Corsarios cubanos

Corsarios cubanos
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Concepto:Nombre que se atribuía a los navegantes que, en virtud del permiso concedido por un gobierno en una carta de marca o patente de corso en virtud de la cual, capturaban y saqueaban el tráfico mercante de las naciones enemigas de ese gobierno.

Corsarios cubanos. En la historia de la piratería caribeña ocupan un lugar destacado los corsarios de Cuba.

Conceptualización

Se les conoce existencia tan antigua como la propia aventura, el comercio y los viajes por el mar. La palabra se deriva del griego peirates, transformada en “pirata” al ser latinizada. Hubo piratas entre los fenicios, griegos, vikingos, malayos, chinos y otros pueblos.
En la antigüedad, prácticamente no existieron fronteras marinas, ni tratados, y cuando raramente los hubo, imprecisos o firmes, nunca fueron respetados por estos bandidos del mar, que solo comprendían el lenguaje de la violencia.

Un poco de historia

Con el descubrimiento de América, el Caribe insular y la posterior distribución de los territorios americanos entre España y Portugal, se abrió una nueva etapa que provocó el auge de la piratería, dotando a sus protagonistas de inéditos y magníficos escenarios, además de excelentes motivaciones para sus desempeños. Puesto que al quedar los reinos de Inglaterra, Francia y Holanda fuera del gran festín del Nuevo Mundo, cobró aun mayor impulso el resurgimiento del bandidaje marítimo.
Las entonces desamparadas y solitarias costas del archipiélago cubano se convirtieron en refugio, sitio de reabastecimiento y recreo para muchos piratas, cuyo estandarte era aquel paño negro que desde lejos anunciaba peligro, saqueo y muerte, representado por la calavera humana sobre sables de abordaje o tibias cruzadas.
En 1665, los ingleses colonizaron Jamaica y otras potencias europeas asentaron colonias en las islas y costas del Caribe. Fue entonces cuando España se propuso vengarse de los persistentes ataques de piratas y corsarios extranjeros.
Estos aventureros la habían obligado a navegar en flotas y levantar fortalezas militares en las ciudades más importantes. A partir de ese momento cientos de españoles y criollos recibieron sus patentes o letras de marca para desarrollar las actividades corsarias: abordar naves enemigas y atacar puertos de otras tierras.
La Habana, Trinidad, Remedios, Puerto Príncipe, Baracoa y Santiago de Cuba vieron zarpar a vecinos que se convertirían en personajes célebres.
Algunos de estos personajes son:

  1. Jara.
  2. Mesquía.
  3. Juan Poveda.
  4. Morfa Geraldino.
  5. Tomé Rodríguez.
  6. Pedro José Armenteros.
  7. Blas Miguel Corso.
  8. Parrado.
  9. Mestril.
  10. José Cordero.
  11. Domingo Coimbra.
  12. Vicente López.
  13. Miguel de Manzona.
  14. Andrés González.

Todos ellos aportaron a la historia nacional. Pelearon en Norteamérica, en Bahamas, en Yucatán… Lucharon por el rey español y con permisos de las autoridades coloniales, pero con el tiempo sus experiencias guerreras en organización, manejo de las armas, estrategias y tácticas serían muy útiles para combatir por la independencia.
Al rastreo de legendarios piratas y corsarios cubanos en el Caribe Sus acciones fueron una y otra vez transformadas, edulcoradas, contadas, exaltadas y magnificadas para convertirles en arquetipos deslumbrantes de valor e hidalguía, que unos pocos cubanos y residentes acriollados decidieron seguir. Algunos de ellos lograron destacarse y perdurar en el recuerdo hasta ser elevados a la categoría de leyenda.

Breves rastros de piratas cubanos

Diego Grillo

Dibujo del corsario Diego Grillo

Nacido y criado en La Habana, llegó a ser uno de los más conocidos piratas de la Mayor de las Antillas. Era hijo de peninsular y negra. Dicen que hablaba español e inglés. Muchos coinciden en que: estando Diego al servicio del gobernador de Campeche, era maltratado por este con frecuencia y verdadera saña, razón por la cual se enroló en un buque y se hizo a la mar. También de Grillo se contaba, que por el año 1570 Francis Drake lo apresó al asaltar un galeón español y tomándole gran aprecio, le enseñó todo lo que sabía en las artes del pillaje marítimo.
Posteriormente Grillo se dedicó con gran acierto a la piratería, rondando las costas de Cuba. Se sabe que también estuvo asociado al célebre “Pata de Palo” y a Cornelis Cornelizoon Jol, junto al cual protagonizó el histórico asalto a Campeche en agosto de 1633, donde se produjo la muerte del capitán Domingo Galván Romero, quién comandaba la defensa, del cual se llegó a comentar que era padrino del mulato aventurero. La guarnición de la Villa fue arrasada y aprisionados o muertos cerca de unos trescientos defensores, que en los muelles del puerto intentaban enfrentarse a multitud de botes y bateles tripulados por asaltantes, con las cuales les entretuvieron los piratas. Algunos comentaron que el mismo Grillo, dio muerte al capitán Romero. Pero nunca hubo certezas de esto.
También cuentan que unos años más tarde, en 1636, la viuda del entonces recientemente fallecido gobernador de Campeche, el mismo que le hiciera imposible la existencia al bucanero cubano, embarcó para Veracruz y su nave fue asaltada por Grillo. Cuentan que el pirata cubano, lejos de ultrajar a la que fuera esposa de su mayor enemigo, devolvió todas sus joyas, le ofreció fuerte escolta, y la desembarcó sana y salva en las costas cercanas. Aunque al parecer, algunas evidencias indican que existieron dos piratas conocidos por el nombre de Diego, o que se confundían por el sobrenombre de Dieguillo.

Tomé Rodríguez

Poco se conoce sobre los orígenes de Tomé Rodríguez. Pero es de suponer que la infancia debió escurrírsele entre los muelles, en contacto con marinos y haciendo breves incursiones a los buques surtos en puerto, soñando con historias de piratas. La adolescencia pudo transcurrir entre noticias de intrépidos asaltos a naves y villas por los filibusteros. Porque aprendió todo cuanto había por saber en el arte de la navegación. Y no era malo en el manejo de las armas. Para aquel entonces, España estaba en guerra con Inglaterra. Los ingleses ya estaban asentados en Jamaica como base de operaciones y en el puerto de La Habana, podían verse de cuando en vez magníficos buques de 60 cañones, que salían para abordar las naves enemigas.
En lo más ardoroso de su juventud, Tomé logró una patente de corsario y la asignación al mando de un buque artillado, con el cual derrotó a varios de los más expertos capitanes británicos, entre los cuales se hizo famoso por sus habilidades como estratega. Y es posible que fuese uno de los primeros espías en el Caribe, pues se cuenta que en misiones secretas, desembarcaba sus hombres en Jamaica, infiltrándose en Port Royal, donde lograban conocer de antemano los movimientos del enemigo, la salida de navíos cargados de mercancía con poca escolta y otras informaciones de gran valor. Lo cierto es, que en menos de un año, la actividad corsaria de Tomé Rodríguez, había logrado capturar más de una decena de buques, que dejarían de prestar servicio a Albión, recopilando gran cantidad de pertrechos de guerra y mercaderías de gran valor. En 1762 ocurre la toma de La Habana por los ingleses y el corsario cubano decide convertirse en pirata, sumando su nombre al de otros muchos que llenaron de románticas historias aventureras el Caribe.

Otros piratas y corsarios cubanos en el Caribe

Vicente López, nacido en Santiago de Cuba. Fue otro de los más valientes y osados de los piratas cubanos: en el año 1747 asaltó un buque negrero, cuyo botín ascendió a 285 esclavos africanos.
Y por esa misma época, también navegaron en aguas de Bahamas y la costa este de Norteamérica: Ignacio Olabarría, Domingo Coímbra (portugués residente en La Habana), Juan Ramón Gutiérrez, Andrés González, Juan Bustillos y Miguel Manzona. Amparados todos bajo total apoyo de misiones corsarias, con sus respectivas bases en Trinidad, Baracoa y Santiago de Cuba.
Diego Plácido Vázquez de Hinostroza fue otra figura relevante en su tiempo, de quien se cuenta que armado en corso, con tres naves y ciento cincuenta voluntarios, defendió del ataque holandés una armada que desde Honduras se dirigía a La Habana. Además, se recuerdan los nombres de los audaces: Antonio López; Pedro José Armenteros y Poveda; Luis Francisco Silverio; Andrés Manso de Contreras; Felipe Giraldino y Juan de Morfa Giraldino; los hermanos Francisco y Miguel Vázquez; Diego de Avedaño; y José Domingo Cortázar, entre otros, se escribieron con el más alto honor en las crónicas oficiales de su época, para luego formar parte de legendarias hazañas, donde la fantasía y la historia se dieron la mano.

Diego Párez

Diego Pérez, era de origen español y tenía su base de operaciones en una ensenada muy cerrada, al sur la Península de Zapata, entre la “Punta Don Cristóbal” y la de “Palmillas”, abrigada por dos cayos altos de frondosa vegetación, uno de ellos ahora conocido por “Cayo Diego Pérez”. Aunque actualmente, toda esta cayería, lleva su nombre.
Cuentan que en aquella región, Diego se hacía pasar por un simple contrabandista y enemigo acérrimo de los piratas, con lo que se forjó una aureola de justiciero y valiente, mientras por otra parte, de manera oculta efectuaba sangrientas y traidoras incursiones contra los moradores de estos mismos lugares, incluyendo a sus propios correligionarios asentados en litoral cubano.
Hay un episodio ocurrido en el año de 1538, en la bahía de Santiago de Cuba, en el que Diego Pérez tuvo gran protagonismo. Según relatos de Garcilaso de la Vega, en su “Historia de la Florida”, [...] “a mediados del mes de mayo entró en puerto, una embarcación pirata comandada por un francés. Notando su capitán otra embarcación de igual porte que la suya, dictaminó rendirla y pasó a la acción sin demora. Era esta otra nave la que mandaba Diego Pérez, que en sus trajines ocultos de corso y piratería, había entrado tres días antes al puerto. Comoambos comandantes querían tomar la nave del otro, resonó la artillería, y comenzaron los disparos de arcabuces, entablando una batalla naval que, según algunos, duró hasta la puesta del sol.
Acordaron entonces una tregua durante la cual resolvieron suspender el fuego de artillería, que estaba destruyendo las naves y continuar la lucha con arma blanca, pactaron además una tregua nocturna para curar los heridos y reponerse. Al amanecer del siguiente día se reanudaron los combates con similar fiereza y ánimo, hasta la llegada de la noche, en que cansados y sin reconocerse ventaja en ninguno de los contrincantes, volvieron a separarse, intercambiaron medicamentos, lanzaron al mar sus muertos y se ratificaron los mismos pactos. Cuentan que esa noche, Diego Pérez envió un mensaje a los dirigentes de la ciudad, solicitando alguna remuneración por las pérdidas que estaba sufriendo. Le fue negada y hubo de continuar el combate por su propio honor. La inusual batalla se dice que duró cuatro largos días, al cabo de los cuales, el buque francés tuvo a bien abandonar el estuario”.
Aunque parece haber otra versión del mismo suceso, que cuenta como: “siendo la tarde del 4 de abril del año 1538, a seis leguas del puerto de Santiago de Cuba, entonces capital de la isla de Cuba, un galeón español es apresado por un patache francés armado en piratería y su carga saqueada por estos. En la mañana siguiente, la misma embarcación hace acto de presencia dentro del puerto y entabla combate con “La Magdalena”, pequeño navío que capitanea su propietario, el sevillano Diego Pérez, conocido por ejercer contrabando de aborígenes, esclavos y caballos entre las costas de México y Cuba. El saldo de la batalla es de seis muertos y seis heridos de los ochenta que componen la tripulación filibustera y tres muertos por parte de los defensores. Durante la pelea, un batel francés incendia un galeote español anclado en puerto, el cual estaba cargado de maíz y casabe. La contienda en realidad solo duró unas horas, pero la representación de los cronistas la hace legendaria.”

Bartolomeli, “El Portugués”

Corsarios Cubanos

La primera visita a Cuba que se tiene noticias data del año 1662, donde refiere que asalta en tierra a un piquete de contrabandistas cerca del poblado de Manzanillo. Algún tiempo después, sostiene feroz encuentro con un navío español de gran tamaño, que venía de Maracaibo hacia La Habana. Decide enfrentarlo, a pesar de que dicha embarcación poseía más de veinte cañones, logrando abordarla. Cargado con su botín, enfila hacia costas cubanas, con el objetivo de reparar la nave y obtener avituallamiento, pero tropieza con una escuadrilla española, que le persigue y logra apresarlo con toda su tripulación. Afirman que luego, una tormenta hace que estos navíos peninsulares recalen en el puerto de Campeche, pero mientras preparaban la horca en la plaza de la ciudad, el temerario Bartolomeli apuñala a sus guardianes y escapa del barco a nado, llega a la costa, se interna en la foresta y durante quince días vivaquea en el monte, evadiendo las partidas de búsqueda. En breve tiempo construye una balsa con la cual navega cerca de la costa, hasta encontrase una embarcación pirata que le rescata.
También relatan que convence al capitán de asaltar el navío surto en puerto, que contenía el botín conquistado por él, siempre compartiendo las ganancias. Le brinda este una embarcación con veinte hombres. El ataque se lleva a cabo por sorpresa y en breve tiempo, la misma nave que le sirvió de prisión fue abordada a la vista de todos y recuperado su cargamento. Pero en plena huida, perseguido por los españoles y a la altura de Isla de Pinos, una fuerte tormenta lanzó su navío muy lejos, contra los arrecifes de la cayería “Los Jardines de la Reina”. Algunos aseguran que después de estos acontecimientos, “El portugués” fue visto en un bote arribando a las costas de Jamaica, pero nada más se supo a ciencia cierta, de este aventurero causante de tales leyendas.

Piratas acriollados

Aunque no fueron nacidos en Cuba, al parecer se asentaron por tiempo más o menos prolongado en determinadas regiones de la Isla, de esta manera tomados por naturales y sus correrías siempre enmarcadas en esa neblinosa frontera entre la historia y la leyenda, hicieron que varios puntos de la toponimia cubana llevasen sus nombres, entre ellos figuran:
Gilberto Girón, de origen francés. Quien estableció su asiento en la porción de costa cubana que hoy el mundo conoce como Playa Girón. Y El Inglés, cuyo nombre no parece haber trascendido a conocimiento público y fuera un legendario personaje que encontró guarida en lo que hoy todavía seguimos llamando Caleta del Inglés, al sur de la península de Zapata.

Mujer pirata y legendaria conexión cubana

Una de las más famosas mujeres piratas que navegaron por el Caribe, lo fue Anne Bonny. Se cree que nació en el condado de Cork, Irlanda, aunque luego su familia se trasladó a Carolina, en Norteamérica. Cuentan que ya en su adolescencia, Ann se convirtió en una mujer violenta. Algunos afirman, que en medio de una discusión con su madrastra le asesinó a puñaladas. A la fuga precipitada le siguieron desenfrenados encuentros y pronto se hizo célebre en el ambiente de puertos y tabernas frecuentadas por marinos.
Uno de sus amantes la llevó a New Providence, allí conoce al elegante capitán Rackam y queda maravillada por el famoso aventurero, quien propuso le acompañase en sus correrías por el Caribe. Anne se viste de hombre, sin que nadie sospechase que aquel bizarro joven, convertido en ayudante del capitán, en la privacidad de su camarote, era una hembra. Como resultado de este romance flotante y escondido, Anne tuvo que ser desembarcada en un escondite del litoral cubano, donde muchos creen que parió una criatura, de la cual nunca se supo con plena certeza referencia alguna.
Dicen, que algo después la tripulación de Rackam fue apresada y condenados todos a la horca. Para algunos, Anne se salvó gracias a las influencias que movió su familia en Nueva Inglaterra, y murió pocos años después a causa de unas fiebres malignas.
Pero curiosamente, en el sitio de Tureira, cerca del poblado de Fernandina de Jagua y más o menos por aquella misma época, una leyenda cubana cuenta como Joseph Díaz recibe en su bohío la visita de uno de estos bandidos del mar, hombre peligroso y célebre entre los suyos por sus tropelías.
Se cuenta que venía con él una hermosa mujer de aspecto algo perturbado y en avanzado estado de gestación. El pirata explicó a Joseph, que ella estaba en cinta, había perdido la razón y necesitaba que se le cuidara y alimentara. También solicitó que tomase la criatura bajo tutela, para lo cual trajo ropas, joyas y otros artículos que habrían de servirle por un buen tiempo para estos fines. Después de amenazarlo de muerte si no cumplía, se marchó sin decir cuando volvería. La mujer nunca llegó a recuperarse de su perturbación mental y se fue del mundo también en cuerpo y alma, en el momento dar a luz una tierna y hermosa niña, que creció bajo la protección del buen Joseph, quien la bautizó con el nombre de Azurina.

El primer corsario Cubano

La accidentada costa norte de la actual provincia de Mayabeque, fue en los siglos XVI, XVII y XVIII escondrijo seguro para los bergantines de afamados piratas, corsarios y filibusteros de Francia, Holanda, Inglaterra y hasta de nuestro país.
Andrés Manso de Castañeda, que de manso no tenía ni un pelo, porque a mediados del siglo XVI fue el azote de cuanto galeón español navegara por las proximidades de Boca de Jaruco, donde acostumbraba a anclar su velero.
Ni tenía una pata de palo ni esgrimía un garfio en la diestra, era esbelto y vestía ropajes de la casta nobiliaria, que adquiría a punta de sable y tiro de mosquete durante los abordajes.
Consta en viejos legajos que en 1636, a unas 13 millas de la costa, frente a Santa Cruz del Norte, cañoneó y ocupó una embarcación española cargada de oro, tabaco y maderas preciosas. Una crónica de la época atestigua que durante el ataque, la mayoría de los marineros de la Armada llegaron nadando a los arenales de la playa de Rotilla, aunque unos cuantos terminaron en la barriga de los feroces tiburones.
Los pescadores supersticiosos de Boca de Jaruco y Santa Cruz del Norte, de antaño y contemporáneos, aseguran que cuando la luna está bajita puede verse mar adentro el fantasma de un velero ardiendo y el tronar de los cañones.

A modo de conclusiones

Los datos anteriores no dejan lugar a dudas sobre la participación, por más de un siglo, de “criollos y peninsulares” de la Isla en estas aventuras marítimas. Estos ignorados corsarios llegaron a ser un verdadero flagelo en el área al punto de contrarrestar las fechorías de sus enemigos y favorecer el ocaso de tales actividades en el Mar Caribe.
La toma de La Habana por los ingleses en 1762, según distintos autores, coincide con el declinar de estas actividades, integrándose sus protagonistas a la trata negrera con posterioridad a la fecha.

Véase también

  1. Piratas
  2. Corsarios
  3. Corsario
  4. Francis Drake
  5. Diego Grillo
  6. Gilberto Girón
  7. Anne Bonny

Fuentes