Pascual Galindo Romeo

Pascual Galindo Romeo
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Nacimiento19 de septiembre de 1892
Fallecimiento1 de noviembre de 1990

Pascual Galindo Romeo fue un sacerdote, humanista y docente español, especializado en el estudio de la historia de Aragón. Enseñó en varias universidades de España y fue canónigo de la catedral de Tuy. Se especializó en toponimia y comenzó a estudiar la Marca Hispánica.

Enciclopédico

(Monasterio de Santa Fe, 19-IX-1892 - Zaragoza, 1-XI-1990). Sacerdote y catedrático de Universidad, singular humanista y maestro en numerosas disciplinas, especialmente relacionadas con Aragón y su pasado. Coincidiendo con su temprana vocación sacerdotal cursó estudios en los seminarios de Belchite y Zaragoza, seguidos de cuatro años en la Universidad Gregoriana de Roma que culminaron con la medalla de oro de San Pío X y su doctorado en Teología en 1914.

La I Guerra Mundial le impide su deseo de frecuentar la nueva Facultad de Sagradas Escrituras de Roma, e inicia estudios civiles, bachillerato y carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza; en 1919 es nombrado beneficiado archivero de La Seo zaragozana, redacta su tesis doctoral sobre la documentación de Alfonso I el Batallador. y es nombrado profesor auxiliar de la Universidad de Zaragoza. Obtiene por oposición cátedra de Latín en la Universidad de Santiago de Compostela (1922), y al siguiente año se traslada a Zaragoza, donde permanecerá hasta su traslado a la Universidad de Madrid en 1940.

En estos años de residencia en Zaragoza se suceden muchos éxitos eclesiásticos y civiles: académico correspondiente de la Real de Historia y Arqueología de Bruselas (1921); canónigo honorario de la catedral de Tuy (1923); un decenio después vicerrector de la Universidad de Zaragoza; en 1943 es nombrado prelado doméstico de Su Santidad, y en 1948 canónigo chantre del cabildo de Zaragoza. Las circunstancias de la II Guerra Mundial recortan la conexión de Galindo con los eruditos alemanes del grupo de Enrique Fincke, de la Sociedad Görres, con el grupo benedictino de Ligugé en Francia, con el equipo belga de los Bolandos. Se había significado Galindo como adalid del acercamiento entre Aragón y el Bearn en los campos del excursionismo, estudios de toponimia, de la historia común de los dos países pirenaicos hermanados en sangre e intereses ya en los siglos XI y XII.

Su preocupación como sacerdote por la pastoral le convertirá en traductor fidedigno de la copiosa prosa de Pío XII; será figura prominente en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas a través de los Institutos de Filología Clásica y de Historia Eclesiástica; obtendrá el premio de investigación nacional Francisco Franco por sus trabajos sobre Nebrija, le distinguirán con las encomiendas de Alfonso el Sabio y de San Raimundo de Peñafort.

Galindo fue montañero de primera hora en el Pirineo, miembro activo del Sindicato de Iniciativa y Propaganda de Aragón (SIPA), investigador incansable; fue pregonero de la historia de la Capilla Angélica de El Pilar, de Aurelio Clemente Prudencio y los Innumerables Mártires de Zaragoza, del prelado San Braulio de Zaragoza, de Benedicto XIII de Aviñón, y la Biblioteca de Pedro de Luna, de los Moriscos de Aragón en el siglo XIV, de la biografía del Fray Martín de Alpartir y de Jerónimo Zurita y Castro, Conocedor profundo de archivos, colaboró en la obra internacional de la Hispania Pontificia dirigida por Paul Kehr; sólido erudito en diplomática aragonesa y pontificia.

Enseñó latín clásico y medieval a muchas generaciones a las que infundió amor y respeto por la cultura clásica; no menos hizo con la historia medieval aragonesa; fue experto consumado en Paleografía, en Numismática, en Epigrafía, difundió su mensaje entre discípulos hoy muchos de ellos catedráticos, compartió siempre con alumnos sus pensiones oficiales. Organizó un positivo homenaje al maestro Fincke en el octogésimo aniversario de su nacimiento. Galindo siempre se tuvo por discípulo de Andrés Giménez Soler, pero superó a éste en la creación de discípulos directos, fundó para ello la revista Zurita, desaparecida entre la incomprensión e indiferencia de sus colegas; clamó en vano por que no perdiera Aragón la biblioteca y archivo creados en Cogullada, hoy irremisiblemente dispersos; hizo acto de presencia con sus alumnos aragoneses en el Archivo de la Corona de Aragón a sus propias expensas y con alguna modesta subvención oficial; exaltó el tesoro de Tapices de la catedral zaragozana ya en 1918, que tanto costó exponer al público. Fue un enamorado de Zaragoza, estudioso de las piedras de la muralla romana, de la planta primitiva, de la villa de Cortada en el Gállego; coleccionó el diplomatario de Alfonso I; escribió mucho sobre la rica historia eclesiástica de Zaragoza, sobre los monumentos artísticos de La Seo en el siglo XV, sobre el breviario y ceremonial cesaraugustano, sobre la monja gallega Eteria y su peregrinación a los Santos Lugares, sobre los Beatos visigóticos, y no regateó esfuerzos para conocer a fondo el archivo de protocolos notariales de Zaragoza, los de Sos y otros muchos aragoneses, los fondos hispanos de la Biblioteca Nacional de París, la estupenda biblioteca capitular zaragozana más tarde depredada.

Sus raíces latinas, su estilística latina, su Via ad Latium, sus explicaciones singulares desde su cátedra sobre textos latinos, desde la Ley de Doce Tablas, el monumento de Ancyra, los hexámetros de Virgilio, el difícil Lucrecio, los estupendos comentarios y traducciones del latín cristiano, fueron privilegio para varias generaciones de discípulos. Magnífico estilista del latín clásico, fue epigrafista consumado.

En el bimilenario de Augusto que dio nombre a Zaragoza fue artífice de las fiestas de la ciudad: y logró para ella como «monumento más duradero que el bronce», la réplica del Octavio Augusto regalado por Mussolini al ayuntamiento de esta ciudad.

Falleció en su domicilio de Zaragoza el 1-XI-1990. Tras los funerales en el altar Mayor del Pilar, su cadáver fue inhumado en el Panteón del Cabildo en el cementerio de Torrero.

Fuentes