Nazario Benavídez

Nazario Benavídez
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NombreBenavides, José Nasario
Nacimiento28 de julio de 1805
caserío de Concepción
(hoy un barrio de San Juan),
villa de San Juan,
provincia de San Juan,
virreinato del Río de la Plata
(conformado por las actuales Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay),
Reino de España Bandera del Imperio Español
Fallecimiento23 de octubre de 1858 (53 años)
ciudad de San Juan,
provincia de San Juan,
República Argentina Bandera de Argentina
Causa de la muerteasesinato
Nacionalidadargentina
Ciudadaníaargentina
Ocupaciónpolítico
PadresPedro Benavídez y Juana Paulina Balmaceda

Nazario Benavídez (San Juan, 28 de julio de 1805 - San Juan, 23 de octubre de 1858) fue un militar y caudillo argentino, que ejerció como gobernador de la provincia de San Juan en cuatro períodos distintos. Fue aliado del patriota Juan Manuel de Rosas y del unitario Justo José de Urquiza. Figuró como el hombre fuerte de Cuyo durante más de 20 años, y participó de las luchas entre unitarios y federales. Su asesinato fue uno de los desencadenantes de la batalla de Cepeda (1859), que pondría fin al período de organización constitucional de la Argentina.

Síntesis biográfica

Nació en el curato de Concepción, un caserío a 1,9 km al norte de la minúscula villa de San Juan, hijo de Pedro Benavides (chileno) y Juana Paulina Balmaceda (argentina), de tradición social en aquella ciudad. En su primera juventud ejerció los oficios de podar y tapiar, siendo posteriormente arriero y llegó hasta desempeñar las funciones de director de una destilería de aguardientes hasta 1821, año en que su hermano Juan Alberto fue ejecutado bajo el cargo de anarquista y montonero, en razón de haber tomado parte en la sublevación del Regimiento 19 de Cazadores de los Andes. Se contó entre los cincuenta arrieros sanjuaninos que en 1826 Juan Facundo Quiroga llevó de San Juan en su campaña contra Lamadrid, que resultó victoriosa.

Cuando Juan Facundo Quiroga organizó las fuerzas con las cuales se iba a lanzar en la guerra civil argentina, Benavídez, que era oficial de milicias, sentó plaza en sus filas el 14 de mayo de 1829, en calidad de alférez de caballería.

En febrero de 1830 se hallaba en Córdoba, bajo el mando del Benito Villafañe, quien no logró incorporarse al grueso de las tropas comandadas por Quiroga, lo que causó la derrota de éste. Luego de ello, el Villafañe firmó un armisticio con el general Paz, lo que provocó la escisión de sus tropas, unas acatando el armisticio y las otras negándose al mismo; en este último grupo quedó Benavídez, quien marchó a San Juan.

Al llegar Benavídez a San Juan, se sublevó, junto con otros, contra el general Nicolás Vega, jefe de las fuerzas de ocupación unitarias en su provincia. A raíz de ello fue tomado prisionero en mayo de 1830. Se fugó en noviembre del mismo año, durante la sublevación del cuartel de San Clemente, y huyó a Chile.

Desde Chile organizó montoneras, que operaban desde la Sierra del Tontal hasta la estancia de Maradona.

El 8 de abril de 1831, luego de la batalla de Rodeo de Chacón, ingresó a San Juan con una tropa de 41 soldados y 3 oficiales. Fue incorporado a la plana mayor del ejército provincial, y al poco tiempo obtuvo el grado de comandante de la recientemente creada División Auxiliar de Los Andes.

Comandante

El 23 de setiembre de aquel año derrotaban en Capayán, al coronel unitario Alejandro Herrero; y el día 27 del mismo mes, batían al sargento mayor Juan J. Guesi, en Miraflores, tomando a este último prisionero, el que fue pasado por las armas, el 30 de septiembre.

Se halló en la batalla de la Ciudadela, el 4 de noviembre de 1831, bajo el superior comando del general Quiroga, donde el comandante Benavídez se destacó por su pericia y por su valor a la consideración de la Superioridad. Se revelaba ya un hombre de calidades distinguidas para la carrera de las armas.

Al frente del Regimiento de Caballería n.º 2 de Auxiliares de San Juan, muerte de 200 plazas, el comandante Benavídez participó en la campaña al desierto formando parte de la División Derecha mandada por el general José Félix Aldao. El 31 de marzo y el 1 de abril de 1833, Benavídez batía a los salvajes en el Arroyo del Rosario y en las tolderías de Yanquetruz, obteniendo una completa victoria, no sin experimentar muchas pérdidas por su parte. El 7 de septiembre de aquel año (1833), el general Quiroga ―que tenía el mando en jefe de las operaciones ejecutadas por las tres Divisiones que participaron en aquella campaña― ordenaba el regreso de las fuerzas de Aldao, las que llegaron a Mendoza a mediados de octubre de 1833.

Matrimonio

Es leyenda en San Juan que, en momentos de hallarse el General Quiroga pasando revista a la tropa, lo notó nervioso y dijo: “A ese hombre le perturba la traición o algo grave le sucede”.

Lo mandó a llamar y lo increpó, acusándolo de traidor. Ante esta circunstancia, Benavídez confesó que sus nervios eran causados por el amor, y que la familia de su novia se negaba al matrimonio por ser él un hombre pobre. Quiroga le respondió: “No se desanime, todo es cuestión de tiempo”.

Al mediodía, Quiroga mandó llamar al cuartel a la futura suegra, y a la semana siguiente, el 25 de octubre de 1833, se produjo el matrimonio. Benavídez se casó con Telésfora Borrego Cano, hija de Pedro Pascacio Borrego y María de los Ángeles Cano, y fueron sus padrinos y testigos presenciales el brigadier general Facundo Quiroga y Felipa Cano y Castro.

El matrimonio tuvo 10 hijos, incluyendo mellizos en dos ocasiones.

Mayor

En 1835, durante el gobierno del coronel Yanzón, Benavídez desempeñó las funciones de mayor de la plaza de San Juan, cargo que ejercía en agosto de aquel año, en la época en que fue procesado y ejecutado el coronel Barcala; como el primero de los nombrados había vencido a Benavídez en la posesión del mando de la Provincia, éste no le perdonó y se lanzó con el propósito de derribarlo. Yanzón tuvo aviso de la conspiración que se tramaba, y para desbaratarla, sin ruido, ni efusión de sangre, sigilosamente, fue a dormir al cuartel que pensaba asaltar Benavídez, donde organizó la defensa y efectivamente, a medianoche se llevó a cabo el ataque, que fue completamente rechazado, huyendo el jefe rebelde a Buenos Aires, donde fue bien recibido por Juan Manuel de Rosas. El 22 de setiembre de 1835, fue declarado fuera de la ley por Yanzón.

Pero la derrota sufrida el 5 de enero de 1836, en el lugar llamado Pango, muy inmediato a la ciudad de La Rioja, por las fuerzas combinadas, de San Juan y de los Llanos, mandadas por Yanzón y Peñaloza, respectivamente, por los riojanos a las órdenes del general Tomás Brizuela, dio por tierra con el gobierno del primero, que fue reemplazado el mismo 9 de enero por José Luciano Fernández, en carácter de interino, el cual, el día 28 del mismo mes derogaba el decreto del 22 de setiembre anterior, declarando fuera de la ley a Benavídez.

Gobernador

Tras la renuncia de Fernández, el 25 de febrero de 1836, la Sala de Representantes eligió gobernador interino a Nazario Benavídez, quien a los 33 años de edad debió conducir una provincia ocupada por el ejército riojano, en que las clases dominantes eran mayoritariamente adictas al partido unitario, y el tesoro público vacío, estando aún pendientes los pagos exigidos por La Rioja y San Luis por la intervención en la provincia y el 8 de mayo del mismo año, ya con el cargo de brigadier general.

En los 19 años que rigió los destinos de aquella provincia, fueron sus ministros sucesivamente: Amán Rawson, Timoteo Maradona, Saturnino Manuel de Laspiur, Dr. Saturnino de la Presilla y el coronel Juan Antonio Durán.

Salvo las interrupciones que le impuso la larga lucha civil, el general Nazario Benavídez ejerció el mando en San Juan hasta el 11 de enero de 1854.

Combatió en Arroyo del Rosario, Saladillo de los Colorados, Sañogasta, Tulcum, Punta del Monte, Chacarilla, San Juan, Rodeo del Medio, Cuesta de Miranda, Los Manantiales, Bañados de Ilisca y Leoncito, y participó en muchos otros combates de menor importancia como hechos de armas.

Ejerció su mandato con cordura, en forma completamente distinta a casi todos sus demás colegas en aquella época turbulenta. Cuando estalló la guerra civil en las provincias del interior, en 1840, Benavídez ocupó el cargo de 2º jefe de las fuerzas federales y en el ejercicio de este puesto iba a aquilatar excepcionales condiciones de hombre de guerra, especialmente, como se verá, en su famosa reacción contra Acha después de Angaco, su digno rival.

El 24 de abril de 1841, Benavídez derrotaba a Brizuela en Tulcum, y el 7 de junio, volvió a obtener un nuevo triunfo sobre éste en Sañogasta, quedando muerto sobre el campo de batalla el propio Brizuela.

Al salir a campaña, en abril de 1841, Benavídez delegó el mando en el coronel José María de Oyuela, hasta agosto del mismo año. Mientras Lamadrid se dirigía a La Rioja, ciudad que ocupó el 22 de julio de aquel año, destacó al coronel Acha con su vanguardia, el cual después de dispersar las guerrillas que bajo el mando del gobernador delegado de Oyuela, le salieron al encuentro, ocupó la ciudad de San Juan el 13 de agosto de 1841. Tres días después, habiendo reunido Acha todos los elementos posibles para el ejército de Lamadrid, se pudo en marcha con el objeto de realizar su incorporación a éste, pero se le cruzó en el camino, en los campos de Angaco, todo el ejército del general José Félix Aldao, del cual formaba parte el general Benavídez con las fuerzas sanjuaninas. Después de una terrible pelea que duró desde la salida del sol hasta el caer de la tarde de aquel día y no obstante la desproporción enorme entre las tropas beligerantes: 600 hombres de Acha contra 2.200 de Aldao, la suerte de las armas favoreció a los primeros, huyendo el segundo, que sufrió pérdidas considerables, en relación a su enemigo, pues los federales tuvieron más muertos que el total de los efectivos unitarios.

El general Benavídez se retiró furioso del campo de batalla, y en el camino, en las inmediaciones de la Cañada Honda, se encontró con el coronel José Santos Ramírez, que conducía desde Mendoza una fuerza de 500 hombres para reforzar a Aldao. Reunido aquel jefe a Benavídez pudo éste contar con una fuerza de 800 plazas y con ella tomó la resolución de atacar al general Acha, al que sorprendió el 19 de agosto en la Chacarilla, punto distante media legua al sur de la ciudad, logrando dispersarle la caballería. El día 22 capituló Acha y Benavídez, con los prisioneros, se puso en marcha para incorporarse a Aldao, lo que verificó el 15 de setiembre en el Desaguadero, retomando el caudillo mendocino el comando superior. La ejecución del general Acha al día siguiente, fue un acto ordenado por Aldao sin ninguna intervención de Benavídez, el cual seguramente se hubiera opuesto a aquel acto.

La destrucción del general Acha agravó considerablemente la situación del general Lamadrid, el cual ocupó la ciudad de Mendoza, mientras el general Pacheco avanzaba sobre esta ciudad. El 23 de setiembre, Lamadrid avanzó hasta la Vuelta de la Ciénaga, donde escaramuceó aquel día contra la vanguardia federal del coronel Velazco. El día 24 se libra en el Rodeo del Medio una gran batalla, en la cual fueron completamente derrotadas las fuerzas del general unitario, que se vio obligado a emigrar a Chile. Con esta batalla quedó prácticamente terminada la campaña de Cuyo. Benavídez volvió a ocupar la gobernación de San Juan el 8 de octubre de 1841, hasta el mes de diciembre en que volvió a delegarla en el coronel Oyuela.

Al año siguiente salió nuevamente a campaña el general Benavídez para batir a las montoneras levantadas por el coronel Peñaloza, al que derrotó completamente el 18 de julio de 1842 en los campos el Manantial de Tucumán. El 15 de enero de 1843 lo volvió a derrotar en el Bañado de Ilisca, y el 17 del mismo mes, en Saquilán y en Leoncito.

En mayo de 1843 fue reelegido para el cargo de gobernador de San Juan. En septiembre del año siguiente tuvo lugar en aquella provincia un intento revolucionario que fue ahogado en sangre.

El 4 de diciembre de 1846 mandó Benavídez que se levantara un censo o enumeración de las fincas y posesiones de todos los pueblos y lugares de la provincia, especificándose la extensión de cada finca en plantíos de viñas o arboledas frutales, en alfalfares o rastrojos de sembradíos que hicieran uso de riego.

En enero de 1847 expidió un decreto relativo al tráfico mercantil por la Cordillera, en vista de las modificaciones introducidas por el gobierno de Chile, restableciendo el comercio con la Argentina por aquella vía.

En marzo de 1848, Benavídez delegó el gobierno en su ministro general Saturnino M. de Laspiur, para salir a campaña a la provincia de Mendoza, habiendo sido nombrado por el gobernador de aquella provincia, general en jefe de las fuerzas mendocinas, con el fin de batir al comandante del fuerte San Rafael, Juan Antonio Rodríguez, que se había sublevado contra la autoridad. Aquella campaña quedó terminada en poco tiempo, regresando Benavídez a San Juan, a ocupar la silla de su gobierno.

En 1849 fue nuevamente reelegido para continuar administrando su provincia.

Cuando se produjo el pronunciamiento del general Urquiza contra Rosas, Benavídez manifestó su adhesión al Restaurador de las Leyes, el que lo premió con la designación de comandante militar del Oeste. Después de la batalla de Caseros, el general Benavídez se adhirió a la política del general Urquiza, concurriendo al acuerdo de San Nicolás de los Arroyos celebrado el 31 de mayo de 1852. Su ausencia de San Juan le ofreció una gran oportunidad a sus enemigos, quienes el 6 de junio lo destituyeron del gobierno que ejercía, y le quitaron el título de capitán general. Pero comunicado este acto al Director Provisorio de la Confederación, éste lo reprobó y ordenó a los gobernadores de Mendoza y San Luis, generales Pedro Segura y Pablo Lucero, para que pusiesen a las órdenes de Benavídez todas las fuerzas de que podían disponer en aquellos momentos.

Ante esta actitud del Jefe del Estado, el gobernador interino Yanzi dictó un decreto el 9 de agosto de 1852, reconociendo al general Benavídez como gobernador titular de la provincia, con todas las prerrogativas inherentes a tan elevado cargo.

El 13 de agosto verificaba Benavídez su entrada a San Juan. El 13 de noviembre estalló otro movimiento encabezado por el coronel Santiago Albarracín, el que dominó la situación de la capital por 6 días, aprovechando la ausencia de Benavídez, el cual el día 19 de aquel mes reocupaba la ciudad de San Juan. En ambos casos, el general Benavídez ejerció severas puniciones contra los alteradores del orden.

El 29 de agosto de 1853 delegó el mando de la provincia en Juan Luis Riveros “por fuertes razones de Estado que a ello le impulsaron”. Habiendo desaparecido las causas que le obligaron a delegar, el 21 de abril de 1854 reasumió el gobierno, en cuyo ejercicio continuó hasta el 30 de octubre del mismo año, en que se vio obligado a ausentarse de la capital para organizar en los departamentos de campaña los cuerpos de milicias provinciales y guardias nacionales mandados crear por decreto del gobierno de la Confederación, de fecha 22 de abril de aquel año; y por llamarle, además, a dichos departamentos otras atenciones de “interés público” y de preferencia a las ocupaciones ordinarias de gobierno. Durante esta ausencia delegó el mando en su ministro Durán.

Su renuncia

El 13 de diciembre de 1854 presentó su renuncia del cargo de gobernador de la provincia, En su carta de renuncia dijo: "San Juan... no tiene que deplorar como las demás el sacrificio de las víctimas inmoladas al capricho de pasiones innobles ni los efectos desastrosos de la Guerra Civil... San Juan ha sido el centro de la reconciliación donde el asilado político encontraba el refugio humanitario y hospitalario que garantía su vida y su propiedad".

Asimismo sostenía que siempre había sido su ánimo separarse del gobierno, que estaba garantizada la paz pública, que anhelaba retirarse a la vida privada y que su salud se hallaba debilitada. El 4 de enero de 1855 se aceptó su renuncia siendo designado en su reemplazo el coronel Francisco Domingo Díaz, a quien puso en posesión del mando el 11 del referido mes, aunque recién el 21 fue electo para sucederlo Francisco Díaz. Durante su largo gobierno, la obra más importante realizada fue la construcción de un dique de piedra para resguardar la ciudad contra las irrupciones del río, obra muy sólida y bien trabajada.

Gobernador interino

El 17 de marzo de 1857 estalló en San Juan una revolución militar incruenta, que colocó a Benavídez en el cargo de gobernador interino en reemplazo de Francisco Díaz, a quien acusaban de haber girado hacia el sector de los liberales del Estado de Buenos Aires. La revuelta contó con la participación de parte de la población civil, por lo que el gobernador no presentó oposición a los revolucionarios.

La corta gobernación de Benavídez impidió su comisión en La Rioja, lo que llamó la atención del gobierno nacional. Éste envió en abril una comisión interventora presidida por Nicanor Molinas, que asumió la gobernación.

Al día siguiente, 19 de marzo, fue mandado reconocer de todos los habitantes de la provincia como gobernador provisorio, ordenándose diese cumplimiento a la voluntad del pueblo y librase a los departamentos de las órdenes conducentes a la promulgación del acta popular.

Prisión

Restaurada la paz en la provincia, el interventor llamó a elecciones, por las que en septiembre fue electo Manuel José Gómez Rufino, reconocido unitario que había participado en el golpe de mayo de 1852 contra Benavídez. Contaba con las simpatías de los liberales y los federales opuestos a Benavídez, y mantuvo fluidas relaciones con los liberales de Buenos Aires, entre los que se hallaba el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento. Benavídez conservó sus cargos militares, lo que produjo constantes roces con el gobernador por la constante intervención de éste en los asuntos castrenses. Gómez creó cuerpos militares fuera del ámbito de Benavídez, cambió los oficiales, persiguió a los partidarios del caudillo y buscó desafiar su autoridad. Ambos recurrieron a Urquiza para que zanjara las diferencias, y el presidente se inclinó por Benavídez, pero sin dar instrucciones claras de cómo proceder al respecto, y librando medidas confusas en relación al conflicto.

En las elecciones para renovar la mitad de la Legislatura provincial de agosto de 1858 triunfaron los partidarios de Benavídez, que contaban con un gran apoyo popular.

El gobierno comenzó a buscar mecanismos para anular las elecciones y, percibido esto por la población en general, la misma comenzó a asistir en gran número a las sesiones de la Legislatura. El gobernador se incomodó por la situación y ordenó la prisión de los amigos de Benavídez, muchos de ellos jefes y oficiales del ejército.

Gómez hizo correr la voz de que era Benavídez el responsable de los movimientos cívicos y ordenó su arresto. El 19 de septiembre de 1858, Benavídez fue detenido en una riña de gallos, ubicada en lo que hoy es la calle San Luis, entre Sarmiento y Ríos, por una gran cantidad de hombres armados. Lo dejaron preso e incomunicado y le colocaron una barra de grillos de 32 libras.

Se acusó judicialmente a Benavídez por conato comprobado de sedición. Esto alteró gravemente la paz social.

La prensa porteña, especialmente La Tribuna y El Nacional – redactado por Sarmiento – requerían explícitamente la eliminación del tirano.

El gobernador Gómez acusó a Benavídez de complotar con los porteños alejados de la Confederación Argentina contra el presidente Urquiza. Su esposa Telésfora, llamada por ese entonces la generala, buscó apoyo en amigos y enemigos para evitar que mataran a su marido y se reunió con sus partidarios que se organizaron para liberarlo.

Asesinato

El 23 de octubre de 1858, los partidarios de Benavídez asaltaron la cárcel para liberarlo. Las tropas del gobernador estaban bajo aviso del ataque, que no pudieron detener. Los benavidistas tomaron la parte baja de la prisión y liberaron a más de sesenta presos, la mayoría por ser partidarios del caudillo. Debían llegar a los Altos del Cabildo, que servía de prisión, y cuando sólo los separaba una pesada puerta tres de los hombres de la guardia del Cabildo que habían resistido al grupo que intentaba liberarlo, se dirigieron a la celda donde estaba el caudillo sanjuanino, trabado por una pesada barra de grillos en sus pies.

El astuto Benavídez ―que sabía que venían a matarlo― saltó sobre el primer atacante armado y lo golpeó con los pesados hierros en la cabeza y lo mató. Pero mientras estaba acostado encima del asesino, un segundo asesino lo atravesó con su espada por la espalda. Y un tercer asesino le disparó dos veces en los omóplatos.

La crónica de Benjamín Victorica da cuenta que:

El general Benavídez medio muerto fue enseguida arrastrado con sus grillos y, casi desnudo, arrojado desde los altos del Cabildo a la balaustrada de la plaza, donde los oficiales unitarios lo patearon en la cabeza y lo escupieron, aún vivo, y se complacieron en teñir sus espadas con su sangre atravesándolo decenas de veces hasta matarlo.

Uno de los incitadores de su asesinato escribió, desde Buenos Aires:

Fue acción santa sobre un notorio malvado. ¡Dios sea loado!
Domingo Faustino Sarmiento

Ese mismo día (23 de octubre de 1858) su cadáver fue entregado a su esposa Telésfora Borrego de Benavídez, a pedido de la misma, para darle sepultura.

Actualmente sus cenizas y las de su esposa están en una misma urna de mármol travertino, que tiene unos 50 centímetros de alto por 60 de largo. Se hallan en el mausoleo de Alejandro Quiroga, ubicado frente al monumento de los padres de Sarmiento, en la calle principal del cementerio de la Recoleta.

Según Alejandro Largacha, chosno nieto de Benavides, “ese mausoleo es de los más antiguos, y era propiedad de la nieta de Benavides, Englantina Sánchez Benavides de Quiroga.

Fuentes