señala la (X) en función de (J) o (S). El transcribió:

“¿(…) no es presumible que nuestros ríos Saguas de la costa septentrional fuesen Jagua como el magnífico puerto al Sur, lo mismo que el vegetal indígena que se escribían con (X), Xagua?,”[27]

Se muestra con suficientes evidencias, la ambigüedad en el uso de letras como la (X) y la (J), corrompida por mucho tiempo, usándose como (H), en los términos Jalar, por halar; hutía, por jutía. Véase que finalmente se aceptó las formas jutía; jigüe por higüe; jicotea por hicotea, del antepasado indígena reciente, que late todavía y anda por muchos parajes de los campos, del nordeste holguinero y en pueblos, como Sagua de Tánamo. Basta con motivar algunas voces longevas y podrán recogerse suficientes ejemplos más.

Otro caso de interés resulta “(…) la sílaba Guá (…) escrita diversamente en varias voces con las letras oa, ua, hua, oua (…)”[28]Dicha sílaba (gua), como la anterior (xa) aparecen contenidas en el topónimo Sagua, proporcionándole inobjetablemente el carácter aborigen. Y no solamente se pone de manifiesto aquí, sino también en la planta silvestre guao, muy común en los campos y breñas.

Huellas de la cultura aborigen

En Sagua de Tánamo, las huellas de lo aborigen coexisten con su población actual, como expresión de apego cultural. En la agricultura: hacer una tumba, quemar y luego sembrar con una coa, ese palo aguzado en uno de sus extremos; además el uso de la coa para cosechar boniatos y otros cultivos.

En la dieta: comer el fruto conocido como chayote; hacer atol, preferentemente de maíz o de sagú, ambas plantas aborígenes; el ajiaco, con su equivalente actual, la caldosa; comer maíz asado; así como el calalú de hojas de boniato, calabaza, yuca, yerba mora.

Vasija de cerámica

En el ajuar empleado para vestir, la enagua, nagua según Fernando Ortiz, esa prenda hasta hace pocos años fue usada por las mujeres debajo de las sayuelas. La hamaca, indiscutiblemente voz indígena, esa cama colgante al decir de Esteban Pichardo, o cama colgadiza, de procedencia taína según Ortiz.[29]

Algunos vocablos, que constituyen evidencias de los indios caribes en Sagua son: catauro, ese medio del ajuar campesino con diferentes usos, inclusive como batea para lavar ropas; macuto, también managüí como en Guantánamo, especie de mochila armada de un saco amarrado por la boca y dos puntos más. La arepa, devenida finalmente en fritura de maíz, históricamente en la dieta del saguero; totuma,[30] en Sagua tatuma, especie de cocimiento o tisana de diferentes plantas para combatir el catarro.

Valdés Bernal dice con claridad que

“(…) el mestizaje biológico (…) generó el mestizaje cultural, en el cual la cultura y la lengua españolas tuvieron una significativa y avasalladora influencia en todos los órdenes de la vida socioeconómica del país.”[31]

Las evidencias de la toponimia, el habla, el ajuar y otras de carácter material, denotan en Sagua de Tánamo una presencia aborigen indiscutible e insoslayable mestizaje cultural de su identidad y cultura.

Referencias bibliográficas

Fuentes

  • Fuente Gerardo Muñoz Aguirre. Historiador de Sagua de Tánamo.
  • Colón, Cristóbal. Diario de navegación, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, La Habana, 1961.
  • Ortiz, Fernando. “Cuba primitiva. Las razas indias”, en: Cuadernos de historia habanera, Ediciones Boloña, La Habana, 2017.
  • Pichardo, Esteban. Diccionario provincial casi razonado de voces y frases cubanas, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1985.
  • Pichardo, Hortensia. “Rebeldías indias: Guamá”, en Documentos para la Historia de Cuba, (Época colonial), Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1965.
  • Portuondo, Fernando. Historia de Cuba (1492 - 1898), Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1965.
  • Valdés Bernal, Sergio. Lengua nacional, e identidad cultural del cubano, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1998.
  • Fondo Parroquia de la Santísima Trinidad de Sagüa de Tánamo, Libro primero de matrimonios, F. 85, F. 89, no. 67.
  • Fondo Parroquia de la Santísima Trinidad de Sagüa de Tánamo, Libro de bautismos para blancos, F. 4, no. 9.
  • Fondo Parroquia de la Santísima Trinidad de Sagüa de Tánamo, Libro de matrimonios para pardos y morenos (1847 - 1881), F. v. del 40.